Daniel Enrique Sardo / coordinador de los Proyectos de Aplicación Profesional del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano del iteso

Gianfranco Franz / profesor ordinario del Departamento de Ciencias Ambientales y de Prevención de la Universidad de Ferrara, Italia

Pequeñas acciones,
grandes transformaciones


Hacia una economía centrada en las personas

Las personas de buena voluntad deben comprometerse cada vez más activamente en acciones virtuosas a pequeña escala, tanto en favor de los seres humanos más desfavorecidos y marginados como en relación con la naturaleza, entendida como el conjunto de todos los seres vivos. Este llamado no es retórico ni utópico, sino profundamente ético y urgente. Las grandes transformaciones no nacen exclusivamente de decisiones macroeconómicas o de políticas de Estado, sino también —y quizás, sobre todo— de pequeñas acciones concretas, cotidianas, llevadas adelante con conciencia, responsabilidad y compasión.

Estas pequeñas acciones son semillas de cambio que germinan en el suelo fértil de lo local y lo inmediato. Cuando una persona decide consumir responsablemente, apoyar emprendimientos locales o dedicar tiempo al cuidado del entorno, está creando ondas expansivas que gradualmente alteran las estructuras dominantes. La verdadera transformación comienza en gestos cotidianos: el huerto urbano en un terreno baldío, la cooperativa que desafía los circuitos comerciales convencionales o las prácticas de cuidado mutuo que fortalecen vínculos comunitarios frente al aislamiento contemporáneo.

Estas pequeñas acciones tienen la capacidad de alterar, desde lo más íntimo y local, los procesos sociales, económicos y culturales que configuran nuestro modo de habitar el mundo. No se trata únicamente de gestos simbólicos, sino de actos reales que pueden cambiar la forma en que vivimos, producimos, consumimos y nos relacionamos con nuestro entorno inmediato. Tanto en contextos rurales como urbanos, tanto en zonas centrales como en territorios periféricos y marginados, cada persona puede ser agente de cambio. Cada acto —por más modesto que parezca— puede contribuir a la regeneración del tejido social y ecológico.

La transformación sistémica requiere un cambio de conciencia traducido en prácticas cotidianas diferentes. Necesitamos redefinir la prosperidad, el éxito y el bienestar, alejándonos de visiones puramente materialistas. La abundancia real no se mide por acumulación, sino por suficiencia, equilibrio y calidad de relaciones. Construir una economía verdaderamente humana significa recuperar el sentido original de esta disciplina: la gestión responsable del hogar común.

Iniciativas como la economía circular, el consumo local o el comercio justo no son alternativas marginales, sino semillas de un nuevo paradigma económico emergente que demuestra cómo producir y consumir respetando límites ecológicos y principios éticos.

Nos encontramos hoy frente a una crisis sistémica, múltiple y entrelazada: crisis ambiental, social, económica y también de sentido. Esta crisis no se resolverá únicamente mediante innovaciones tecnológicas o reformas institucionales, sino también —y especialmente— mediante una transformación cultural que nos lleve a repensar nuestras relaciones con el planeta, con la naturaleza y entre nosotros mismos.

La dignidad humana y la integridad ecológica deben ser fundamentos irrenunciables de un nuevo contrato social y económico. Necesitamos sistemas que reconozcan la interdependencia entre bienestar humano y salud ecosistémica, que valoren el trabajo de cuidados y distribuyan equitativamente recursos y oportunidades. En tiempos de fragmentación social y deterioro ambiental acelerado, reconstruir comunidad y restablecer nuestra conexión con la trama de la vida se vuelve un imperativo ético.

Este es un llamado a pensar una “Economía como si la gente importara”, como planteó E. F. Schumacher; una invitación a priorizar la vida, la dignidad, el bienestar colectivo y el equilibrio con la naturaleza por encima de la lógica del crecimiento ilimitado y la acumulación sin sentido. En lugar de una economía centrada exclusivamente en la eficiencia y el beneficio económico necesitamos una economía centrada en las personas, en las comunidades, en la sostenibilidad a largo plazo y en la justicia social y ecológica.

Cartel: Yankun Wang / China

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