Salvador Ramírez Peña, S.J. / académico del Departamento de Filosofía y Ciencias Sociales del ITESO
La inquietud del ser humano es su propia vida. Nada le satisface completamente: nació inquieto y durante toda su vida la inquietud seguirá. La inquietud perpetua coloca al ser humano en el límite del caos. A lo largo de la historia esta inquietud ha tenido una connotación negativa. En el mundo cristianizado, la preservación de la tranquilidad ha sido perseguida como un ideal de vida espiritual.
Esa misma tranquilidad es la que buscaba el peregrino en la antigüedad, el turista en la modernidad o el migrante en la actualidad. Los extranjeros que llegan a nuestras vidas producen un estado de inquietud que debemos resolver. Nuestra respuesta es importante, ya que lo que está en juego es la definición de nuestra humanidad. Nuestra historia ha evolucionado entre la hospitalidad y la hostilidad hacia los forasteros. El ejercicio de la hospitalidad nos presenta el nacimiento y el desarrollo de la relación con lo distinto que oscila entre la amenaza y la fascinación.
La hospitalidad es, en un sentido amplio, el acto de adaptar mi espacio para dejar lugar para los demás, que son diferentes y perturbadores de dondequiera que vengan, ya sean extraños o miembros de la familia. Sin embargo, dejan de perturbar cuando los incorporo y los hago sentir como en casa. La hospitalidad no es solo la actitud que pretende ser caritativa hacia los extranjeros. La hospitalidad son acciones concretas como ofrecer refugio y comida al extranjero, ayudándoles con sus necesidades básicas. La acogida del forastero es inquietante porque lo que está en juego es la figura humana que construyo de mí mismo y de la vida.
Actualmente, la hospitalidad se ha convertido en una actividad individual. Lo que antes era una obligación colectiva se deja ahora a la iniciativa privada, generalmente con fines de lucro. Hoy hablamos de la industria hospitalaria, una industria que está adquiriendo cada vez más importancia económica y que, en muchos países, es una de las principales fuentes de riqueza. ¿Se ha perdido ya el sentido humano de la hospitalidad? En lugar de hablar de la pérdida del sentido humano de la hospitalidad es evidente que la esencia de la acción hospitalaria ha pasado de lo ético a lo económico. Sin embargo, si olvidamos su gratuidad, no podremos hablar sino de hostilidad.