Ciencia a sorbos

El derecho a la información científica (y a su comprensión)

Maya Viesca

Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la
comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los
beneficios que de él resulten.
Artículo 27 de la Carta internacional de Derechos Humanos.

En estos días, circulan en redes sociales invitaciones para participar en marchas “a favor de la ciencia”. En México, la principal motivación está relacionada con los presupuestos asignados para becas de investigación, mientras que en Estados Unidos ha sido una reacción a la postura expresa del presidente Donald Trump de recortar la financiación y restringir a los científicos la comunicación al público de los resultados sobre el cambio climático.

Entre otras manifestaciones, el popular comunicador de ciencia estadunidense Neil deGrasse Tyson publicó un video que contiene “las más importantes palabras qué jamás haya dicho”,[1] y en donde argumenta que, mientras que Estados Unidos logró ser, lo que es actualmente, a partir de industrias basadas en la innovación en ciencia y la tecnología, pareciera que en la actualidad algunos poderosos están en un estado de negación respecto a lo que es la ciencia: “un ejercicio permanente por saber lo que es verdad”, un dinamismo que genera conocimiento en continua revisión y sobre el cual no cabe la elección de creer o no creer, sino de comprender, y que es en el momento en que aceptamos esta realidad, expresa de deGrasse, que puede comenzar el diálogo político para tomar decisiones respecto a los problemas a los que la ciencia nos enfrenta.

La ciencia es política. Negar la información científica es un acto político. Negarse a comprender cómo funciona la ciencia también es un acto político. Como dice la Carta internacional de los derechos humanos, participar en el progreso científico es un derecho humano, con su contraparte de obligatoriedad.

El acceso y la comprensión del conocimiento científico es tarea de los espacios de divulgación, pero también la construcción de espacios de diálogo. Escenarios que requieren, por un lado, la aceptación de los investigadores de que la producción científica conlleva una responsabilidad social de comunicación, y a su vez, la propia responsabilidad política de los ciudadanos de exigir en todas las esferas —educativa, religiosa, económica— el acceso y, particularmente, la comprensión del conocimiento científico, de tal suerte que brinde la suficiente alfabetización científica que nos permita comprender cómo es que esta funciona y tener una opinión informada para participar políticamente en el diálogo de toma de decisiones.

* Consulta los audios de las sesiones del Café Scientifique iteso, una fuente de información y diálogo en torno a la ciencia en: http://cultura.iteso.mx/cafe_scientifique

[1] Las citas alusivas a Neil deGrasse Tyson fueron tomadas del video Science in America (La ciencia en Estados Unidos).

Referencias

DeGrasse Tyson, N. Science in America (La ciencia en Estados Unidos). Redglass Picture. Recuperado el 19 de mayo de 2017 de https://www.youtube.com/watch?v=vfz5WJ2fPLA

La Pizca. La proposición

¿Cómo vincular el legado ignaciano y el derecho a la comunicación sin caer en burdos anacronismos? La comunicación es una noción clave para acercarnos a la obra ignaciana. En efecto, los ejercicios espirituales, las constituciones, el epistolario y demás textos de Ignacio de Loyola pueden abordarse en clave comunicológica. Ejemplo de ello es este fragmento de los Ejercicios espirituales (Loyola, 2011), que —igual que la inscripción en la puerta por la que nos hace cruzar Dante— sirve de advertencia, de regla de juego a todo lo que sucederá después entre el que da los ejercicios y el que los hace. Dice el texto:

[box]22 Para que así el que da los exercicios espirituales, como el que los rescibe, más se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen christiano ha de ser más prompto a salvar la proposición del próximo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende, y, si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve (Loyola, 2011, p.15).[/box]

Aquí se propone una transacción de beneficio recíproco “más se ayuden y se aprovechen” por encima de la integridad del contenido de la transacción. Se pide una predisposición independiente de la comunicación que ha de ocurrir: “ser más prompto a salvar la proposición del próximo, que a condenarla”. Se trata de una pre‒posición ante la proposición del otro. La comunicación, pues, parte no de una necesidad informativa sino de una claridad de la posición de uno frente al otro. Y esa posición está marcada por el signo de la gratuidad interesada en la salvación (el bien) del otro. Esta es la premisa de todo ejercicio comunicacional, en donde lo que se custodia no es una verdad, idea, ideología, por más sustentada que esté, sino que lo custodiado es la relación de los actores del acto comunicativo. Esta dinámica no elude la crítica, todo lo contrario: supone escenarios de discrepancia, de no poder “salvar” la proposición a la primera.

Para Ignacio, la comunicación conlleva la tensión entre el deber con la verdad y el deber con el otro. Es una tensión imposible de superar con leyes y artículos sextos constitucionales porque la única manera de cargar las realidades en tensión es desde registros de gratuidad que por definición son contrarios a la ley.

Referencias

Loyola, I. (2011, 31 de agosto). Ejercicios espirituales. Linkgua digital. Recuperado el 23 de mayo de 2017 de: https://goo.gl/5eZhkC

 

Juan Carlos Henríquez, sj / Profesor‒investigador de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

La defensoría de las audiencias como autorregulación ética

Juan Carlos Núñez Bustillos es licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (iteso). Desde 1988 inició su trabajo como reportero en estaciones de radio y diversos periódicos. Estudió el máster en periodismo impartido por la Universidad Autónoma de Madrid y el diario El País. Actualmente dirige la revista Jaliscocina y colabora en Análisis Plural y Magis.

Como defensor del lector del periódico Público (que circuló con ese nombre durante 14 años), nos comparte su experiencia y conocimientos sobre la defensoría como herramienta de autorregulación ética en los medios de comunicación.

¿Qué es la defensoría de las audiencias?
Es un mecanismo de autorregulación que tienen algunos medios de comunicación con intención de ejercer un periodismo ético, técnica y profesionalmente adecuado. Se toman en cuenta diferentes aspectos como el código de ética del propio medio, los consejos de lectores y el defensor de las audiencias.

¿Cuáles son las características de un defensor?
Que facilite y propicie un diálogo. Lo que se requiere es saber de periodismo: criterios técnicos, factores de interés y conocer de ética periodística. Además, sentido analítico para procesar las quejas y asertividad para decir con claridad la conclusión del caso. Otra característica es la independencia.

¿Por qué la figura del defensor de las audiencias no se ha consolidado en México?
Por la falta de autocrítica de los medios de comunicación. Un defensor, a veces, no es cómodo. Además, la crisis en los medios hoy privilegia la rapidez y la eficacia financiera sobre la ética. En algunos casos, tener un defensor puede costar dinero.

¿Cuál consideras que fue tu mayor logro como defensor?
Yo creo que haber facilitado procesos de diálogo. Los casos más interesantes y difíciles de resolver son aquellos donde no eliges si algo está bien o mal sino que tienen dos lados, se prestan a una reflexión más profunda.

Los pocos defensores están en medios públicos, ¿por qué crees que sucede?
Tiene que ver con la voluntad del medio. Los medios públicos tienen, dentro de su razón de ser, la comunicación pública y procuran el beneficio de la sociedad. En los medios privados el interés principal está en el beneficio de los dueños.

¿En qué contribuyen los defensores a la formación de audiencias críticas?
Cuando haces un análisis para determinar la razón por la que se publicó tal cosa, las audiencias van entendiendo cuáles son los criterios profesionales y éticos con los que trabajan los medios, son espacios de aprendizaje.

 

Graciela Larios / Periodista y comunicadora pública