Ciudades cuidadoras para la salud de ecosistemas y comunidades

La presente crisis nos vuelve a dejar en evidencia que la salud humana no solo está interrelacionada con la salud ecosistémica, sino que la conservación de la vida depende de ella.[1] Por otro lado, el consecuente confinamiento ha detonado o exacerbado la crisis en el ámbito privado. La socióloga franco–israelí Eva Illouz señala que “la casa sin la esfera pública puede llegar a ser una experiencia extremadamente opresiva”.[2] La crisis desatada por el nuevo coronavirus resalta la importancia del ámbito público en nuestras vidas privadas.

La regeneración de los ecosistemas y el diseño de hábitats seguros y saludables se nos presentan como desafíos urgentes. Necesitamos transitar hacia el cuidado de la vida en todas sus formas en las diversas esferas y ámbitos de la sociedad, así como en la producción del espacio. Este enfoque es lo que se conoce como Ciudad Cuidadora, en el cual la sostenibilidad de la vida está en el centro de toda decisión urbana.[3]

Desde esta perspectiva, el espacio público puede llegar a ser un catalizador que oriente la gestión urbana hacia el cuidado del medio ambiente y de la salud, y así nuestras ciudades puedan transitar hacia un entorno de cuidados si se reestructuran mejorando los espacios de uso público, tomando en cuenta los siguientes ejes:

    • Planeación y diseño urbano: la planificación territorial tiene un papel central en la prevención de las enfermedades en el siglo XXI. Desde el ámbito normativo y la gestión urbana se puede
      lograr que cada barrio o comunidad cuente con espacios públicos (calles, parques, plazas, jardines) seguros, accesibles y de calidad, priorizando las zonas con mayores carencias.
    • Salud individual y comunitaria: diversos estudios señalan que el entorno en el que vivimos está indisolublemente ligado a nuestra salud y calidad de vida.[4] Para la salud mental y emocional es indispensable la accesibilidad a espacios naturales y espacios de encuentro social para fomentar hábitos saludables como la activación física, el contacto con la naturaleza o encontrarse con amigos y fortalecer los lazos de apoyo comunitario.
    • Cuidado de la biodiversidad: la ciudad entendida como un ecosistema deberá articularse por medio de una red de espacios abiertos, cauces restaurados y parques lineales que incrementen el acceso a la naturaleza, con énfasis en el cuidado de la biodiversidad. Cuidar nuestros lazos con la red de la vida es también garantía de salud.[5]
    • Gobernanza: la participación en el diseño, gestión y mantenimiento de los espacios públicos en las comunidades es clave para lograr los beneficios esperados.

La actual pandemia y las crisis consecuentes exigen buscar los canales para transitar hacia una ciudad cuidadora que permita mantener la vida y reparar nuestro mundo para poder vivir en él lo mejor posible.

 

 

[1] Organización Mundial de la Salud. “El enfoque multisectorial de la oms «Una salud»”, septiembre de 2017. Disponible en: https://www.who.int/features/qa/one-health/es/; consultado el 27 de marzo, 2021.

[2] Illouz, Eva. The End of Love, Oxford University Press, Nueva York, 2019.

[3] Valdivia, Blanca. «Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora”, Hábitat y Sociedad, núm.11, 2018. Disponible en: https://revistascientificas.us.es/index.php/HyS/article/view/5172; consultado el 12 de marzo 2021.

[4] onu Hábitat. Integrating health in urban and territorial planning: a sourcebook. un–Habitat / oms, 2020.

[5] Beatley, Timothy. Biophilic Cities, Integrating Nature into urban design and planning, Island Press, Washington, 2011.