Arturo Reynoso, S.J. / académico de la Dirección de Información Académica del ITESO
Desde su publicación en Bolonia en 1780 y 1781 la Historia antigua de México de Francisco Xavier Clavigero comenzó a ser considerada por un buen número de estudiosos como un escrito fundamental para conocer y comprender mejor el pasado mexicano. El jesuita veracruzano fue el primero en documentar y sistematizar historiográficamente el origen y el caminar de los antiguos mexicas, logrando situarlos en el escenario cultural de la historia de las civilizaciones.
Así, desde finales del siglo XVIII Clavigero ofrecerá en su obra elementos que promoverán la consolidación de la memoria de un pasado, así como la de un sentimiento de conciencia nacional. Como criollo, el veracruzano reconoce su herencia española, pero a la vez se asume y nombra como mexicano, siendo así uno de los primeros en llamarse de la misma manera con la que se refiere a sus ahora “ancestros” mexicas y a sus compatriotas de antaño y contemporáneos. En este jesuita el sentirse y saberse mexicano prescinde de una mera determinación biológica, pues esta identificación —tal referencia y tal pertenencia (identidad)— surge de una conciliación no solamente entre sangre y patria, sino también entre pasados, tradiciones, admiraciones y, principalmente, afectos, así como del anhelo de una vida digna para sus paisanos. De tal manera lo asienta en su relato historiográfico al mencionar la situación de olvido y miseria en la que quedaron los naturales descendientes de las antiguas naciones indígenas. Otra hubiera sido la situación, señala Clavigero, si desde un inicio “se hubieran enlazado” los llegados de Europa con “las casas americanas” para construir “una sola e individua nación”.
Ese deseo y búsqueda de integración —de auténtica conciliación, y no de rechazo y polarización— sigue siendo tarea pendiente y urgente para construir nuestra sociedad con más dignidad y equidad. Ojalá que la lectura de la obra de Clavigero vuelva a promoverse desde la academia de este país.