Emma Urbina Aceves, Alejandro Pérez–Duarte Fernández y Fabiola Colmenero Fonseca / investigadores del Laboratorio de Movilidad Reducida y Tercera Edad y académicos del ITESO
La historia reciente nos ha jugado una mala pasada. Hemos trabajado duro para avanzar en ciencia, tecnología y medicina, consiguiendo una longevidad envidiable para cualquier otra época, pero la misma cultura que la hizo posible nos ha metido el pie en este camino al estigmatizar a la vejez como la etapa menos deseable de la vida.
Esto no ha sido siempre así, pues ha habido cambios culturales abruptos, y en particular uno que Enrique Calvo Gil sitúa al inicio del siglo xxi con la modernidad, en el momento en que desaparece la familia tradicional patriarcal —la gerontocracia, que venera y empodera al anciano— para pasar al periodo actual que lo margina, desintegrándolo de círculos sociales y de poder.[1] Hoy la vejez se ha convertido en una edad prohibida. En palabras del mismo Calvo Gil, vivimos en una “sociedad gerontofóbica surgida quizá de la propia ley de la oferta y la demanda”,[2] pues si hay algo en la sociedad actual es que los adultos mayores son cada vez más númerosos.
Para evadir este estado de la vida hemos conseguido reconvertir a la medicina en una gigantesca industria de tratamiento farmacéutico contra la “enfermedad” de la vejez, edad a la que nadie quiere reconocer como su futuro más probable. De hecho, lo más grave es que nos hemos prohibido a nosotros mismos vivir nuestra vejez personal.
Frente a esta paradoja hay que replantearse la forma de entender esta etapa. ¿Qué es lo que tendremos cuando lleguemos a los últimos años de nuestra vida? Habrá un cuerpo inevitablemente debilitado, frágil y en algún momento dependiente, pero en otros aspectos estaremos fortalecidos como en ninguna otra etapa de nuestra vida.
El carácter es uno de estos rasgos, y en este aspecto no hay cómo vivir y desarrollar al carácter si no es envejeciendo. En palabras de los existencialistas, somos “un ser en proyecto” que solo al final se encuentra lo más completo posible y, para ellos, envejecer es el proyecto del alma. El carácter se solidifica únicamente con el tiempo, y aquello que queríamos ser, la forma de moldear la vida, los anhelos, las ilusiones y las esperanzas, se alcanzan —algunas— solo cuando somos viejos. Es la perseverancia y el tiempo lo que forma al carácter, siendo su símbolo las arrugas y los cabellos grises.
Para explicar el poder de la vejez James Hillman propone la metáfora de una piedra, grisácea y envejecida, pero sólida y firme. Para él, el carácter del viejo es
[…] como una piedra en el lecho del río, puede que no haga nada salvo estar ahí, pero el río se ve obligado a tenerla en cuenta y a alterar su flujo por su mera presencia […] cuando se aparta a todos los viejos y se les lleva a residencias aparte, el río fluye con mayor facilidad. No hay piedras que sirvan de obstáculo. Pero también tiene menos carácter.[3]Entre las características de un carácter envejecido se puede incluir, por ejemplo, el gozo de la rutina. Al decirle a un adulto mayor “ya me lo contaste” podemos obtener como respuesta: “Es que me gusta contarlo”. Desde el punto de vista de la senectud cabe preguntar ¿por qué concebir la repetición como un fracaso? o ¿será que la necesidad de novedad no es una forma de adicción? Hay algo de sabiduría en la repetición, en la cual se origina la tradición oral, la cual podemos encontrar también en los niños, que gustan tanto de escuchar una misma historia varias veces.
De forma similar, hay una cierta astucia en la pérdida de memoria a corto plazo que suele aparecer con la vejez. Un anciano puede quizá olvidar sucesos inmediatos del día, hechos intrascendentes, para abrir espacio, por el contrario, a remembranzas ancestrales llenas de significado y sentido, que marcaron realmente la vida de la persona. Si hay una pérdida a corto plazo, hay una ganancia a largo plazo, pudiendo ver la vida desde una perspectiva madura, por decirlo de alguna forma.
Así, lo que proponen estos autores es una nueva cultura de la vejez, dentro de la cual se busca capitalizar las fortalezas del adulto mayor. Siguiendo la metáfora de Hillman, se trata de mantener las piedras en el río. ¿Cómo hacer esto? ¿Cómo reintegrar a nuestros ancianos al núcleo central de nuestra sociedad? Hoy existen experiencias importantes en el mundo, las cuales habrá que observar, registrar y llevar a la práctica en la medida de lo posible.
El envejecimiento es un fenómeno inevitable y parte del proceso natural, pero lo que hay hoy en ciertos países es un envejecimiento acelerado, con preponderancia marcada en la región de América Latina y el Caribe, lo cual ha roto equilibrios demográficos ancestrales. Como apuntan Sandra Huenchuan y Emiliana Rivera, la estabilidad social depende del equilibrio, y hay que rever la propia noción de sustentabilidad:
[…] con la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, las personas mayores, la edad, o ambas, se incluyeron explícitamente en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ods) […] una mirada transversal de las necesidades y los intereses de las personas mayores permite identificar áreas de oportunidad en otros ods que no las incluyen de manera particular, pero que son extensivas a todas ellas.[*]La razón de este envejecimiento poblacional se debe principalmente a dos fenómenos: la baja natalidad y la reducción de la mortalidad. Si comparamos ambos fenómenos en la región latinoamericana y en dos periodos distintos, nos podemos percatar de que los índices son muy variables. Entre 1965 y 1970 el promedio aproximado de vida era 59 años, mientras que la tasa de fecundidad era de 5.5 hijos por mujer; para el periodo entre 2015 y 2020 se pasó a casi 76 años, y tasas levemente inferiores al nivel de reemplazo de dos hijos por mujer.[**] Esto quiere decir que la población ha ganado años de vida, incrementado su longevidad y peso relativo en un lapso muy corto.
Aunque es una tendencia clara, los países que componen parte de la región latinoamericana se encuentran en distintas etapas de la transición demográfica. Por mencionar algunos países: en la actualidad México Argentina, Ecuador, Nicaragua y Panamá cuentan tasas de fecundidad sobre el nivel de reemplazo (cercanas a los 2.5 hijos por mujer), pero con esperanzas de vida superiores a la media regional de 75.7 años. Se espera que para el periodo entre 2030 y 2035 el envejecimiento demográfico en la región aumente, así como en Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador, Jamaica, México, Panamá, Perú, San Vicente, Las Granadinas, Surinam y Santa Lucia, que pasarán a la etapa de “envejecimiento avanzado”, en la que se ubican solo tres países: Argentina, Chile y Trinidad y Tobago, con tasas de fecundidad de 1.73 hijos por mujer (excepto Argentina con 2.3 hijos por mujer) y con porcentajes entre 15% y 17% de la población con más de 60 años de edad.[***]
Este escenario es el que permite afirmar que el envejecimiento y sus demandas sociales, como sostener la salud y el bienestar en una vida más prolongada, será el fenómeno demográfico más relevante en los próximos años en la región. Pero no solo la vida prolongada es un tema que preocupa en el ámbito económico por la relación de dependencia de la población, también es necesario rever el valor social que tiene este grupo poblacional.
[*] Huenchuan, Sandra y Emiliana Rivera. Experiencias y prioridades para incluir a las personas mayores en la implantación y seguimiento de la Agenda 2020 para el Desarrollo Sostenible. cepal, Santiago de Chile, 2019, p.9
[**] Huenchuan, Sandra (ed.). Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: perspectiva regional y de derechos humanos. En Libros de la cepal. Núm. 154 (lc/pub.2018/24–p), cepal, Santiago de Chile, 2018.
[***] Idem.
Los llamados espacios intergeneracionales toman interés particular cuando se habla de senectud. Como su nombre lo indica, este tipo de espacios busca colocar diferentes grupos etarios en un mismo lugar, haciendo surgir intercambios interpersonales que por lo regular enriquecen la experiencia social. La participación del adulto mayor es importante en estos lugares, pues introduce visiones particulares basadas en años de experiencia. Desde el punto de vista social, se puede usar como una estrategia para capitalizar valores del adulto mayor, pues no son solo los ancianos los que suelen beneficiarse en este tipo de espacios. Las dinámicas intergeneracionales provocan el apoyo mutuo y propician empatía; sentimientos que podrían dar ayudar a un sinnúmero de problemas que acechan a la sociedad, sobre todo en etapas tempranas de la vida. Una encuesta de Gallup señala a los jóvenes de entre 15 y 29 años como los más estresados, preocupados y enojados en Estados Unidos.[****] Para crear experiencias intergeneracionales la universidad representa una oportunidad, y de hecho se pueden citar algunas prácticas recientes en varias partes del mundo. En México se pueden observar los programas para adultos mayores en algunas universidades. Los hay de deporte y cultura, pero también hay cursos de estudios de hasta tres años. Everardo Camacho y Araceli Hernández han observado los efectos benéficos de uno de estos programas en Guadalajara sobre un grupo de ancianos, en los que han detectado mejoras significativas en estados de ánimo y de salud.[*****] Pero las experiencias intergeneracionales pueden ir más allá. Convivios entre estudiantes y adultos mayores más contundentes se pueden encontrar en instituciones filantrópicas holandesas, como los bloques habitacionales de Humanitas Deventer, donde jóvenes estudiantes son alojados a precios muy accesibles a cambio de convivir algunas horas a la semana con los ancianos que los hospedan. La simbiosis ha dado resultados. En Londres, en el Central Saint Martins se lleva a cabo el Grandfest, un festival que permite a las personas mayores compartir sus experiencias con los estudiantes, con la idea de conservar el conocimiento y transmitirlo de generación en generación. En Estados Unidos han surgido asociaciones entre universidades y capital de inversión en vivienda para un producto inmobiliario que se perfila bajo el nombre de “university retirement communities”, bloques compactos de habitación dentro del campus, en los que se reincorpora a los adultos mayores en la vida académica mediante cursos, programas de bienestar y actividades artísticas. Se trata de una oportunidad de negocio, así como de darle un nuevo sentido a la vejez. [****] Ray, Julie. Americans’ stress, worry and anger intensified in 2018. En Gallup News. 25 de abril de 2019. Disponible en: https://news.gallup.com/poll/249098/americans-stress-worry-anger-intensified-2018.aspx; consultado el 19 febrero de 2020. [*****] Camacho, Everardo y Araceli Hernández. La inclusión de adultos mayores en el sistema universitario. En Maldonado, Margarita; Rocío Enríquez y Everardo Camacho (coords.). Vejez y envejecimiento, una aproximación interdisciplinaria. iteso, Tlaquepaque, 2019. Ligas de interés [1] Gil Calvo, Enrique. El poder gris: Una nueva forma de entender la vejez. Mondadori, Barcelona, 2003. [2] Ibidem, p. 46. [3] Hillman, James. La fuerza del carácter y la larga vida. Plaza & Janes, Barcelona, 2000, p. 47.