El patrimonio y la identidad cultural

José María Macías Martínez / arquitecto egresado del ITESO, especialista en gestión del patrimonio y diplomacia cultural
Mónica Solórzano Gil / investigadora del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano del ITESO

Foto: José María Macías Martínez

El patrimonio cultural es un legado que trasciende el tiempo mediante expresiones culturales y tradiciones transmitidas de generación en generación. No es simplemente un recuerdo del pasado, sino un vínculo vital que une el ayer con el hoy. Son elementos dinámicos y vivos que dialogan con nosotros diariamente y que, con el paso del tiempo, se transforman y reinterpretan en cada época y contexto. Constituyen una herencia viva que nutre nuestra identidad colectiva constantemente y comprende una amplia variedad de elementos que definen nuestra identidad como sociedad. Desde la ciudad histórica y las antiguas casas de adobe que han resistido el paso del tiempo, o el monte que alberga la veneración al santo patrono, hasta los platos preparados con recetas tradicionales, todos estos constituyen parte de este legado cultural.

Si reflexionamos sobre las historias que han presenciado las paredes de esas edificaciones, cuántas personas han transitado por esos espacios o los secretos y relatos que guardan las cocinas de antaño, cada rincón hace eco con las memorias de quienes lo habitaron. El pasado, en esencia, conecta el patrimonio cultural con el presente, enlazándonos con nuestras raíces y ayudándonos a comprender y mejorar nuestra contemporaneidad, revelándonos la historia de nuestros ancestros y de dónde venimos. Todo esto nos permite entender mejor nuestra identidad actual y nos impulsa a reflexionar sobre nuestro futuro.

Al poner en valor el patrimonio podemos fortalecer y proteger la identidad y la individualidad de lugares y personas, promoviendo y fomentando el respeto de sus tradiciones y características particulares. El conocimiento o reconocimiento de estos elementos del patrimonio cultural, tanto tangible como intangible, contribuirá al fortalecimiento de los vínculos con estos y ayudará a darles significado como parte integral de nuestra identidad.

Cuando nos referimos al patrimonio tangible pensamos en objetos físicos como ciudades y edificios históricos, sitios y objetos arqueológicos, muebles, pinturas, esculturas y colecciones de arte, entre otros componentes que conforman nuestro entorno. Por otro lado, el patrimonio intangible comprende expresiones culturales como la música, las danzas, las tradiciones religiosas y el conocimiento ancestral enseñado de forma oral, entre otros. Estas manifestaciones vivas, muchas veces cotidianas, son las raíces que han perdurado a lo largo del tiempo y se caracterizan por ser conocimientos o sabidurías transmitidas de generación en generación.

El patrimonio cultural genera conocimiento y reconocimiento de nuestras raíces, contribuyendo así a la continuidad de nuestra identidad, en constante evolución, construcción y reconstrucción.

Conservar nuestro patrimonio nos asegura que, a pesar de los desafíos que enfrentemos, podamos construir un futuro más sólido y vibrante, en el que nuestras historias perduren para las generaciones venideras y sirvan como cimientos para edificar sociedades más resilientes, tolerantes, comprensivas y pacíficas.