¿Cómo se relaciona lo que comemos con las pandemias?

Natalia Mesa Sierra / especialista en temas de capital natural y sustentabilidad

Más de 800 millones de personas en el mundo padecen hambre y, al mismo tiempo, se desperdicia 40% del alimento que se produce.

En las últimas décadas se ha incrementado la preocupación por el aumento poblacional, y se estima que para 2050 seremos más de 9 mil millones de personas. El crecimiento poblacional acelerado ha evidenciado diferentes problemáticas socioeconómicas asociadas con las brechas de desigualdad social y las necesidades básicas, como la vivienda digna, la educación básica, la salud pública y el acceso a una alimentación saludable. Esto último se vuelve aún más preocupante cuando ponemos atención a las cifras y reconocemos que más de 800 millones de personas en el mundo padecen hambre, pero al mismo tiempo se desperdicia 40% del alimento que se produce.[1] En 2007 se registraron 57 protestas en 37 países del mundo,[2] en las que la gente salió a las calles a exigir justicia alimentaria, pero ¿por qué hay personas que mueren de hambre si sobra comida?

En 1985, en Punjab, India, se inició la llamada “revolución verde”, la cual prometía acabar con el problema del hambre, intensificando el uso de los suelos con producción agrícola y pecuaria, tecnificando los sistemas productivos de la mano del uso de agroquímicos.[3] Lejos de ser la solución para el problema del hambre, este movimiento pavimentó el camino para severos problemas ambientales. En la actualidad la Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que la agricultura industrial ha acabado con cerca de 90% de la agrodiversidad y es responsable de 75% del daño ecológico del planeta,[4] ya que promueve la deforestación, la contaminación de fuentes de agua, el agotamiento de los suelos y el manejo inadecuado de los animales (como el hacinamiento). Como resultado, nuestros ecosistemas están enfermos y agotados, tienen menor capacidad de responder a disturbios y protegernos de estos (por ejemplo los huracanes), y hay una proliferación de enfermedades en los animales silvestres. Para nosotros, esto ha implicado que en las últimas décadas las pandemias que hemos enfrentado provengan de los sistemas productivos (la gripe aviar), de los hábitos de consumo de especies exóticas (la pandemia de covid–19) y de los patrones de deforestación para la expansión de la superficie agrícola y ganadera.

En el caso de México, hay incentivos económicos a lo largo del país que favorecen sistemas productivos extensivos e intensivos, como el de la caña de azúcar, la ganadería y el agave, lo que ha promovido una fuerte deforestación y agotamiento de los recursos en estados como Veracruz y Jalisco.[5] Aunado a esto, el país enfrenta serios problemas de nutrición, con 14% de su población infantil que sufre desnutrición y 30% obesidad. Los alimentos derivados de los sistemas tecnificados son de menor precio, lo que agudiza la brecha de desigualdad en el acceso a una dieta balanceada y sustentable. Al final debemos reconocer que no solamente nos enfrentamos a una crisis ambiental, sino también a problemas éticos sobre el costo que estamos pagando para la producción de nuestros alimentos.

 

[1] FAO, IFAD, UNICEF, WFP & WHO (2021). The State of Food Security and Nutrition in the World 2021. Transforming food systems for food security, improved nutrition and affordable healthy diets for all. Roma, FAO.

[2] Shiva, V. (2016). Who really feeds the world?: The failures of agrobusiness and the promise of agroecology. North Atlantic Books

[3] Ibidem.

[4] Ibid.

[5] Semarnat (2018). Informe del Medio Ambiente. Disponible en: https://apps1.semarnat.gob.mx:8443/dgeia/informe18/tema/cap2.html