La familia adicta al adicto

Sara Yépez Medina, nuestra entrevistada, es licenciada en Consejería y educadora en Estrategias de Prevención de Conductas Antisociales, con amplia experiencia en el acompañamiento de grupos de ayuda mutua para adictos y sus familiares en Al–Anon y aa. Ha impartido talleres sobre violencia intrafamiliar y codependencia.

 

¿Qué me puedes decir de “la familia adicta al adicto”?

Parece una paradoja “la familia adicta al adicto”, sin embargo, en la dinámica familiar se viven, con frecuencia, relaciones que favorecen que alguno de sus integrantes migre hacia un consumo adictivo de drogas. Es la codependencia un nombre nuevo para un mal muy viejo, pero la familia no sabía hasta qué punto ellos estaban Involucrados o estaban de cierta manera, enfermos emocionalmente.

 

¿Es el adicto algo así como el chivo expiatorio?

Resulta interesante cómo el miembro de la familia que es adicto asume toda la problemática familiar y se convierte en una especie de chivo expiatorio. Un blanco fácil a quien culpar de todos los males de la familia; ésta se convierte en “víctima” por todo lo que le ha tocado sufrir con el adicto: pérdida de cosas, problemas con la ley, problemas de dinero, relaciones afectivas rotas, búsquedas nocturnas en calles u hospitales.

 

¿Cuál son las reacciones familiares?

La familia tenderá a minimizar o hasta ocultar lo que sucede porque lo que la familia extendida y amigos esperan escuchar es: “Mi hijo ya se va a graduar; mi hijo ya se va de intercambio; mi hijo ya se casó; mi hijo ya está emprendiendo un negocio; mi hijo acaba de comprar un carro”. Se miente porque se cree que los demás no entenderían y la familia se aísla en su problema. En esta dinámica familiar la persona que asume el papel de “rescatista–salvadora” del adicto tiende a descuidarse: pasa algo en el entorno familiar, todo el mundo está asustado, se vive una dinámica familiar intensa y agresiva.

 

¿Cómo es la dinámica que se vive?

Vivir con una persona codependiente es la locura. La persona codependiente tiene el papel de perseguir, rescatar y victimizar. La persona codependiente se queja del adicto: “Me robó y me mintió; me dejó en vergüenza”. La codependencia produce silencios afectivos que destruyen. No es fácil decir y aceptar que tengo un hijo adicto, tengo un hijo que me ha golpeado, tengo un hijo que me ha robado, tengo un hijo al que he sacado ene veces de los separos y hospitales o internado en psiquiátricos.

 

¿Cómo describes este tipo de relaciones dependientes?

La relación se vuelve simbiótica entre el adicto y la persona codependiente, el adicto se deja manipular siempre y cuando le convenga; en este ir y venir de manipulaciones surge la culpa y el adicto empieza a abusar. Esta espiral hecha de manipulaciones y culpas termina en acciones que no tendrán fin. La persona codependiente asume lo que cree que es su responsabilidad frente a la promesa de cambio por parte del adicto: “Le tuve que comprar un certificado porque él me dijo que quería seguir estudiando; es que le tuve que pagar las cuentas porque necesitaba un nuevo récord de crédito”. Es como una ruleta rusa. Mientras no se limpie el entorno de codependencia, el adicto volverá a consumir.

Por último, es necesario retomar que la codependencia entre los individuos es como una especie de caldo de cultivo para que uno o varios miembros de la familia sean víctimas de la adicción. Otro elemento que no se puede pasar por alto es el proceso en el cual entra la familia con un miembro adicto: una dinámica que altera la afectividad y la confianza de toda la familia. Para decirlo en pocas palabras: son relaciones simbióticas en las que la culpa tendrá un papel preponderante y fungirá como motor para que los perfiles codependiente–adicto sigan en una espiral de autodestrucción. Mientras no se limpie el entorno de codependencia el adicto volverá a consumir.

 

María Peña Gutiérrez / Académica del Departamento de Psicología, Educación y Salud del iteso