Maya Viesca Lobatón / Académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO
A cualquiera que le interese un poco la ciencia y que siga algunas publicaciones de divulgación podrá reconocer los muchos y
diversos esfuerzos que en fechas recientes se hacen por desenterrar, de entre toneladas de anonimato y prejuicio, el papel que tienen y han tenido las mujeres en la ciencia. Tampoco es difícil toparse con la propuesta de hacer el ejercicio de nombrar a algunas científicas y quedarse, en el mejor de los casos, con un par de nombres, entre ellos el de Marie Curie. Y no es difícil reconocer que esto no es casual, si algo ha sido negado sistemáticamente a lo largo de la historia es la inteligencia de las mujeres.
Yadira Calvo, en su libro La aritmética del patriarcado,[1] hace un interesante recorrido histórico sobre la difamación del intelecto femenino y cómo a lo largo de los siglos —desde el Eclesiastés 300 años antes de Cristo—,[2] se han construido relatos para expulsar a las mujeres del mundo de las ideas y el pensamiento. Hacerse la pregunta de por qué las mujeres no han tenido una participación activa en el ámbito científico tiene su respuesta en la construcción misma de la historia.
Y estos relatos no solo han puesto en duda la capacidad intelectual de las mujeres, sino que, incluso, se ha dado valor a esta supuesta falta. Como dice Calvo, la “elevada y magnífica situación de la aguja y la cuchara poseía una mágica potencia de ilusión con la cual podían influir más en la historia que mediante el voto y el doctorado”.[3]
Esta narrativa no solamente mantuvo a las mujeres lejos de las instituciones del saber sino que fue minando, sistemáticamente, su interés por preguntarse sobre la naturaleza de la realidad y obtener respuestas no dogmáticas, que es la base del pensamiento científico.
En la actualidad, la duda sobre la inteligencia de las mujeres ha dejado de ser el principal problema, porque hay que decir que la ciencia no está hecha solo a base de esta. La ciencia requiere también de curiosidad, acceso y tiempo, recursos que, mientras sigan siendo las mujeres las únicas encargadas de las tareas del cuidado de las personas y de la transmisión de la tradición, seguirán siendo grandes impedimentos.
Cada vez son más las mujeres que estudian carreras vinculadas a la ciencia y las científicas laborando activamente. Aun así, la participación sigue siendo un reto. Según datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología,[4] en el Sistema Nacional de Investigadores las mujeres representan 37% del padrón. Y no solo eso, en todo el mundo aún se sigue construyendo esta narrativa en que las mujeres son las asistentes. Un ejemplo, curioso tal vez, es la reflexión de Laura Quiñones para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura[5] respecto del caso de asistentes digitales como Siri, Alexa y Google Home, todas mujeres, todas al servicio de lo que les pidamos.
Por si te faltan nombres de científicas, escucha a algunas de las mujeres que han participado en el Café Scientifique ITESO:
• Elba Castro: https://cultura.iteso.mx/web/general/detalle?group_id=17345382
• Julia Carabias: https://cultura.iteso.mx/web/general/detalle?group_id=15258857
• Susana López Charretón: https://cultura.iteso.mx/web/general/detalle?group_id=14714375
[1] Calvo, Yadira. Aritmética del patriarcado. Bellaterra, Barcelona, 2016.
[2] “Entre mil varones hallé uno que fuese prudente, pero entre todas las mujeres, ninguna me ocurrió con sabiduría”. Eclesiastés vii, 29.
[3] Calvo, Yadira. Op. cit, p.11.
[4] Género y ciencia. https://www.conacyt.gob.mx/index.php/el-conacyt/genero-y-ciencia , consultado el 16 de junio de 2020.
[5] La ausencia de mujeres en el campo de la inteligencia artificial reproduce el sexismo. Consultado en:
https://news.un.org/es/story/2019/06/1456961