“El objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar” (No. 19). Este objetivo fue lo que me capturó al leer la encíclica del papa Francisco Laudato Si’. Sobre el cuidado de la casa común.
¿La leíste? Si respondes que no, te diré que sí aunque no lo sepas. Si fuera que sí, te diré que no has terminado de hacerlo. Para explicarme seguiré a Paulo Freire, que propone la lectura como experimentar el mundo, reflexionar críticamente lo que se vive y trasformar al lector y su entorno.
De la experiencia del mundo no nos escapamos. La encíclica parte de que somos el mundo y señala que “olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta” (No. 2). Con este punto de partida, más allá del texto, es que ya iniciamos la lectura de la encíclica. Estamos implicados y más, si, como propone el papa, esta experiencia se convierte en conciencia dolorosa al reconocer los graves problemas que enfrentamos.
Enseguida la encíclica nos reta a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo. Entre muchas cosas: aire, agua y alimentos contaminados; la mayoría de las personas en el mundo empobrecidas; residuos incontrolables; un clima trastornado por el calentamiento global; desaparición acelerada de especies; crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades. Eso que le pasa al planeta, ¿no lo sufrimos en carne propia? ¿Nos incomoda que la vida sea así? ¿Qué hacer con este dolor? Las personas sabias recomiendan reconocer y entrar en ese dolor, de lo contrario, nada cambiará. Así la lectura de la encíclica nos permite incorporar el segundo componente que Freire señala: conocer y volver al texto nos permite nuevas maneras de comprender las causas de ese dolor y, a la vez, dialogar críticamente con el texto para enriquecerlo a partir de lo que hoy vivimos.
El tercer componente de la lectura implica trasformar al lector y su entorno. Esto corresponde con la invitación del papa a reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar y señala algunas pistas, entre otras: una nueva educación y espiritualidad ecológica, una solidaridad universal nueva, un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Dada la dimensión de lo que ello exige, esta parte de la lectura siempre continúa. ¿Ya la leíste? Ve a https://goo.gl/vSDmVq.
Carlos Ortiz Tirado Kelly / Académico del Centro de Investigación y Formación Social