Opacidad en los congresos

Fabiola Garibaldi / integrante de Ciudadanos por Municipios Transparentes y Ciudadanos por la Integridad Pública

 

Los congresos son de las instituciones más lejanas a la ciudadanía; poco conocemos sobre su desempeño, procesos y resultados, a pesar de que su labor tiene un gran impacto en nuestra sociedad.

Ante la importante responsabilidad que tienen los congresos tanto en materia legislativa como en la aprobación y ejercicio del presupuesto, además de los nombramientos de cargos públicos, es indispensable que transitemos hacia congresos más transparentes y cercanos.

Producto de un esfuerzo ciudadano nacional, y motivados por el camino que se llevaba en algunos estados, en el colectivo Ciudadanos por Municipios Transparentes (CIMTRA) en 2020 se evaluaron por primera vez los niveles de transparencia proactiva de los 32 congresos locales del país.

La herramienta de evaluación considera ocho bloques temáticos, 45 aspectos y 237 indicadores. Los bloques son: integración y estructura, desempeño legislativo, documentación legislativa, gastos, administración, control interno, vinculación ciudadana y acceso a la información pública.

Mediante esta herramienta se observó que la información se publicara en los portales web oficiales de manera accesible, actualizada y en formato abierto. La calificación obtenida va de 0% a 100%, siendo aprobatoria desde 60% pero considerando que 100% representa el mínimo de información que deberían transparentar.

Entre los principales resultados encontramos que solo aprobaron seis de los 32 congresos del país: Jalisco con 88.2%, Chihuahua obtuvo 83.4%, Campeche 69.4%, Puebla alcanzó 67.9%, Quintana Roo 62.1% y Yucatán apenas aprobó con 60.5%. Los cinco congresos más opacos fueron: Oaxaca, Hidalgo, Ciudad de México, Guerrero y Baja California Sur. El promedio general fue de 40.9%, es decir, los congresos en México están lejos de ser transparentes.

De los ocho bloques evaluados solo se aprobó integración y estructura. De los reprobados, los peores bloques fueron control interno y vinculación ciudadana.

Que no se publique información sobre el control interno refleja desinterés por auditar el cumplimiento de responsabilidades, así como por vigilar los procesos y el ejercicio de los recursos públicos, lo cual puede ser un entorno propicio para la corrupción.

La opacidad en el bloque de vinculación ciudadana deja en evidencia los limitados canales institucionales para impulsar la participación ciudadana en el entorno legislativo.

A partir de la presentación de resultados se generó alta difusión y júbilo por parte de las autoridades que aprobaron la evaluación (reconocidas a su vez por diversos actores e instituciones en sus estados), además de alentar el interés de los congresos con bajo porcentaje a acercarse a CIMTRA para identificar sus áreas de oportunidad y poder mejorar en materia de transparencia.

A pesar de que, en general, el balance de resultados es negativo, los congresos con mejores porcentajes son los que más veces han sido evaluados por la herramienta CIMTRA, de ahí que se considera que la participación ciudadana sí puede incidir en la apertura gubernamental. Si nosotros observamos y visibilizamos las acciones de los congresos, tenemos mayor probabilidad de lograr cambios.

La transparencia puede ser una herramienta para construir mejores gobiernos. Las y los diputados son nuestros representantes, demandemos su compromiso para lograr congresos abiertos.

Conoce más en:
http://www.cimtra.org.mx

¿Hacia dónde vamos?

Balance del Sistema Nacional Anticorrupción

Rosa María Cruz Lesbros / expresidenta del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción

El Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) contempla como columna vertebral al Comité de Participación Ciudadana (CPC) que, en su esencia, es la instancia de vinculación con organizaciones sociales y académicas para promover, orientar e impulsar la exigencia ciudadana de combatir este flagelo que afecta a la población.

Los avances que ha tenido el SNA pueden señalarse en tres grandes apartados:

• Los formatos de declaración patrimonial y de intereses. Hay que recordar que la llamada “Ley 3 de 3” fue la bandera de la iniciativa ciudadana de la creación de un sistema para el combate a la corrupción. La propuesta de los formatos corrió a cargo del CPC y fue aprobada por el Comité Coordinador del SNA. Su entrada en vigor se dictó para el 2020 en el plano federal y para mayo de 2021 en los planos estatal y municipal; es decir son ahora aplicables los mismos formatos en todo el territorio nacional. Los datos contenidos en ellos son públicos (con sus reservas) y los sistemas donde se presenten deberán ser interoperables con la Plataforma Digital Nacional en la que podrá ser consultada la información por cualquier persona interesada.

• La Política Nacional Anticorrupción (PNA). Esta fue aprobada por el Comité Coordinador del SNA desde enero de 2020, resultado del proceso de consulta con expertos, ciudadanía y ocho foros regionales. En ella se proponen 40 prioridades de política pública en cuatro ejes: impunidad, arbitrariedad, interacciones gobierno–sociedad e involucramiento de la sociedad. El SNA tiene un enfoque nacional y por ello es relevante que se dicten Políticas Estatales Anticorrupción (PEA) que estén alineadas a la PNA, pero que a su vez consideren una contextualización local. A mediados de 2021 se ha logrado un avance en la aprobación de 40% de las pea.

• La Plataforma Digital Nacional. Se encuentra en operación con cuatro de las seis Plataformas previstas en el artículo 49 de la Ley General del Sistema Nacional Anticorrupción: 1. Declaraciones, 2. Servidores públicos en contrataciones, 3.  Servidores y particulares sancionados, y 6. Contrataciones. La plataforma 4 de Fiscalización a cargo del Comité Rector del Sistema Nacional de Fiscalización y la plataforma 5 de Denuncias aún están en proceso de desarrollo.

En resumen, si bien los avances expuestos tienen el objetivo de encauzar la labor del SNA, urge el nombramiento de cuatro integrantes del CPC, pues está diseñado para ser un órgano colegiado interdisciplinario en el que la conjunción de saberes de sus cinco integrantes sume y potencialice competencias para interactuar, construir con el apoyo de la academia y la sociedad. Urge asimismo el nombramiento de los magistrados de la Sala Especializada Anticorrupción del Tribunal Federal de Justicia Administrativa.

La bandera tomada por el Ejecutivo federal de lucha contra la corrupción representa una gran oportunidad para el CPC y para el SNA, pues se hace visible un discurso político de combate a la corrupción. Sin embargo, ese mismo discurso presenta un reto para que el Sistema opere como un actor estratégico que acuerpe y acompañe al Ejecutivo federal en este propósito.

Contradicciones de la 4T en la lucha anticorrupción

José Bautista Farías / académico del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social (CIFOVIS) del ITESO

 

En el Plan Nacional de Desarrollo 2019–2024 se plantea “erradicar la corrupción del sector público”[1] como uno de los objetivos centrales del gobierno de la llamada cuarta transformación, conocida como la 4t, con los siguientes compromisos:

    • Asegurar que ningún servidor público pueda beneficiarse del cargo que ostenta.
    • Prohibir las adjudicaciones directas.
    • Tipificar la corrupción como un delito grave.
    • Fomentar la colaboración internacional tendiente a erradicar los paraísos fiscales.
    • Establecer la obligatoriedad de las declaraciones patrimonial, fiscal y de intereses de todos los servidores públicos.
    • Eliminar el fuero de los altos funcionarios.
    • Monitorear en tiempo real el dinero de las adquisiciones.
    • Realizar verificaciones obligatorias de los precios de mercado antes de cualquier adquisición.
    • Proponer al congreso la Ley Federal de Combate al Conflicto de Interés.
    • Poner fin a la indiscriminada contratación de personal de confianza.[2]

A tres años del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, de los diez compromisos solo se han cumplido dos (tipificar la corrupción como delito grave y hacer obligatorias las declaraciones de los servidores públicos), la mayoría sigue pendiente y en algunos casos se hace lo opuesto. En especial, me refiero a los temas de las adjudicaciones directas y el conflicto de interés. Veamos:

    • Adjudicaciones directas. De acuerdo con la plataforma CompraNet, en los primeros nueve meses de 2020 la Administración Pública Federal celebró 104,999 contratos por un total de 333,920 millones de pesos (mdp). Del total de contratos, 83,261 mdp (70.3%) han sido entregados por adjudicación directa. En un estudio comparativo de las tres últimas administraciones federales (2006–2020) se observó que la asignación directa se mantiene como el recurso preferido de las autoridades para efectuar las compras y asignar obra pública.[3] El gobierno de López Obrador no es la excepción, no obstante su promesa de prohibirlos.
    • Conflicto de interés. La remodelación del estadio de beisbol en Guacamayas de Palenque por parte de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, con un costo de 89 mdp, cuyo fundador y director del equipo es Pío López Obrador, hermano del presidente.[4]

En el análisis del discurso del combate a la corrupción por la 4t Gabriel Rojas concluye que no es muy distinta a la del neoliberalismo, ya que existen similitudes entre ambos en la definición simplista del fenómeno de la corrupción, por ejemplo, la del Banco Mundial en 1997: “el abuso de recursos públicos para el beneficio privado”.[5]

Esta definición reduce la corrupción a un problema de individuos (de manzanas podridas), en la que resulta útil tipificar conductas indeseables en un contexto específico de apertura comercial, desregulación de mercados y globalización. Desde este enfoque el problema es una excesiva intervención del estado, que facilita la discrecionalidad y la opacidad. Estas condiciones no solo están presentes en la 4t sino que se han exacerbado.[6]

El ejemplo del presidente no será suficiente para acabar con la corrupción, máxime si se nulifica desde la 4t al Sistema Nacional Anticorrupción.

 

 

[1] Lopez Obrador, Andrés Manuel, Plan Nacional de Desarrollo 2019–2024, 30 de abril de 2019, p.14. Disponible en https://cutt.ly/PND_2019-2024

[2] Ibidem, pp. 14–15.

[3] Véase Núñez, Leonardo, “El mes con más recursos de contrataciones directas y en camino a un nuevo récord”, en Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, 15 de octubre de 2020. Disponible en https://cutt.ly/mes_con_mas_recursos

[4] Olmos, Raúl, “Remodelará Gobierno de AMLO estadio para equipo de beisbol presidido por Pío López Obrador”, en Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, 11 de enero de 2021. Disponible en https://cutt.ly/remodelara_
gobierno_de_AMLO

[5] Rojas, Gabriel, “Análisis discursivo del combate a la corrupción: la 4T no es muy distinta a la del neoliberalismo”, Nexos, 29 de octubre de 2020. Disponible en https://cutt.ly/analisis_discursivo

[6] Ibidem.

La percepción de la corrupción internacional: ¿dónde está México?

Paola Palacios / coordinadora de Asuntos Internacionales en Transparencia Mexicana, Capítulo en México de Transparencia Internacional

 

La corrupción es un fenómeno complejo que se presenta en todos los países del mundo, sin excepción. En este sentido, desde hace casi tres décadas, se han desarrollado diferentes instrumentos que buscan medir la corrupción con miras a tener un panorama de cómo están los países al interior, y poder hacer comparaciones entre ellos bajo un mismo estándar.

Existen varias formas de medir la corrupción. Por un lado, están las que miden percepción, a partir de las opiniones de ciudadanas y ciudadanos, expertos en la materia o de instituciones globales que evalúan la corrupción. También están las que miden la victimización, es decir, las que buscan comparar la frecuencia con la que las personas han sido víctimas de actos de corrupción en determinado país o localidad. Una última se construye a partir de registros administrativos, por ejemplo, las denuncias.

Uno de los instrumentos internacionales más acreditados en la medición de la corrupción en el plano mundial ha sido el índice de percepción de la corrupción (IPC) de Transparencia Internacional. El IPC es un índice compuesto que otorga una puntuación y clasifica a los países de acuerdo con las percepciones que tienen analistas, mujeres y hombres de negocios y empresas globales sobre el grado de corrupción que existe en el sector público de cada país evaluado.

Algunos de los comportamientos que mide el IPC son: el soborno, la captura del estado por parte de intereses particulares, el desvío de recursos públicos, el nepotismo, las trabas administrativas y requisitos excesivos que permiten oportunidades de corrupción, protección legal de denunciantes, periodistas e investigadores cuando denuncian casos de corrupción, acceso de la sociedad civil a información de asuntos públicos y posibilidad de que los gobiernos contengan la corrupción mediante el hacer cumplir mecanismos de integridad eficaces.

El IPC ha medido la corrupción en México desde su creación en 1995, no obstante, desde 2012 es posible comparar las puntuaciones en el tiempo. Los datos del IPC son estandarizados en una escala de 0–100, en donde 0 es igual al nivel más alto de corrupción percibida y 100 al más bajo. A partir del valor del Índice se establece la posición de cada país.

En el último IPC publicado por Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana en su edición 2020, México se ubicó en el lugar 124 de 180 países evaluados con una puntuación de 31 de 100 puntos posibles. Con esta puntuación y posición México se ubica junto a naciones como Bolivia, Kenia, Kirguistán y Pakistán.

La calificación de México lo coloca en el último lugar entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), grupo de países que engloba 80% del comercio y las inversiones mundiales. México está por debajo de otros miembros que provienen de América Latina. Para alcanzar a Chile (67 puntos) debería elevar su calificación 36 puntos en el índice. Para alcanzar a Colombia (39 puntos) debería mejorar 8 puntos. Respecto a 2019, México sigue por debajo de países como Grecia (50 puntos), Hungría (44 puntos) y Turquía (40 puntos).

Sin duda las mediciones internacionales sobre percepción de la corrupción son herramientas útiles para comprender en dónde se ubican los países con respecto a otros e identificar que la corrupción no es un fenómeno cultural, es una epidemia ya que existe en todas las partes del mundo y que no está en el ADN de ningún país, incluyendo México.

 

  1. Bohórquez, Eduardo y Lucía Petersen, “De la necesidad de medir corrupción e impunidad a la ampliación de la capacidad gubernamental y social para controlarla”, en Pluralidad y Consenso, vol.9, núm.41, Instituto Belisario Domínguez, 2019. Disponible en https://cutt.ly/de_la_necesidad
  2. Transparencia Mexicana, “Mejora percepción de corrupción en México 2020; riesgo de impunidad, latente: Transparencia Mexicana”, 2021. Disponible en https://www.tm.org.mx/ipc2020/

Editorial

La corrupción es un fenómeno que lacera a la sociedad y que debilita a las instituciones. Sus expresiones y ramificaciones son múltiples; se encuentra arraigada en muchas prácticas que, desafortunadamente, han sido normalizadas. Al ser un problema de escala global, México no ha quedado exento de atender este problema público y de buscar soluciones a este mal que cimbra los cimientos de la democracia.

Por lo tanto, lo que se desea plantear en este número de Clavigero son los avances, pero también los posibles retrocesos en la conformación de una real agenda de combate a la corrupción y, en ese sentido, cuáles han sido las diferentes participaciones tanto de organismos gubernamentales como de asociaciones civiles. Esto dejará un campo abierto para señalar obstáculos que se han enfrentado, que se enfrentarán en el futuro, pero también las ventanas de oportunidad y vías alternas de solución.

José Bautista Farías y
Jorge Federico Eufracio Jaramillo

Centro Interdisciplinario para la Formación y la Vinculación Social, ITESO

Clavigero núm. 20

Ciudad y pandemia: retos emergentes

Periodo: mayo – julio 2021

La expansión mundial del nuevo coronavirus tipo 2 confinó a la humanidad en sus viviendas y canceló la vida social en espacios públicos. En este escenario, las ciudades debieron reaccionar con medidas multidimensionales para mantener sus funciones urbanas. De la diversidad de respuestas instrumentadas pueden reconocerse buenas prácticas que sirvieron de ejemplo para otras localidades que las pudieron replicar. Se aprendieron lecciones que sentaron nuevos precedentes en cuestión de gestión urbana, pero también se identificaron decisiones erróneas que deben evitarse en la era postcovid.

En el número 20 de Clavigero, investigadores que abordan el hábitat desde distintas disciplinas aportan trabajos acerca de la ciudad y la pandemia con el propósito de reflexionar sobre los desafíos emergentes que sociedad y gobierno deben enfrentar para asegurar salud y calidad de vida en los asentamientos humanos.

Alejandro Mendo Gutiérrez
Coordinador del número.

Publicado: 2021-30-05

 

Contenido

Editorial
Urbes en crisis… global
Daniel González Romero
Trazabilidad espacio-temporal de la pandemia
Tania Chávez Soto y Carlos Garrocho
Infografía
Ciudad y Pandemia
Texto: Alejandro Mendo Gutiérrez
Infografía: María A. Sánchez Magaña
El movimiento en las ciudades y el contagio
Adriana I. Olivares González y Marco F. De Paolini
Difícil quedarte en casa si no tienes una
Carlos E. Estrada Casarín
Ciencia a sorbos.  Salud y ciudad: trayectos para pensar
Maya Viesca Lobatón
La Pisca.  Complicada co-implicación
Salvador Ramírez Peña, S.J.
Otros nosotros son urgentes
Adolfo Peña Iguarán
Ciudades cuidadoras para la salud de ecosistemas y comunidades
María Elena de la Torre Escoto

Ciudades cuidadoras para la salud de ecosistemas y comunidades

La presente crisis nos vuelve a dejar en evidencia que la salud humana no solo está interrelacionada con la salud ecosistémica, sino que la conservación de la vida depende de ella.[1] Por otro lado, el consecuente confinamiento ha detonado o exacerbado la crisis en el ámbito privado. La socióloga franco–israelí Eva Illouz señala que “la casa sin la esfera pública puede llegar a ser una experiencia extremadamente opresiva”.[2] La crisis desatada por el nuevo coronavirus resalta la importancia del ámbito público en nuestras vidas privadas.

La regeneración de los ecosistemas y el diseño de hábitats seguros y saludables se nos presentan como desafíos urgentes. Necesitamos transitar hacia el cuidado de la vida en todas sus formas en las diversas esferas y ámbitos de la sociedad, así como en la producción del espacio. Este enfoque es lo que se conoce como Ciudad Cuidadora, en el cual la sostenibilidad de la vida está en el centro de toda decisión urbana.[3]

Desde esta perspectiva, el espacio público puede llegar a ser un catalizador que oriente la gestión urbana hacia el cuidado del medio ambiente y de la salud, y así nuestras ciudades puedan transitar hacia un entorno de cuidados si se reestructuran mejorando los espacios de uso público, tomando en cuenta los siguientes ejes:

    • Planeación y diseño urbano: la planificación territorial tiene un papel central en la prevención de las enfermedades en el siglo XXI. Desde el ámbito normativo y la gestión urbana se puede
      lograr que cada barrio o comunidad cuente con espacios públicos (calles, parques, plazas, jardines) seguros, accesibles y de calidad, priorizando las zonas con mayores carencias.
    • Salud individual y comunitaria: diversos estudios señalan que el entorno en el que vivimos está indisolublemente ligado a nuestra salud y calidad de vida.[4] Para la salud mental y emocional es indispensable la accesibilidad a espacios naturales y espacios de encuentro social para fomentar hábitos saludables como la activación física, el contacto con la naturaleza o encontrarse con amigos y fortalecer los lazos de apoyo comunitario.
    • Cuidado de la biodiversidad: la ciudad entendida como un ecosistema deberá articularse por medio de una red de espacios abiertos, cauces restaurados y parques lineales que incrementen el acceso a la naturaleza, con énfasis en el cuidado de la biodiversidad. Cuidar nuestros lazos con la red de la vida es también garantía de salud.[5]
    • Gobernanza: la participación en el diseño, gestión y mantenimiento de los espacios públicos en las comunidades es clave para lograr los beneficios esperados.

La actual pandemia y las crisis consecuentes exigen buscar los canales para transitar hacia una ciudad cuidadora que permita mantener la vida y reparar nuestro mundo para poder vivir en él lo mejor posible.

 

 

[1] Organización Mundial de la Salud. “El enfoque multisectorial de la oms «Una salud»”, septiembre de 2017. Disponible en: https://www.who.int/features/qa/one-health/es/; consultado el 27 de marzo, 2021.

[2] Illouz, Eva. The End of Love, Oxford University Press, Nueva York, 2019.

[3] Valdivia, Blanca. «Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora”, Hábitat y Sociedad, núm.11, 2018. Disponible en: https://revistascientificas.us.es/index.php/HyS/article/view/5172; consultado el 12 de marzo 2021.

[4] onu Hábitat. Integrating health in urban and territorial planning: a sourcebook. un–Habitat / oms, 2020.

[5] Beatley, Timothy. Biophilic Cities, Integrating Nature into urban design and planning, Island Press, Washington, 2011.

Otros nosotros son urgentes

Las ciudades son un invento milenario de mujeres y hombres, son epicentros del capital y de la creatividad de las personas; en sus múltiples espacios se juegan dinámicas de poder, económicas, sociales y culturales, pero, sobre todas las cosas, sus espacios se diseñan para ser ocupados / vividos / habitados colectivamente. Es en los espacios de la ciudad donde se puede visualizar un sinnúmero de relaciones entre las personas y en ellas también se reflejan injusticias, pobreza, desigualdades y muchos tipos de violencias. Como una vez dijo la científica social británica Doreen Massey: “En la actualidad conceptualizamos el ‘espacio’ como producto de relaciones, una complejidad de redes, vínculos, prácticas, intercambios tanto a nivel muy íntimo (el hogar) como a nivel global”.[1]

No es entonces ajeno ni extraño que las ciudades sean el mejor escenario, el contexto perfecto para los estragos de una pandemia. Las pandemias son antiurbanas y van en contra de nuestro deseo humano de conexión, de cercanía, de contacto. Este coronavirus socava nuestras ideas más básicas sobre la comunidad y, en particular, la vida urbana. Si de algo ha servido la pandemia es para poner de manifiesto y en crisis el discurso moderno sobre los supuestos espacios de equidad e igualdad, y también términos como qué es la violencia y de cuántas maneras se manifiesta. Si antes muchas de estas realidades nos parecían invisibles o normalizadas, la pandemia las ha revelado y hecho más crueles.

Sin embargo, no estamos mirando el problema de fondo que es el cambio climático que en gran medida genera el modelo económico actual y su impacto en la vida, y por lo tanto en las ciudades. La pandemia es tan solo un pequeño destello de esta situación. En medio de esta crisis sanitaria que detiene la economía y las relaciones sociales tenemos una de proporciones mayores, que es el cambio climático. Ambas comparten mucho más que el mismo origen —la actuación humana en un sistema económico globalizado—, por lo que requieren ser abordadas a partir de su concurrencia. Podríamos deducir entonces que este primer cuarto del siglo xxi es uno de crisis en los modelos de desarrollo en las ciudades; esta crisis afecta todo el espacio, sea urbano o rural. Si la ciudad era el escenario triunfante del capitalismo hegemónico, de la globalización y del libre comercio cuando la vieja normalidad regía sin grandes contratiempos nuestras vidas, ahora entra en interrogantes serias.

Humberto Beck menciona en una entrevista que “todavía nuestra conciencia no alcanza a registrar y comprender frente a qué riesgo nos encontramos como especie todos, y sobre todo los más jóvenes”.[2]

 

 

[1] Massey, Doreen. World City. uk Polity Press, Londres, 2007.

[2] [Seppap Colmex]. Pregunta Episodio 2 – El Cambio Climático: Implicaciones y Perspectivas Dr. Humberto Beck, 26 de septiembre de 2020. Disponible en: https://youtu.be/cP-SEc_ydUs

Complicada co-implicación

El confinamiento, entre otras manifestaciones, nos ha mostrado que somos seres necesitados en un mundo fragmentado. Desde el momento en que somos concebidos necesitamos de nutrientes, de cuidados y del socorro que se nos da.

Son los demás quienes desde el principio nos sostienen y nos capacitan para enfrentarnos a la vida y encargarnos de las generaciones que vendrán. Lo que hombres y mujeres comunicamos en cada respuesta que damos a las necesidades de los demás es el modo humano o inhumano de vivir en un mundo común.

El confinamiento, al limitar nuestras respuestas a los demás, está complicando la co-implicación para construirnos como “nosotros”, distorsionando el mundo común en un mundo fragmentado. En el mundo fragmentado solo hay yuxtaposición de “yoes”, indiferentes unos con otros. Sin posibilidad a la diferencia que representa la presencia de “tú” o de “él / ella”, para cada “yo” los demás están de más.

Solo son algo cuando puede apropiárselos y utilizarlos o desecharlos según sus intereses. Esta distorsión nos impide vivenciar la presencia del Misterio como el Dios Trinitario que habita el “nosotros”. Si nos dejamos engañar por la distorsión del mundo fragmentado le quitaremos a Dios su verdadero nombre: comunidad amorosa sin medida. Y el ídolo que fabricaremos en su lugar será un reflejo de nuestra imagen distorsionada. Es cierto que en tiempo de confinamiento se complica que los hombres y mujeres nos co-impliquemos humanamente, sin embargo, para Dios Trinidad que nos ama inmensamente en plural, este frágil mundo común se vuelve su hábitat.