Maya Viesca Lobatón / Académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO
No es difícil encontrar en libros, películas, fotografías y textos de muchos tipos historias y narrativas en los que la calle es la protagonista; donde es el escenario pero también la que construye la situación, el testimonio y la memoria.
¿Qué son las calles, las avenidas y los caminos? ¿Qué significan para una sociedad, para la vida de las personas? En diversas plataformas se cita al restaurador y urbanista italiano Gustavo Giovannoni (Roma, 1873–1947), quien decía que las calles son, más allá de simples vías que separan espacios construidos o generan conectividad, los órganos del movimiento de las ciudades. Si fueran órganos de un cuerpo, ¿cuál sería la salud de las calles de nuestra ciudad? ¿Cuáles serían los indicadores para confirmar si son o no saludables?
Podríamos pensar en sus elementos constructivos, en su eficiencia para generar flujos, en sus usuarios, y como decíamos, en las experiencias que provocan. Podríamos mirarlas desde el punto de vista de la salud, pero también de la enfermedad, con sus coágulos, sus tejidos muertos, su genética oculta, sus síntomas de dolor y mal olor.
¿Qué ha enfermado a una ciudad y sus calles? ¿Cuáles son los patógenos responsables? ¿Quién o quiénes las curan? La respuesta a todas las preguntas serían sus ciudadanos, pero, hilando un poco más fino y con sentido práctico, habría que decir que el grado de enfermedad que han alcanzado algunas ciudades en lo que respecta a la movilidad urbana requiere de especialistas que trabajen interdisciplinariamente, desde los aspectos técnicos y de la política pública hasta los más filosóficos.
Curar nuestras ciudades requiere de voluntad política, pero también de ciencia. Son muchos los laboratorios e institutos que en fechas recientes han dedicado su total atención en generar alternativas. Por poner ejemplos podríamos hablar del Laboratorio de Movilidad e Infraestructura Verde de la Universidad Nacional Autónoma de México, que busca formar e investigar para crear soluciones urbanas y de eficiencia energética. Otro sería la Iniciativa Movilidad, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, cuyo equipo trabaja en el diseño de “viajes sostenibles” desde la inteligencia artificial, la innovación analítica o las “conversaciones emergentes”, aplicados al transporte público, la movilidad, los vehículos, la estadística o el comportamiento humano. Además, también está la Plataforma Temática Interdisciplinar del Ministerio de Ciencia e Innovación de España, con grupos interdisciplinarios que abordan el reto de la movilidad urbana sostenible desde una perspectiva global, en particular desde la movilidad urbana intermodal, el suministro de energía sostenible o la calidad del aire y la salud.
Estas y otras iniciativas de investigación seguramente hacen y harán grandes y saludables aportaciones, pero no sustituirán a los sociedad en la construcción de nuestras historias con la calle, con el barrio, con la ciudad. Ojalá que no se trate solo de historias de terror, de padecimiento resignado, de recorridos vaciados de vida, sino de topografías cargadas de valor afectivo y construcción compartida.
>>Conoce más en:
• https://arquitectura.unam.mx/labmov.html
• https://www.mmi.mit.edu/research
• https://pti-mobility2030.csic.es/?lang=es