Violeta Meléndez / Reportera especializada en temáticas ambientales
Mientras se promueven obras como la presa El Zapotillo como única solución para garantizar el suministro de agua, Guadalajara desaprovecha sus propios recursos hídricos con una gestión ineficiente, que ha demostrado no ser funcional para la población ni para los cauces naturales
Anualmente, la subcuenca de Atemajac-Colomos proveía a la ciudad de casi cuatro millones de metros cúbicos de agua. Aunque en los últimos años la urbanización la ha mermado, sigue siendo una prolífica fuente del recurso.
El discurso oficial de las autoridades locales y nacionales ha versado desde hace más de una década en que Guadalajara no tiene agua suficiente para su población creciente, que hay gente en el AMG sin acceso al recurso por la falta de disponibilidad y que, por esto mismo, peligra el futuro de la ciudad.
Primero plantearon como única solución a los problemas de abasto de agua la presa Arcediano, que luego de destruir una población y gastar millones de pesos en el proyecto, quedó descartado. Pero el discurso fatalista sobre la urgencia de conseguir una nueva y voluminosa fuente de líquido continuó.
Los siguientes proyectos a los que apostaron fueron las presas El Zapotillo y Purgatorio. Con ambas se pretende hacer valer el acuerdo para la distribución de las aguas del río Verde que, desde hace 21 años, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) repartió a Jalisco y Guanajuato de la siguiente manera: que Guadalajara tome 384 millones de metros cúbicos anuales y León 119 millones de metros cúbicos.
Al igual que la Conagua, el gobierno del estado de Jalisco ha mantenido la postura de que sin El Zapotillo se pone en riesgo el suministro de agua para el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG). Y para reforzar esta versión, incluso han hecho uso de medidas como los tandeos para que la gente viva en carne propia la supuesta carencia del líquido.
¿Cuánto tiempo le queda a Guadalajara antes de una crisis hídrica?, ¿son el Zapotillo y El Purgatorio lo que necesita la ciudad para garantizar su abasto a mediano y largo plazo? Mientras las autoridades sostienen que sí, hay expertos que opinan lo contrario.
Jaime Eloy Ruiz Barajas, ambientalista, profesor de la Universidad de Guadalajara, que ahora dirige el colectivo ciudadano Pro Bosque Pedagógico del Agua, ve todos estos posicionamientos oficiales como un engaño y un chantaje para la ciudad con tal de concretar ambas presas, pero sobre todo El Zapotillo.
A decir del activista, lo que necesita Guadalajara no es una agresiva obra como la que se pretende hacer inundando los poblados de Temacapulín, Acasico y Palmarejo. Lo que la ciudad requiere es un ordenamiento y aprovechamiento inteligente de las fuentes hidrológicas metropolitanas: una gestión funcional y sustentable del agua.
La Primavera, una fábrica de agua
Ruiz Barajas explica con detenimiento que el bosque La Primavera es una verdadera “fábrica de agua” que distribuye el recurso a través de la subcuenca Atemajac-Colomos, que a su vez, recorre cuatro microcuencas que afloran en el bosque Los Colomos I, II y III: El Chochocate, La Culebra, Los Barrenos y el arroyo de la Campana. Según estudios del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) que datan de 1995, la subcuenca Atemajac-Colomos encauza cada año tres millones 799 mil 456 metros cúbicos de agua que, debido a la obstrucción de innumerables obras, en los últimos 20 años se ha disminuido, pero continúa siendo prolífica.
“Para qué se quieren ir a hacer una presa como El Zapotillo, que va a ser un gravísimo error, si aquí nosotros tenemos agua, tenemos una enorme fábrica de agua que es el bosque de La Primavera. Lo que nos da, no nos lo acabaríamos”, plantea.
“No se trata de decir ‘esta subcuenca nos da tanta agua, agárrenla toda’, no, sino manejar el balance hidrológico y estudios de ecosistemas para no alterarlos. Lo que tenemos que hacer es un proyecto innovador, sustentable, ese debe ser el desafío para los ingenieros, para las administraciones. ¿Cómo vamos a entubar lo que queda de una cuenca, que podría ser un modelo a seguir?”
Ruiz Barajas se refiere a los proyectos que, aún en el tintero de los ayuntamientos de Guadalajara, Zapopan y el gobierno del estado, prevén entubar la cuenca de Atemajac, encauzada actualmente como un canal sobre avenida Patria, pues en tiempos de lluvia las grandes corrientes que ahí se forman representan un grave peligro para mil 200 personas que viven la zona.
El planteamiento para avanzar en el problema de abasto del recurso es concreto:
crear infraestructura en la ciudad para la captación de agua de lluvia que no se involucre con el drenaje -como actualmente lo hace-, encauzarla hacia la cuenca endorreica de El Bajío, para que naturalmente se filtre y la derive a la subcuenca Atemajac-Colomos, y de ahí se abastezcan de manera sustentable más colonias metropolitanas.
“Los gobiernos siempre dicen que hay cerca de un millón de personas que no tienen agua, pero son perversos y mentirosos porque no es que no haya agua para darles, sino porque no tienen infraestructura para hacerles llegar el agua. Agua sí hay”.
Hasta ahora no hay señales de que se vaya a construir una red hídrica para el agua pluvial, las microcuencas que traen el agua desde la subcuenca Atemajac-Colomos están sometidas a presiones inmobiliarias, y El Zapotillo sigue entrampado, pero listo para inundar tres poblaciones con agua del río Verde, tan pronto la Suprema Corte de Justicia le autorice avanzar.
¿Qué ha fallado en la gestión integral del agua para la ciudad?
La mayor fuente de agua para Guadalajara es Chapala, después la presa Calderón y finalmente los mantos freáticos. El error histórico en la gestión del agua ha sido confiarse de Chapala e ignorar la necesidad de recargar los mantos acuíferos, que como no dan tanto líquido como la laguna, se han olvidado.
La evidencia científica internacional establece que en el contexto de las altas temperaturas y sequías que se avizoran con el cambio climático, las ciudades deben apostar por abastecerse en un futuro cercano del agua subterránea, es decir, de los acuíferos, porque no son tan vulnerables a una pobre temporada de lluvias, evaporación o mal uso humano, como sí ocurre con las presas, ríos o lagunas, de las que aún se sigue dependiendo y proyectando.
La Primavera tiene una enorme capacidad de infiltración, sobre todo en zonas como El Bajío, pero se ha dejado invadir y por lo tanto “impermeabilizar” por obras como el estadio Omnilife, la Villa Panamericana, viviendas y negocios en el contorno del bosque, que disminuyen su capacidad de absorción.