Salud, alimento y territorio
Escuela para Defensoras en Derechos Humanos y Ambientales Benita Galeana
“Cultivamos plantas medicinales no solo para tratar afecciones en la salud o condimentar alimentos, sino para defender la naturaleza y el territorio”. Este es un compromiso adoptado por mujeres de municipios en el sur de Jalisco, quienes participan con la Escuela para Defensoras en Derechos Humanos y Ambientales Benita Galeana (EBG) en la instalación de huertas medicinales en espacios privados, públicos y colectivos.
“Las farmacias vivientes son una propuesta recuperada del pasado que enriquece el presente, pues mejora condiciones de vida en los hogares y reivindica el derecho a la salud, a la alimentación y a un ambiente sano. Basadas en una cultura de sostenibilidad, se complementan con el consumo de productos locales, el desarrollo de cadenas cortas de producción y el comercio de alimentos y plantas medicinales libres de agrotóxicos.” Esto explica Eva Villanueva, pionera en la instalación de farmacias vivientes, quien reconoce que esta práctica se ha alejado de la ética del cuidado a raíz de la institucionalización del concepto.
Para la ecofeminista Vandana Shiva la ética de cuidado existe en tres dimensiones: en el cuidado de la naturaleza y el entorno, en el personal y en el de los demás. “Como mujeres hemos sido históricamente las parteras de la agricultura orientada a los cuidados y a la preservación de la vida humana y silvestre”, dice Carmen García, integrante de la EBG. “Hemos sido las responsables de decidir y administrar los alimentos que se consumen o no en nuestras familias, por lo que creemos que es nuestro compromiso político y ético mantener una agricultura para la vida. Soltamos la mercantilización de la tierra porque esa lógica no es nuestra, proviene de una visión patriarcal y capitalista a la que nos oponemos”.
A partir de la crisis ambiental y de salud de 2019 la EBG retomó estos saberes como respuesta a la contaminación y la enfermedad que viven las mujeres en sus comunidades; saberes que ya no se transmiten, perdidos entre el silencio de quienes los poseen y ante la falta de interés y de práctica por parte de jóvenes que dejan sus comunidades para migrar. Las huertas medicinales que la ebg acompaña se encuentran en el área metropolitana periurbana de Guadalajara y en zonas rurales del estado, contrastando distintas realidades socioeconómicas, políticas y ambientales.
Las sesiones teórico–prácticas reflejan las formas en que las mujeres se organizan para trabajar las huertas de forma colectiva, y los programas en agroecología de la ebg son diseñados con base en los sistemas circulatorio, digestivo, nervioso y endocrino. “Hay que conocer la planta, sus principios activos, dosificaciones; saber dónde ponerla y con qué plantas se relaciona”, dice Mary Anguiano, integrante de la huerta comunitaria de Santa Elena, en Ciudad Guzmán, una urbanidad amenazada por la presencia de aguacateras, la tala de árboles y la reducción de mantos acuíferos, que han derivado en la pérdida masiva de flora y fauna.
Para las mujeres de esta población, así como en Agua Caliente —localidad de Poncitlán—, Atemajac de Brizuela y Balcones de Santa Anita —en Tlajomulco—, el cultivo de estafiate, orégano, árnica y cola de caballo, entre otras especies, responde a las crisis socioambientales que afectan sus territorios y la salud de sus habitantes, quienes presentan enfermedades derivadas de la contaminación del agua, los suelos, la mala alimentación y la explotación laboral. “Tener un huerto es una gran responsabilidad; implica organización, compromiso y trabajo”, dice Gloria Ceniceros, de Tlajomulco. Para ella la huerta comunitaria significa esperanza y una herramienta de cohesión social ante la delincuencia y la violencia que se agudizan a raíz del abandono masivo de viviendas en la zona, derivado de la planeación urbana y la corrupción.
A partir de los territorios y las vivencias de las propias mujeres construimos desde el hacer, el sentir y el pensar cotidiano la agricultura para la vida a la que aspiramos. Ellas “son las semillas que se enraizan y germinan en tierra fértil. Se abren y se expanden en un nuevo conocimiento como fruto de su libertad y autonomía”, aseguran las integrantes de la EBG.
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