David Fernández, S.J. / Mecanismo de Esclarecimiento Histórico de la Comisión de la Verdad sobre la Guerra Sucia
El modelo económico actual ha ampliado la brecha entre ricos y pobres, ha profundizado los procesos de explotación y opresión con la precarización del empleo y la concentración del ingreso, ha depredado ecológicamente la totalidad del planeta y ha contribuido a la deshumanización palpable del orbe. La crítica al actual sistema nos une, pues, al movimiento estudiantil de 1968.
Como planteaban los estudiantes del mayo francés, o del movimiento mexicano del 68, es necesario revertir la historia, subvertirla, lanzarla en otra dirección. El horizonte utópico sería la construcción de una cultura del trabajo y la austeridad como sustitutiva de la civilización del capital y el desperdicio.
Como universitarios y jesuitas necesitamos mirar atrás para lanzar la historia hacia adelante, hacia una mayor liberación, una democracia más profunda y una justicia social más abarcante.
La espiritualidad ignaciana es, antes que nada, una espiritualidad situada, es decir, que actúa siempre en un contexto determinado y no se abstrae de la historia. Es la espiritualidad que nace de la mirada con que “la Trinidad mira al mundo”, una ojeada escrutadora, analítica, compasiva, cuya finalidad es “hacer redención”, actuar para transformar la realidad.
Por eso, hoy como ayer, como hicimos con el movimiento del 68 y con el #YoSoy132, las instituciones confiadas a la Compañía de Jesús seguimos optando por acompañar a los movimientos juveniles. Ellos son el germen del futuro, son el presente de la historia, y tenemos una responsabilidad indeclinable en su origen y en su destino.