La difícil tarea de reconocer y nombrar la violencia laboral

Marcela Del Muro / periodista freelance y becaria de Global Initiative against Transnational Organized Crime
Estéfany Franco / estudiante de la Maestría en Comunicación de la Ciencia y la Cultura del ITESO

Ilustración: Flor Guga

Samantha Ramírez tenía horario de entrada, pero no de salida. Al inicio la violencia laboral no fue evidente para ella, no la reconocía como una violación a sus derechos. Recuerda que su empleadora exigía trabajo a deshoras con el argumento de “ponerse la camiseta”, y Samantha creía que el tiempo extra sin pago era una muestra de lealtad a la empresa. Sin embargo, poco a poco comenzó a notar que su esfuerzo no era recompensado en igual medida.

“Yo me partía el lomo, pero ellos me descontaban días de vacaciones si llegaba unos minutos tarde o si pedía salir una hora antes del trabajo; fue cuando empecé a ver que algo no estaba bien. Lo que yo daba no era igual a lo que recibía”, relata la trabajadora sobre su historia.

La Organización Mundial de la Salud define la violencia laboral como el comportamiento agresivo por parte de uno o más miembros de un equipo de trabajo contra un individuo del mismo grupo para producir miedo, desprecio o depresión, hasta forzar su renuncia o despido. Puede presentarse como agresión verbal o física, hostigamiento laboral, acoso sexual o violencia psicológica.

Aunque este tipo de violencia a menudo se ejerce de forma vertical, como en el caso de Samantha, también ocurren situaciones entre pares, es decir que un compañero con el mismo grado jerárquico puede ser el perpetrador. En ocasiones llega a ser tan sutil que es complicado reconocerla, nombrarla y, por lo tanto, abordarla.

Esto le sucedió a María, reportera de un medio informativo que prefiere el anonimato. Un compañero del periódico la acosó sexualmente durante varios meses y, a pesar de que la periodista informó a sus superiores, y sus compañeros y jefes se dieron cuenta, las violaciones fueron minimizadas y etiquetadas como “acciones románticas”.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, al menos 7.9 millones de mujeres en México han vivido violencia laboral; en este rango la agresión sexual es una de las más comunes, señala la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021. Además, el género, la edad, la raza o la preferencia sexual potencializan la posibilidad de vivir violencia en este ámbito.

La pandemia y la virtualidad también acentuaron violencias en los espacios de trabajo que, probablemente, no se reconocían en un ambiente presencial, pues la Comisión Económica para América Latina y el Caribe estima que en 2020 ocurrió un retroceso mundial de 18 años en la participación de las mujeres en el mercado laboral.

Lupita Alonso era contadora de una empresa de venta de aires acondicionados cuando comenzó la pandemia, y afirma que sufrió mobbing o acoso psicológico. Sus empleadores constantemente la amenazaban con despedirla si no aceptaba la reducción de sueldo, a pesar de que el trabajo que ella hacía se incrementó.

Para la Organización Internacional del Trabajo los actos de violencia provocan una alteración inmediata y a menudo duradera de las relaciones interpersonales. Señala que se necesitan enfoques globales, desde acciones preventivas, inmediatas y a largo plazo.

Héctor Muskus, asesor especialista de empresas en cuestiones de ambiente social y gobernanza, considera que las dinámicas cotidianas influyen en la dificultad para reconocer la violencia en el ambiente laboral. Por ello, nombrarla es un primer paso para generar conciencia del tema: “Cuando capacitamos a las empresas hay más espacios para discutir y planear procesos efectivos para trabajar y tratar los casos de violencia laboral”.

Muskus resalta que un obstáculo también presente es que no se cuente con los mecanismos institucionales para tratar estos casos y visibilizarlos. Por lo tanto, si los equipos de trabajo y los jefes reciben una capacitación las empresas pueden instrumentar estrategias para ofrecer información a su personal por medio de manuales, charlas o folletos que promuevan un ambiente laboral seguro, brindando herramientas e instancias para su denuncia y reconocimiento.