“Harto, ya de estar harto ya me cansé…”, dice una canción de Joan Manuel Serrat. Esta frase puede reflejar el sentir de la inmensa mayoría de nosotros ante lo que sucede en nuestro entorno. Nuestras vidas se han construido alrededor de problemáticas tanto locales como globales; si bien seguimos con nuestra rutina diaria y actividades, deseamos mejores condiciones de seguridad en la ciudad, una planeación urbana eficaz, que los índices de violencia disminuyeran, que la corrupción y la impunidad no fueran “normales”, que la economía mejorara, que se encontraran soluciones para la migración, acciones para el cambio climático y para el cuidado del agua.
Ante este panorama, algunos se quejan, sin saber qué hacer, para mejorar o aportar a estas y más situaciones; otros resisten de forma individual o colectiva a través de denuncias públicas, manifestaciones, etc. En ocasiones, estos agrupamientos son tan fuertes que se constituyen en contrapoderes a las fuerzas políticas, económicas, mediáticas y sociales que establecen y mantienen decisiones que nos afectan colectivamente. Estos contrapoderes tienen sentido, sobre todo, cuando no se limitan a criticar sino a proponer alternativas de solución a los problemas que enfrentamos. Dicho de otra manera, hay quienes no se conforman con solo resistir sino que buscan cambiar el mundo, tanto su mundo inmediato como el que está más allá de él.
La propuesta que hace Edgar Morin, uno de los más lúcidos pensadores contemporáneos, consiste en pensar e instrumentar una diversidad de vías o caminos para construir otras posibilidades de futuro para construir una mejor sociedad, una mejor humanidad. El horizonte de futuro al que se aspira es de dignidad para todos los seres humanos, de una economía al servicio de las personas, de cuidado de la naturaleza, de sacralización de la vida, una comunidad de destino planetaria, de ética del consumo cotidiano, de una educación que nos ayude a ser libres y conscientes de la interdependencia que compartimos con nuestros semejantes y con los seres vivos que coexisten en la Tierra.
Por tanto, Morin nos invita tanto a resistir como a buscar alternativas de futuro. Para este propósito, nos dice, es fundamental una educación que nos libere, revitalice la solidaridad y nos responsabilice. Tomar conciencia de los desafíos y posibilidades que tenemos hoy puede llevarnos a un proceso que nos impulse a cambiar de vía. Así, el llamado es a que “Cambiemos de vida y cambiemos de vía”.
Enrique Luengo González / Académico del Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social