Mujeres y huertos agroecológicos hacia un modelo sustentable

Rosario Aceves Íñiguez / Unesbio, A.C.
Natalia Mesa Sierra / Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social del ITESO y Paisajes Manejo Integral, A.C.

Foto: Yoana Rodríguez

En México existen grupos ciudadanos, colectivos y cooperativas agroecológicas en los que se tejen redes de apoyo con la finalidad de compartir experiencias, saberes y técnicas para la producción agroecológica de alimentos, plantas medicinales y aromáticas, e insumos con un modelo a baja escala o de autoconsumo ambientalmente amigable. Estas iniciativas son concebidas principalmente como espacios de resistencia a los modelos industriales y contaminantes de producción de alimentos, así como una solución ante las problemáticas del cambio global —como la deforestación, la pérdida de suelos fér­tiles y la crisis de polinizadores—, que han afectado en mayor medida a las mujeres margina­das.[1] Por esto es indispensable promover y fortalecer grupos que busquen la sustentabilidad ambiental y la reducción de las brechas de desigualdad de género.

Entre los esfuerzos de este tipo está el huerto agroecológico Atemajac, ubicado en Zapopan, en la zona urbana del área metropolitana de Guadalajara, integrado por mujeres con distintos perfiles y edades que van desde los 22 hasta los 74 años. Este proyecto busca promover la soberanía alimentaria a través de la producción de alimentos y plantas medicinales, y acortar la brecha de género para transitar hacia modelos de producción más inclusivos e igualitarios en la agroecología y la producción sustentable.

El huerto ha permitido el encuentro de diversas visiones a partir de espacios de esparcimiento, recreación y relajación, el planteamiento de un proyecto de vida y la producción para el autoconsumo. Actualmente, en colaboración con la Unión de Especialistas en Biodiversidad, Conservación y Sustentabilidad (Unesbio, A.C.), se están realizando inventarios de la flora y fauna que habitan este huerto, así como de los servicios ambientales que este espacio ofrece, con la finalidad de reconocer y promover la importancia de estas iniciativas.

Por otro lado, tenemos el caso del Vivero Comunitario de San Juan de Abajo, Nayarit, el cual nació como parte de un proyecto para la restauración ecológica del paisaje agrícola de la región. En este espacio las mujeres han sido las responsables de la colecta de las semillas de especies arbóreas nativas y de la producción de las plantas para los procesos de reforestación. La mayoría de ellas son cabezas de hogar, lo que en este contexto es de suma importancia debido a que el vivero resultó ser un espacio de empoderamiento en el que tienen voz y voto, independencia económica y reivindicación en su comunidad, pues les ha brindado un sentido de pertenencia y un lugar de reconocimiento.

Estos casos nos han enseñado la necesidad de articularnos y formar redes más amplias, trabajando y apoyando grupos integrados por mujeres en comunidades rurales. Son principalmente ellas quienes acogen la agroecología, ya que se organizan de mejor forma con fines de colectividad y sororidad, a pesar de tener menor tenencia legal del territorio. Con su trabajo se instrumentan huertos de traspatio, huertos y viveros comunitarios, y procesos para la transición agroecológica de sus cultivos, lo que ha permitido no solo la producción de alimentos, sino también el fortalecimiento de las relaciones de las mujeres de la comunidad y externas a ella, la formación de nuevos grupos y espacios de producción agroecológica, y el intercambio de experiencias y cotidianidad.

Estos proyectos refuerzan el tejido social —con acciones contundentes y tangibles para la mejora del territorio y las relaciones comunales—, así como los lazos entre las mismas mujeres, al ser espacios de esparcimiento, relajación, diversión y trabajo para que todo germine, crezca y florezca en todos los sentidos.

 

[1] Silesbarcena, I. (2019). Feminism and sustainability. Global Social Changes. The University of Manchester.
https://bit.ly/480BrcY

 

Las cuidadoras del agua: la recuperación del río Pitillal

Ana Itzel Lozano Romero / egresada de Ciencias de la Comunicación del ITESO, colaboradora en el Centro Interdisciplinario para la Formación y Vinculación Social e integrante del Grupo Ecológico de Puerto Vallarta

Foto: Marinés de la Peña

Puerto Vallarta, Jalisco, es una región que, como muchas otras en México, ha pasado por múltiples dinámicas de despojo territorial y de bienes naturales por la colonización costera; desde los años cincuenta ha existido una centralización por parte del estado en la inversión del desarrollo turístico. Así, la ciudad se ha caracterizado por un constante ascenso poblacional, acompañado de una desmedida urbanización y una distribución demográfica que genera segregación y desigualdades en la población local. A esto se suma el conglomerado de problemáticas socioambientales, consecuentes de la extracción de bienes naturales, que provoca el desarrollo inmobiliario del mercado turístico, entre ellos, la falta de acceso a playas, espacios públicos o áreas verdes.[1]

PRINCIPALES LOGROS:
• A lo largo de las dos últimas décadas el colectivo ha logrado plantar 224 árboles, que hoy alcanzan los veinte metros de altura.
• El éxito de las campañas de reforestación se encuentra en los procesos de cuidado que la agrupación da a los árboles durante tres años.
• Desde sus inicios el grupo se ha movilizadopara exigir el cuidado y la conservación de los ecosistemas de la ciudad.

En este contexto, el Grupo Ecológico de Puerto Vallarta A.C. ha dedicado diversos esfuerzos en busca de una mejor calidad de vida para la población local y la preservación de los ecosistemas.[2] Desde sus inicios, en 2003, se ha caracterizado por la continua participación de mujeres, quienes han sostenido estos procesos durante dos décadas. Su labor más exhaustiva ha sido la recuperación de la ribera del río Pitillal, que consiste en la reforestación de la zona. Hoy, muchas personas disfrutan de estos espacios como lugares de recreación y actividad física, protegidos por la sombra de los árboles.

El proceso de plantación conlleva una práctica de cuidado de por lo menos tres años, procurando el riego semanal durante este periodo. La agrupación suele utilizar el agua del río para cumplir con esta actividad, pero con el paso del tiempo han notado cómo se seca cada vez más. Esto lo han identificado como una consecuencia del maltrato que el gobierno ha tenido con el río, principalmente en una de las supuestas limpiezas, que terminó siendo la tala de más de 150 árboles distribuidos en alrededor de un kilómetro del cauce.[3]

El grupo ha pasado por otros momentos de sabotaje en los espacios de reforestación, que en algunos casos fueron estrategias de cambio del uso del suelo para la construcción. Varios partidos políticos y gobiernos han tratado de apropiarse de sus labores en medios de campaña, instrumentando proyectos de urbanización que quedan incompletos. Ante esta situación el colectivo ha generado formas de vigilancia para mantener al margen estas intervenciones. De este modo, los esfuerzos de las mujeres han incentivado la participación local, fortaleciendo el tejido social en busca de la convivencia armónica de todos los seres vivos que habitan estos espacios. [4]

 

[1] Padilla y Sotelo, L., & De Sicilia, R. (2022). Reconfiguración territorial de la ciudad de Puerto Vallarta: destino turístico del Pacífico mexicano. En Jorge Isaac Egurrola, Emma Morales García & Abiel Treviño Aldape (coord.), La economía sectorial reconfigurando el territorio y nuevos escenarios en la dinámica urbano rural (pp. 271–291). UNAM. https://bit.ly/3TaqWPP

[2] González, M. (2023, 22 de julio). Ambientalistas piden detener permisos para construcción. Tribuna de la Bahía. https://bit.ly/482A25u

[3] Valenciano, A. (2020, 22 de junio). Limpian Río Pitillal y arrasan con bosque de sauces. Ciudad Olinka.
https://bit.ly/482YW52

[4] La información de este texto fue obtenida en su mayoría de la entrevista a integrantes del Grupo Ecológico de Puerto Vallarta A.C. en marzo de 2023

 

>>Conoce más en:
https://bit.ly/46Iipql

Editorial

Foto: Gabriel Nieto

Mujeres que ponen la vida al centro

Ante las diversas crisis socioambientales las mujeres destacan como líderes en los movimientos por la defensa del territorio. Su gran trabajo en las tareas de cuidado y de tejido comunitario las ubica en los espacios y los entornos adecuados para impulsar esta causa. Defensoras en México y en el mundo observan, cuidan y procuran la supervivencia y la vida misma mediante distintos proyectos, como los que presentamos en este número: huertos y viveros comunitarios, reforestación y restauración de cauces y bosques, defensa de espacios públicos y recreativos, proyectos artísticos, trabajo con infancias y juventudes, farmacias vivientes y el rescate de la medicina tradicional. El trabajo que las mujeres defensoras realizan en el contexto actual nos recuerda la urgencia de transitar hacia relaciones de cuidado, mantenimiento y reproducción de la vida más horizontales, recíprocas y justas.

Daniela Gloss, Rebeca Acevez
y Marinés de la Peña

Académicas del ITESO