Alexander Zatyrka Pacheco, S.J. / Rector del iteso
LA SEMILLA DE LA ESPERANZA
Para muchas personas pudiera parecer que estamos en tiempos que dejan poco terreno para ser optimista. Habitamos un planeta amenazado en su equilibrio ecológico, rozando límites que otrora habríamos pensado lejanos y que comprometen la supervivencia de todas las especies que cohabitamos en este sistema. Convivimos, además, en un país lacerado por muchos problemas: la violencia, la inseguridad, la desigualdad y la incapacidad de las autoridades para resolverlos. A lo que se suman la polarización, la manipulación, la posverdad y las presiones de gobiernos externos, solo por mencionar algunos.
Es normal creer que la dimensión de esta problemática cierra todas las puertas a la esperanza. Así como es comprensible que nos cueste trabajo ver hacia el futuro e imaginar alternativas que nos liberen del estancamiento o del abismo. Ante un panorama tan adverso, soy de la idea de que nuestro deber es abrir rendijas de luz y trabajar por la construcción de una sociedad que nos permita crecer como personas y vincularnos como comunidad.
En otras palabras, considero que cuando los tiempos nos muestran su rostro más desalentador, estamos obligados a convertirnos en sembradores de esperanza. Como dijo el padre Peter–Hans Kolvenbach, quien fue Superior General de la Compañía de Jesús: “Somos cada vez más conscientes de que las estructuras de la convivencia humana son de varias clases, no solo económicas y políticas, sino también culturales y religiosas, todas ellas condicionan la vida humana, todas pueden debilitarla o destruirla, y todas pueden impregnarse del evangelio e incorporar una mayor justicia social y caridad”.1
Esta manera de sembrar esperanza no se reduce a la mera denuncia. Se trata de confrontar la realidad mediante un compromiso en el que la persona emplee su ser profesional y espiritual en la búsqueda de esa esperanza. Se trata de arriesgarnos a crear alternativas en donde parecen no existir, a exponer contradicciones y a exigir cambios en aquellos lugares o situaciones en los que imperan el conformismo y la imposición. Es tiempo de forjar una nueva realidad, teniendo la audacia de imaginar y trabajar hacia una sociedad que quizás ahora parezca imposible, pero cuya búsqueda apasionada puede convertirnos en la mejor versión que podemos imaginar de nosotros mismos. Hacia ello debemos enfocarnos.
Cartel: Felipe Jácome / Ecuador
1 Kolvenbach, P. H. (2000, 24 de enero). Carta sobre el apostolado social. https://bit.ly/4nb7iQa