Mauricio José Sáez Cuevas / doctorando en Ciencias Sociales, UAM Xochimilco
Hace 29 años Manfred Max–Neef mostraba cómo el consumismo y la desigualdad eran consecuencia de las estructuras sociopolíticas y económicas de los países en desarrollo que enfrentaban “dos grandes concepciones económicas que han dominado el panorama de América Latina: el desarrollismo y el monetarismo neoliberal”.[1] Frente a este escenario el desarrollo sustentable no es más que buenas intenciones con pocas acciones que han beneficiado los discursos políticos, económicos y sociales de quienes ostentan el poder en México. Marta Chávez,[2] por ejemplo, advierte que en México la sustentabilidad es un concepto tan amplio, multidimensional y difuso, con una orientación general para la toma de decisiones poco efectiva, con discursos y prácticas que difieren por sus contextos socioculturales, políticos y económicos, y que además no puede tener concepción única ya que cambia o se adapta a diversos intereses con resultados en que “su puesta en práctica [es] mínima o inexistente”.[3]
Ahora, si llevamos esto a la actividad turística nos enfrentamos a una realidad similar. A 50 años del inicio del proyecto Cancún, icono mexicano del turismo de sol y playa, nos encontramos con discursos políticos que buscan replicar ese proyecto en la costa de Jalisco[4] y que ponen en riesgo no solamente la biodiversidad marina, también la de la costa y la sierra. El problema radica en dos contradicciones básicas: primero, en la cuestionable gestión desarrollista de los destinos turísticos, Cancún como ejemplo, en la que prima el monetarismo y la rentabilidad de grandes inversiones en detrimento de las dimensiones sociales y ambientales, con un discurso de desarrollo sustentable, existente en una narrativa, pero inexistente en las acciones. Y segundo, en el modelo consumista por parte de personas, turistas o excursionistas que buscan este turismo y también gozar de bienes y servicios de la naturaleza “que están asociados principalmente a las funciones ambientales de las áreas naturales”[5] y que serán amenazas por los mismos proyectos turísticos.
La crítica al desarrollo sustentable y sus proyectos turísticos es que responden a discursos demagógicos, pues los beneficios no son para los países ni para la gente: la concentración de la riqueza está en manos de un porcentaje casi ínfimo de la población mundial;[6] la explotación laboral, la pobreza y el daño ambiental continúan, y ni hablar de la tasa de retorno del PIB turismo en México, en el que gran parte del dinero generado en turismo se va al extranjero.[7] Estas son las consecuencias del desarrollismo y el monetarismo que hace uso retórico del turismo sustentable, mientras la población local paga los costos socioambientales.
[1] Max-Neef, Manfred A. Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Chile, 1993, p. 25.
[2] Chávez Cortés, Marta Magdalena. “Distintas vías para abordar la sustentabilidad: una exploración del camino seguido por el gobierno mexicano” en Argumentos, nueva época, año 19, Número 51, mayo-agosto 2006, pp. 173–212.
[3] Chávez Cortés, Marta Magdalena. Op. cit., p. 178.
[4] Más información en: https://www.milenio.com/politica/comunidad/el-nuevo-cancun-va-alfaro y http://www.tierras.mx/2021/03/15/costalegre-la-nueva-joya-del-turismo-de-jalisco-tiene-un-plan-de-3000-mdd/
[5] Badal, Gonzalo. Biodiversidad de Chile: Patrimonio y desafíos. Santiago-Chile: CONAMA, 2006, p. 442.
[6] Más información en: https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/el-1-mas-rico-de-la-poblacion-mundial-acaparo-el-82-de-la-riqueza-generada-el-ano
[7] Buades, J., Cañada, E., y Gascón, J. El turismo en el inicio del milenio: una lectura crítica a tres voces. Madrid: Foro Turismo Responsable, 2012.