Maya Viesca Lobatón / Académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del iteso
Naturalmente humanos
¿En qué momento comenzamos a preguntarnos sobre la naturaleza, sobre lo otro? ¿En qué momento dejamos de ser naturaleza?
Hace 3.8 mil millones de años surgió la vida en la Tierra. El Homo sapiens, nuestro antecesor, se ubica hace 230 mil años. Por su parte, la capacidad lingüística, y probablemente con ella el pensamiento simbólico y su enorme capacidad de aprehensión del entorno, hace alrededor de 100 mil años.1
En el siglo iv a.C. los presocráticos se preguntaron por la naturaleza, que entendían como la totalidad del mundo: el cosmos —que significaba “orden”— se oponía al caos, aquello que no puede conocerse. Buscaron explicar los fenómenos de maneras no mitológicas, apelando a la experiencia concreta del mundo. Por otro lado, cerca del inicio del tiempo de Cristo la filosofía romana había comenzado a “oponer la idea de naturaleza —estado inicial desprovisto de influencia humana— a la de cultura —relativo a lo que ha sido apropiado por las sociedades”—.2 Así, las ciudades empezaron a verse como lugares de suciedad y vicio, como la antigua Babilonia, mientras que la naturaleza sería el idílico espacio para el encuentro con Dios.
A diferencia de la Antigüedad y de las cosmovisiones precolombinas, en las que los dioses eran parte de la naturaleza y esta, a su vez, se percibía como un proceso dinámico, la cristiandad desarrolló una visión de mundo donde la naturaleza era creación divina, estática: Dios no era parte de ella, y las personas, creadas a su imagen y semejanza, tampoco. En el Renacimiento, con la recuperación de las filosofías clásicas, las ideas de Platón que separaban el espíritu de la materia, poniendo al primero por encima, afianzarían esta visión y allanarían el terreno para que la naturaleza dejara de ser sagrada y se convirtiera en materia de explotación, en un decorado; ya no se trataba de un proceso cambiante y creativo, sino de algo permanente. Para algunos, esta visión, central en la Modernidad, dio lugar a los comportamientos que han derivado en la crisis ambiental en la que nos encontramos.3
Con este vertiginoso e impreciso recorrido histórico es posible generar algunas hipótesis sobre el momento en que, en la cultura occidental, la humanidad comenzó a preguntarse sobre la naturaleza y a escindirse de ella. Todos tenemos un imaginario sobre lo que es y operamos en función de este, ya sea que la concibamos como aquello que refiere a toda realidad material independiente de la actividad humana y la historia; al universo como lugar, fuente y resultado de los fenómenos de la materia, incluido el ser humano; a la fuerza específica del centro de la vida y el cambio; o a la esencia, la calidad interior y el carácter, esto es, todas las propiedades específicas de un objeto, ya sea vivo o inerte. 1
Seamos consistentes o nos movamos entre diversas aproximaciones en función del contexto, es probable que poco hayamos reflexionado sobre lo que es la naturaleza, pese a que rija nuestra forma de actuar en el mundo. Las luchas ambientales en buena medida son luchas epistémicas y de sentido: lo que pensamos sobre la naturaleza, sobre lo que hay que conservar, constituye la base de las políticas y acciones en materia de sustentabilidad que desarrollamos o apoyamos. La crisis ecológica es concreta y requiere de soluciones prácticas, que no sucederán sin dedicar tiempo a lo abstracto y complejo de los conceptos que están detrás.
1 Dizikes. P. (2025,14 de marzo). ¿Cuándo surgió el lenguaje humano? MIT News. https://bit.ly/44hl0sd
2 Ducarme, F., & Couvet, D. (2020). What does ‘nature’ mean? Palgrave Commun, 6 (14), 2. https://bit.ly/44ekhrV
3 White, L. (1966) The historical roots of our ecologic crisis. Science, 155 (37667), 1203-1207. https://www.jstor.org/stable/1720120