Evolución de los movimientos estudiantiles chilenos

José Manuel Pino Jáuregui / asesor de gabinete en la Subsecretaría de Servicios Sociales del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, Gobierno de Chile

Ilustración: Javiera Paz Muñoz Repetto, @javierarepetto

En la década de los noventa, tras el fin de la dictadura de Pinochet, los estudiantes chilenos comenzaron a reorganizarse, inicialmente centrándose en temas como la democratización interna de las universidades y la mejora de las condiciones educativas. Sin embargo, fue en 2006, con la “Revolución Pingüina”, cuando los estudiantes secundarios tomaron un protagonismo significativo. Demandaban la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, mejoras en la infraestructura escolar y la gratuidad del pase escolar.

El movimiento de 2011–2013 marcó otro punto de inflexión, esta vez liderado por estudiantes universitarios. Sus demandas incluían la desmunicipalización de las escuelas, la eliminación del lucro en la educación y la gratuidad universitaria. Las masivas movilizaciones pusieron en jaque al gobierno y lograron introducir el debate sobre la educación en el centro de la política chilena, además de incorporar un nuevo actor en la escena política: los jóvenes.

Aprendizajes en el camino

A lo largo de los años los movimientos estudiantiles han aprendido a articular sus demandas de manera más efectiva, utilizando herramientas modernas de comunicación y organización. Han desarrollado una sólida capacidad para movilizar a grandes sectores de la población, integrando a profesores, padres y ciudadanos en general en sus protestas.

También se ha desarrollado la capacidad de negociar y participar en mesas de diálogo con el gobierno, así como continuar la formación política universitaria para que las nuevas generaciones sigan luchando por las inequidades del sistema educacional local. Un ejemplo es la creación del Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación en 2006, que incluyó a representantes estudiantiles. A pesar de los desafíos y la represión, se ha mantenido una estructura organizativa flexible y descentralizada, que permite adaptarse rápidamente a los cambios en el contexto político y social, sin importar quién esté gobernando. El movimiento estudiantil chileno es transversal respecto a los gobernantes.

La presente coyuntura: de las aulas al gobierno

Uno de los resultados más significativos es la transición de líderes estudiantiles a cargos de poder político. Figuras como Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, quienes fueron líderes destacados en las protestas de 2011, han ascendido a posiciones de liderazgo en el gobierno. Gabriel Boric alcanzó la presidencia de Chile en 2022, marcando un hito histórico para un país que vio crecer desde 2006 un movimiento estudiantil que se ganó el derecho a ser integrado como actor político, indicando que la edad no es un factor que impida pensar en las grandes transformaciones de una nación.

Esta transición presenta nuevos desafíos y oportunidades. Por un lado, estos líderes tienen la oportunidad de instrumentar las reformas por las que lucharon como estudiantes, con un enfoque en la educación gratuita y de calidad. Por otro, enfrentan la dificultad de equilibrar las expectativas de sus bases con las realidades del ejercicio del poder. Las demandas y los principios que impulsaron desde las calles ahora deben ser negociados en el marco institucional y político, lo que requiere pragmatismo y habilidad política.

Conclusión

El movimiento estudiantil chileno es una escuela de formación política decisiva para muchos de los actores actuales que estamos en el gobierno. Las decisiones y políticas puestas en marcha por estos líderes tienen sus raíces en las luchas y los aprendizajes de las movilizaciones estudiantiles desde 2006. La “Revolución Pingüina” y las protestas de 2011–2013 no solo lograron cambios específicos, sino que también forjaron una generación de políticos comprometidos con la justicia social y la equidad en la educación. Este legado perdura y ha demostrado que la acción colectiva estudiantil ha sido y sigue siendo vital para la evolución de la democracia en Chile.