Salud y ciudad: trayectos para pensar

 

La calle, a la que creía capaz de comunicar a mi vida sus sorprendentes recodos, la calle con sus inquietudes y sus miradas, era un auténtico elemento; tomaba en ella como en ningún otro sitio el aire de lo eventual.

André Bretón[1]

 

Lo primero que sucedió con la pandemia fue que se nos vedó la calle. En marzo de 2020 nos quedamos en casa, y con ello se vaciaron las calles, el espacio público por antonomasia. Poco a poco la imperante necesidad de subsistir —física y emocionalmente— abrió de nuevo la posibilidad de circularlas, pero con condiciones: cubrebocas, distancia, límites de ocupación. La calle se volvió un espacio en el que negociamos constante y conscientemente nuestra relación con la enfermedad, con la salud.

Con miedo, con indolencia, con rebeldía, con ignorancia, hemos ido retomando los trayectos cotidianos, a veces de forma más reflexiva, a veces instalados en la negación. Pero ¿acaso es algo tan inusual? A decir de la historia de las ciudades, no. Ya sea que se observen desde sus edificaciones —sus aspectos materiales— o sus relaciones sociales, las ciudades siempre se han podido “leer” desde el punto de vista de la salud. Drenajes, basura, banquetas, chimeneas, señalética, decirle salud a alguien que estornuda por la calle, son muestras de ello.

A principios del siglo pasado los dadaístas, un grupo de artistas de vanguardia, comenzaron a hacer recorridos por los lugares más banales de sus ciudades como una forma de expresión artística —o antiartística—, con la intención de remarcar la importancia de caminar como un acto estético. Para Francesco Careri, autor del libro Walkscapes, “andar es un instrumento estético capaz de describir y de modificar aquellos espacios metropolitanos que a menudo presentan una naturaleza que debería comprenderse y llenarse de significados, más que proyectarse y llenarse de cosas”.[2] Además, andar y movernos por una ciudad, en general, puede pensarse también como un acto ético, una expresión —y revisión— de nuestros valores, de los fundamentos desde los cuales tomamos decisiones.

Tras los días en casa, volver a movernos por la ciudad, observar los espacios públicos marcados con las distancias que debemos guardar, con las áreas restringidas, nos invita a releer la ciudad desde esta perspectiva. Quién puede salir a la calle, por qué lo hace, quiénes guardan distancia, quiénes tienen que atiborrarse en el transporte público, quiénes se han narrado una ciudad libre del conflicto de la salud y por qué lo han hecho.

Retomar la práctica de andar por la ciudad, de habitar el espacio público en estos tiempos, aún de pandemia, implica, invita, exige, como decía el dadaísta André Bretón, a “tomar el aire de lo eventual”, a tomar posturas y asumir compromisos desde la ética con respecto a la calidad del aire, los espacios naturales urbanos, el ruido, la desigualdad, entre otras grandes problemáticas implicadas en la salud. Y como dice Careri, no solo a llenarse de cosas —de letreros que nos pidan guardar distancia— sino de comprensiones y significados, para lo que resulta indispensable para cualquier posibilidad de subsistir en el siglo XXI una ciudadanía que maneje información tecnocientífica de calidad y que pueda construir significados a partir de ella.

 

[1] Citado en Careri, Francesco, Walkscapes. El andar como práctica estética, Gustavo Gili, Barcelona, 2014, p.72.

[2] Ibidem, p.20.

Difícil quedarte en casa si no tienes una

Actualmente enfrentamos una pandemia que impacta a la humanidad en una de sus necesidades más vitales: la de habitar. Así como covid-19 afecta más a organismos vulnerables o con preexistencia de enfermedades, los efectos negativos de la pandemia son más devastadores en los habitantes de asentamientos humanos que sufren de marginación y vulnerabilidad preexistente.

Debido a la dimensión del problema, para reducir la posibilidad de contagio los gobiernos han instaurado medidas restrictivas a las actividades humanas, promoviendo medidas de higiene como la permanencia en casa y la “sana distancia”. Pero un gran porcentaje de la población no puede adoptar estas medidas por subsistir de actividades productivas informales o empleos precarios, por haber perdido su empleo o sufrido una reducción en su salario, por carecer de algún servicio básico en su vivienda o vivir en situación de calle.

Según el cuestionario realizado por la Coalición Internacional para el Hábitat (HIC), tan solo en la Ciudad de México 10% de los 630 mil arrendatarios han sufrido desalojos, mientras que en todo el país 61% de las personas han tenido problemas para pagar la renta, por lo que 2.3 millones de familias enfrentarían algún riesgo de desalojo.[1]

Ante la problemática, el 21 de marzo de 2020 organizaciones, académicos y activistas emitieron un comunicado para exigir medidas urgentes para afrontar la pandemia de covid–19 desde una perspectiva del derecho a la vivienda adecuada

[…] urgiendo a las autoridades federales, de las entidades federativas y municipales a adoptar medidas para impedir que la crisis de salud de pie a una crisis en materia del derecho a la vivienda y servicios para la vivienda, así como para evitar graves daños a la vida e integridad de los sectores históricamente excluidos.[2]

En ese comunicado se invitó a decretar una suspensión en el pago de las rentas, préstamos o créditos hipotecarios de inmuebles para uso habitacional y a suspender desalojos en todo el territorio nacional, así como a otorgar con urgencia alternativas de vivienda para quien no tuviera dónde resguardarse, y también a evitar cortes de servicios domésticos de agua potable y saneamiento.[3]

La vivienda es un derecho humano fundamental.[4] Sin una vivienda adecuada es imposible llevar a cabo el distanciamiento social y las buenas prácticas de higiene, y se incrementa el riesgo de contraer covid-19.

Queda por ver si los gobiernos garantizarán el derecho a una vivienda adecuada o seguirán apuntalando un sistema socioeconómico en el cual es vista solo como una mercancía. Es evidente que se requieren políticas públicas que transformen la grave problemática en una oportunidad para realizar acciones contundentes, que brinden a todas las personas un espacio para habitar, un lugar para resguardarse y sobrevivir a esta pandemia.

 

[1] HIC-AL. Resultados del sondeo sobre condiciones de vivienda y acceso al agua en la CDMX y su zona metropolitana, 2020. Disponible en: https://cutt.ly/hic-al, consultado el 26 de marzo de 2021.

[2] IC-AL. «Urgen medidas para afrontar la pandemia del Coronavirus desde una perspectiva del Derecho a la Vivienda Adecuada», 21 de marzo de 2020. Disponible en: https://hic-al.org/2020/03/21/urgen-medidas-para-covid19/, consultado el 26 de marzo de 2021.

[3] Ibidem.

[4] Naciones Unidas Derechos Humanos y ONU Hábitat. El derecho a una vivienda adecuada, 2010. Disponible en: https://cutt.ly/vivienda_adecuada, consultado el 26 de marzo de 2021.

El movimiento en las ciudades y el contagio

Por un lado, moverse en la ciudad es una necesidad de las personas para realizar sus actividades cotidianas, entre ellas las laborales y educativas, que destacan por su mayor frecuencia y tiempo de desplazamiento, así como las de carácter personal, como acudir al médico o realizar las compras de abasto semanal. Por otro, nos permite relacionarnos con nuestra familia y amigos, recorrer nuestro barrio o colonia, saludar a nuestros vecinos y fomentar nuestras relaciones comunitarias, es decir, es una actividad que permite al ser humano ejercer su capacidad como ser social. Por lo tanto, desplazarse en la ciudad está estrechamente ligado con nuestro derecho a vivir y disfrutar de la ciudad como ámbito y nicho de conservación de nuestra especie.

De acuerdo con el estudio que realizamos en el Instituto de Investigación y Estudio de las Ciudades (in-Ciudades) de la Universidad de Guadalajara,[1] a partir de la emergencia sanitaria que se generó en la escala global en las ciudades por la pandemia por covid-19, se pudo observar en el área metropolitana de Guadalajara una relación entre el aumento del número de contagios (Secretaría de Salud y Radar Jalisco) con el aumento de los desplazamientos, estos últimos revisados en las plataformas Google Maps, Apple y Waze que hicieron pública su información.

También se identificó que una importante cantidad de los desplazamientos laborales y educativos de la población se realizan en un municipio diferente al de residencia, lo cual significa que deben utilizar medios motorizados y también que pueden llevar el contagio de su municipio laboral al de residencia y viceversa, lo que ha generado una mayor dispersión del virus SARS-CoV-2.

La forma en la que realizamos nuestros desplazamientos depende de la distancia a nuestros destinos y de las opciones de transporte que tenemos. Los dos temas son relevantes en la actual emergencia sanitaria, ya que si nuestros destinos son lejanos debemos utilizar el automóvil, motocicleta o el transporte público, y este último es el que tiene mayor riesgo de contagio, pues las unidades no son sanitizadas en cada viaje, la capacidad de las unidades no permite mantener la sana distancia y una cantidad importante de personas no sigue las medidas de higiene solicitadas por las autoridades.

Así, moverse en la ciudad ha requerido repensar cómo desplazarnos para tomar los menores riesgos de contagio posibles sin perder nuestro derecho al uso de la ciudad y, en definitiva, en la actual emergencia sanitaria los desplazamientos a pie y en bicicleta son los más seguros si asumimos la responsabilidad de cumplir con los lineamientos de higiene establecidos por las autoridades de salud.

Invitamos a consultar el tablero público covid–19 del proyecto en el sitio: http://covid19.inciudades.cuaad.udg.mx/

 

[1] Modelo predictivo de la difusión intermunicipal de la pandemia covid-19 en Jalisco a partir de los flujos de movilidad ocupacional (laboral y estudiantil), de la Universidad de Guadalajara, in–Ciudades y el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de Jalisco; los autores son los responsables del proyecto.

Trazabilidad espacio-temporal de la pandemia

Los sistemas de información geográfica (SIG) son, quizá, el más alto nivel tecnológico orientado al estudio de las estructuras y procesos socioespaciales. Se trata de herramientas de representación, análisis y planteamiento de soluciones y alternativas a múltiples situaciones que vinculan lo social y lo espacial. Desde su surgimiento los SIG han estado directamente asociados a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Para los científicos y planificadores de lo socioespacial del siglo XXI los SIG equivalen al procesador de palabras de los escritores.

En décadas recientes se han incrementado las exigencias científicas y sociales a los investigadores, analistas y planificadores de lo socioespacial. La alta tecnología está al alcance de la mano, existen conceptos, teorías y métodos de análisis cada vez más potentes y los datos son cada vez más abundantes y de mayor calidad. Sin embargo, la complejidad técnica de la planeación socioespacial aplicada dificulta que conceptos, teorías, métodos y datos se utilicen de manera cotidiana para responder de forma científica y oportuna a situaciones concretas que afectan a la gente en diferentes esferas de actividad.

La Estación de Inteligencia Territorial CHRISTALLER® contribuye a demoler este obstáculo haciendo fácil lo complejo, rápido lo pausado y económico lo costoso. CHRISTALLER® ofrece desarrollos automatizados de diversos métodos de planeación socioespacial, además de operar de forma amistosa con los SIG más utilizados (incluso en sig de código abierto como Quantum GIS, QGIS). La idea es contar con un sistema robusto, amigable y accesible a todos, que permita explorar preguntas socioespaciales complejas y tomar decisiones realmente útiles, cada vez más sólidas, informadas y oportunas.

CHRISTALLER® integra personal capacitado en manejo de SIG, análisis espacial, altas matemáticas e informática. La filosofía de trabajo se fundamenta en trabajo en equipo, transferencia de conocimiento, innovación, capacitación permanente, apertura a la colaboración interinstitucional y vinculación con la sociedad.

El proyecto CHRISTALLER® se inició en marzo de 2017. Es un proyecto permanente de El Colegio Mexiquense[1] (México). Con la crisis de salud generada por la pandemia se puso en marcha la plataforma “Análisis espacio temporal de las cifras de covid-19 en México” (de acceso libre en http://www.christaller.org.mx/), que incluye bases de datos en Excel, cuadros, figuras, mapas e indicadores útiles para dar cuenta de la evolución de la enfermedad a escalas estatal y municipal. A abril de 2021 se han registrado 203,674 visitantes.

En el sitio están disponibles bases de datos estadísticas que permiten rastrear la evolución geográfica y sociodemográfica de la enfermedad en el ámbito nacional, datos todos útiles para los interesados de los sectores público, privado, social y académico. Algo interesante de destacar es el tipo de informaciones que producen los SIG porque permiten representar en planos y mapas la distribución de valores estadísticos de interés, por ejemplo, puede mostrarse la ubicación precisa de unidades médicas y hospitales, puede visualizarse la cobertura territorial exacta de los servicios de salud, puede ilustrarse la concentración geográfica de población vacunada o infectada, y también pueden generarse análisis más complejos para correlacionar variables.

En específico sobre la pandemia en México, al 15 de este abril los análisis de la información relativa a covid-19 arrojan que en el panorama nacional Colima es la entidad con menor mortalidad por casos positivos respecto del promedio nacional —mostrando un valor de -100—, dato que contrasta con Chihuahua, que alcanzó la cifra de +210. En cuanto a municipios jaliscienses, el caso de Tonalá es extremo al contabilizar el más alto rango nacional con +1202 (igual que en otras 18 demarcaciones del país), que se aparta demasiado del -100 que presentan localidades como Ameca, Cocula, Cuautla, Jamay, Lagos de Moreno, Ocotlán, San Juan de los Lagos, San Julián, San Martín Hidalgo, Tecolotlán, Tizapán el Alto, Tlajomulco de Zúñiga, Tlaquepaque, Tuxpan, Yahualica de González Gallo y Zapopan. Nótese que Guadalajara registra un bajísimo -37.

 

 

[1] El Colegio Mexiquense es un centro de investigación en Ciencias Sociales localizado en la zona metropolitana de Toluca, a 50 kilómetros de la Ciudad de México, http://www.cmq.edu.mx/

 

Urbes en crisis… global

El pasado nos ha dejado huérfanos,
como al resto del planeta,
y debemos juntarnos para inventar nuestro futuro común.
La historia mundial se ha vuelto tarea de todos y nuestro propio laberinto
es el laberinto de toda la humanidad.

Octavio Paz

 

La pandemia provocada por covid-19 ha puesto en evidencia las condiciones en las que existimos los habitantes de todas las regiones del mundo. Su surgimiento constata lo expresado por Ignacio Ramonet acerca de que se trata no solo de una crisis sanitaria global sino de un hecho social totalizador con sede reproductora espacial en las grandes ciudades-metrópolis.[1] Recientemente, especialistas en epidemiología han aceptado que esta u otra pandemia se repetirá por diferentes causas y vías. Cabe en esta perspectiva señalar un proceso que destaca y forma parte de la realidad de las comunidades a escala mundial: la desigualdad de entorno y contexto en el que viven miles de millones de habitantes en todas las geografías del planeta.

Ya en 2004 Immanuel Wallerstein subrayó el consenso científico acerca de dos fenómenos que dominan el mundo desde los últimos decenios del siglo xx: la globalización y el terrorismo —en nuestros países traducido como crimen organizado—, acento cotidiano de nuestra actualidad.[2] La división entre hemisferio norte y sur, que ubica las cualidades de las urbes y los territorios en función de la jerarquía del sistema democrático occidental, vive ahora una configuración dual común respecto del fenómeno igualdad-desigualdad. Hoy, en ciudades de los países del norte desarrollado, existen espacios-lugares de cualidades similares al denominado sur-subdesarrollado, en donde se localizan las peores contradicciones del modelo de desarrollo globalizado-neoliberal, dominado por la acumulación excesiva y la fragmentación socioespacial.

Al mismo tiempo, las estructuras económicas dominantes muestran su perfil de índices ambivalentes pobreza-riqueza, relacionado con la excesiva explotación de los recursos naturales (agua, minerales, bosques, alimentos, entre otros) y la contaminación, que implican deterioro ecológico, y la amenaza del cambio climático. El aumento de la pobreza, la violencia estructural, la discriminación, que origina ingentes migraciones sur-norte en busca de un lugar, suman en todos los continentes las inquietudes y las incertidumbres sobre el futuro de millones de jóvenes. El debilitamiento y el descrédito de las estructuras de gobierno y de organización política motivan extensos movimientos reivindicativos que se expresan en las ciudades. Así, las dinámicas transformadoras se suceden entre los escenarios en construcción en la nueva era (siglo XXI), cimentadas en avances de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, que impulsan innovaciones y prácticas que revolucionan la producción y el espectro de consumo en todos los ámbitos.

La introducción de los canales de cambios “inteligentes” en la vida de las ciudades son un espacio en disputa para los poderes financieros, sus excedentes, arena y proceso disruptivo en el espacio urbanizado. Tal complejidad significa ahora modificar a fondo ideas y prácticas sobre lo urbano y su planeación, pasar del lenguaje de la obediencia a otro que, no obstante, sea políticamente incorrecto. El reto de pensar el futuro de las ciudades, el deterioro ambiental del planeta, la salud común de los seres humanos, por sobre intereses particulares, es la encrucijada por resolver.

 

[1] Véase Ramonet, Ignacio. “La pandemia y el sistema-mundo”, en La Jornada, 25 de abril de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/ramonet

[2] Wallerstein, Immanuel. Las incertidumbres del saber. Gedisa, Barcelona, 2004.

Editorial

Esta entrega de Clavigero reúne textos que relacionan pandemia y ciudad. Académicos de diferentes universidades enfocan cómo la covid-19 ha marcado nuestras vidas al modificar los espacios urbanos y domésticos que acogen las actividades cotidianas. Entre los artículos destacan los reportes técnicos generados por las poderosas plataformas informáticas que combinan datos estadísticos y mapas digitales para producir detallados análisis socioespaciales útiles para tomadores de decisiones e investigadores.

Las diferentes aportaciones subrayan que ya no será igual el futuro y que es
preciso alterar para bien no solo la configuración física de calles, parques y viviendas sino, más importante aún, que es necesario restructurar las condiciones del sistema socioeconómico global desde sus bases. Como aporte especial, las imágenes de Luis Ponciano ilustran aspectos difíciles de comunicar con palabras. Sus fotografías complementan visualmente el drama de la precariedad habitacional, del confinamiento doméstico y de los contrastes insalvables entre formas de vida polarizadas que se exacerban ahora en este contexto. Ojalá que esta lectura haga más llevadera la llamada nueva normalidad.

 

Alejandro Mendo Gutiérrez

Académico del Departamento
del Hábitat y Desarrollo Urbano

Empresarios de micro y pequeñas empresas

Dos estilos de gestión de la pandemia para la conservación del empleo

A los microempresarios les llovió sobre mojado en esta pandemia. Si bien hay sectores y giros comerciales que salieron beneficiados, sabemos que a la gran mayoría esta pandemia les ha representado un reto sin precedentes.

Muchas de las empresas tuvieron que cerrar, no pudieron más. Esto ocasiona daños colaterales en las familias de los muchos empleados que se quedaron sin empleo, pero ¿qué pasó en la cabeza de los empresarios de micro y pequeñas empresas? ¿Cuáles fueron sus mayores preocupaciones? ¿Realmente su empresa estaba pensada para generar empleos?

Aunque es muy difícil dar un dictamen unívoco ante estas preguntas, podemos agrupar aquí dos grandes corrientes que observamos en el trabajo cotidiano desde la consultoría a este tipo de unidades económicas. Por un lado, aquellos empresarios que se sintieron víctimas de una situación que nos sobrepasó a todos, usaban a su empresa como caja chica para extraer de ella ganancias para cuestiones personales y, por lo tanto, no tenían reservas de capital para soportar tres meses o más sin ningún ingreso. Por otro, aquellos que pensaban a su empresa como un bien social tienen claridad de que la empresa se generó porque no pueden solos, de que es un trabajo en equipo, que cuando se generaron utilidades supieron reinvertirlas en sus negocios, además de ir generando identidad y sentido de pertenencia en sus empleados y que se toman muy en serio la filosofía de que el empleado también es un cliente, y quizá más importante, que los propios clientes, aquellos que salieron a la carga a tratar de salvar su negocio. Por supuesto, ante empresarios así los empleados responden mejor que con el primer grupo.

En los primeros había negación, no se creía que la pandemia durara tanto, tenían dificultad para entender que la cosa ya cambió y no por corto tiempo. No pudieron seguir atentos al entorno y, curiosamente, presentaron menos respuesta hacia las necesidades de sus empleados. Aquí es donde se dieron los mayores y dolorosos recortes de personal, así como los cierres.

En los segundos se destaca el cuidado de su personal. Si bien no todos han podido pasar limpios sin tener que despedir a alguien, también es cierto que han logrado estrategias de diferente orden, que ubicamos aquí como buenas prácticas para la conservación del empleo en épocas de pandemia:

  • Primero: reservas de efectivo. Hoy día esto es más que necesario, no solo porque el flujo de efectivo es lo que mantiene con vida a las empresas sino porque es la sangre que hace palpitar el corazón de los trabajadores, es pensar en ese recurso pensando en las personas, pensando en los sueldos. Los empresarios que lograron esto tuvieron una respuesta de mucho compromiso de parte de sus trabajadores para sacar el barco adelante.
  • Segundo: la relación con los clientes y los proveedores. Se detectó que aquellos empresarios que restablecieron y renegociaron la relación con sus clientes y proveedores desde una postura más solidaria y en equipo, en la que la empatía fue marcando el ritmo, tuvieron mayores probabilidades de conservar el empleo. Se generaron acuerdos con la filosofía ganar-ganar y no tanto el penoso funcionamiento de apalancamiento de proveedores.
  • Tercero: repensar el modelo de negocio. Empresarios cuyas empresas dejaron de vender estrepitosamente aquello que vendían no tuvieron de otra que acordarse de que son creadores, que son gente que genera ideas y se pusieron a trabajar. Hubo casos icónicos como el de aquel hotelero que se puso a vender tamales, hasta la empresaria que se dedicaba a hacer eventos sociales y que terminó poniendo una empresa de sanitización de empresas con los mismos empleados. Es decir, la clave fue repensarse y no quedarse atado a su modelo de negocio. Esto hizo que los empleados tuvieran aún mayor identificación con las empresas y con sus líderes.
  • Cuarto: redefinición de equipo. Los empresarios que se abrieron de par en par y hablaron con sus empleados, subiéndolos a la solución, a la creatividad, pidiéndoles ideas para permanecer, son aquellos que lograron mejores resultados.

Así pues, pensar a la empresa como un equipo de trabajo, más que como una iniciativa de una sola persona fue clave para la sobrevivencia de ejemplos muy notables en las micro y pequeñas empresas de Jalisco y México.

Mirar la crisis sanitaria y laboral con gafas históricas y violeta

De acuerdo con la nota técnica México y la crisis de la covid-19 en el mundo del trabajo: respuestas y desafíos,[1]  nuestro país ha sufrido duros embates económicos derivados de la pandemia y el confinamiento social. La tasa de desempleo subió a 5.5 por ciento en junio de 2020 y se estimó que cerraría el año en 10 por ciento. Sumado a lo anterior, 24 millones de empleos estarían en riesgo, lo que representa 44 por ciento del empleo total en México. Muchos empleos informales desaparecieron o fueron afectados por la pandemia, además de que la crisis sanitaria, laboral, económica y social afectaría principalmente a grupos vulnerables, como las mujeres y niñas, quienes no son solo un grupo social sino la mitad de la humanidad y un poco más.

La intención de esta reflexión es observar la crisis sanitaria por covid-19 con una perspectiva histórica, de género y de derechos humanos, ya que para entender la vulnerabilidad del sistema laboral en México y el mundo no podemos dejar de lado factores estructurales que han excluido a las mujeres y las niñas, así como paradójicamente han consolidado un sistema capitalista de explotación y reafirmado la desigualdad entre mujeres y hombres. Algunos datos que se destacan son:

  • Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) México ocupa el penúltimo lugar en la inclusión laboral de mujeres en América Latina y el Caribe, con solo 45.4 por ciento de ellas participando en la fuerza laboral activa, en contraste con 77 por ciento de los hombres. La mayoría de trabajos informales es realizada por mujeres.
  • De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Usos del Tiempo (ENUT),[2] las mujeres trabajan en promedio semanal seis horas más que los hombres y ocupan 66 por ciento de su tiempo total laboral en trabajo no remunerado, en contraste con los hombres, que solamente utilizan 28 por ciento de su tiempo en la misma actividad.
  • El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha señalado que el trabajo no remunerado de las mujeres y niñas equivale a 23.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) nacional y estimó que, del total de personas que realizó labores domésticas en 2019, 74.8 por ciento son mujeres. A fines de 2020, informó que cada mujer que desempeñó labores domésticas aportó 62 mil 288 pesos anuales, por lo que les correspondería un salario quincenal mínimo de 2 mil 595 pesos.

Sin una mirada crítica no se entendería cómo se relacionan inclusión laboral, brecha salarial, discriminación, división sexual del trabajo y sexismo en la configuración de una sociedad que ha sido particularmente injusta con las mujeres y las niñas.

El 26 de marzo de 2020 la conferencia de prensa sobre covid-19 en México analizó cómo la crisis sanitaria generaría condiciones sobre todo desfavorables para las mujeres y las niñas, ya que —tal como sucedió a lo largo de 2020, derivado del confinamiento social— aumentaría la carga de trabajo doméstico y de cuidados, así como la reproducción de distintas formas de violencia de género. En la ronda de preguntas por parte de la prensa nadie hizo cuestionamientos sobre la información presentada por las especialistas. Los medios de comunicación son un reflejo del imaginario. El trabajo doméstico y de cuidados no es un tema que se pondere dentro de la agenda de la política hard.

Aún no es posible elaborar un análisis determinante sobre los efectos de la pandemia por covid-19, pero sí puede puntualizarse que esta coyuntura ha afectado y afectará a las mujeres y las niñas, porque a través de una división injusta y sexista se han atribuido tareas, privilegios y prohibiciones que han beneficiado al sistema económico, político y social.

El problema de raíz no es un virus sino una sociedad desigual. ¿Cuáles serán las consecuencias y los costos para las mujeres y las niñas si con su trabajo no remunerado sostienen al mundo, si las mujeres siguen ganando menos por realizar el mismo trabajo que los hombres, o son acosadas y hostigadas sexualmente, además de discriminadas?

Para atender la crisis sanitaria y de trabajo es urgente hacer una intervención integral, que incluya la promoción de una vida libre de violencia, del acceso a la justicia, de la transformación del sexista sistema educativo y laboral, y de la erradicación de estereotipos que naturalizan la exclusión por razones de género. El monstruo económico, que ha arrasado con la dignidad y la vida de millones de personas desde hace cuatro siglos se está mordiendo su propia cola, pero seguirá produciendo efectos catastróficos. La pobreza y la desigualdad sí tienen rostro de mujer y de niña.

 

[1] Feix, Noémie (coord.). México y la crisis de la covid-19 en el mundo del trabajo: respuestas y desafíos, nota técnica país, oit, Ginebra, octubre de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/nota_tecnica_oit

[2] Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, e Instituto Nacional de las Mujeres, inmujeres. “Encuesta Nacional sobre Usos del Tiempo (ENUT) 2019. Presentación de resultados”, 2020. Disponible en: https://cutt.ly/ENUT2019

Mirar desde la vulnerabilidad: renacer a la humanidad

La Pisca

Pedro Antonio Reyes Linares, S. J. / Académico del Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO

En su última encíclica, Fratelli Tutti, el Papa Francisco ha advertido que la situación pandémica mundial ha desenmascarado “nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”.[1] Son precisamente estas prioridades las que quedan en el centro del discernimiento, cuando San Ignacio habla del orden de los afectos y movimientos que guían desde nuestro interior los proyectos y trabajos con que hacemos la vida.

Discernir es priorizar, y hacerlo ignacianamente, como aprendemos en su contemplación del Nacimiento de Jesús, es poner la mirada en lo más necesario para sostener una vida marcada por una constitutiva vulnerabilidad. Y es que, como nos sugiere la pandemia, la vulnerabilidad no ha de ser ignorada, pues acaba siempre mostrando la herida que ha quedado sin cuidar. La pandemia es ocasión de ver, entonces, el resultado de un erróneo discernimiento de prioridades. La frágil y, en demasiados países del mundo, erosionada estructura de cuidado para garantizar a las personas atención médica, seguridad en el trabajo, capacidad de ahorro, condiciones estables de vivienda y educación, ha costado vida, tranquilidad y salud a millones de personas y familias en nuestro país y a escala mundial; poniendo de manifiesto que una prioridad colocada en la productividad resulta un error de discernimiento, pues soslaya la construcción de un fuerte y común tejido social que garantice la sustentabilidad de los esfuerzos de instituciones, sociales y comunitarios para albergar y cuidar nuestra vulnerabilidad. He ahí la misión de una universidad guiada por el discernimiento ignaciano: desarrollar una inteligencia orientada por este esfuerzo de conversión, que nos haga “destinar tiempo, esfuerzo y bienes” a esta “pasión compartida por una comunidad de pertenencia y solidaridad”,[2] para que esta crisis pueda convertirse en la ocasión de que “la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras [y las desigualdades] que hemos creado”.[3]

 

 

[1] “Carta encíclica Fratelli Tutti del Santo Padre Francisco sobre la fraternidad y la amistad social”, en La Santa Sede, Roma, 4 de octubre de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/Fratelli_tutti, núm. 32.

[2] Ibidem, núm. 36.

[3] Ibid, núm. 35.