Clavigero Núm. 34

Estudiantes en movimiento

Periodo: noviembre 2024–enero 2025

Este número de Clavigero, comunidad de saberes, explora la potencia y el impacto de la acción colectiva estu­diantil. Lxs estudiantes nos organiza­mos para transformar el mundo desde las necesidades concretas de nuestros con­textos. Nos comprometemos a cuidarnos y proteger el entorno, cuestionando estruc­turas de poder y un sistema que destruye la vida. En colectivo, desarrollamos pensa­miento crítico, nos hacemos preguntas y buscamos respuestas.

Mariana López Uribe, Pablo Zayas Morales y Tlali Sofía Olivarez Ayala, estudiantes de la Licenciatura en Gestión Pública y Políticas Globales del ITESO

Carmen Sofía Vergara Interián, estudiante de la Ingeniería en Biotecnología del ITESO

Elías González Gómez y Cristina Ulloa Espinosa, académicos del ITESO

Publicado: 2024-11-01

 

Contenido

Editorial
Mariana López Uribe, Pablo Zayas Morales, Tlali Sofía Olivarez Ayala, Carmen Sofía Vergara Interián, Elías González Gómez y Cristina Ulloa Espinosa
El genocidio en Palestina
Colectivo de Solidaridad y Resistencia con Palestina ITESO
Movimientos estudiantiles en México: aprendizajes
Entrevista a Carmen Leticia Díaz Alba
Mariana López Uribe, Tlali Sofía Olivarez Ayala y Pablo Zayas Morales
Retomar los espacios de acción común
Wendy Monserrat López Juárez
De las universidades a las calles: la fuerza de los movimientos estudiantiles
Carmen Sofía Vergara Interián, Mariana López Uribe, Pablo Zayas Morales, Tlali Sofía Olivarez Ayala y Cristina Ulloa Espinosa
Infografía: María S. Magaña
El movimiento estudiantil. La voz irreverente que va hasta el final
Juan Manuel Maestre
Ciencia a sorbos. Independencia de criterio
Maya Viesca Lobatón
La Pisca. Acompañar movimientos juveniles desde la espiritualidad ignaciana
David Fernández, S.J.
La Juventud Comunista de México. Una organización de abajo y a la izquierda
Juventud Comunista de México, Jalisco
Movilizar las emociones, movilizar la justicia social
Ana María Vázquez
Evolución de los movimientos estudiantiles chilenos
José Manuel Pino Jáuregui

Evolución de los movimientos estudiantiles chilenos

José Manuel Pino Jáuregui / asesor de gabinete en la Subsecretaría de Servicios Sociales del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, Gobierno de Chile

Ilustración: Javiera Paz Muñoz Repetto, @javierarepetto

En la década de los noventa, tras el fin de la dictadura de Pinochet, los estudiantes chilenos comenzaron a reorganizarse, inicialmente centrándose en temas como la democratización interna de las universidades y la mejora de las condiciones educativas. Sin embargo, fue en 2006, con la “Revolución Pingüina”, cuando los estudiantes secundarios tomaron un protagonismo significativo. Demandaban la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, mejoras en la infraestructura escolar y la gratuidad del pase escolar.

El movimiento de 2011–2013 marcó otro punto de inflexión, esta vez liderado por estudiantes universitarios. Sus demandas incluían la desmunicipalización de las escuelas, la eliminación del lucro en la educación y la gratuidad universitaria. Las masivas movilizaciones pusieron en jaque al gobierno y lograron introducir el debate sobre la educación en el centro de la política chilena, además de incorporar un nuevo actor en la escena política: los jóvenes.

Aprendizajes en el camino

A lo largo de los años los movimientos estudiantiles han aprendido a articular sus demandas de manera más efectiva, utilizando herramientas modernas de comunicación y organización. Han desarrollado una sólida capacidad para movilizar a grandes sectores de la población, integrando a profesores, padres y ciudadanos en general en sus protestas.

También se ha desarrollado la capacidad de negociar y participar en mesas de diálogo con el gobierno, así como continuar la formación política universitaria para que las nuevas generaciones sigan luchando por las inequidades del sistema educacional local. Un ejemplo es la creación del Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación en 2006, que incluyó a representantes estudiantiles. A pesar de los desafíos y la represión, se ha mantenido una estructura organizativa flexible y descentralizada, que permite adaptarse rápidamente a los cambios en el contexto político y social, sin importar quién esté gobernando. El movimiento estudiantil chileno es transversal respecto a los gobernantes.

La presente coyuntura: de las aulas al gobierno

Uno de los resultados más significativos es la transición de líderes estudiantiles a cargos de poder político. Figuras como Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, quienes fueron líderes destacados en las protestas de 2011, han ascendido a posiciones de liderazgo en el gobierno. Gabriel Boric alcanzó la presidencia de Chile en 2022, marcando un hito histórico para un país que vio crecer desde 2006 un movimiento estudiantil que se ganó el derecho a ser integrado como actor político, indicando que la edad no es un factor que impida pensar en las grandes transformaciones de una nación.

Esta transición presenta nuevos desafíos y oportunidades. Por un lado, estos líderes tienen la oportunidad de instrumentar las reformas por las que lucharon como estudiantes, con un enfoque en la educación gratuita y de calidad. Por otro, enfrentan la dificultad de equilibrar las expectativas de sus bases con las realidades del ejercicio del poder. Las demandas y los principios que impulsaron desde las calles ahora deben ser negociados en el marco institucional y político, lo que requiere pragmatismo y habilidad política.

Conclusión

El movimiento estudiantil chileno es una escuela de formación política decisiva para muchos de los actores actuales que estamos en el gobierno. Las decisiones y políticas puestas en marcha por estos líderes tienen sus raíces en las luchas y los aprendizajes de las movilizaciones estudiantiles desde 2006. La “Revolución Pingüina” y las protestas de 2011–2013 no solo lograron cambios específicos, sino que también forjaron una generación de políticos comprometidos con la justicia social y la equidad en la educación. Este legado perdura y ha demostrado que la acción colectiva estudiantil ha sido y sigue siendo vital para la evolución de la democracia en Chile.

Movilizar las emociones, movilizar la justicia social

Ana María Vázquez / académica del ITESO

Ilustración: Ma. Fernanda Justo, @ferapincel

Como signo de nuestros tiempos, la movilización liderada y sostenida por las juventudes se nutre de emociones: expresan y articulan de manera única energía, poder, creatividad y libertad. Desde su indignación y enojo hacia las instituciones de autoridad rígida —como el estado, la monarquía, la iglesia y las universidades— exponen problemas policríticos y retorcidos y exigen cambios sistémicos;[1] reúnen la no violencia y el optimismo en una estructura de liderazgos múltiples, orientándola a la incidencia política de alcance regional. Pero, también, en algunos casos, la movilización y la organización social enfrentan la represión, la vigilancia, la desaparición y la muerte: ¿cómo actúan las juventudes en estos contextos? ¿Cómo hacen sentido de las emociones que circulan al interior y entre ellos?

En el contexto mexicano de violencia crónica la acción social requiere de un impulso cuyo motor son las emociones. Analizarlas en los movimientos juveniles nos enseña cómo operan en todos nuestros procesos de interacción, educativos y de acción política, y permite diseñar mecanismos para transferir las experiencias de unos entornos a otros.

La sociología ha buscado antes explicar la organización social a partir del comportamiento humano, profundizando poco y solamente a veces en los significados y las emociones que acarrea. Ahora, de la mano de la Pedagogía de la Incomodidad,[2] podemos afirmar que al incorporar las emociones —individuales, del grupo y de otros— en el análisis, se potencia la acción y la formación para la justicia social. Formar en y con las emociones es una apuesta política colectiva, cuyo punto de partida es el compromiso y la apertura de las y los participantes para identificar sus historias, privilegios y motivaciones. Trabajar desde las emociones requiere, además, el acompañamiento de pares y facilitadoras/es que cuiden el balance entre seguridad emocional e incomodidad.

Los movimientos sociales y de protesta, especialmente los que congregan juventudes, son un recurso de acción colectiva que aprovecha las crisis y complejiza la agenda política, social, económica, cultural y ambiental. Además de conocer por qué se movilizan, analizarlos requiere reflexionar sobre los recursos emocionales en el proceso y cómo pueden sostenerse desde las universidades.

Asegurar el diálogo colectivo en presencia de las emociones implica también retos: ¿cuáles serán las pautas para acoger ideas o textos con una orientación política o una ontología emocional distinta a la del grupo? ¿Qué acuerdos se tomarán para evitar la “cancelación” y avanzar en el aprendizaje? Un paso es recordar que, en buena medida, el interés que mueve al grupo surge de la capacidad y el compromiso de sus integrantes en conectar emocionalmente con otras y otros, y que  resguardar y dar espacio a una amplia gama de emociones permitirá transitar de un proceso formativo de incomodidad a uno de esperanza.[3]

 

[1] Buchanan, R. (1992). Wicked Problems in Design Thinking. Design Issues, 8(2), pp. 5–21. https://bit.ly/4eCFFub

[2] Walker, J., & Palacios, C. (2016). A pedagogy of emotion in teaching about social movement learning. Teaching in Higher Education, 21(2), pp. 175–190. https://bit.ly/3XFZt9v

[3] Freire, P. (1992). Pedagogía de la esperanza: una revisión de la pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

La Juventud Comunista de México

Una organización de abajo y a la izquierda

Juventud Comunista de México, Jalisco

Ilustración: Rini Templeton

Ser parte de nuestra organización es una experiencia que no puede ser explicada cabalmente solo con decir que se pertenece a una organización política, ni con este texto que ahora lees. El concepto de “militante” transmite poco a quien únicamente conoce el quehacer político como una actividad ajena, como un cúmulo lejano de decisiones y planes de los que solo somos partícipes con nuestra ausencia, decisiones de las que recibimos las consecuencias adversas. Consecuencias que, por cierto, a esxs pocxs sí presentes rara vez alcanzan.

En lo cotidiano estar en la organización se expresa como dar gran parte de la poca vida que nos queda tras dar la que exige nuestro entorno. Es salir de clases o del trabajo para encontrarnos en reuniones, a veces para estudiar, leer y analizar. Otras para ponerse de acuerdo, proponer, discutir u opinar y, finalmente, ir a hacer lo que acordamos. Sin recibir remuneración o recompensa alguna, porque no queremos nada del estado ni de sus dueños. Aun así, sí recibimos algo, alegrías que nos eran desconocidas, también tristezas. Pero esto es solo lo más inmediato, hay mucho más.

Hay todo un ámbito de nuestras vidas que es completamente inexplorado por la mayoría de las personas en toda su amplitud: el ámbito político–económico. No se agota en las urnas, en los ocasionales desacuerdos, en nuestras amistades o en lo que consumimos o no. Es cada interacción entre personas que culmina en la articulación de sus múltiples esfuerzos hacia un fin. De ella se desprenden fenómenos y estructuras sociales, sistemas económicos… Lo que se debe destacar es que en estos complejos procesos y estructuras participan la mayoría de las personas, sin darles consideración alguna, aunque determinen casi la totalidad de su existencia. Son circunstancias que simplemente se asumen como dadas y ante las cuales no ven alternativas ni esperanza de modificarlas.

Contrario a esto, ser comunista implica, en un inicio, no asumirlo, aceptarlo e identificar en nuestro sistema económico el capitalismo, un planteamiento irracional y pernicioso. ¿Por qué guiar todo esfuerzo humano en función de la acumulación, mediante trabajo no retribuido que llamamos ganancia? Tanto las necesidades humanas como la estabilidad de los ecosistemas y los procesos del planeta que sustentan a todas las formas de vida se han tratado como simples medios o consideraciones secundarias y prescindibles. Pero es crucial que no nos quedemos en el análisis, hace falta mucho trabajo y esfuerzo. ¿Quiénes van a reclamar nuestra participación en el rumbo que toma la humanidad, la participación de todxs los que faltamos, si no nosotros, quienes escribimos y quienes nos leen? Si no ahora, ¿cuándo?

Al revisar la historia comunista, internacional y multifacética, sus objetivos, la miseria contra la que se ha luchado, las herramientas para analizarla y el futuro que se sueña, encontramos ideas, esfuerzos y sacrificios que, con la irrefutable claridad de un pasado que también es presente, reflejan la actualidad de nuestras vidas. Entendemos que, si tu supervivencia solo puede lograrse trabajando para enriquecer a otrxs, la causa proletaria también es tuya. Esa causa, que sentimos nuestra, da vida a nuestras más viscerales convicciones y a razonamientos de resplandor certero.

Nos empeñamos así en crear una herramienta de lucha para toda la juventud mexicana, que crezca y se desarrolle, más allá y mucho después de quienes ahora somos. La nombramos la Juventud Comunista de México.

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JCM Jalisco: @jcmjalisco

Acompañar movimientos juveniles desde la espiritualidad ignaciana

David Fernández, S.J. / Mecanismo de Esclarecimiento Histórico de la Comisión de la Verdad sobre la Guerra Sucia

Ilustración: Alex Serpas

El modelo económico actual ha ampliado la brecha entre ricos y pobres, ha profundizado los procesos de explotación y opresión con la precarización del empleo y la concentración del ingreso, ha depredado ecológicamente la totalidad del planeta y ha contribuido a la deshumanización palpable del orbe. La crítica al actual sistema nos une, pues, al movimiento estudiantil de 1968.

Como planteaban los estudiantes del mayo francés, o del movimiento mexicano del 68, es necesario revertir la historia, subvertirla, lanzarla en otra dirección. El horizonte utópico sería la construcción de una cultura del trabajo y la austeridad como sustitutiva de la civilización del capital y el desperdicio.

Como universitarios y jesuitas necesitamos mirar atrás para lanzar la historia hacia adelante, hacia una mayor liberación, una democracia más profunda y una justicia social más abarcante.

La espiritualidad ignaciana es, antes que nada, una espiritualidad situada, es decir, que actúa siempre en un contexto determinado y no se abstrae de la historia. Es la espiritualidad que nace de la mirada con que “la Trinidad mira al mundo”, una ojeada escrutadora, analítica, compasiva, cuya finalidad es “hacer redención”, actuar para transformar la realidad.

Por eso, hoy como ayer, como hicimos con el movimiento del 68 y con el #YoSoy132, las instituciones confiadas a la Compañía de Jesús seguimos optando por acompañar a los movimientos juveniles. Ellos son el germen del futuro, son el presente de la historia, y tenemos una responsabilidad indeclinable en su origen y en su destino.

Independencia de criterio

Maya Viesca Lobatón / académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO

¿Qué tienen que ver los movimientos estudiantiles y la divulgación de la ciencia? A primera vista tal vez poco. No obstante, si consideramos que la mayor parte de estos han buscado sensibilizar a la sociedad respecto a problemas públicos y aquellos relacionados con la democracia, la distancia parece acortarse.

En fechas recientes, mujeres y hombres estudiantes, científicos y ciudadanos, han realizado en algunos países la llamada “marcha por la ciencia” en demanda de mejores condiciones para la investigación científica y el reclamo de una ciencia que atienda el bien común, subrayando el papel que esta desempeña en la vida cotidiana de todos. En diferentes publicaciones desde su primera edición en 2017 se ha destacado, como lo hace Verónica Guerrero para Ciencia UNAM, que “la ciencia no es solo un cuerpo de conocimientos, sino también una actitud frente a la vida, que incluye escepticismo, apertura, rigor, pensamiento lógico y apego a los resultados o evidencias”, y que “la divulgación científica debe tener, como elementos primordiales, la capacidad de conseguir que las personas ejerzan su libertad de pensamiento, aprendiendo a generar y defender sus propias opiniones, sustentadas en el conocimiento y el análisis crítico, bases propias del quehacer científico”.[1]

Tal vez fueron estos propósitos los que hicieron que Luis González de Alba (1944–2016), uno de los líderes del movimiento estudiantil de 1968, el más significativo en la historia de nuestro país, desarrollara a lo largo de su vida una sólida trayectoria en la comunicación de la ciencia. El entonces estudiante de Psicología perteneció al Consejo Nacional de Huelga, y tras las protestas en Tlatelolco fue detenido durante dos años en la cárcel de Lecumberri, donde escribió Los días y los años, una novela testimonial de su experiencia en el movimiento.

Multifacético personaje, le interesaba la música, la biología, la astronomía, la física, y la política, además de ser empresario y activista de los derechos LGBTQ+. Como escritor cultivó la novela, la poesía, la traducción y el ensayo, y por su trabajo como periodista obtuvo el primer Premio Nacional de Periodismo en 1997. Sus columnas de divulgación de la ciencia fueron durante mucho tiempo las únicas en su tipo en el país. Durante diez años escribió “La ciencia en la calle” en el diario La Jornada, posteriormente la columna “Se descubrió que…” en Milenio Diario, entre otras publicaciones.[2] Participó en el Café Scientifique del ITESO en septiembre de 2010,[3] donde charló sobre el origen de la ciencia.

En Luis González de Alba. Un hombre libre,[4] obra que recupera textos escritos sobre él, los autores coinciden en subrayar su férrea ética, en la que la búsqueda de la verdad desde la razón —algo siempre en tránsito, cuestionable, en construcción— tiene un papel central. González de Alba protagonizó un movimiento por la libertad de cátedra, rechazó el autoritarismo, buscó mayores libertades políticas y civiles, y posteriormente encontró en la comunicación de la ciencia un espacio de continuidad, un medio para seguir agitando ideas, entre ellas que la libertad solo puede estar fincada en la posibilidad de fraguarse un criterio independiente.

 

[1] Guerrero, V. (2017). ¿Por qué una marcha por la ciencia? Paradigma XXI. https://bit.ly/4dike0w

[2] Blog que recupera las columnas que publicó González de Alba a lo largo de su trayectoria: https://bit.ly/3BfEgLP

[3] Archivo CPC. (s.f.). “La ciencia se originó solo una vez” con Luis González de Alba. ITESO. https://bit.ly/3zs6v9J

[4] Villarreal, R. (2018). Luis González de Alba. Un hombre libre. Tedium Vitae.

El movimiento estudiantil

La voz irreverente que va hasta el final

Juan Manuel Maestre / estudiante de Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello

Foto: thenews2.com, Depositphotos

Históricamente los jóvenes estudiantes hemos tenido un papel protagónico en los movimientos políticos de Venezuela. Esto comenzó con la voz irreverente que clamaba por la libertad de la llamada generación del 28, un grupo de 252 estudiantes que leyó un poema durante una celebración del Carnaval contra la dictadura del entonces presidente Juan Vicente Gómez. Más adelante, muchos de ellos terminaron instaurando por primera vez la democracia en Venezuela, que prevalecería durante varios años. Pero jamás se debe bajar la guardia en la defensa y revisión de la democracia que tanto ha costado conseguir, pues siempre existe el riesgo de perderla.

El movimiento estudiantil que conocemos hoy en Venezuela emerge también en un contexto autoritario, en la llamada Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez. En 2007 los estudiantes alzaron la voz contra la censura por parte del régimen, tras el cierre de uno de los canales de televisión más importantes del país: Radio Caracas Televisión. Así, nace la “Mano blanca”, un símbolo que nos representa, porque tenemos las manos abiertas, sin nada entre ellas que esconder, luchando de forma no violenta por recuperar el espacio cívico que poco a poco se nos ha ido arrebatando mediante represiones violentas, la censura y el exilio de nuestros compañeros estudiantes.

 

Fueron ellos, de las distintas universidades autónomas, quienes ese año lograron unir y liderar a la oposición venezolana para vencer por primera vez al chavismo en las urnas en el referéndum constitucional de 2007, diciendo “no” a la modificación de 69 artículos de la Constitución, que representaban un retroceso para la democracia del país. A partir de allí, el movimiento estudiantil comenzó a tener un papel fundamental en la sociedad civil, al denunciar abusos de poder del estado y defender la democracia y la autonomía universitaria. No obstante, cada vez es mayor la censura, la persecución y la tortura en todo el país, con la libertad de expresión restringida. Por ello, los estudiantes se encuentran mucho más limitados para accionar y, muchas veces, por nuestra seguridad y la de nuestras familias, caemos en la autocensura.

Aun así, continuamos agrupándonos en busca de mejorar las condiciones de los estudiantes y de incentivar la participación cívica de la juventud en los asuntos públicos. Todo esto es posible gracias al apoyo de asociaciones civiles, sociedades de egresados y demás organizaciones no gubernamentales que siguen creyendo que en las aulas podemos sembrar una sociedad más libre y justa. Los estudiantes venezolanos demostramos que, mediante la organización y las alianzas interinstitucionales, se pueden atender necesidades que nuestras universidades y la sociedad demandan, a las que el estado ha fallado en responder.

No obstante, cada vez enfrentamos más obstáculos impuestos por la tiranía: hoy estamos frente al fraude electoral más grande que ha visto América Latina, perpetrado por el régimen de Nicolás Maduro, el heredero de Hugo Chávez. Al estado venezolano no le conviene que la juventud esté formada y sea crítica, por eso nos persiguen, nos censuran y nos asesinan, pero seguimos luchando hasta el final, pues el fin es recuperar nuestra libertad y restituir la democracia que tanto les costó conseguir a los jóvenes que nos antecedieron.

>> Conoce más en:
Movimiento estudiantil de la Universidad Católica Andrés Bello:
@ucabme

Retomar los espacios de acción común

Wendy Monserrat López Juárez / facilitadora del Centro Universitario Matías Romero de la Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca

Foto: Wendy Monserrat López Juárez

La presencia de jóvenes, y especialmente estudiantes, ha sido decisiva para provocar el movimiento en las sociedades. Es inevitable mencionar la importancia de las contraculturas en la década de los sesenta, que emergieron justo en los años dorados del capitalismo, pues desde entonces era evidente la transformación social que ocurría y que ha provocado el colapso civilizatorio–ambiental que ahora enfrentamos. Hubo también manifestaciones contra la guerra, que en esa época ocurría en Vietnam, además del movimiento feminista y los movimientos por la libertad de expresión. Actualmente estas dos luchas todavía continúan, así como la resistencia negra, afrodescendiente e indígena. Vivimos un nuevo periodo de guerras y atestiguamos el genocidio en Palestina.

La crítica al capitalismo y la inconformidad con las guerras no es algo nuevo, pero actuar se vuelve cada vez más urgente. No solo vivimos el fin de una era, sino el surgimiento de otra. ¿Cómo es el mundo que nos toca ver nacer? ¿Cuál es nuestro lugar y nuestro compromiso como jóvenes, estudiantes o docentes?

La organización social sucede en los espacios de encuentro; la escuela y las universidades han sido uno de ellos. Inicialmente, Universitas no aludía a un centro de estudios, sino a comunidades o grupos que buscaban una meta común. Más allá de un inmueble con salones, asignaturas, profesores, horarios y tareas, las universidades son sitios de organización social. Por ello, vale la preguntarnos qué es lo que estamos poniendo en común en estos espacios.

En Oaxaca, la Universidad Autónoma Comunal emerge como un lugar en el que compartimos la vida y los saberes comunitarios. Las aulas y los profesores no ocupan un puesto central en el proceso, sino la experiencia de vida para proteger y defender lo comunitario, el lugar que habitamos. Las situaciones en cada región o comunidad son diversas: en la Sierra Mixe se promueven actividades para preservar la lengua originaria, en el Istmo de Tehuantepec se cuestionan los megaproyectos y su impacto en la vida comunitaria, así como el uso de energía verde, que despoja sus tierras y cambia sus formas de vida y métodos de subsistencia. Pasamos de la memorización de contenidos a la reflexión–acción en nuestros propios contextos.

El tema de la gentrificación y la turistificación ha sido relevante en varios países y ciudades, incluyendo México. Oaxaca figura entre las primeras ciudades del mundo donde ha habido protestas debido al turismo masivo, algunas otras son Barcelona, Medellín o Santorini. Muchas de estas protestas han sido reprimidas, así como ha sucedido en los campamentos instalados en contra del genocidio en Palestina en distintas universidades y ciudades del mundo. Sin embargo, la gráfica y las redes sociales han sido un medio común para hacer visibles las situaciones que vivimos.

No solo es importante sino necesario devolver a las universidades la característica de espacio para lo común, pasar de la educación convencional a la acción colectiva, compartir experiencias desde el contexto en el que vivimos y ser conscientes de nuestras posibilidades de acción. Que nuestros aprendizajes trasciendan los pizarrones y habiten lo cotidiano. Somos testigos del surgimiento de una nueva era: ¿cómo es el mundo que queremos construir y qué estamos haciendo para lograrlo?

>>Conoce más en:
https://uaco.edu.mx/

Movimientos estudiantiles en México: aprendizajes

Entrevista a Carmen Leticia Díaz Alba

Mariana López Uribe, Tlali Sofía Olivarez Ayala y Pablo Zayas Morales / estudiantes de la Licenciatura en Gestión Pública y Políticas Globales del ITESO

Carmen Leticia Díaz Alba es doctora en Ciencias Sociales y profesora del Departamento de Formación Humana del ITESO. Se especializa en género, movimientos sociales y derechos humanos.

Foto: Wirestock, Depositphotos

¿Qué estrategias y tácticas han sido más efectivas para los movimientos
estudiantiles en México? 

La estrategia más importante para los movimientos estudiantiles ha sido aprovechar su gran ventaja: compartir un espacio donde articularse y proponer diálogos que denuncien problemáticas. Aquí se construye politización: se toma conciencia sobre injusticias y se dialoga con personas que comparten la indignación que fomenta salir a la calle y confrontar el espacio público a través de tácticas como marchas, movilizaciones o toma de instalaciones.

No todos los movimientos de jóvenes son estudiantiles, pero los movimientos estudiantiles sí son jóvenes. En Guadalajara surgió el movimiento de los indignados, que organizaban asambleas y volanteos en espacios públicos para informar a la población sobre problemáticas y propuestas.

Además, otro espacio de disputa es el de las redes sociales, que ha permeado la forma en que se comunican y organizan los movimientos estudiantiles, marcando una diferencia al permitir a jóvenes de todo el mundo conectar con demandas y formas de actuar compartidas.

¿Cómo se han articulado los movimientos estudiantiles con otros movimientos en México?

El caso del #YoSoy132 logró una gran atención mediática, pues no había surgido un movimiento estudiantil tan grande desde la represión del 68 y en una universidad privada con estudiantes privilegiados. Para muchos esta fue la oportunidad de integrar otras luchas que ya existían en México, como la defensa del territorio, por la democratización y el zapatismo, que tuvo más eco en su crítica al estado y a la manipulación de los medios.

En otros movimientos, como el feminista, las compañeras dieron cuenta de relaciones de poder al interior de la organización y buscaron referentes que las explicaran. Los momentos de politización incentivaron a estudiantes a explorar dinámicas más allá del movimiento original, el estudiantil.

El movimiento por Ayotzinapa, que se dio en escuelas y universidades, hubiera sido muy difícil sin el antecedente de #YoSoy132, que dejó un legado de jóvenes politizados con experiencia para organizar marchas, eventos, comités y comunicación para un público amplio. Esta estructura se reactivó para acompañar a padres y madres de los jóvenes de Ayotzinapa, y después se tradujo en movilizaciones masivas durante dos años en todo el país.

¿Cuáles son los retos actuales que experimentan los movimientos estudiantiles en México?

1. Las universidades ya no apuestan por la crítica social y han dejado de ser espacios de politización, con excepción del feminismo.

2. Vivimos un momento de gran precarización que dificulta la participación de jóvenes en actividades colectivas. Económicamente, estamos en un momento muy complejo que juega en contra de la organización de la acción colectiva y en beneficio del sistema.

3. El aumento de violencia dificulta que jóvenes tomen el riesgo de colectivizarse e integrarse a movimientos.

4. Existe un gran desánimo en temas ambientales. Discursos catastrofistas de que estamos en un punto de no retorno generan ansiedad y desinterés de responsabilizarse.

5. Un reto es lograr manejar la rotación, pues hay pocas prácticas que sistematizan lo que se ha hecho, por lo que no se transmite el conocimiento de una generación a otra. El reto es aprovechar que siempre hay gente nueva y construir una cultura organizacional que vaya más allá de que ciertas personas continúen, pues las mentes brillantes y destacadas con frecuencia terminan siendo cooptadas para desmovilizar.