La mirada BIComún del patrimonio

¿Por qué es urgente abrir la relación entre patrimonio y procomún?
¿Cómo podemos hacerlo?
Foto: Adela Vázquez Veiga

Adela Vázquez Veiga / activista y relatora gráfica
Ana Pastor Pérez / investigadora postdoctoral de la Universitat de Barcelona

BIComún es un acrónimo acuñado por la asociación cultural Niquelarte en el año 2013, conformado por las siglas Bien de Interés Cultural (BIC), figura jurídica considerada como la máxima categoría de protección en la Ley de Patrimonio Histórico Español 16/85, y procomún, término que alude a aquellos bienes que pertenecen a todos y a nadie al mismo tiempo. Este último busca incorporar a las comunidades afectadas en la toma de decisiones o en la puesta en marcha de protocolos para su gestión, cuidado o transmisión.

Para poner en práctica este ideal en el complejo mundo de la conservación, restauración y gestión del patrimonio cultural, y con la convicción de que existe una urgencia por abrir la relación entre patrimonio y procomún, diseñamos la galería fotográfica de bienes comunes. Esta herramienta fue liberada al dominio público para que cualquier persona, en cualquier momento y lugar, pudiese iniciar procesos de reflexión y diagnosis colectiva de elementos que forman parte de sus entornos próximos.

Foto: Adela Vázquez Veiga

Se invita a la gente a interactuar con las imágenes, a compartir historias, reflexiones u opiniones.

La galería se compone de una serie de 10 a 15 fotografías de elementos que son seleccionados con personas y comunidades de un territorio. Desde un enfoque participativo y a partir de materiales que facilitan el proceso, como calcomanías acompañadas de preguntas disparadoras como “está bien conservado”, “no lo conozco” o “me gustaría que lo rehabiliten”, se invita a la gente a interactuar con las imágenes, a compartir historias, reflexiones u opiniones que permitan abrir un proceso de toma de decisiones acerca de su protección o usos presentes y futuros.

En México el primer BIComún tuvo lugar en la comunidad de Tixcacalcupul, Yucatán, el domingo 2 de marzo de 2014. El acrónimo fue traducido a lengua maya como BICMoloch, en un intento por aunar las siglas BIC con el sentido de comunidad (“hacer moloch”: agruparse o hacer montón). Fue un proceso colaborativo organizado junto con estudiantes del Colegio de Bachilleres del Estado de Yucatán, con quienes durante unas semanas compartimos exploraciones, reconocimientos patrimoniales y creaciones de fanzines a partir de leyendas locales. Participaron también vecinas, vecinos y la comunidad feligresa de la Iglesia Santiago Apóstol, en la que restauramos el Cristo Negro y la Sección de Conservación del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el deseo de abrir un espacio para conversar, recordar y poner en valor elementos y memorias.

A lo largo de los años se han sumado otras herramientas como la deriva y el mapeo colectivo, que nos permiten reconocer cómo nos relacionamos con el espacio social, sus infraestructuras y comunidades, o registrar aspectos relevantes y reflexionar sobre su cuidado. También está el memograma, que posibilita relatar mediante dibujos y palabras memorias pasadas y presentes al emplear técnicas para recordar y memorizar conceptos, relacionándolos con objetos, lugares e imágenes.

Estas experiencias metodológicas siguen evolucionando gracias a su puesta en práctica y a que han sido apropiadas por diferentes personas en diversoscontextos. Se han organizado itinerarios culturales en Cataluña, España, en los que se impulsaron talleres de mapeo colectivo en la Vall Fosca (Lleida). La idea inicial era explorar la relación de las comunidades locales con sus espacios naturales, culturales y sus intersecciones, identificar espacios en peligro o que necesitan intervenciones urgentes, así como revisar narrativas o diseñar estrategias de resignificación intergeneracional.

Trabajar en entornos remotos propició la adaptación de estas herramientas a los tiempos, movilidades y obligaciones de las personas que habitan la alta montaña. Así nació un mapeo de puerta en puerta, que se convirtió en colectivo a través de la puesta en común de datos, y que facilitó recoger los testimonios de personas que, por diversos motivos, no podían acceder al espacio destinado al mapeo colectivo.

Recorrimos bares, plazas y casas de personas con movilidad reducida en los distintos pueblos que componen el valle. Estábamos conscientes de la pérdida de espacios de diálogo, pero que ganaríamos en diversidad de voces a la hora de crear ese mapa común.

Estas revisiones metodológicas añaden una capa interseccional a los trabajos codiseñados por las distintas colectivas que participan en la iniciativa BIComún, poniendo a las personas en el centro de sus acciones. En este sentido, consideramos importante asumirnos mediadoras en estos procesos para experimentar nuevos modos de mirar, pensar o intervenir el patrimonio cultural y, a través de una escucha activa, atender su vínculo con el espacio social, descubrir cómo y quiénes lo producen, cómo se usa, entre otras cuestiones.

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Si quieres poner en práctica las herramientas o animarte a crear otras, puedes acceder al manual KITep, kit de herramientas para la educación patrimonial aquí: https://bit.ly/42JlhmM