Medir la libertad

Maya Viesca Lobatón / académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO

En 1998 Amartya Sen, indio bengalí, recibió el Premio Nobel de Economía. La razón fueron sus investigaciones y planteamientos que dieron pie a calcular, entre otras cosas, el Índice de Desarrollo Humano, una contrapropuesta a otros indicadores que miden el estado general de la economía de un país o región, como el producto interno bruto (PIB), la inflación o el desempleo.

Testigo de hambrunas en su país natal, Amartya Sen se interesó en la relación entre la libertad, el bienestar y el desarrollo desde sus estudios en Calcuta y Cambridge.

Durante la segunda mitad del siglo XX, mientras Europa, Asia, África y Latinoamérica enfrentaban diversos desafíos políticos y sociales, los modelos de política económica, como el PIB, no reflejaban adecuadamente la calidad de vida ni las inequidades internas de las economías.

En su trabajo Desarrollo y libertad (1999) Sen cuestiona cómo, a pesar de vivir en un mundo de gran opulencia y consolidación democrática, aún existen notables privaciones, miseria y opresión.[1] Por lo tanto, propone que el desarrollo debe ser entendido como la expansión de las libertades reales que disfrutan las personas.

El economista las distingue en cinco tipos: las políticas, los servicios económicos, las oportunidades sociales, las garantías de transparencia y la seguridad protectora. En relación con los servicios económicos, remarca el acceso a los recursos financieros desde dos perspectivas: “libertad de”, que se consolida en la medida en que los individuos tienen capacidad de elegir y tomar decisiones, en la que influyen aspectos como la alfabetización y los conocimientos aritméticos, y la “libertad para”, que radica en que haya diversidad de opciones para elegir. Y es en esto último donde encaja uno de sus aportes más importantes: el enfoque de las capacidades.

En 2012 Amartya Sen obtuvo uno de los mayores galardones que otorga el gobierno mexicano a extranjeros, el Orden del Águila Azteca, por sus contribuciones a la economía del bienestar y la justicia social. Desde su perspectiva, los gobiernos deberían ser juzgados en función de las capacidades concretas que tienen sus ciudadanos. La economía mexicana ocupa el lugar número quince en el mundo, pero ¿qué tanta capacidad tenemos para ejercer nuestras libertades?

[1]. Sen, A. (1999). Desarrollo y libertad. Planeta.