Alejandra Guillén / Centro Universitario de Incidencia Social del ITESO
Los pueblos que habitan la ribera de Chapala enfrentan la amenaza constante del despojo de tierras y la contaminación del lago. En ese contexto diversas comunidades ribereñas luchan para resguardar los territorios y la vida.
En el noreste del lago todavía es visible que un par de ejidos y comunidades coca de Mezcala y San Pedro Itzicán han podido resguardar sus tierras. En el norte se encuentra el pueblo de San Antonio Tlayacapan —atrapado entre el desarrollo inmobiliario de Chapala y Ajijic—, que actualmente lucha por su reconocimiento como pueblo coca para demostrar que les han arrebatado más de 400 hectáreas que les corresponden desde tiempos inmemoriales.
En las últimas dos décadas ha habido un proceso importante de recuperación del pasado coca de Mezcala, San Pedro Itzicán y recientemente de San Antonio Tlayacapan, lo que ha consolidado sus luchas territoriales y su horizonte político.
La participación de jóvenes de Mezcala en reuniones del Congreso Nacional Indígena (CNI) influyó para que comenzaran con un proceso de recuperación de su historia coca, pues sabían que eran indígenas, pero no a qué pueblo pertenecían. En una entrevista realizada en 2017 Rocío Moreno, comunera de Mezcala, reflexionaba que el pueblo coca “fue uno de los más violentados” durante la Conquista, por eso “pudieron eliminar nuestra lengua, pero el pueblo se refugió en el territorio, las costumbres, los rituales”.
Con la reivindicación como pueblo coca comenzaron a asistir a reuniones del CNI, y las asambleas de Mezcala pasaron de ser solo de comuneros para ampliarse a todo el pueblo. Esta unión permitió sostener una lucha agraria de dos décadas para sacar al invasor Guillermo Moreno Ibarra, quien se había apropiado de más de diez hectáreas. La comunidad recuperó las tierras y las destinó para realizar próximamente la Universidad de Mexcala. Como pueblo coca han logrado que el territorio siga bajo su resguardo.
Recuperar el pasado coca para defender la tierra
En contraste, el pueblo de San Antonio Tlayacapan ya ha sido despojado de alrededor de 400 hectáreas que han quedado en manos de foráneos. Por su ubicación entre Chapala y Ajijic, la presión inmobiliaria continúa, pero el pueblo ha recuperado en los últimos años su pasado coca para tratar de detener el despojo.
Antonia Corona y su familia cuentan que desde los años noventa descubrieron que el ejido de Chapala estaba vendiendo tierras que colindan con San Antonio Tlayacapan. Es así como en 2001 comenzaron una lucha legal y en el camino recobraron el título virreinal que les puede dar más argumentos para ganar el juicio agrario. La recuperación del pasado coca es clave para la defensa de este territorio codiciado.
Mujeres contra el despojo en Santa Cruz de la Soledad
En el camino de Chapala hacia Mezcala encontramos del lado izquierdo a la comunidad Santa Cruz de la Soledad, que actualmente resiste a un proyecto inmobiliario. Aunque no se reivindican como indígenas, sí se han hermanado con los pueblos aledaños para defenderse de los intereses inmobiliarios en sus tierras.
Martha Rodríguez García y su hija María de Jesús López Rodríguez han encabezado esta lucha con la comunidad. María de Jesús recuerda que la amenaza de despojo de sus territorios comenzó con la compra de tierras colindantes con las extensiones de uso común. Hubo cambios en la mesa ejidal y se realizaron diversas irregularidades para modificar el destino de estas tierras, nombrándolas como asentamiento humano; la empresa Santa Cruz Inmobiliaria las fraccionó con títulos de propiedad y planteó un proyecto inmobiliario de 450 hectáreas. Este fue vendido al Instituto de Pensiones del Estado en 390 millones de pesos.
Martha Rodríguez logró ser comisaria ejidal y encabezó la lucha legal contra el despojo. Ella y las personas que defienden las tierras de uso común han sido amenazadas, difamadas, traicionadas y hasta encarceladas. A pesar de la persecución, Martha, Marichuy y los ejidatarios mantienen las tierras resguardadas.