El genocidio en Palestina

La tarea más importante del estudiantado no está dentro del salón de clases

Colectivo de Solidaridad y Resistencia con Palestina ITESO

Ilustración: Ma. Fernanda Justo, @ferapincel

Las primeras semanas del genocidio en Gaza fueron las más silenciosas. Solo aquellos que entendían que el conflicto inició mucho antes del 7 de octubre de 2023 levantaban la voz. A su llamado casi no se escuchaba respuesta, o al menos no resonaba en los medios de comunicación o en los discursos de la clase política, enajenada, indiferente y cómplice. Los murmullos se replicaban en las calles, allá donde ninguno de los poderosos se molesta en mirar.

Tras un mes, la máquina de propaganda ya estaba funcionando a toda potencia. Para muchos era más fácil dormir imaginando que nos parecemos más a los de arriba que a los de abajo, porque en Gaza hay niños debajo de los escombros y cuesta pensar que nuestras vidas también están a la merced de otros. Pasaron cientos de días y lo único que reveló el bombardeo de hospitales, viviendas, escuelas, mezquitas y campos de refugiados fue que Israel le había declarado la guerra a una población indefensa. El genocidio era innegable. El pueblo palestino, obligado a documentar su propio exterminio, se aseguró de ello.

Entonces los murmullos al otro lado del mundo incrementaron el volumen y las conversaciones después de clases se llevaron al aula, donde sucedía otra batalla: una batalla contra la descarada deshonestidad. Las demostraciones estudiantiles más notorias han sucedido en el corazón del imperialismo occidental: Estados Unidos de América (EUA) y Europa. Allí, las universidades no son solo cómplices sino patrocinadoras. En EUA el mecanismo más emblemático de resistencia es el campamento estudiantil, un método de protesta que resignifica los espacios de aprendizaje y busca que sus instituciones dejen de invertir en diversos sectores de la economía de Israel. La respuesta tanto de la mayoría de las universidades como de los gobiernos ha sido la represión.

Aquí en el sur global la relación con Israel no es tan evidente y la acción colectiva requiere de un ejercicio más profundo de razonamiento. Si bien la lucha dentro de las universidades es importante, cualquier logro será marginal si no se acompaña de otras formas de resistir: ocupando las calles, tomando una pluma y denunciando la complicidad de gobiernos que se rehúsan a dejar de comprarle armas y sistemas de espionaje. ¿Por qué las relaciones entre México e Israel continúan fortaleciéndose? Aunque México no participe directamente en el exterminio palestino, se mantiene en la fila, esperando su turno para recolectar los frutos de un orden mundial que siembra cuerpos en fosas comunes.

México agacha la cabeza ante la comunidad internacional mientras levanta el arma del enemigo —con su policía y sus fuerzas armadas entrenadas por Israel— contra sus estudiantes, trabajadores y pueblos originarios. Aquí es donde debe intervenir el estudiantado, cuyo privilegio del acceso a la educación superior le deriva la responsabilidad de hacer una de las cosas más difíciles para el “intelectual”: desaprender. Antes que hacer ajustes al currículo, les corresponde cuestionar la narrativa que se les impone desde arriba.

La lucha palestina es una cuenta regresiva en la que cada segundo es un segundo muy tarde, pero, mientras no gane la indiferencia —mientras apostemos por la organización— la resistencia continuará. Hay poder en el grito unísono y la marcha al mismo son, porque no son los pasos de los discursos políticos los que mueven al mundo, sino la incesante acción tectónica de las luchas sociales.

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Editorial

Ilustración: Rini Templeton

Este número explora la potencia y el impacto de la acción colectiva estudiantil. Lxs estudiantes nos organizamos para transformar el mundo desde las necesidades concretas de nuestros contextos. Nos comprometemos a cuidarnos y proteger el entorno, cuestionando estructuras de poder y un sistema que destruye la vida. En colectivo, desarrollamos pensamiento crítico, nos hacemos preguntas y buscamos respuestas.

Tejer redes que sostienen el trabajo y los sueños de muchas personas es una de las grandes fortalezas de la acción colectiva. Actuar en conjunto ofrece una valiosa oportunidad para aprender de y con los demás. Sabemos que encontrarnos es un logro en sí mismo.

Lxs estudiantes organizadxs nos convertimos en actores políticos capaces de colocar problemáticas y demandas en la agenda pública, y de ser la voz de quienes se encuentran más vulnerables en momentos de crisis. Somos capaces de imaginar y construir, junto con otros actores sociales, un futuro posible.

Mariana López Uribe, Pablo Zayas Morales y Tlali Sofía Olivarez Ayala, estudiantes de la Licenciatura en Gestión Pública y Políticas Globales del ITESO
Carmen Sofía Vergara Interián,
estudiante de la Ingeniería en Biotecnología del ITESO
Elías González Gómez y Cristina Ulloa Espinosa,
académicos del Departamento de Formación Humana del ITESO

 

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Natural olvido

Juan Nepote

 

¿Por qué recordamos ciertos nombres y algunos paisajes, pero nos olvidamos de otros? Ese aroma, el ritmo de una canción, la textura precisa de aquella mano… ¿Qué sucede para que una sonrisa, de entre miles de imágenes que nos sitian a diario, permanezca en nuestro recuerdo? Se sabe que, regularmente, la memoria funciona como una esponja que al primer apretujón queda vacía, lista para volver a volver a empezar. ¿Es la memoria esa brújula que orienta nuestra existencia o vamos por ahí sobreviviendo gracias a la desmemoria? Hasta el momento, la mejor respuesta es una combinación de recuerdo y olvido. Quienes estudian el cerebro reconocen que la memoria es más vulnerable y flexible de lo que se pensó por los siglos de los siglos: los recuerdos son cambiantes, están sujetos a permanente edición y reescritura. La memoria se parece a la imaginación: las dos nos sitúan en un espacio y un tiempo distintos a lo que experimentamos por medio de los sentidos. Al imaginar y recordar activamos circuitos cerebrales semejantes, esa es la razón por la cual muchas de las personas con amnesia también pierden la capacidad de imaginar. Y sin embargo la memoria en realidad son varias memorias: aquellas experiencias que se conservan tan solo por fracciones de segundos, las que perduran por días, o los recuerdos bien establecidos que se convierten en habilidades, por ejemplo. Cada vez que ponemos en marcha nuestra memoria la reconstruimos, alteramos los recuerdos mezclándolos con pensamientos y deseos actuales. Los estudiosos de la memoria han descubierto eso que los poetas siempre intuyeron: tan importante es recordar como lo es olvidar: olvidamos para seguir recordando.

Lo natural es que olvidemos… pero la memoria nos inquieta tanto que nos olvidamos del olvido, a pesar de que el mejor proceder de nuestro cerebro dependa, mayoritariamente, de nuestra capacidad para olvidar. Porque construimos nuestros conocimientos a partir de la información más mínima que logramos conservar o retener: olvidar nos permite alcanzar un alto nivel de abstracción para extraer lo esencial, así que, desde las neurociencias, es posible argumentar que el olvido define la inteligencia humana. Ludwig Börne, en un libro que tuvo una gran influencia en el jovencísimo Sigmund Freud, El arte de convertirse en un escritor original (1823), sugería: “Aquí va la receta práctica prometida. Tome unas hojas de papel y durante tres días sucesivos anote, sin falsificación ni hipocresía, cualquier cosa que le pase por la cabeza. Escriba lo que piensa de usted mismo, de sus mujeres, de la guerra de Turquía, de Goethe… o del juicio final, de quienes tienen autoridad sobre usted, y al cabo de esos tres días se asombrará de los pensamientos novedosos y sorprendentes de los que ha sido capaz”.

Es posible encontrar uno de los más elocuentes ejemplos de libre asociación en los nombres de las calles, que son como fósiles que conservan una imagen de otra época como un trampolín hacia otras épocas, paisajes, ecos. Por eso George Steiner se valía de las nomenclaturas urbanas para comparar las diferentes maneras de concebir el mundo en Europa y Estados Unidos, según cómo eligen los nombres de sus calles: en las ciudades de Europa, destacaba Steiner, “los hombres y mujeres urbanos habitan literalmente en cámaras de resonancia de sus logros históricos, intelectuales, artísticos y científicos. Y es que, mientras que nuestros vecinos —en sus ciudades pensadas para recorrerlas necesariamente en automóvil— apuestan por una nomenclatura pragmática: 5ª, 3ª, Pino, Arce, Roble, Norte, Oeste, los europeos se decantan por recordar a sus ilustres antecesores en los nombres de sus caminos —pensados para recorrerlos necesariamente a pie—: Victor Hugo, Descartes, Marie Curie, Galvani, y muchas veces acompañan los rótulos de las calles con una pequeña referencia a la persona en cuestión, lo que en palabras de Steiner provoca que ‘los hombres y mujeres urbanos habiten literalmente en cámaras de resonancia de sus logros históricos, intelectuales, artísticos y científicos’”.

Olvidar es natural, pero ¿qué lugar ocupa la naturaleza en esta construcción y reconstrucción permanente de nuestras memorias colectivas? Pongamos como ejemplo el nombre de esta revista: Clavigero, palabra que resuena en mi memoria hasta formar la imagen de una finca inolvidable: esta Casa ITESO Clavigero, que se ubica en una calle que ahora se llama José Guadalupe Zuno, porque un poco más adelante encontramos la casa que se construyó aquel personaje que logró la reinauguración de la universidad pública de Jalisco en 1925, mientras era gobernador. Pero José Guadalupe Zuno no vivió en la calle José Guadalupe Zuno, sino en la calle Bosque… porque ahí donde hizo su casa desembocaba un páramo de eucaliptos llamado Bosque de Santa Eduviges, del que ahora no queda nada, apenas un eco indescifrable: la colonia “Jardines del Bosque”. Y de los nombres de la naturaleza en las calles de nuestra ciudad también se han extinto otros: Barranquitas, Acequia, Maguey, Colmena, Laurel, Galápago, Avispero, Águila, Gorrión, Olas Altas, Alacrán, Caracol, Sapo, la Calle del Gallito o la Calle de los Pericos…

Pero en Guadalajara hay una encomiable victoria de la naturaleza sobre el asfalto y los ladrillos para nuestra memoria colectiva: durante casi un siglo el límite poniente de la ciudad de Guadalajara era un edificio, de estilo neoclásico y absolutamente memorable, que ocupaba unas ocho manzanas y estaba rodeado de un jardín esplendoroso: la Penitenciaría construida a partir de 1844, por mandato del gobernador de Jalisco Salvador Antonio Escobedo, en los paradisíacos terrenos que originalmente formaban parte de la huerta del antiguo Convento del Carmen, bien dotada de árboles sembrados por los carmelitas. Con el surgimiento de las colonias Francesa, Americana, Reforma, Obrera, Villaseñor y West End en los primeros años del siglo XX, el predio de la Penitenciaría se fue dividiendo, para permitir la creación de calles para los automóviles, y finalmente todo el edificio fue derrumbado (hasta que en 1932 se inauguró la nueva sede carcelaria, la Prisión de Oblatos, allá en el oriente de la ciudad, lejos de los chalets y casonas de postal europea que fueron poblando el paisaje del poniente de la ciudad).

Pero, en un episodio insólito, se decidió que parte del terreno que había quedado liberado por la demolición de la Prisión de Escobedo se convertiría ¡en un parque! Así que en los años treinta el gobierno de Jalisco convocó a un concurso para el diseño de esa área verde, que debía llamarse Parque de la Revolución. Entre los participantes estaba un ingeniero de unos treinta años de edad que regresaba a Guadalajara luego de una estancia en Europa y Nueva York cargado de ideas sobre el paisaje: Luis Barragán, que se organizó con su hermano mayor, Juan José, para elaborar el proyecto que ganó el concurso. Además de presentar unos planos sugerentes, los hermanos Barragán entregaron un manifiesto conceptual titulado Evolución, para jugar con la fonética de las bases de la convocatoria (evolución/revolución), en el que defienden que apostarán por un “estilo moderno para la formación del mencionado parque, cumpliendo con el deber de todo arquitecto tiene de interpretar y desarrollar la arquitectura resultante de la época en que vive. Además, en el presente estudio, el estilo moderno es imprescindible … si se usaran para este objeto estilos de otras épocas, ya sea el colonial o cualquier otro estilo romántico, sería absurdo y arquitectónicamente significaría decadencia”.

Todo aquello representaba un contraste muy atractivo con las colonias vecinas al parque (Francesa, Americana, Reforma, Obrera, Villaseñor y West End), cuyas más notorias edificaciones habían sido producidas por europeos como Ernesto Fuchs (alemán), Henry Louis Choistry o Angelo Corsi (italianos) y que ahora representan algunas de las joyas de nuestra memoria colectiva que deseamos conservar; pero que en el pasado también tuvieron otro significado: cuando el presbítero Severo Díaz Galindo llegó a nuestra ciudad en 1898, proveniente de Ciudad Guzmán, encontró que:

“Guadalajara se inflexiona para emprender un descenso: va a crecer la ciudad con los apéndices que se llamaron colonias y esto marca el principio del retroceso porque, por una parte, cambia radicalmente la armonía de las construcciones que toman la forma de castillos feudales con un exterior de corredores con adornos de hojalata; de torreoncitos de medio metro de diámetro y por dentro un verdadero laberinto de angostos pasillos y piezas en desconcertante distribución; nada de patios; y solo uno que otro salón en plena oscuridad. Pero lo más lamentable es que el núcleo civilizado de la población, el que mantenía el orden y el fuego sagrado que operaba la fusión de lo más noble de iniciativas y aspiraciones al adelanto, se dispersó, se disgregó y quedó tirado en los suburbios y encastillado, para no levantarse más, a las alturas de que había descendido. (…) Estas casas son recintos cerrados, a diferencia de las casas típicas de que se componía la ciudad hasta 1900, las que se caracterizaban por tener en el centro de la construcción un patio más o menos grande en donde un sol casi perpendicular en todo el año calentaba el aire;  y al calentarse ascendía, de acuerdo con la ley física de la ligereza específica de los fluidos, creando una especie de tiro como en las chimeneas, que aspiraba el aire de las habitaciones, renovándolo hasta en sus últimos rincones.

“Esto es imposible en las casas modernas, hermosas y supuestamente higiénicas de las colonias. En ellas solo es posible la ventilación y la renovación del aire por medio de los vientos que en estos climas llamados de ‘las calmas ecuatoriales’ son escasos e irregulares. Esas casas solo pueden aceptarse en la zona templada de la tierra en que todo el año soplan vientos fuertes, aún huracanados, que han permitido crear unas ciudades popularísimas, seguros de que no faltara una saludable ventilación. Si a esto agregamos la arboleda que circunda dichas residencias que determina un obstáculo a la libre circulación del aire, el problema de la higienización se agudiza hasta tal punto que el infeliz habitante se vería obligado a emplear dilatadas maniobras para obtener un resultado mediocre de salubridad. El aire confinado es aire contaminado, impropio siempre para una saludable respiración: el oxígeno se empobrece poco a poco y la humedad que proviene del riego de los jardines y de la transpiración vegetal penetra a las habitaciones, se condensa en gotas microscópicas arrastrando pequeñas impurezas y polvos generalmente salinos, creándose así un medio muy a propósito para que vivan ciertos microbios patógenos.”

Sirva este ejemplo de memoria colectiva de nuestra ciudad para no olvidar que nuestros recuerdos más bellos alguna vez fueron nuestros temores más angustiantes. Y es que la memoria también se parece a la imaginación en su voluntad por transformarse todo el tiempo, incesantemente. John Berger estaba convencido de que uno de los mayores rasgos definitorios de lo humano es nuestra capacidad para convivir con los muertos: “Yo creo que los muertos están entre nosotros”, escribió, “Los muertos no son abandonados. Se mantienen cerca físicamente. Son una presencia. Lo que crees estar mirando en esta larga vía al pasado se halla, en realidad, al lado de donde tú te encuentras”. A Patrick Deville le adeudamos el hallazgo de una potencial vacuna literaria contra el olvido: consintamos que unos ochenta y cuatro mil millones de seres humanos han poblado la Tierra. Si cada uno de nosotros se ocupara de escribir la vida de diez de esas personas, entonces “nadie será olvidado. Nadie sería borrado. Todo el mundo pasaría a la posteridad. Eso sería justicia”.

Clavigero Núm. 33

Inclusión financiera

Periodo: agosto–octubre 2024

Actualmente, nuestra sociedad se ve afectada por el limi­tado acceso a diversos productos y servicios financieros útiles y asequibles que atiendan las necesidades de to­dos y todas. Además, los pocos productos disponibles suelen carecer de responsabilidad y sostenibilidad, lo que debería ser una prioridad.

Para nosotros es de gran interés dar a conocer alternativas para lograr el éxito financiero que, por cierto, es distinto para cada persona y familia. Hemos recopilado información impor­tante de grandes expertos para ofrecerles herramientas más útiles en la tarea de entender y corregir el problema. Esperamos que con esta edición de Clavigero se rompan muros, se salten un par de bardas y, sobre todo, se eliminen muchos miedos.

Rodrigo Cervantes Escalante, egresado de la Licenciatura en Finanzas del ITESO
José Carlos Mireles Prado, académico del ITESO

Publicado: 2024-08-01

 

Contenido

Editorial
Rodrigo Cervantes Escalante y José Carlos Mireles Prado
Dejar de procrastinar para invertir
Entrevista a Edgar Arenas Sánchez
Estéfany Franco
La delgada línea del crédito
José Carlos Mireles Prado y Rodrigo Cervantes Escalante
El desafío de incluir a todos
Franco Padilla Fuerte
Descubriendo el camino de las finanzas saludables
Joanna Lizette Padilla García
Infografía: María S. Magaña
Inclusión financiera, bancaria y economía social
Luis Ignacio Román Morales
Ciencia a sorbos. Medir la libertad
Maya Viesca Lobatón
La Pisca. Espiritualidad ignaciana y decisiones económicas
Edilberto Jaime Antonio Texcahua
Finanzas populares
Hacia la inclusión financiera y ciudadana
Guillermo Díaz Muñoz
Por un capital en manos del pueblo
Ana Cristina Ayala Mendoza

Por un capital en manos del pueblo

Ana Cristina Ayala Mendoza / Alianza Cooperativista Nacional

 

“Por un capital en manos del pueblo” es el lema con el que nacieron las cajas populares (hoy cooperativas de ahorro y préstamo) hace más de 70 años en nuestro país. Entonces no se hablaba de inclusión financiera, pero sí de la necesidad de que la población tuviera acceso a servicios financieros que les permitieran salir del círculo de pobreza en el que se encontraban inmersos.

A lo largo de los años, las cajas populares han dado a millones de personas y familias oportunidades de mejorar sus viviendas, brindar formación profesional a sus hijas e hijos, obtener bienes y servicios diversos que les han permitido mejorar sus condiciones de vida, e iniciar o hacer crecer sus negocios de la mano de las cooperativas de ahorro y préstamo.

El reporte trimestral de inclusión financiera, al tercer trimestre de 2023, menciona que las cooperativas de ahorro y préstamo tenían presencia en 807 de los 2,469 municipios del país.[1] A través de ellas se abren cuentas, se brindan servicios de inversiones, se obtienen préstamos a tasas muy accesibles, se realizan pagos de servicios, seguros y remesas, entre otros. Sin duda, son una pieza clave para alcanzar la inclusión financiera.

Las cooperativas de ahorro y préstamo se constituyen bajo la Ley de Sociedades Cooperativas, se inscriben en el Registro Público de Comercio y ante el Servicio de Administración Tributaria, y están sujetas al Fondo de Protección establecido en su legislación. Esto asegura que las cooperativas básicas o autorizadas cuenten con capitales sólidos y seguros. Además, la transparencia y rendición de cuentas son valores fundamentales de las cooperativas, los cuales se cristalizan en asambleas generales donde se informa a los socios sobre los resultados y formas de obtenerlos.

Pero las cooperativas hacen más que eso. La Organización de las Naciones Unidas reconoció en 2023 su papel en la consecución de al menos siete de los 17 objetivos de desarrollo sostenible: generan trabajo decente; prestan servicios sociales desde sus fondos de reserva; promueven la educación financiera y la formación integral de sus socios utilizando sus fondos de educación; se comprometen con el medio ambiente; fomentan la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, lo cual se evidencia en la gran cantidad de puestos de dirección y mando ocupados por ellas; brindan financiamiento accesible y crean redes locales, nacionales, regionales e internacionales, entre otras.

Hoy, en nuestro país podemos encontrar un sector financiero muy diverso y en crecimiento constante, con múltiples servicios, gran cobertura y tecnologías de vanguardia. Sobresale en los últimos años la cobertura de zonas de muy alta marginación por la banca de desarrollo, principalmente para la dispersión de programas sociales.

Pese a lo anterior, las cooperativas de ahorro y préstamo ven más allá de los conceptos de inclusión financiera de los entes financieros y regulatorios, nacionales e internacionales. Las cooperativas sí hacen inclusión financiera al aperturar cuentas, brindar servicios variados, atender regulaciones y supervisiones crecientes y complejas, y ofrecer educación financiera sobre el uso de los servicios o el manejo de productos financieros. Pero, además, realizan otras formas de inclusión que ningún otro ente financiero, ni siquiera la banca de desarrollo, lleva a cabo, pues buscan poner “el capital en manos del pueblo”, como se ilustra en las siguientes líneas:

      • Son instrumentos de organización comunitaria; vecinos, conocidos o extraños se hacen socios, tejen redes de confianza y negocios, creando un punto de encuentro para el diálogo y para el bien común.
      • Los socios se convierten en actores en el mundo financiero, en administradores, decidiendo sobre sus recursos, invirtiéndolos en la comunidad y las necesidades de sus miembros.
      • Las cooperativas conforman un patrimonio propio, resultado del uso responsable de los servicios, lo que permite afrontar las crisis y los riesgos, así como también generar diversidad de servicios para los socios.
      • Los resultados se quedan en los propios socios, no se convierten en la ganancia de un capitalista y regularmente se invierten en sus fondos sociales, de educación y previsión social.
      • La cooperativa empodera a sus miembros, genera líderes entre sus socios y comunidades, fomenta la participación y la acción en pro de su entorno.
      • Se impulsan diversos emprendimientos individuales y colectivos que redundan en beneficios para sus comunidades.

Es común encontrar cooperativas en las grandes urbes, donde el compromiso social parece desdibujado. Sin embargo, incluso en estas, podemos encontrar servicios accesibles y diversos, protecciones y seguros, así como servicios médicos y educativos que no están presentes en otros entes financieros.

En la Alianza Cooperativista Nacional  nos llena de esperanza ver cómo, a pesar de un marco regulatorio excesivo, las cooperativas existentes se agrupan para la defensa e impulso del movimiento del sector social de la economía, del que las cooperativas de ahorro y préstamo forman parte. Cada día surgen grupos de personas interesadas organizarse en estas instituciones, tomar en sus manos las riendas de su destino y brindar servicios financieros acordes a sus necesidades, con la persona y la vida en el centro.

>>Conoce más en:
https://alcona.net/

 

[1].  CNBV. (2024). Mapas de los puntos de acceso de la banca y las entidades de ahorro y crédito popular. https://bit.ly/3KeJyIO

Finanzas populares

Hacia la inclusión financiera y ciudadana[*]

 

Guillermo Díaz Muñoz / Doctorado Interinstitucional en Educación del ITESO

 

De manera análoga y anterior al proceso capitalista neoliberal y a la financiarización de la economía global han emergido distintas formas financieras populares que desafían la realidad socioeconómica y que pueden ser alternativas a la globalización neoliberal y sus graves consecuencias sociales. Podríamos decir que las finanzas populares persiguen objetivos en diversas dimensiones —económicas, sociales, culturales, políticas y ambientales—, no todos simultáneos en sus respectivos contextos y condiciones. Veamos a continuación algunos de estos.

Las cooperativas y cajas de ahorro y préstamo existen en México como fruto de una larga tradición, impulsadas la mayoría de las veces por curas sensibles a la pobreza y las necesidades de sus parroquias y comunidades. Las cooperativas, en general, tienen un papel muy importante en el mundo y están presentes en diversos sectores económicos, que van desde la agricultura, las finanzas, la educación, los alimentos, la comercialización, la vivienda y los seguros, hasta los servicios públicos, entre otros.

Del total de cooperativas en el planeta (2’614,598), las de tipo financiero ocupan el tercer lugar en cantidad (210,559), el cuarto en empleos creados y el quinto en ingresos generados. En 2019, según el Consejo Mundial de Cooperativas de Crédito, la mayor cantidad de afiliadas se encuentran en Asia (33,634); el mayor número de socios, ahorros y préstamos están en América del Norte, sobre todo en Estados Unidos, país que tiene un altísimo grado de penetración entre la población, con un 56.85%. La región con mayor penetración es el Caribe, con un 66.08%. De la región latinoamericana, Ecuador alcanza la mayor cobertura, con un 43.38%, seguido por Uruguay, con un 35.77%. A pesar de su tradición cooperativista financiera, México tiene una baja penetración del 8.73%, con una cantidad de socios de apenas 7’393,940.

Una segunda expresión es la banca ética, la cual surge como un movimiento crítico a la banca tradicional. Esta iniciativa comienza en Holanda en 1971 con Triodos Bank, con el propósito de transformar el modelo económico actual: cambiar las reglas de mercado capitalista mediante la transparencia, la responsabilidad social y ambiental, y una gestión basada en el territorio y en colaboración con todas las personas que forman parte de él.

La inclusión popular ocu­rre en un sentido más amplio: incluirme e incluir a mis cercanos en iniciativas que hagan posible el cumplimiento de objeti­vos multidimensionales de tipo económi­co, social, cultural, político y ambiental.

Con la aparición de la banca ética surge un nuevo sistema financiero que permite a los ahorradores invertir su dinero en actividades acordes con sus convicciones éticas: respeto a los derechos humanos, educación, protección del medio ambiente, ocupación laboral de discapacitados, desarrollo de proyectos en el Tercer Mundo, etcétera. Las dos grandes redes de referencia internacional de las finanzas éticas son la European Federation of Ethical Banks and Financiers (FEBEA) y la Global Alliance for Banking in Values (GABV). FEBEA está integrada por 28 entidades de 14 países diferentes, y GABV se compone de 55 entidades financieras reguladas con presencia en los cinco continentes.

Con una implantación importante en Brasil (115 para 2020), y como producto de la promoción de la experiencia exitosa del Banco Palmas como primera referencia de este modelo de finanzas alternativas, los bancos comunitarios son una corriente que adquiere cada vez mayor reconocimiento en el ámbito latinoamericano. Estos bancos se forman en los lugares donde los servicios financieros privados no pueden o no les interesa llegar.

Cada uno de estos bancos cuenta con su propia moneda social, la cual circula solo localmente para que la riqueza permanezca en la comunidad. Tienen reconocimiento oficial del Banco Central de Brasil y reciben una partida pública de la Secretaría de Economía Solidaria. Estos bancos surgieron de la experiencia acumulada por el Banco Palmas, cuando se construyó el Conjunto Palmeiras en un suburbio de la ciudad de Fortaleza, donde comunidades de pescadores se asentaron sin contar con infraestructura como servicios de agua, transporte y electricidad, y se organizaron en la Asociación de Vecinos. En enero de 1998 se creó el Banco Palmas con el objetivo de generar fuentes de empleo, organizar un consumo local y promover la circulación del capital regional.

El microcrédito sería una cuarta experiencia, y tiene como gran referente a Muhammad Yunus, fundador del Grameen Bank en Bangladesh, quien ganó el premio Nobel de la Paz en 2006 por sus ideas sobre el desarrollo y su concepto de microcrédito para personas que no pueden obtener préstamos por medios convencionales, sino solo mediante la usura. Durante un tiempo, en el ámbito mundial las microfinanzas han sido reconocidas como una vía adecuada para superar la pobreza extrema.

Sin embargo, una limitante del microcrédito son las altas tasas de interés y los vencimientos a corto plazo, que pueden llevar a los prestatarios de sectores populares a graves trampas de deuda. El caso mexicano de Compartamos Banco, de los Legionarios de Cristo, que empezó como una asociación civil y hoy cotiza en la Bolsa de Valores, con sus tasas a nivel de usura —una tasa de interés anual fija en plazo bisemanal del 90.2% antes de impuestos para créditos grupales—,[1] es una muestra de la distorsión original del modelo Yunus.

Casos como el de Bancomunidad en Oaxaca son un ejemplo del auténtico microcrédito no lucrativo y participativo. Asimismo, el Sistema Microfinanciero Boliviano se ha constituido como un actor clave en el Modelo de Inclusión Financiera promovido en el país, considerado una “revolución silenciosa”.

Otra expresión de las finanzas populares son las monedas sociales, comunitarias y locales. En la actualidad se reconoce la existencia de unas cinco mil formas de pago alternativas —incluyendo formas no monetarias— en el ámbito mundial. Hay diferentes maneras de crear dinero social: desde los bancos de tiempo y las redes y clubes de trueque hasta monedas sociales respaldadas por la moneda de curso legal. Estas pueden utilizar un formato tanto físico como digital —mediante métodos como la red, los teléfonos móviles inteligentes o las tarjetas de pago—. El valor de una moneda social depende de lo que haya acordado el colectivo promotor, pero predomina una triple paridad entre tiempo, moneda local y moneda oficial para poder valorar los intercambios. En México son destacables los casos de monedas sociales o comunitarias como el Túmin —que en lengua totonaca significa “dinero”—, moneda originaria no ferial surgida en El Espinal, Veracruz, y con presencia en varios estados; la Feria Multitrueke de Mixiuhca y su dinero comunitario —Mixiuhca—, o el Bojá —“dinero” en lengua ñahñhú—, que se creó en el Valle del Mezquital, Hidalgo, hace 30 años y significó la primera experiencia de este tipo.

Finalmente, habría que añadir otro amplio repertorio de prácticas populares financieras. No es posible tratarlas en lo individual, pero representan un significativo esfuerzo popular de inclusión financiera formal y no formal. Nos referimos a las tandas de ahorro en los ámbitos familiar, de amistad, de trabajo, de barrio o comunidad, y a las cajas de ahorro de trabajadores desde las empresas. Estas tandas son un mecanismo de ahorro semanal comprometido que permite a los participantes recibir el total de lo ahorrado por el grupo mediante sorteo. Sobra decir que este ahorro no produce intereses de ningún tipo y permite a los socios prepararse para solventar algún acontecimiento futuro.

En suma, la capacidad, la vitalidad y la creatividad de los sectores populares para hacer frente de manera solidaria y colectiva a sus necesidades son enormes. La inclusión financiera popular no debe confundirse con los procesos de “bancarización de los pobres”, aunque puede incluirlos también. La inclusión popular ocurre en un sentido más amplio: incluirme e incluir a mis cercanos en iniciativas que hagan posible el cumplimiento de objetivos multidimensionales de tipo económico, social, cultural, político y ambiental. Se trata, en el fondo, de una inclusión financiera popularmente emancipadora.

 

[*]. Este texto es un extracto de Díaz, G. (2022). Repensar las finanzas alternativas en un mundo en crisis. Aproximaciones teóricas y empíricas a las finanzas sociales, éticas y solidarias. En L. R. Rodríguez, & G. Hernández (Eds.), Economía y finanzas sociales. Avances en la investigación (pp. 43–96). ITESO.

 

[1]. CAT promedio a 10 bisemanas por un monto de $7,455 MXN: 146.4% sin IVA.

 

>>Conoce más en:
• Barómetro de las Finanzas Éticas: https://bit.ly/3VcPRmD

Economía y finanzas sociales. Avances en la investigación:https://bit.ly/4bSyRqX
• Instituto Banco Palmas (2018): https://bancopalmas.com/

Espiritualidad ignaciana y decisiones económicas

Edilberto Jaime Antonio Texcahua / Profesor de asignatura del Centro Universitario Ignaciano del ITESO

Cada decisión es asumida desde algún criterio que ayude a dar horizonte. Cuando se contempla la compra de ciertos artículos o se emprende algún negocio es importante hacer una planeación financiera que permita saber si es posible llevarla a cabo o realizar el proyecto. ¿Qué pasa cuando una decisión económica repercute en la vida de millones de personas? ¿Cuál es el criterio que ayuda a tomar una razonable decisión?

Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, propone al inicio de los Ejercicios Espirituales el Principio y Fundamento, una reflexión que permite al ejercitante encontrar la mayor libertad posible, ordenar sus afectos y tomar una decisión vital. Para el santo, “el hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios y, mediante esto, salvar su ánima”. En términos actuales, la salvación del alma tiene una fuerte relación con la dignidad de la persona en todas sus dimensiones.

El texto presenta más adelante la finalidad de las cosas materiales: “Y las otras cosas sobre el haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es criado”. De lo anterior pregunto, ¿desde dónde se toman las decisiones económicas cuando estas impactan en la vida de las personas? ¿Se busca garantizar su dignidad? ¿O solo se persigue el interés individual a costa de la precarización de la vida de los otros?

Medir la libertad

Maya Viesca Lobatón / académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO

 

En 1998 Amartya Sen, indio bengalí, recibió el Premio Nobel de Economía. La razón fueron sus investigaciones y planteamientos que dieron pie a calcular, entre otras cosas, el Índice de Desarrollo Humano, una contrapropuesta a otros indicadores que miden el estado general de la economía de un país o región, como el producto interno bruto (PIB), la inflación o el desempleo.

Como testigo de terribles hambrunas en su país natal, desde muy pronto en sus estudios, primero en Calcuta y posteriormente en Cambridge, Inglaterra, comenzó a interesarse en la relación entre la libertad para elegir, el bienestar y el desarrollo.

La segunda mitad del siglo XX fue de gran intensidad en materia económica. Los países europeos se recuperaban de los estragos de la segunda guerra; en Asia y África dejaban atrás largos periodos de colonización, y en Latinoamérica empezaban a consolidarse los estados tras numerosas revoluciones. Los modelos de política económica implementados consideraban formas de entender y medir sus impactos, como el PIB, que funcionaba muy bien para comparar un país con otro, pero que no reflejaban la calidad de vida de sus habitantes y pasaba de largo inequidades que podían existir al interior de las economías.

En su trabajo Desarrollo y libertad (1999) Sen cuestiona cómo es que, pese a que “vivimos en un mundo de opulencia sin precedente, […] donde la democracia y el sistema participativo se ha consolidado como el modelo superior de organización política […], los conceptos de derechos humanos y de libertad política forman parte de la retórica imperante, […] vivimos mucho más que antes […], y los países mantienen más lazos que nunca, no solo en el comercio sino en las ideas y los ideales, [..], vivimos en un mundo de notables privaciones, miseria y opresión”.[1] A lo largo de esta obra y de su trabajo en general, este multipremiado economista ha propuesto respuestas concibiendo al desarrollo como la expansión de las libertades reales de las que disfrutan las personas.

Sen las distingue en cinco tipos: las políticas, los servicios económicos, las oportunidades sociales, las garantías de transparencia y la seguridad protectora. Con relación a los servicios económicos, que define como “la oportunidad de los individuos de utilizar los recursos económicos para consumir, producir o realizar intercambios”, remarca el acceso a los recursos financieros, y en general lo hace desde dos perspectivas: “libertad de”, que se consolida en la medida en que los individuos tienen capacidad de elegir y tomar decisiones, donde influyen aspectos como la alfabetización y los conocimientos aritméticos, y la “libertad para”, que radica en que haya diversidad de opciones para elegir. Y es en esto último donde encaja uno de sus aportes más importantes: el enfoque de las capacidades.

En 2012 Amartya Sen obtuvo uno de los mayores galardones que otorga el gobierno mexicano a extranjeros, el Orden del Águila Azteca, por sus contribuciones a la economía del bienestar y la justicia social. Desde su perspectiva, los gobiernos deberían ser juzgados en función de las capacidades concretas que tienen sus ciudadanos. La economía mexicana ocupa el lugar número quince en el mundo, pero ¿qué tanta capacidad tenemos para ejercer nuestras libertades?

 

[1]. Sen, A. (1999). Desarrollo y libertad. Planeta.

Inclusión financiera, bancaria y economía social

Luis Ignacio Román Morales / académico jubilado del Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO

 

Querámoslo o no, para bien o para mal, vivimos globalmente en una lógica económica capitalista, a la que eufemísticamente denominamos “economía de mercado”. ¿Qué significa esto? Básicamente, que gran parte de los satisfactores que necesitamos o que deseamos los adquirimos a través de intercambios mediados por el dinero. El mundo parece ser un gran planeta de mercancías, cada una con su precio, y para poder acceder a ellas necesitamos el dinero para pagarlas. Las diversas formas de economías alternativas, como la economía social y solidaria, pueden ejercer acciones de mitigación o de búsqueda de métodos distintos, pero siempre nos insertamos en uno o varios de los mercados de bienes y servicios, de trabajo, de dinero o de capitales. Por lo tanto, el dinero es el referente básico para participar en la mayor parte de las actividades económicas.

Paradójicamente, el dinero físico es una especie que inexorablemente se encuentra en proceso de extinción. El uso de monedas, billetes e inclusive tarjetas de crédito o débito es cada vez menor —no se diga los paleolíticos cheques— y es sustituido por instrumentos no tangibles, esencialmente el dinero electrónico.

El problema es que, en este mundo de la virtualidad, el 36.3% de la población permanece en pobreza, un 7.2% es vulnerable por ingresos inferiores al costo de la canasta básica, y otro 29.4% por carencias sociales. Todavía no podemos subsistir con alimentos, ropa, medicamentos o vivienda virtuales.

Si el dinero es cada vez más necesario y simultáneamente inmaterial, se torna inevitable que incluso la población que se encuentra en condiciones sociales más precarias se integre a los sistemas financieros formales. Pagar con medios electrónicos requiere que compradores y vendedores tengan cuentas bancarias y dispositivos electrónicos —principalmente celulares— para efectuar y recibir los pagos.

Lo anterior representa una extraordinaria oportunidad de negocio para los oligopolios financieros y de los servicios de comunicación, favoreciendo todavía más la extrema concentración de la riqueza en México, a partir de una nueva gran generación de clientes de bajos ingresos. Igualmente favorece la pérdida de redes comunitarias de producción, distribución, de intercambios y de consumo local.

FINANCIARIZACIÓN: es el proceso de ampliación gradual de las transacciones económicas, mediadas por una instancia financiera. Implica un uso creciente de recursos que no necesariamente están sustentados en un ingreso previo, sino en deuda (por ejemplo, tarjetas de crédito).

La financiarización extrema de las comunidades y sociedades parece ser inevitable, pero… ¿existen formas de que tal financiarización redunde en beneficio de las comunidades y no de las ganancias oligopólicas? Es aquí cuando los modelos de organización comunitaria, e inclusive la acción pública, pueden convertirse en un contrapeso significativo a la concentración de los mercados. Desgraciadamente, han existido diversas experiencias dolorosas de fraudes efectuados por empresas que adquirieron la denominación de cajas populares y que han derivado en grandes desfalcos para decenas de miles de personas.

Las cajas de ahorro auténticamente populares, fuertemente vigiladas por los propios beneficiarios y con una capacidad regulatoria eficiente por parte del estado pueden convertirse en mecanismos de inclusión financiera que simultáneamente operen en favor del desarrollo. Pero no basta con la etiqueta  “social” o “popular”, la eficiencia, operatividad, construcción de confianza, intervención social, sustentabilidad financiera y —simultáneamente— una forma de acción sostenible, no empobrecedora para los deudores, responsable conforme a sus circunstancias socioeconómicas, serían requisitos básicos, complejos y que requerirían de un fuerte apoyo social y protección frente a los grandes corporativos financieros.

Por otra parte, la banca pública tiene evidentemente un papel que cumplir. En este caso se requeriría de una función no depredadora de la banca social local, que permitiera captar recursos amplios, pero cuyos beneficios fuesen reinvertidos en favor de las propias comunidades. El interés público debería implicar el establecimiento de límites a los intereses privados de las grandes instituciones financieras, dado el riesgo de despojo masivo del patrimonio económico que aún se mantenga en las comunidades y familias.

Huelga decir que por parte de la banca pública y de las instituciones de economía social se vuelven imprescindibles la transparencia y la rendición de cuentas, así como tasas de interés moderadas y la operación con base en prioridades sociales, y no en prácticas clientelares de control político. Estas son condiciones esenciales para su buen funcionamiento, parecen utópicas, pero frente a la inevitabilidad de la financiarización se requiere impedir que esta opere en favor de grandes utilidades para unos cuantos y en contra de la historia, la cultura y el patrimonio de las poblaciones.