El desafío de incluir a todos

Franco Padilla Fuerte / socio y director en FP Corporativo

 

En nuestro país el desafío de la inclusión financiera es grande y requiere de mucho esfuerzo por parte del gobierno, de la iniciativa privada y de los ciudadanos. Esto se evidencia con los siguientes datos: actualmente la población de México ronda los 130 millones de personas, de las cuales aproximadamente 47 millones viven en la pobreza, y el 55% de quienes están económicamente activos se encuentran en la informalidad.

Una de las características de la pobreza es la falta de inclusión financiera. En un país donde el 36% de la población es considerada pobre no se puede decir que exista esta inclusión. El simple hecho de que una persona tenga acceso a una cuenta bancaria a su nombre, con la cual pueda interactuar con las herramientas financieras básicas como el ahorro y poder recibir y realizar transferencias, es suficiente para ayudar a reducir la pobreza y promover una mejor economía en el país.

Menciono que es un esfuerzo tripartito entre el gobierno, la iniciativa privada y los ciudadanos, ya que el dato de la informalidad al 55% es un elemento desalentador para la inclusión financiera, puesto que promueve únicamente el uso del efectivo entre sus participantes.

Debemos fomentar una cultura en la que los mexicanos y las mexicanas comprendamos las bondades de utilizar todas las herramientas financieras que existen en nuestro país y en el mundo. Tener resguardado nuestro dinero en una institución autorizada y respaldada, acceder a créditos, planear una buena pensión, contar con Afore, así como invertir en acciones del mercado son parte de los beneficios. Al mismo tiempo el gobierno se favorece al reducir el efectivo circulante en el país, puede financiarse de las inversiones de los ciudadanos, además de que la formalidad laboral aumentaría, mejorando las finanzas públicas en conjunto.

La tecnología puede ser la clave para cumplir el desafío de cerrar la brecha de desigualdad en la inclusión financiera. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía en 2022, el 78.6% de la población era usuaria de internet; de esta cifra, el 97% lo usaba desde su celular. Por otro lado, la realización de pagos vía internet se incrementó del 18.3% en 2019 al 26.9% en 2022.[1] Todo esto indica claramente que la inclusión financiera no radica en construir y abrir nuevas sucursales bancarias físicas, eso es cosa del pasado. El presente y el futuro deben enfocarse en desarrollar herramientas tecnológicas que permitan un acceso fácil e inclusivo al sector financiero. Los grandes bancos de nuestro país lo han entendido y están reduciendo poco a poco sus sucursales físicas, aumentando su presencia virtual. De igual manera, las nuevas instituciones financieras operan directamente en plataformas tecnológicas, lo cual ha abierto las puertas a que la población de nuestro país tenga un acceso directo al sector financiero.

[1].  INEGI. (2021). Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2021. Principales resultados. https://bit.ly/4axNpvf

La delgada línea del crédito

José Carlos Mireles Prado / académico del Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO
Rodrigo Cervantes Escalante / egresado de la Licenciatura en Finanzas del ITESO

 

La inclusión financiera funge como una herramienta para disminuir la desigualdad y la pobreza, pero, si bien contribuye al desarrollo económico, puede ser contraproducente si no se implementa adecuadamente. La falta de educación financiera, junto con el endeudamiento excesivo y las prácticas usureras, pueden generar efectos nocivos en la relación crédito–deuda, pues el crédito se convierte en un mecanismo de control económico y apropiación continua de ingresos.

De los 65.7 millones de créditos en México 31.6 corresponden a tarjetas de crédito (TDC), con una deuda que ronda los 460 mil millones de pesos.[1] Del universo de 28.9 millones de plásticos, en más del 40% se pagan intereses al no realizarse el pago total de cada periodo.[2]

Si algunas TDC poseen Costo Anual Total (CAT) que llega hasta el 120% y deudas que se pueden extender hasta más de cinco años con el pago mínimo, se entiende que entre las personas que dejaron de tener crédito formal, el 25% respondió no querer volver a endeudarse y el 23% consideró que los intereses son muy altos.[3] Aunque la relación crédito–deuda es poco abordada como perjudicial, la crítica a la usura no es desatinada; al final del día, la mayoría obtiene dinero para saldar sus deudas por medio del trabajo. Así, ¿cuántas horas laborales se necesitan para pagarlas? Pensemos en alguien que compra una motocicleta de marca económica en abonos chiquitos (154 pagos semanales); el costo total equivale a dos motocicletas. Si se compra bajo el umbral de endeudamiento máximo recomendado, es decir, el 30% del ingreso, y con una jornada laboral de ocho horas, 2.4 horas trabajadas durante tres años serán para el pago del crédito, de las cuales 1.2 serán solo para intereses.

Además de las repercusiones económicas, el estrés financiero puede afectar en los planos emocional y familiar. Es importante reconocer que el sobreendeudamiento puede surgir por necesidad, imprevistos o ingresos insuficientes.

En un país donde es muy común poner el negocio por delante, los cat de las tres microfinancieras con mayor mercado oscilan entre el 90% y el 512%, y hasta hace algunos años se cobraban más de cinco mil comisiones bancarias. También es usual que se ofrezcan los productos crediticios con costos más elevados, con información errónea o incompleta, o bien, publicidad engañosa que dificulta conocer los costos reales. Bajo estos términos es dudoso hacia dónde apuntan algunas instituciones financieras. A los cobros y tasas altas se deben añadir riesgos como extorsiones y estafas.

Por ello, no solo se trata de  aumentar la inclusión, es imprescindible ampliar la educación financiera en todos los niveles, tener presente la capacidad de pago y saber comparar créditos. Se necesita una cultura financiera para ser consciente de los usos del dinero y desarrollar habilidades para planear las finanzas personales y familiares. Del lado de la oferta, la inclusión no debe planearse en función de generar clientes sobreendeudados a través del consumismo. Si queremos una inclusión financiera que resuelva necesidades y mejore la calidad de vida habría que limitar la usura; priorizar una inclusión con aspecto productivo, como lo propone la Comisión Económica para América Latina y el Caribe;[4] contar con banca e inversiones éticas, como Triodos Bank en Europa, y seguir fortaleciendo el abanico de las finanzas y las instituciones con propósito social, como lo son las cooperativas de ahorro y crédito.

[1].  CNBV. (2023). Panorama anual de inclusión financiera. https://bit.ly/4c5btqH

[2]. Banco de México. (2022). Indicadores Básicos de Tarjetas de Crédito. https://bit.ly/4bphMVP

[3]. CNBV. (2021). Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2021. https://bit.ly/3KcDnVE

[4]. Cepal. (s.f.). Antecedentes. https://bit.ly/44RxYN8

 

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Dejar de procrastinar para invertir

Entrevista a Edgar Arenas Sánchez

Estéfany Franco / integrante de la Coordinación de Divulgación y Difusión Académica del ITESO

Edgar Arenas Sánchez es licenciado en Economía con especialidad en Economía Internacional por la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional. Se le entregó el premio al mejor asesor de inversiones de México en 2020 y 2021, otorgado por la Universidad Anáhuac, la Universidad de Cantabria y el Santander Financial Institute.

¿Qué es la procrastinación financiera?

Se refiere a la tendencia de postergar decisiones y acciones financieras o delegar a terceros la responsabilidad de asegurar un futuro económico estable.

De acuerdo con el académico Edgar Arenas Sánchez, experto en gestión patrimonial, es un comportamiento arraigado en la cultura latinoamericana, en la que históricamente se ha delegado la responsabilidad del bienestar financiero al gobierno y sus sistemas de pensiones puestos en marcha a principios del siglo XX.

Arenas Sánchez explica que la procrastinación financiera puede atribuirse a tres factores principales que influyen en nuestro estado emocional:

a) El psicológico, como la evasión del estrés que genera.
b) La suplantación de la identidad al no priorizar la circunstancia.
c) El factor intelectual, al considerarla una situación poco agradable o atractiva.

Cortoplacismo

Aunque el cortoplacismo es un tema ambiguo, se relaciona con los periodos cortos de ahorro destinados al consumo. Frases como “ya luego”, “Dios dirá” o “mañana será” reflejan este tipo de pensamiento y hábitos. Sin embargo, para obtener beneficios se requiere establecer planes de ahorro a corto, mediano y largo plazo, según las necesidades de cada persona.

Invertir es un hábito

El experto aconseja ver el ahorro y la inversión como una carrera de resistencia y no de velocidad, pues considera que invertir es una curva de aprendizaje que requiere tiempo. La clave está en vivir por debajo del nivel de ingresos. La pandemia demostró la importancia de tener un ahorro destinado a contingencias, ya que pueden tener un impacto significativo en nuestra vida económica.

Además, el académico ha observado escaso interés en la educación financiera entre las generaciones jóvenes, quienes enfrentan una situación más crítica que sus antecesores. Sin una pensión asegurada, dependerán únicamente de cómo hayan gestionado sus recursos. Por lo tanto, enfatiza en que no es necesario ser un experto o tener una gran cantidad de dinero para invertir, no obstante, hacerlo traerá beneficios a futuro para su seguridad financiera.

Aunque actualmente existe una amplia variedad de información disponible en plataformas y redes sociales, es fundamental ser selectivos y evitar contenidos que prometen resultados rápidos y fáciles. Se recomienda acercarse a expertos que puedan guiar de manera confiable el proceso de abrir una cuenta de inversión.

Si bien la educación financiera depende de la colaboración entre autoridades e instituciones, abordar este tema en la familia es clave para fomentar buenos hábitos financieros. Por ejemplo, “vivir el presente” deja de lado la oportunidad de tener un mejor futuro financiero en el que la vejez no sea “una carga” para la familia, sino algo planeado y disfrutable para las personas mayores.

La procrastinación financiera es un desafío, pero adoptar una visión a largo plazo y fomentar una cultura de ahorro e inversión puede asegurar un futuro financiero próspero.

>>Conoce más en:
https://www.rankia.mx
https://bit.ly/3Vlmj4K
https://bit.ly/3VjSe5L
https://spoti.fi/3VzRlY1

Editorial

Actualmente, nuestra sociedad se ve afectada por el limitado acceso a diversos productos y servicios financieros útiles y asequibles que atiendan las necesidades de todos y todas. Además, los pocos productos disponibles suelen carecer de responsabilidad y sostenibilidad, lo que debería ser una prioridad.

La inclusión financiera se refiere precisamente al acceso y el uso de servicios financieros formales y regulados para mejorar la vida financiera de las personas, bajo esquemas de protección al usuario y de la mano de la promoción de educación financiera, según explica la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Dentro de este concepto se contemplan cuatro servicios básicos: ahorro, crédito, seguros y ahorro para el retiro.

Podríamos culpar a diversos factores por la falta de inclusión financiera en México, pero consideramos que la construcción actual de estos servicios es la raíz del problema. Los productos existentes presentan una delgada línea entre su uso correcto e incorrecto, lo que puede llevar a condenas financieras que agravan la situación.

Sin embargo, existen herramientas para desmenuzar el complicado mundo monetario y empezar a tomar control sobre las finanzas personales y sociales. Como cualquier proceso, el camino es personal y su finalidad es salir del engaño y de los mitos que rodean a este universo.

Para nosotros es de gran interés dar a conocer alternativas para lograr el éxito financiero que, por cierto, es distinto para cada persona y familia. Hemos recopilado información importante de grandes expertos para ofrecerles herramientas más útiles en la tarea de entender y corregir el problema.

Esperamos que con esta edición de Clavigero se rompan muros, se salten un par de bardas y, sobre todo, se eliminen muchos miedos.

Rodrigo Cervantes Escalante,
egresado de la Licenciatura en Finanzas del ITESO
José Carlos Mireles Prado,
académico del ITESO

 

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Clavigero Núm. 32

La construcción de la memoria cultural

Periodo: mayo–julio 2024

La memoria cultural de México se ha configurado a lo largo del tiempo a través de diversos hechos y factores históricos, sociales y políticos que han contribuido a construir nuestra identidad colectiva. En este número se comparten diversas miradas de la recuperación de la memoria a partir de proyectos como el rescate fotográfico, que captura escenas y momentos que se han ido, o de las tradiciones musicales de los pueblos, que propician espacios de integración social. Se presentan artículos sobre el uso de tecnologías digitales en la preservación del patrimonio, la comprensión de la arquitectura de nuestras ciudades y la importancia del patrimonio natural, los cuales apoyan en la construcción de esta memoria colectiva que consideramos nuestra identidad cultural.

Mónica Solórzano Gil, Pablo Vázquez Piombo y Fabiola Núñez Macías, académicas del ITESO

Publicado: 2024-05-01

 

Contenido

Editorial
Mónica Solórzano Gil, Pablo Vázquez Piombo y Fabiola Núñez Macías
Los acervos fotográficos
Jaime López Pastrana, Fabiola Núñez Macías, Mario Rosales y Noel Macías Vargas
La música nos une
Mariana Delgado
Patrimonio cultural de México
Mónica Solórzano Gil, Pablo Vázquez Piombo y Fabiola Núñez Macías
Infografía: María S. Magaña
La mirada BIComún del patrimonio
Adela Vázquez Veiga y Ana Pastor Pérez
Ciencia a sorbos. Cómo hemos conocido también es patrimonio
Maya Viesca Lobatón
La Pisca. Integrar y reconciliar
Arturo Reynoso, S.J.
El patrimonio y la identidad cultural
José María Macías Martínez y Mónica Solórzano Gil
Sobre la memoria cultural en tiempos de streaming e inteligencia artificial
Julián Woodside
Texto leído durante la presentación del número 32 el 18 de junio de 2024 en Casa ITESO Clavigero
Juan Nepote

Sobre la memoria cultural en tiempos de streaming e inteligencia artificial

Julián Woodside / escritor y profesor del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO

 

Conservar sin elegir no es una tarea de la memoria. Lo que reprochamos a los verdugos hitlerianos y estalinistas no es que retengan ciertos elementos del pasado antes que otros —de nosotros mismos no se puede esperar un procedimiento diferente—, sino que se arroguen el derecho de controlar la selección de elementos que deben ser conservados.

Tzvetan Todorov

 

Maurice Halbwachs consideraba que la memoria de una sociedad se extiende “hasta donde alcanza la memoria de los grupos que la componen. El motivo por el que se olvida gran cantidad de hechos y figuras antiguas no es por mala voluntad, antipatía, repulsa o indiferencia. Es porque los grupos que conservaban su recuerdo han desaparecido”.[1] Aleida Assmann afirma que esa memoria da sustento a una identidad colectiva, la cual se construye “sobre un pequeño número de textos, lugares, personas, artefactos y mitos normativos y formativos que son circulados y comunicados activamente”.[2]

Ilustración: Pablo Vázquez Piombo

Ya desde la Antigüedad se reconocía el poder evocativo de diversas expresiones artísticas y se hacía la distinción entre memoria y reminiscencia (siendo la segunda el gesto de “traer al presente lo ausente”). Robert Rosenstone, historiador, explica que cambiar el medio con el que se escriben y transmiten los hechos del pasado “es cambiar el mensaje también”,[3] mientras que Astrid Erll, igualmente historiadora, plantea que el medio o formato que se elige para representar algo influye en el tipo de memoria que se genera sobre ello.[4] Es decir, las representaciones del pasado no solo median la memoria cultural, sino que la (re)definen.

La digitalización de lo cotidiano diluye constantemente la frontera entre memoria cultural e historia (siendo la primera mucho más volátil y maleable). Además, la lógica algorítmica detrás de cada red social y plataforma de streaming define en gran medida las dinámicas de circulación de las memorias que cada una contiene. Y si a eso agregamos que el acceso —y la posibilidad de socializar— a muchos referentes culturales depende de criterios como una suscripción, copyright o simplemente de pautas editoriales, no es difícil dimensionar lo compleja que se ha vuelto la gestión de la memoria cultural en la actualidad.

Hemos aprendido —como legado del community management— a volver atractiva nuestra cotidianidad, espectacularizando diversas memorias e identidades. ¿Y qué pasa cuando otras variables relacionadas con las industrias del entretenimiento entran en juego en el borramiento o la manipulación de memorias? Me refiero, por ejemplo, a cuando se perdió toda la música subida a MySpace antes de 2015 al realizar la migración de un servidor, o a la manera en la que las herramientas digitales han redefinido algunas dinámicas de reminiscencia colectiva (como la creación de grupos de WhatsApp o la constante negociación de los catálogos que ofrecen las plataformas de streaming).

Valdría la pena traer a colación cuando Spotify dejó de operar en Rusia, lo que impactó en varias dinámicas culturales al conflicto armado, así como la constante anulación de identidades y memorias consecuencia de criterios estéticos, discursivos y algorítmicos de cada plataforma. Es decir, hablar sobre la memoria cultural frente a un escenario mediático como este requiere problematizar su dimensión política, pues su mediación tiene importantes repercusiones en lo glocal.

La participación cultural en el ecosistema digital global ha sido muy sesgada, desigual y predominantemente occidentalcentrista. Y los referentes textuales, verbales, visuales, sonoros y performativos que en ese ecosistema habitan son los insumos con los que se está entrenando a diversos modelos de Inteligencia Artificial (IA), perpetuando así una retórica multimodal de diversas identidades con un importante sesgo. Además, esos modelos son cada vez más utilizados por artistas, comunicadores y creadores de contenido para producir nuevas representaciones.

Si bien la memoria cultural es por naturaleza descentralizada, los criterios detrás de las plataformas en las que se socializa no lo son, lo que acelera procesos de validación o invalidación de ciertas memorias por encima de otras. Pero si todo registro del pasado ha sido susceptible a ser manipulado, ¿algo ha cambiado en los últimos años? Sí, que quienes administran los referentes que permiten la circulación de la memoria cultural tienen cada vez menos relación con los contextos de quienes las viven, encarnan y circulan.

Es fundamental problematizar las repercusiones en la memoria colectiva de la normalización del uso de herramientas que permiten crear realidades apócrifas, tal como ocurre con los deepfakes y algunos modelos de IA. También habría que discutir el desarrollo de políticas públicas que respondan a las implicaciones de lo discutido a lo largo de este texto, no desde el copyright, sino desde la dimensión identitaria de la memoria cultural.

 

 

[1] Halbwachs, M. (2004). La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza.

[2] Assmann, A. (2010). Canon and archive. En A. Erll & A. Nünning (Eds.), A Companion to Cultural Memory Studies (pp. 97–107). De Gruyter.

[3] Rosenstone, r. a. (2006). History on Film / Film on History. Pearson Longman.

[4] Erll, A. (2010). Literature, film and the mediality of cultural memory. En A. Erll & A. Nünning (Eds.), A Companion to Cultural Memory Studies (pp. 389–398). De Gruyter.

 

El patrimonio y la identidad cultural

José María Macías Martínez / arquitecto egresado del ITESO, especialista en gestión del patrimonio y diplomacia cultural
Mónica Solórzano Gil / investigadora del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano del ITESO

Foto: José María Macías Martínez

El patrimonio cultural es un legado que trasciende el tiempo mediante expresiones culturales y tradiciones transmitidas de generación en generación. No es simplemente un recuerdo del pasado, sino un vínculo vital que une el ayer con el hoy. Son elementos dinámicos y vivos que dialogan con nosotros diariamente y que, con el paso del tiempo, se transforman y reinterpretan en cada época y contexto. Constituyen una herencia viva que nutre nuestra identidad colectiva constantemente y comprende una amplia variedad de elementos que definen nuestra identidad como sociedad. Desde la ciudad histórica y las antiguas casas de adobe que han resistido el paso del tiempo, o el monte que alberga la veneración al santo patrono, hasta los platos preparados con recetas tradicionales, todos estos constituyen parte de este legado cultural.

Si reflexionamos sobre las historias que han presenciado las paredes de esas edificaciones, cuántas personas han transitado por esos espacios o los secretos y relatos que guardan las cocinas de antaño, cada rincón hace eco con las memorias de quienes lo habitaron. El pasado, en esencia, conecta el patrimonio cultural con el presente, enlazándonos con nuestras raíces y ayudándonos a comprender y mejorar nuestra contemporaneidad, revelándonos la historia de nuestros ancestros y de dónde venimos. Todo esto nos permite entender mejor nuestra identidad actual y nos impulsa a reflexionar sobre nuestro futuro.

Al poner en valor el patrimonio podemos fortalecer y proteger la identidad y la individualidad de lugares y personas, promoviendo y fomentando el respeto de sus tradiciones y características particulares. El conocimiento o reconocimiento de estos elementos del patrimonio cultural, tanto tangible como intangible, contribuirá al fortalecimiento de los vínculos con estos y ayudará a darles significado como parte integral de nuestra identidad.

Cuando nos referimos al patrimonio tangible pensamos en objetos físicos como ciudades y edificios históricos, sitios y objetos arqueológicos, muebles, pinturas, esculturas y colecciones de arte, entre otros componentes que conforman nuestro entorno. Por otro lado, el patrimonio intangible comprende expresiones culturales como la música, las danzas, las tradiciones religiosas y el conocimiento ancestral enseñado de forma oral, entre otros. Estas manifestaciones vivas, muchas veces cotidianas, son las raíces que han perdurado a lo largo del tiempo y se caracterizan por ser conocimientos o sabidurías transmitidas de generación en generación.

El patrimonio cultural genera conocimiento y reconocimiento de nuestras raíces, contribuyendo así a la continuidad de nuestra identidad, en constante evolución, construcción y reconstrucción.

Conservar nuestro patrimonio nos asegura que, a pesar de los desafíos que enfrentemos, podamos construir un futuro más sólido y vibrante, en el que nuestras historias perduren para las generaciones venideras y sirvan como cimientos para edificar sociedades más resilientes, tolerantes, comprensivas y pacíficas.

Integrar y reconciliar

Arturo Reynoso, S.J. / académico de la Dirección de Información Académica del ITESO

Desde su publicación en Bolonia en 1780 y 1781 la Historia antigua de México de Francisco Xavier Clavigero comenzó a ser considerada por un buen número de estudiosos como un escrito fundamental para conocer y comprender mejor el pasado mexicano. El jesuita veracruzano fue el primero en documentar y sistematizar historiográficamente el origen y el caminar de los antiguos mexicas, logrando situarlos en el escenario cultural de la historia de las civilizaciones.

Así, desde finales del siglo XVIII Clavigero ofrecerá en su obra elementos que promoverán la consolidación de la memoria de un pasado, así como la de un sentimiento de conciencia nacional. Como criollo, el veracruzano reconoce su herencia española, pero a la vez se asume y nombra como mexicano, siendo así uno de los primeros en llamarse de la misma manera con la que se refiere a sus ahora “ancestros” mexicas y a sus compatriotas de antaño y contemporáneos. En este jesuita el sentirse y saberse mexicano prescinde de una mera determinación biológica, pues esta identificación —tal referencia y tal pertenencia (identidad)— surge de una conciliación no solamente entre sangre y patria, sino también entre pasados, tradiciones, admiraciones y, principalmente, afectos, así como del anhelo de una vida digna para sus paisanos. De tal manera lo asienta en su relato historiográfico al mencionar la situación de olvido y miseria en la que quedaron los naturales descendientes de las antiguas naciones indígenas. Otra hubiera sido la situación, señala Clavigero, si desde un inicio “se hubieran enlazado” los llegados de Europa con “las casas americanas” para construir “una sola e individua nación”.

Ese deseo y búsqueda de integración —de auténtica conciliación, y no de rechazo y polarización— sigue siendo tarea pendiente y urgente para construir nuestra sociedad con más dignidad y equidad. Ojalá que la lectura de la obra de Clavigero vuelva a promoverse desde la academia de este país.

Cómo hemos conocido también es patrimonio

Maya Viesca Lobatón / académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO

Foto: Pablo Vázquez Piombo

Los observatorios astronómicos desde los que los mayas observaron las estrellas y sus movimientos en Chichén–Itzá; el punto exacto en Greenwich, Inglaterra, por donde pasa la línea imaginaria a partir de la cual se homologaron los usos horarios; el arco geodésico de Struve, que se extiende por diez países y que permitió al astrónomo del mismo nombre realizar la primera medición exacta del meridiano terrestre; Alcalá de Henares, España, la primera ciudad universitaria planificada del mundo; el jardín botánico de Padua, Italia, el más antiguo que se conoce, o los grandes balnearios de Europa. Todos estos espacios son reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Son muchos y diversos los motivos que condujeron a estas declaratorias, pero es interesante observarlas desde una perspectiva común: el conocimiento que desde ellos se produjo. ¿Qué potentes preguntas hicieron construir estas edificaciones? ¿Qué inquietudes generaba lo desconocido? ¿Qué grandes necesidades y problemas planteaba la realidad? ¿Qué luchas de poder tuvieron que ganarse para que se conjuntaran recursos y esfuerzos para estas obras, y que hoy podamos reconocer todas estas inquietudes en ellas?

Y no solo son sitios los que construyen esta memoria, también objetos. ¿Qué angustiosa fuerza tendría que haber provocado en Bernardino de Sahagún el riesgo de perder el conocimiento de los antiguos habitantes de la Nueva España para crear el Códice Florentino? ¿Qué valor generó en Nicolás Copérnico su certeza de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol que arriesgó la vida al publicar Sobre las revoluciones de las órbitas celestes? ¿Qué desafió lo planteado por Charles Darwin en El origen de las especies que se considera uno de los libros que más ha sufrido censura?

La pregunta por el patrimonio del conocimiento también es válida en lo más cercano. En el libro Museo portátil del ingenio y el olvido, Juan Nepote hace el ejercicio de traer a la memoria a algunos jaliscienses “cuyo ingenio, curiosidad y asombro” produjo interesantísimas historias vinculadas a la ciencia y la tecnología, como Leonardo Oliva, Lázaro Pérez, Mariano Bárcena, Refugio Barragán de Toscano o José María Arreola.[1]

¿Qué tendríamos que conservar como testimonio de las grandes revoluciones de pensamiento que ha provocado el conocimiento científico para continuar aprendiendo de sus aciertos y errores? ¿Qué de todo esto podemos reconocer en la memoria cultural que nos hace ser y actuar como actuamos? Y, por si faltaran preguntas, ¿cómo imaginar el patrimonio del futuro que hoy estamos generando y que hablará sobre nuestras formas de cuestionar y buscar verdad?

 

[1] Nepote, J. (2020). Café Scientifique – “La curiosidad olvidada: episodios secretos de nuestra historia científica” [conferencia]. ITESO. https://bit.ly/3T4H3wJ