Maya Viesca Lobatón / Académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO
¿Debería ya practicarle una eutanasia a mi perra anciana y que descanse? ¿Debería efectuarme un aborto? ¿Debería utilizar agroquímicos para maximizar el rendimiento de mi cosecha? ¿Debería comprar un nuevo celular si el mío aún está en buenas condiciones? Estas son preguntas que los ciudadanos podemos llegar a hacernos. Todas ellas son posibles porque hay alguien que investigó y desarrolló un medicamento y un procedimiento para “dormir” mascotas, practicar un aborto seguro, fabricar un agroquímico o un celular de nueva generación, y que probablemente se hizo las mismas preguntas.
Aunque en un inicio la bioética se ocupaba más de los asuntos relativos a la salud, la medicina y el medio ambiente, hoy es, en términos amplios, una interdisciplina dedicada a la reflexión y regulación de la producción de conocimiento científico y de los desarrollos tecnológicos en relación con las personas y el medio ambiente. Si bien cada vez se encuentra más profesionalizada e institucionalizada, en un mundo donde la mayor regulación la ejerce el mercado, la bioética debiera ser cada vez más, aunada a la creación científica y la producción tecnológica, un ejercicio personal y comunitario.
Hasta dónde estamos dispuestos a reflexionar es también una decisión de los ciudadanos “de a pie”. Una elección que tendría que basarse, como lo marca la discusión bioética, en información abundante, y en la medida de lo posible desprejuiciada y al margen de intereses particulares, para construir posturas sobre los grandes temas.
Difícilmente se puede pensar hoy en un desarrollo científico tecnológico que no tenga consecuencias en la salud o en la sostenibilidad, que no termine involucrando a la ciudadanía, ya sea en su papel de consumidora, de pobladora o de paciente. Trabajosamente una persona podrá tener conocimiento cabal de todos los ámbitos tecnocientíficos de tal suerte que pueda posicionarse seriamente. ¿Qué sí, entonces?
No se trata de solamente adquirir información y posicionarse de forma individual. Se trata de reconocer dónde están las discusiones o sus ausencias y participar; ubicar dónde hay o debería haber espacios ciudadanos en las organizaciones de toma de decisiones y pugnar por ellos; exigir mayor y mejor información pública, disponible y accesible sobre estos temas. Se trata de saber cómo funciona la ciencia para construir redes ciudadanas de representación y participación funcionales. Dejemos de pensar que la bioética es solo un asunto de científicos y reconozcamos que los ciudadanos de a pie también la necesitamos y debemos construirla.