El sistema–mundo capitalista, neoliberal en su fase de desarrollo actual, ha generado múltiples problemas y conflictos de todo tipo, llevando al planeta al límite. Ya desde el siglo pasado, el científico social y filósofo austríaco Karl Polanyi advertía que el capitalismo ha pasado de ser una “economía de mercado” a una “sociedad de mercado”, y con un consumo desmedido: la mercantilización de la vida en sus diversas dimensiones (económicas, por supuesto, pero también de la política, de las personas y la naturaleza, así como de las culturas).
Sin embargo, desde los límites–fronteras–periferias del sistema han venido surgiendo cada vez con mayor vigor diversas alternativas económicas —otras economías— que buscan dignificar la vida humana y del planeta en su conjunto, para llevarlas al centro, al corazón mismo de la sociedad, con el fin de trasformarla. Así, desde diversos enfoques científicos como la antropología económica, la economía política y crítica, la socioeconomía o la economía ecológica, se destacan, en un enfoque heterodoxo, propuestas que intentan humanizar el sistema–mundo capitalista como la economía social de mercado, las cadenas globales de valor, la responsabilidad social empresarial o corporativa, la economía del bien común, la economía circular, la economía verde, el ecosistema de innovación social y la economía colaborativa, entre las principales.
Por otra parte, más allá del marco del sistema del capital, surgen propuestas teóricas que pretenden dar cuenta de innumerables experiencias alternativas, como la economía budista, la economía justa o con justicia, la economía azul, las economías colaborativas alternativas y el cooperativismo de plataforma, las economías propias o comunitarias, las economías sociales y solidarias (Ecosol) y los sistemas tecnológicos sociales (combinación de tecnologías abiertas y Ecosol).
En el amplio abanico de las economías sociales y solidarias —cuya matriz axiológica está referida a los valores de la solidaridad, la reciprocidad y la cooperación— es posible encontrar una enorme diversidad de prácticas que buscan construir economías distributivas, justas, sustentables, participativas y de proximidad territorial como: cooperativas de producción, consumo y ahorro y préstamo, mutuales y asociaciones civiles, agricultura orgánica, consumo responsable o crítico y consumo solidario, sistemas locales de empleo y comercio (LETS), sistemas locales y redes de trueque (SEL), sistemas de intercambio comunitario (SEC), sistemas de intercambio local con monedas sociales o comunitarias, sistemas de microcrédito, bancos y bancos éticos, grupos de compras solidarias, entre otras, y que en conjunto integran un nuevo movimiento social.
Como bien sostiene el filósofo y sociólogo Edgar Morin, necesitamos crear una conciencia de tierra–patria, una conciencia de comunidad de destino capaz de promover la economía plural, incluida, por supuesto, la economía social y solidaria.
Guillermo Díaz Muñoz / Colaborador de la UAB de Economía solidaria y trabajo digno del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social