Maya Viesca Lobatón / académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO
¿Qué tienen que ver los movimientos estudiantiles y la divulgación de la ciencia? A primera vista tal vez poco. No obstante, si consideramos que la mayor parte de estos han buscado sensibilizar a la sociedad respecto a problemas públicos y aquellos relacionados con la democracia, la distancia parece acortarse.
En fechas recientes, mujeres y hombres estudiantes, científicos y ciudadanos, han realizado en algunos países la llamada “marcha por la ciencia” en demanda de mejores condiciones para la investigación científica y el reclamo de una ciencia que atienda el bien común, subrayando el papel que esta desempeña en la vida cotidiana de todos. En diferentes publicaciones desde su primera edición en 2017 se ha destacado, como lo hace Verónica Guerrero para Ciencia UNAM, que “la ciencia no es solo un cuerpo de conocimientos, sino también una actitud frente a la vida, que incluye escepticismo, apertura, rigor, pensamiento lógico y apego a los resultados o evidencias”, y que “la divulgación científica debe tener, como elementos primordiales, la capacidad de conseguir que las personas ejerzan su libertad de pensamiento, aprendiendo a generar y defender sus propias opiniones, sustentadas en el conocimiento y el análisis crítico, bases propias del quehacer científico”.[1]
Tal vez fueron estos propósitos los que hicieron que Luis González de Alba (1944–2016), uno de los líderes del movimiento estudiantil de 1968, el más significativo en la historia de nuestro país, desarrollara a lo largo de su vida una sólida trayectoria en la comunicación de la ciencia. El entonces estudiante de Psicología perteneció al Consejo Nacional de Huelga, y tras las protestas en Tlatelolco fue detenido durante dos años en la cárcel de Lecumberri, donde escribió Los días y los años, una novela testimonial de su experiencia en el movimiento.
Multifacético personaje, le interesaba la música, la biología, la astronomía, la física, y la política, además de ser empresario y activista de los derechos LGBTQ+. Como escritor cultivó la novela, la poesía, la traducción y el ensayo, y por su trabajo como periodista obtuvo el primer Premio Nacional de Periodismo en 1997. Sus columnas de divulgación de la ciencia fueron durante mucho tiempo las únicas en su tipo en el país. Durante diez años escribió “La ciencia en la calle” en el diario La Jornada, posteriormente la columna “Se descubrió que…” en Milenio Diario, entre otras publicaciones.[2] Participó en el Café Scientifique del ITESO en septiembre de 2010,[3] donde charló sobre el origen de la ciencia.
En Luis González de Alba. Un hombre libre,[4] obra que recupera textos escritos sobre él, los autores coinciden en subrayar su férrea ética, en la que la búsqueda de la verdad desde la razón —algo siempre en tránsito, cuestionable, en construcción— tiene un papel central. González de Alba protagonizó un movimiento por la libertad de cátedra, rechazó el autoritarismo, buscó mayores libertades políticas y civiles, y posteriormente encontró en la comunicación de la ciencia un espacio de continuidad, un medio para seguir agitando ideas, entre ellas que la libertad solo puede estar fincada en la posibilidad de fraguarse un criterio independiente.
[1] Guerrero, V. (2017). ¿Por qué una marcha por la ciencia? Paradigma XXI. https://bit.ly/4dike0w
[2] Blog que recupera las columnas que publicó González de Alba a lo largo de su trayectoria: https://bit.ly/3BfEgLP
[3] Archivo CPC. (s.f.). “La ciencia se originó solo una vez” con Luis González de Alba. ITESO. https://bit.ly/3zs6v9J
[4] Villarreal, R. (2018). Luis González de Alba. Un hombre libre. Tedium Vitae.