Colindando con la vorágine urbana del área metropolitana de Guadalajara se encuentra el Bosque La Primavera, el relicto de bosque y zona de refugio de flora y fauna silvestre, el llamado pulmón de la ciudad. Callado y majestuoso siempre aguarda a que nos detengamos unos minutos para verlo, dimensionarlo y valorarlo. Para los habitantes de esta ciudad, el Bosque La Primavera significa la posibilidad de permanecer en este territorio. Somos muchos los que dependemos del bosque para subsistir en esta ciudad. Dependemos de la calidad del aire que filtra, del agua que ayuda a infiltrar en el subsuelo, de los animales que alberga, de los cuales algunos están encargados de funciones tan importantes como la polinización de flores, la dispersión de semillas y el control de plagas, tanto en el bosque como en cultivos adyacentes.
En 1998 varias instituciones educativas recibieron un donativo de terrenos dentro del Área Natural Protegida Bosque La Primavera. Una de ellas fue el ITESO, a quien se le encomendaron cerca de 30 hectáreas (ha). En 2008, 700 ha de bosque se quemaron, incluyendo los predios donados a las universidades. Ante este panorama la comunidad del ITESO respondió con iniciativas para la restauración del bosque. Desde el programa de ingeniería ambiental se gestionaron fondos otorgados por la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Es así como nace “Bosque Escuela” y se convierte en un “laboratorio vivo” donde se integran actividades de docencia e investigación. Por una parte, los alumnos del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Desarrollo Tecnológico para la Sustentabilidad Ambiental” organizan y coordinan a los voluntarios para llevar a cabo obras
de restauración de suelo, como barreras de piedra y de material vegetativo, zanjas y presas para retención de humedad, así como reforestaciones con especies nativas. A su vez, académicos de diferentes departamentos, junto con sus alumnos, participan en el monitoreo de variables meteorológicas, el muestreo de suelos y sus tasas de infiltración del agua, y la evaluación de la vegetación utilizando drones y de la fauna por medio de registros fotográficos. También se realizó un inventario forestal para estimar la captura de carbono en el terreno.
Todo marchaba bien en nuestro laboratorio vivo hasta que el 12 de abril de 2019 de nueva cuenta llegaron al bosque los incendios devastadores que acabaron con gran parte de la vegetación y de las obras de restauración de suelo. Pero no nos rendimos. Evaluamos el impacto de los incendios y empezamos un nuevo plan de restauración ecológica, basándonos más en el conocimiento de las especies del bosque, en cómo interactúan unas con otras y cómo ello lleva a la funcionalidad de este. Para lograr que este proyecto sea abierto y replicable también desarrollamos un proyecto de comunicación y manuales útiles para las actividades de restauración y para los voluntarios que participan en Bosque Escuela.