Miguel Cerón Becerra, S.J. / candidato al Doctorado en Filosofía por la Universidad Loyola de Chicago
La filósofa Johanna Oksala demuestra que la mercantilización del trabajo del hogar depende de las desigualdades sociales que el capitalismo neoliberal reproduce a escalas global y local.[1] Estas tareas se realizan en condiciones laborales precarias que afectan principalmente a las mujeres —quienes componen tres cuartas partes de esta fuerza laboral— y se agudizan en las regiones más empobrecidas. En sociedades capitalistas la precarización del trabajo doméstico se normaliza por la informalidad generalizada en este sector, además de que está conceptualizado como una labor que provoca un costo social desdeñable. Por ende, para reducir el gasto público y privado en este ámbito las clases capitalistas externalizan esos trabajos a los hogares y periferias económicas y políticas. Con esta estrategia, las sociedades ricas despojan de riqueza y recursos —materiales y laborales— a las familias y comunidades más empobrecidas del mundo.
Los estudios sobre la explotación del trabajo doméstico revelan a un Dios que trabaja en condiciones de explotación exacerbada. Se trata de un Dios que labora y sufre para nuestro beneficio. Reconocer la situación de los y las trabajadoras del hogar implica percibir realidades que son difíciles de ver y escuchar en contextos capitalistas; esto incluye la violencia económica, racial y de género a causa de un capitalismo neoliberal que precariza aquellas labores esenciales para la sociedad y la economía.
Escuchar el grito de Dios que se expresa en el clamor de las y los trabajadores (Ex 3:7; Sant 5:4) abre cauces de esperanza, pues demuestra que el dominio del capital en nuestras sociedades no tiene la última palabra. Dios nos anima a poner los trabajos domésticos y de cuidados en el centro de la economía y la política.
[1] Oksala, J. (2023). Feminism, Capitalism, and Ecology. Northwestern University Press.