Fernanda Lattuada / estudiante de la Licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO
“Estamos viviendo la peor época para la prensa en México; son tiempos oscuros.” Esas son las palabras que durante los últimos meses he escuchado a diferentes periodistas enunciar como una verdad lacerante. Cómo no hablarles con la verdad a un grupo de jóvenes que se preparan para ser periodistas en un país donde cada 14 horas se registra una agresión contra la prensa, de acuerdo con Artículo 19.
Durante los primeros tres años del gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador el número de agresiones contra periodistas creció 85% (1,085 contra 1,945), en comparación con el mismo periodo del anterior, y el número de asesinatos se duplicó, de 15 a 30, de acuerdo con el informe más reciente de Artículo 19. Estamos viviendo el periodo más violento contra la prensa del que se tenga registro. Analizo estos datos a unos meses de egresar y oficialmente nombrarme mujer periodista; es inevitable decir que existe miedo e incertidumbre.
Alguna vez leí a la periodista Daniela Rea, decía que entre tanta violencia aún habrá quienes busquen entretejer aquello que está roto, y doy como evidencia el hecho de que existan estudiantes periodistas, porque hay algo que nos une a todes: una insaciable pasión por conocer, entender y explicar el mundo a través del periodismo; escuchar historias, compartir, informar o, incluso, una corazonada; pero por alguna u otra razón estamos embarcados en un mismo gremio luchando contra los mismos miedos. Así me lo dijeron estudiantes a los que consulté sobre sus preocupaciones en un sondeo para escribir este texto:
“El asunto de los sueldos. Ser periodista es casi tan caro como emprender”.
“En México sabemos que ser periodista es sinónimo de malos tratos, falacias hacia nosotres. Es casi normalizado el tener que morir y es un miedo constante”.
“No poder vivir de mi profesión”.
“Tener un trabajo que sobreexige y que pierda mi estabilidad emocional”.
“Que me maten ejerciendo”.
“No disfrutar lo que hago”.
Sin embargo, también estos estudiantes tienen ideas de cómo hacerle frente al panorama: entretejer y fortalecer la comunidad a través de redes de apoyo para seguir exigiendo mejores condiciones para el desempeño; seguir impulsando y exigiendo leyes que velen por nuestra seguridad e integridad; “desenfundar la tinta de la pluma y fomentar que la sociedad no sea intimidada”.
Porque las esperanzas de las nuevas generaciones de especialistas en la información radican en que la violencia cese y podamos ejercer la profesión con libertad y sin miedos. Que sea respetada y dignificada tanto por el mismo gremio como por nuestras autoridades y la sociedad. Que los medios digitales alcancen la sostenibilidad y que las lectoras y los lectores se sientan conectados.
Porque el periodismo es un servicio social para y con la comunidad. La principal esperanza está en estas palabras porque, mientras existan jóvenes que sigan la corazonada de su pasión, nuestra profesión seguirá teniendo vida. Mientras haya mentes conscientes y críticas, no dispuestas a aceptar y normalizar la violencia, la libertad será una realidad.
Estamos viviendo la peor época para la prensa en México. Pero quienes estudiamos periodismo estamos haciendo nuestra parte para acabar con estos tiempos oscuros. Y confiamos en que no van a dejarnos solos.