Quiero una educación que no me enseñe a pensar que las personas de comunidades tradicionales y pueblos rurales son analfabetas, primitivas, incivilizadas o incapaces de ser autónomos.
No acepto una política educativa que estandarice y condene a millones de niños talentosos y brillantes como “fracasados” o de “lento aprendizaje”, ni que utilice la certificación como una herramienta para negar su acceso al aprendizaje y a oportunidades de trabajo.
Quiero una educación en donde no se nos enseñe que la cabeza es más importante que nuestro corazón, nuestras manos y nuestros hogares.
Quiero una política educativa que vea y valore la relación con mi tierra, mi idioma local, mis semillas, mis ríos, mis árboles, mis historias, mi cuerpo, mi voz interior, el mundo de los espíritus y mi comunidad. No quiero una que vea esos elementos como una barrera para la modernización y el desarrollo, ni que nos diga que si queremos progresar hay que destruir esos vínculos o limitarlos a un festival multicultural.
No puedo aceptar una política educativa que me enseñe que el trabajo físico en el campo y en mi comunidad es monotonía, y en la que la definición de “buen vivir” signifique tomar Coca–Cola, comer en McDonalds o ser “totalmente Palacio”. Tampoco acepto una educación que me enseñe a competir contra otros y en contra de los pueblos de otras regiones para sobrevivir.
No puedo aceptar un relato que me enseñe que el aprendizaje es una mercancía (como el aire, el agua, la tierra o los alimentos) y que el conocimiento es propiedad de los individuos a través de derechos de autor o patentes.
No puedo aceptar una política que enseñe que nuestra educación es pobre porque no tenemos escuelas ni maestros capacitados, y que necesitamos más inversión extranjera, más ayuda internacional, más alianzas público–privadas, más acuerdos de libre comercio, y que tenemos que confiar en los expertos internacionales y no en la sabiduría de nuestra comunidad.
No puedo aceptar una política educativa que le dé el poder a la Secretaría de Educación Pública para definir lo que significa “ser humano”.
Te invito a conversar para recuperar, celebrar, crear y revivir la diversidad de nuestras culturas y ecosistemas de aprendizaje.
Diez mentiras que mi escuela me enseñó
- La ciencia y la tecnología pueden resolver nuestros problema
- Las bombas y los ejércitos nos darán seguridad y paz.
- La competencia sacará lo mejor de nosotros. Solo puedo ganar cuando otros pierden.
- Solo una democracia a la americana/europea puede llevarnos a una sociedad más justa y libre.
- La felicidad sólo se da cuando tienes mucho dinero. Si los ricos se enriquecen más y el PIB aumenta, los beneficios llegarán al resto de la sociedad.
- Estados Unidos y Europa son más ricos porque son más inteligentes y trabajan más duro. Los pueblos pobres lo son porque son perezosos.
- Los seres humanos están separados de la naturaleza. Los únicos seres inteligentes son los seres humanos. La naturaleza debe ser explotada para que los humanos puedan progresar. No se les puede confiar a las personas comunes el cuidado de sus recursos naturales, solo los expertos están calificados para ello.
- La sobrepoblación es el mayor problema. Si los pobres dejaran de reproducirse todo estaría bien.
- El inglés es una lengua superior a mi lengua indígena.
- India se independizó en 1947 y desde entonces soy un ciudadano libre.
Te invito a que compartas las mentiras que a ti te han enseñado. www.shikshantar.org
Manish Jain, Shikshantar Andolan, cofundador del Instituto del Poder Popular para la Educación