Construyendo otro estilo de vida

La encíclica Laudato Si’ (Alabado seas) sobre el cuidado de la Casa Común, del papa Francisco, ha llegado como un manantial de agua fresca que nutre y vivifica los esfuerzos que la Diócesis de Ciudad Guzmán va realizando en el Cuidado de la Creación, prioridad asumida en el 4º Plan Diocesano de Pastoral promulgado en el año 2010. Este mensaje del papa viene a fortalecer y reanimar este camino que la diócesis ha emprendido para responder a la urgente necesidad de cuidar nuestro planeta Tierra como la casa común que todos habitamos.

Después de estudiar y asimilar el mensaje del papa, la diócesis asume el compromiso del amor y el cuidado de la casa común como una línea trasversal de acción pastoral que contempla tres tareas muy concretas: la ecología o medio ambiente, la equidad o justa distribución de bienes y ante el crecimiento de la violencia que va en contra de la naturaleza y del ser humano, la construcción de paz. Esta línea trasversal se está trabajando en los barrios, colonias, ranchos; en las parroquias, en los equipos diocesanos de pastoral, en todas las instancias y en todas las acciones pastorales de la diócesis.

Se ha diseñado el material La Ruta de Dios por la Casa Común (10,000 ejemplares) que contiene la dinámica para este proceso que tiene tres etapas: sensibilización, concientización y organización. Con el objetivo de “descubrir y personalizar la espiritualidad de la Laudato Si’ para promover un estilo de vida alternativo desde la base, que valore la sabiduría de nuestros pueblos originarios y busque nuevas formas en el amor y el cuidado de la casa común con sus tres tareas.

Hay signos muy claros en los pueblos, barrios, colonias y ranchos que manifiestan que la reflexión del mensaje del papa va animando y revitalizando a las personas en esta tarea del cuidado de la casa común: expresan con alegría que van creciendo en conciencia y sensibilidad por vivir más en armonía, por cuidar el agua, la tierra, el bosque, los insectos, los animales, las plantas como hermanos y ver la creación como un lugar sacramental donde Dios está presente, donde cada ser creado nos habla de la bondad y misericordia inagotable de Dios; tienen gusto por leer y profundizar el mensaje del papa que trae la Laudato Si’ (más de 5,000 ejemplares), lo van reflexionando en los temas de las fiestas patronales, en las celebraciones, en el tiempo de adviento, en las posadas y en las distintas reuniones de los campos de trabajo.

Las catequistas van adecuando los temas de la encíclica para ayudar a que los niños tomen conciencia del cuidado de la casa común, realizan peregrinaciones con ellos al campo para sensibilizarlos a que vean la creación como hermana y no como enemiga, y realizan jornadas de reforestación y de limpieza de las comunidades y peregrinaciones con mensajes del papa.

El signo más palpable que manifiesta que el mensaje del papa ha calado en la mente y el corazón de las personas es que ha disminuido la generación de basura y el uso de desechables en las reuniones, fiestas y convivencias. Hay una mayor sensibilidad por cuidar el agua dentro del hogar, reduciendo el consumo, reciclando y reutilizando las aguas jabonosas. Va creciendo el interés por conocer la situación del agua tanto en su distribución, acceso y calidad, y se tienen reuniones con especialistas de las universidades con el fin de conformar comités y redes ciudadanas que defiendan el derecho del agua que está siendo sobreexplotada.

El sueño es que con todo este proceso de trabajo se vayan formando personas, familias y sociedad con un nuevo estilo de vida, que respete, cuide, cultive y viva en armonía con la Casa Común que habita y, como dice el papa Francisco: “Que seamos protectores del mundo y no depredadores y que sembremos hermosura y no destrucción”.

 

Jesús Gutiérrez Valencia / Miembro del Equipo Pastoral de la Diócesis de Ciudad Guzmán

Sembrando para el cuidado de nuestra casa común

El planeta Tierra, nuestra casa común, se ve amenazado desde diferentes ámbitos. Uno de ellos es la agricultura industrial, que se impone en todas partes como la única forma posible de trabajo con la tierra para la producción de alimentos. Esta agricultura tiene un manejo tecnológico basado en el monocultivo, la utilización de petróleo, fertilizantes y agrotóxicos, y el uso intensivo de recursos naturales. Por ello ha tenido fuertes impactos ambientales en el agua, los suelos y la biodiversidad; además contribuye significativamente al cambio climático global. A la par, esta agricultura industrial, por su orientación para el mercado y sus efectos sobre la agricultura familiar, ha incrementado el hambre, la marginación y la emigración de los habitantes del campo, donde se ubica la mayoría de los pobres del mundo rural.

La agricultura industrial evidencia con claridad lo que nos dice la encíclica Laudato Si’: “Los problemas ambientales afectan particularmente a los excluidos, a miles de millones de personas, un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia con el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”. En la agricultura industrial, en términos de esta encíclica, “priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente”.

En el camino hacia el cuidado de nuestra casa común el papa Francisco hace una llamada a “programar una agricultura sostenible y diversificada, con una mayor eficiencia energética para promover una gestión más adecuada de los recursos naturales”. La encíclica deja claro que para ello es indispensable “prestar especial atención a las comunidades campesinas e indígenas con sus tradiciones culturales, para ellos la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores; cuando ellos permanecen en sus territorios son precisamente ellos quienes mejor los cuidan”. La encíclica señala además que “Todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial”.

La encíclica es esperanzadora cuando afirma que “la liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista; hay una gran variedad de sistemas alimentarios campesinos y de pequeña escala que sigue alimentando a la mayor parte de la población mundial, utilizando una baja proporción del territorio y del agua, y produciendo menos residuos, sea en pequeñas parcelas agrícolas, huertas, caza y recolección silvestre o pesca artesanal”. Las experiencias que a lo largo de Latinoamérica, en México y en Jalisco llevan a cabo diferentes movimientos campesinos e indígenas articulados con movimientos urbanos en torno a las agriculturas más sustentables, nos muestran como estas alternativas para el cuidado de nuestra casa común van avanzando y fortaleciéndose desde abajo y paso a paso en el trabajo cotidiano. A dar cuenta de ello van dedicados algunos textos de esta publicación.

La encíclica nos llama a participar en estos procesos y nos recuerda que “Es posible alentar el mejoramiento agrícola de regiones pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, en la organización del mercado local o nacional, en sistemas de riego, en el desarrollo de técnicas agrícolas sostenibles. Se pueden facilitar formas de cooperación o de organización comunitaria que defiendan los intereses de los pequeños productores y preserven los ecosistemas locales de la depredación”.

La encíclica Laudato Si’ nos invita a colaborar en el cuidado de nuestra casa común y culmina con este desafío: “¡Es tanto lo que sí se puede hacer!”

 

Jaime Morales Hernández / Académico del Centro de Investigación y Formación Social

Ciencia a sorbos

Ciencia para la casa común

 

En ocasiones pensamos que la ciencia es un cuerpo sólido, que avanza de manera lineal y determinista y que va más allá de los sujetos concretos que la hacen y cuyos resultados son permanentes e inapelables.

Lo cierto es que las reflexiones más vigentes sobre la ciencia apuntan al reconocimiento de la importancia de los contextos y las personas, dónde se hace y quién la hace. Este rasgo subjetivo no implica que la ciencia se haga a voluntad, no implica que pierda veracidad y confiabilidad, sino que subraya la importancia del consenso, la diversidad y la reflexión constante del científico y de la comunidad científica, no solo sobre su objeto de estudio sino también sobre sus propios procedimientos.

En la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco uno de los apartados se titula “Nada de este mundo nos resulta indiferente”, y otro “Unidos por una misma preocupación”. En ellos apela a la preocupación y responsabilidad que todo ser humano debe mostrar por el mundo que habita. Dado que en el sentido mismo de la ciencia está la generación de conocimiento sobre cómo funciona la naturaleza, los científicos tienen un papel protagónico en la discusión y desarrollo de alternativas de solución para los problemas que actualmente vivimos en lo que a la ecología respecta.

No obstante, esto no implica que los consensos se den de manera natural. En ocasiones un mismo problema es abordado de maneras diferentes, incluso contrapuestas. Tal es el caso de dos investigadores que asistieron al Café Scientifique iteso en años recientes. El doctor Luis Herrera Estrella, investigador del Laboratorio Nacional de Genómica y uno de los principales investigadores a escala mundial en el tema de trasgénicos, cuya principal preocupación es la generación de alimentos suficientes para el total de la población mundial con el menor impacto contaminante relativo al uso de herbicidas, fungicidas o insecticidas.

También estuvo Paulo Petersen, agrónomo brasileño, que comparte la preocupación por desarrollar mecanismos sostenibles en la generación de alimentos, pero desde la agroecología, particularmente el formato de “la milpa”.

Estas dos posturas, no necesariamente contrapuestas pero sí diferentes, dan una idea de la diversidad de aproximaciones que desde la misma ciencia pueden estar haciéndose ante una misma problemática, y la importancia de que los ciudadanos conozcamos cómo es que esta funciona, reconozcamos los procesos que le brindan confiabilidad —reproductibilidad, falsabilidad, consenso, entre otros— y seamos capaces de establecer posturas críticas y racionales.

Conoce más sobre nuestras presentaciones en:

 

Maya Viesca / Coordinadora Café Scientifique

 

La Pizca. Experiencia y pensamiento Jesuita

Pierre Teilhard de Chardin (1881–1955)

Escribir unas líneas sobre un sacerdote jesuita francés, paleontólogo, geólogo, botánico, filósofo y místico, que nació hace más de cien años y que ha sido olvidado durante mucho tiempo aparentemente no tiene mucho sentido. Sin embargo, si consideramos que su concepción de la evolución de la vida es valorada por varios distinguidos científicos y pensadores contemporáneos como una de las más cercanas a las ciencias modernas podríamos cambiar de opinión. Tal es la opinión, por ejemplo, de Edgar Morin, Fritjof Capra y Salvador Pániker.

En efecto, Teilhard fue educado durante su niñez en contacto cercano con la naturaleza. En ella observó la comunión del conjunto de los diferentes seres vivos y los interpretó como una manifestación de la creación de Dios. Entre otras cosas, eso lo llevó a estudiar filosofía y teología, para formarse como jesuita, y posteriormente botánica y zoología, para especializarse en paleontología, lo que lo condujo a realizar diversas investigaciones en China.

Teilhard se propuso hacer “una lectura evangélica de la visión científica del universo”. Es decir, integrar su visión científica de la evolución con su experiencia mística y teológica. El resultado fue una visión coherente del universo, de la vida y del ser humano concebido como un proceso evolutivo que aún está lejos de concluir.

La propuesta de este brillante científico jesuita tiene actualmente una doble pertinencia. Por un lado, se relaciona con la nueva encíclica, Laudato Si’, del papa Francisco, pues ambos entienden la vida como un proceso evolutivo que entrelaza al conjunto de seres vivos, que requiere ir acompañado de una mayor conciencia sobre la manera como interactuamos los seres humanos con la naturaleza o, en otras palabras, que necesita urgentemente una mayor reflexión sobre el sentido de nuestros conocimientos y actuación sobre ella. Además, Teilhard y Francisco coinciden en que esta toma de conciencia debe desembocar en una mejor espiritualidad humana. Otra consideración que nos remite a ubicar la pertinencia contemporánea del pensamiento de Teilhard es que, entre las místicas occidentales, se valora su filosofía como la que más se aproxima a la biología evolutiva y de los sistemas complejos, lo cual está en sintonía con concepciones científicas de vanguardia.

La pasión por la génesis del universo, la formación de la Tierra, el origen de la vida, la aparición del ser humano y la presencia del Absoluto en todo este proceso evolutivo, como él decía, es lo que integra el pensamiento de este genial jesuita.

 

Enrique Luengo González / Académico del Centro de Investigación y Formación Social