Hace unas semanas fui invitado al Foro sobre Prevención de Violencia Electoral en Nairobi, Kenia, que reunió a personas de todo el mundo con experiencias en torno a la pacificación de las elecciones.
Mis compañeros de región y yo concluíamos que en nuestros países la violencia electoral está entretejida con una violencia cotidiana, difícil de leer. Aun con mi experiencia como candidato en una elección donde 48 candidatos y precandidatos fueron asesinados, me sorprendió que el foro aludiera a la violencia electoral. Después de dos sexenios de guerra hemos abandonado la práctica de preguntar los porqués de tanta muerte, simplemente se contabiliza y se acepta.
En nuestra región los conflictos se han desdibujado. Cuando un candidato es asesinado es difícil determinar las causas. Normalizar la violencia carcome nuestra democracia; inconscientemente asociamos peligro con elecciones. En nuestros países candidatos, periodistas, funcionarios públicos y votantes son vulnerables por igual.
¿Qué sigue? Sigue reconocer que la violencia ha mutado y ahora lleva apellido: “electoral”, que los partidos eviten discursos que polaricen a la población, exigir al INE que promueva mensajes de paz y persiga la propagación de noticias falsas que radicalizan con mentiras. Hay que volver a las preguntas, a los nombres, a los rostros y las sensaciones humanas que la violencia nos ha robado.
PABLO MONTAÑO / Candidato independiente
@PabloMontanoB