La Pizca. El Dios verdadero es el que se opone a Mammón

Tal vez los hemos visto en las glorietas y en las avenidas principales de la metrópolis, en donde se venden casas por millares. Se protegen del sol con gorras, pañuelos y camisas de manga larga. Les pagan para agitar una flecha gigante que apunta a algún fraccionamiento que promete “vida plena”, pero están ubicados al margen de ese río de tráfico infernal que son las avenidas de la periferia. Cuando los veo siempre pienso: “¿No sería más práctico y, sobre todo, más barato simplemente poner una flechota y ya? ¿Será que es latoso o caro tramitar el permiso? ¿O será que un letrero vivo es más barato que un letrero muerto?”.

Karl Marx decía que el capital es trabajo muerto que, como un vampiro, chupa la sangre del trabajo vivo. El Libro de la Sabiduría de la Biblia, al criticar la idolatría, dice algo similar: “Ningún hombre puede modelar un dios semejante a él. Siendo mortal, produce con sus manos impías un ser muerto, pero él vale más que los objetos que adora, ya que él tiene vida, pero éstos jamás” (Sabiduría 15: 16–17). Este ídolo, falso dios, exige sacrificios humanos: jornadas más largas para gastarlas en las fábricas, pero también en los recorridos en camión o en automóvil particular; amaneceres y atardeceres hermosos que no son disfrutados por la prisa que tiene el capitalismo; sinfonías de pajarillos que son apagadas por el ruido de nuestro trajín.

No debe sorprendernos que la Escritura lo denuncie como idolatría y como opuesto a la adhesión al Dios de la vida. Está por todas partes: en el Génesis, el–que–acumula (eso significa Caín) mata a su hermano; Dios le advierte que la Tierra le negará sus frutos (por su ruptura con ella). Caín se va de la presencia divina, anduvo errante (y errado, diría Rius) y su hijo funda la primera ciudad. En el Éxodo, Dios escucha la opresión de su pueblo y se asocia con su líder (Moisés) y con la naturaleza (las plagas) para liberarlo. En Isaías, el pueblo recibe la promesa de un día glorioso en el que sí podrá gozar del fruto de su trabajo. En el Evangelio, Jesús dice que el sábado —el descanso, derecho laboral— es para el hombre, no el hombre para el sábado.

Jesús plantea la disyuntiva: no se puede servir al Dios de la vida y a Mammón, el dios–ganancia. Es el mismo mensaje que el papa Francisco recordó a empresarios y trabajadores en Ciudad Juárez. En suma, como decía el teólogo vasco Xabier Pikaza en un seminario sobre “Biblia, poder y dominación” para todo el Sistema Universitario Jesuita: “El Dios verdadero es el que se opone a Mammón”.

 

David Foust Rodríguez / Académico del ITESO

Subcontratación en la industria electrónica

El Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), a principios de los años noventa, favoreció el flujo de la inversión extranjera directa en México, lo cual se tradujo en un impulso a la industria electrónica en Guadalajara. Los gobiernos dieron facilidades para la instalación de empresas multinacionales, con lo que esperaban afrontar el problema del desempleo y prometieron hacer de Jalisco un nuevo enclave de desarrollo económico en la región. Desde el principio promovieron las ventajas del estado por su ubicación estratégica respecto del mercado estadounidense, por su infraestructura de comunicación y por su mano de obra “competitiva”; es decir, abundante y de bajo costo.

A mediados de la década de  los noventa el Área Metropolitana de Guadalajara se había convertido en uno de los principales destinos de las empresas manufactureras por contrato; empresas como Sanmina, Flextronics y Foxconn, entre otras, que producen para grandes marcas comerciales de dispositivos electrónicos, formaron el clúster de la electrónica. De 1996 a 2000 esta industria registró un aumento sostenido del número de trabajadores empleados y llegó a cubrir alrededor de 80 mil empleos directos en 1999. Aunque, debido a una crisis de sobreproducción en el plano internacional, en 2001 llegaron a perderse aproximadamente 25 mil empleos y la industria sufrió una caída de 10% en sus exportaciones. Desde entonces las empresas instrumentaron diversas estrategias para reducir sus costos de producción sin afectar sus ganancias.

Debido a la interconectividad y la flexibilidad de estas empresas, el empleo depende, principalmente, del ritmo de la demanda internacional, de la reestructuración tecnológica y de la organización del trabajo. De allí que, para enfrentar las fluctuaciones del mercado, la industria electrónica haya emprendido una estrategia de subcontratación de empleo.

La subcontratación significa que los trabajadores, el eslabón más débil, cargue con el peso de la cadena de valor de la industria para hacerla competitiva. Así, las agencias de subcontratación pasaron a sustituir a las empresas en la relación laboral y se convirtieron en las principales operadoras de este modelo de producción de precariedad laboral.

Estas agencias de subcontratación ofrecen contratos temporales y seriados, desde 15 días, uno, tres, seis meses o hasta un año; piden disponibilidad de horarios para rolar turnos; privilegian la contratación de mujeres jóvenes o adultas con escasa escolaridad; imponen jornadas de trabajo de 10 o 12 horas diarias, debido a las horas extraordinarias que exige la producción, y pagan salarios muy bajos, en promedio 130 pesos diarios, con los que se puede adquirir menos de 50% de una canasta básica alimentaria. Por otra parte, la renovación constante del contrato de trabajo impide a los trabajadores generar antigüedad y permite a las empresas evadir los pagos por liquidación. Estas condiciones de empleo también han hecho difícil la organización de los trabajadores para exigir condiciones laborales más justas.

Los 23 años de TLCAN han dado como saldo una creciente precarización del trabajo y del empleo en la industria electrónica. Los trabajadores se quejan, principalmente, de la sobrecarga de trabajo y de la presión a que son sometidos en las líneas de producción, además de los bajos salarios, despidos sin previo aviso, pérdida de prestaciones y de la inestabilidad laboral. Con este régimen de subcontratación de la mano de obra, en la industria electrónica se han estabilizado los empleos temporales, subcontratados, flexibles y mal pagados: el permanente empleo precario.

 

Gabriel Mendoza Zárate, SJ / Autor del libro La fábrica de la crítica

Discapacidad y trabajo

Vivimos en una economía de mercado. En ella requerimos de dinero para acceder a gran parte de todo lo que necesitamos para vivir. Ese dinero lo obtenemos mayormente mediante la remuneración que obtenemos de nuestros trabajos. Así, el trabajo es una clave para satisfacer las necesidades básicas y prioritarias de las personas, además de ser un factor esencial de la realización personal de gran parte de la población —al lado del trabajo de reproducción social en el hogar, la familia y la comunidad—. El trabajo digno y socialmente útil, nombrado igualmente “trabajo decente” en la Ley Federal del Trabajo, es también un derecho social y es el que sostiene la actividad económica de las sociedades.

El trabajo decente, el que la Organización Internacional del Trabajo promueve y exige a los países miembros como factor clave para alcanzar una globalización justa y reducir la pobreza, “significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afecten sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres”.1

Pero ¿qué pasa con ese derecho y esa necesidad de trabajar decente o dignamente cuando sufrimos alguna discapacidad? Si para una persona sin discapacidad es difícil conseguir trabajo, imaginemos lo complicado que es para una persona que enfrenta alguna.

Las personas con discapacidad representan aproximadamente 15% de la población mundial, es decir mil millones de personas, de las cuales 80% se encuentra en edad para trabajar. No obstante, su derecho al trabajo con frecuencia es denegado debido a barreras actitudinales, físicas y de información que les impiden el disfrute de la igualdad de oportunidades y el derecho al trabajo. Por esta razón experimentan mayores tasas de desempleo e inactividad económica, por lo que un gran porcentaje busca la protección social para reducir la pobreza.2

¿Qué hacer? Para la Organización Internacional del Trabajo es necesario un doble enfoque para la inclusión de las personas con discapacidad como compromiso de larga duración: un eje que se refiere a programas e iniciativas específicas para personas con discapacidad, destinadas a superar desventajas o barreras particulares. El segundo eje busca garantizar la inclusión de las personas con discapacidad en los servicios y actividades de carácter general, como la formación profesional, la promoción del empleo, planes de protección social y estrategias para la reducción de la pobreza.

En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica del INEGI, en 2014 la prevalencia de la población con alguna discapacidad en el plano nacional es de 6%, y en Jalisco de 7.4% (aproximadamente 290 mil personas en el estado), aunque no existe un dato preciso, pues no existe a escala nacional, y mucho menos estatal, un padrón puntual del número de personas de acuerdo con su tipo de discapacidad.3

En Jalisco no existen políticas públicas para personas con discapacidad que les permitan ejercer plenamente sus derechos humanos, entre ellos el acceso a la salud y a la educación, lo que dificulta aún más su inclusión laboral. Lo único con lo que se cuenta es el Programa Nacional “Abriendo espacios” de la STPS, que se promueve a través del Servicio Nacional del Empleo, que tiene la finalidad de buscar espacios de trabajo para personas con discapacidad y adultos mayores. Adicionalmente, se otorga el Distintivo Empresa Incluyente “Gilberto Rincón Gallardo”, con el cual se reconoce a las empresas que cuentan en su plantilla laboral con personas en situación de vulnerabilidad, entre las que se encuentran las personas con discapacidad.

La inclusión laboral de las personas con discapacidad sigue siendo una tarea pendiente. “La peor discapacidad es no darnos cuenta de que todos los seres humanos somos iguales y, por lo tanto, debemos tener las mismas oportunidades”.

 

Notas al pie

1 OMS/Banco Mundial (2011). Informe mundial sobre la discapacidad.

2 OIT (2003). “Trabajo decente, concepto e indicadores”. Revista Internacional de Trabajo, vol. 122, no. 2.

3 INEGI/ENADID, 2014.

 

Violeta Azcona / Consultora empresarial en materia laboral, especialista en estudios sobre trabajo y discapacidad

Ciencia a sorbos

Trabajo y tecnología

“En el futuro no muy lejano robots y algoritmos van a remplazar a trabajadores que hagan tareas estructuradas y repetitivas, obreros en fábricas que hagan este tipo de tareas van a ser remplazados por robots, incluso gentes en oficinas que hagan cosas muy estructuradas podrán ser remplazados por la artificial intelligence.” Esto lo dijo Cipriano Santos, experto en matemáticas aplicadas, en la celebración del 13 aniversario del Café Scientifique el pasado 5 de septiembre. Aunque no escatimó en subrayar la imposibilidad de que la ciencia alcance a la inteligencia humana, pues “se trata de una arquitectura distinta, nosotros tenemos creatividad”.

Esta percepción de que la ciencia, y particularmente el desarrollo tecnológico, terminará por sustituir el trabajo humano es propia del pensamiento moderno. La revolución industrial trajo consigo una relación ambivalente con el desarrollo tecnológico, amado por unos y temido por otros. Según una encuesta del 2015 de Workmonitor, estudio trimestral de tendencias del mercado laboral de la consultora multinacional Randstad, 56% de los mexicanos piensa que su actual trabajo será automatizado durante la próxima década; más de la mitad de los chilenos; 70% en la India; 68%China y 54%Turquía.

Como también lo anotó Santos en su charla, pese a vivir en una sociedad del conocimiento, la ciencia tiene límites. La creatividad y la posibilidad del pensamiento abstracto son propias de las personas, por lo que “estudiar ingenierías, matemáticas, física, biología, ser poetas, pintores, músicos, crear empresas […], hacer cosas que no las puedan hacer las máquinas” ofrecen grandes posibilidades de desarrollo. Curiosamente, las mismas cosas que están en la base del pensamiento científico: curiosidad y creatividad.

Si bien el trabajo y la tecnología han sido desde la prehistoria un binomio inseparable, en la actualidad la vertiginosidad del cambio ejerce una mayor presión social. De ahí que la comprensión de sus implicaciones y la responsabilidad ética que de ellas se derivan debieran de ubicarse en el campo de reflexión tanto de productores como de usuarios.

 

* Consulta los audios de las sesiones del Café Scientifique ITESO, una fuente de información y diálogo en torno a la ciencia: http://cultura.iteso.mx/cafe_scientifique

 

Maya Viesca / Académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO