El estrés nuestro de cada día

Ciencia a sorbos

Maya Viesca / académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO

Diversas instituciones dedicadas a la lengua han instalado entre sus ritos de fin de año definir la palabra o la frase del año, ya sea porque es la que más lo representa o porque es una novedad digna de añadirse al diccionario.

En 2020 las elecciones fueron: “confinamiento”, por la Fundéurae; “extenuante”, “pérdida” y “caótico”, por The Washington Post; la Oxford Languages no pudo seleccionar una y eligió, entre ellas, “encierro”, “refugio” y lo que se refería al apagón de los mercados debido al virus, circuit breaker, a las que The New York Times añadió, entre otras, “trabajadores esenciales” y “de primera línea”, “sin precedente” y “distancia social”.[1]

El lenguaje no solamente sirve para expresarnos sino que a partir de él construimos nuestra realidad, y está claro que esta selección de palabras deja ver la situación vivida en 2020. Aun así, hay dos que no se incluyen, pero que subyacen prácticamente a todas las listadas: son “estrés” y “resiliencia”.

“Estrés” es un término que se utiliza para referirse a lo humano desde hace relativamente poco. En 1936, durante una investigación básica para encontrar una nueva hormona sexual, el médico de origen austriaco Hans Selye se dio cuenta de que los ratones con los que trabajaba generaban la misma respuesta cuando se les inoculaba diversos tipos de sustancia nociva, sin importar cuál fuera. Al esfuerzo del organismo para adaptarse lo llamó síndrome general de adaptación, que en general tiene tres etapas: la reacción de alarma, en la que ocurren diversos cambios físicos en la corteza cerebral y en la producción de ciertas hormonas; si el estímulo (afectación) continúa los órganos se estabilizan, por lo que se denomina etapa de resistencia, y una tercera, en el caso de que la situación se prolongue, que se llama de agotamiento y culmina con la muerte.[2]

Luego ha sido enorme la investigación que desde diferentes frentes se ha hecho sobre el impacto fisiológico que implica estar sometido a altos niveles de estrés. Asimismo, muchas investigaciones se han enfocado en comprender la forma en que diferentes organismos responden positivamente a estas afectaciones, no solo desde la necesidad natural del estrés como motivador sino a la capacidad de adaptarse, sobrevivir y generar bienestar a partir tanto de impactos como de tensiones crónicas, para parafrasear algunas definiciones de lo que se conoce como resiliencia.

La idea de colocar este término como parte de este conjunto de palabras que, dicho sea de paso, fue importado de la física, surge no de las connotaciones que le adjudican un lugar entre las actitudes humanas sino de los complejos mecanismos que, desde otros órdenes como el de la biología, lo establecen como estrategia de supervivencia. Como anotó Arnoldo Matus en su charla en el Café Scientifique en torno a la resiliencia urbana y comunitaria,[3] la necesidad de diseñar políticas para las organizaciones, comunidades, ciudades, que les permitan adaptarse y construir bienestar es imperante. No se trata de atender lógicas reactivas sino de planeaciones estratégicas y éticas, que reconozcan las amenazas y tensiones, así como los gradientes sanos de estrés que pueden ser soportados por los miembros de la organización desde un paradigma de bienestar.

 

[1] “‘Confinamiento’, palabra del año 2020 para la Fundéurae”, en Fundéurae, 29 de diciembre de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/Palabra2020fundeu; Goren, Eliza, Shefali S. Kulkarni y Kanyakrit Vongkiatkajorn. “The Washington Post asked readers to describe 2020 in one word or phrase. Here’s what they said”, en The Washington Post, 18 de diciembre de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/Word2020Washington; Herrera, Tim. “The 20 phrases that defined 2020”, en The New York Times, 21 de diciembre de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/Word2020nytimes

[2] Selye, Hans. “A syndrome produced by diverse nocuous agents”, en Nature, 138, 32, 4 de julio de 1936. Disponible en: https://www.nature.com/articles/138032a0

[3] Café Scientifique. “Resiliencia urbana y comunitaria en tiempos de cambio climático”, iteso, Guadalajara, 5 de febrero de 2019. Disponible en: https://cutt.ly/cs_resiliencia

 

Pandemia y teletrabajo

La pandemia de covid-19 ha puesto en evidencia los desafíos que la desigualdad de género supone para las mujeres. El confinamiento ha dado por resultado la convergencia del hogar, el trabajo y la escuela, lo cual se ha traducido en una sobrecarga de trabajo para las mujeres.

Las tareas domésticas y de cuidados están asimétricamente repartidas entre hombres y mujeres. Se estima que en la región latinoamericana las mujeres realizan el triple de tareas domésticas que los hombres.[1]

Para las madres de niños y niñas en edad escolar el tiempo en casa ha supuesto convertirse no solo en cuidadoras de tiempo extra sino también en maestras, asistentes y supervisoras, esto sumado a su papel de madres, amas de casa y trabajadoras. Con el confinamiento las mujeres han tenido que aumentar el tiempo que dedicaban al cuidado de otros y al trabajo doméstico, al tiempo que balancean su desarrollo profesional y su autocuidado.

Con esto en cuenta, decidimos conocer cómo la pandemia ha afectado a las madres trabajadoras del ITESO a través de un pequeño sondeo en el que participaron 22 mujeres de la comunidad universitaria, tanto académicas como administrativas. Es así como observamos que las madres trabajadoras académicas y administrativas del ITESO manifiestan dedicarle mucho más tiempo al trabajo, a sus deberes y a las tareas domésticas y de cuidados.

Esto tiene un impacto importante en la calidad de vida de las mujeres ya que, en consecuencia, del incremento del tiempo dedicado a otras actividades, 84 por ciento de las participantes reporta un decremento significativo de sus actividades de ocio y recreación.

Uno de los puntos en común que se encuentra al leer sus experiencias es sin duda la delimitación de los horarios de trabajo. La mayoría manifiesta dificultades en el manejo de límites, ya que por más que lo busquen reciben correos y mensajes por la aplicación WhatsApp con asuntos de trabajo a horas inadecuadas o que ellas buscan destinar a sus familias, lo que hace que el teletrabajo no tenga horario. Algunas dicen que como estrategia han decidido realizar las actividades que les requieren mayor concentración a altas horas de la noche cuando los hijos ya se durmieron o a muy tempranas horas de la mañana cuando aún no despiertan, lo que las lleva a sacrificar el equilibrio vida-familia-trabajo. El manejo del tiempo no es el único reto que estas madres enfrentan, también el de crear en este tiempo momentos valiosos con sus hijos. Mientras la mayoría percibe que pasa mayor tiempo de calidad con sus hijos, otras manifiestan que el ambiente de su hogar se ha vuelto más estresante, lo que hace difícil aprovechar la convivencia.

Históricamente la atención a las tareas domésticas y de cuidados ha sido adjudicada a las mujeres como si fuera natural esta división desigual, la continuidad de este pacto social ha derivado en que el trabajo de las mujeres no termine nunca. La crisis que atravesamos es un llamado a evaluar las formas y lugares desde donde trabajamos, así como una llamada de emergencia a pensar en estrategias con perspectiva de género.

Este breve análisis pone en evidencia las necesidades de las madres trabajadoras de la comunidad universitaria. El ITESO debe considerar dirigir su plan de acción sobre las bases de la igualdad de género, tomando en consideración las desventajas aquí mostradas.

 

 

[1] Guterres, António. “El COVID-19 y las mujeres”, en ONU Mujeres, 30 de abril de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/Guterres

Los olvidados en la pandemia

En diciembre de 2019 en Wuhan, China, surgió una neumonía vírica, que luego sería diagnosticada como un nuevo coronavirus. Esta enfermedad ha llevado al mundo entero a enfrentar la mayor amenaza a la salud sanitaria global. Después de casi un año de vivir en esta nueva normalidad el impacto en el terreno del trabajo ha sido catastrófico. La pandemia mostró el lado oscuro al dejar en evidencia la enorme precariedad de condiciones laborales, sobre todo del sector informal.[1]

Previo a covid-19, solo 57 por ciento de las personas en edad productiva tenía empleo y, de esta cantidad, 33 por ciento se desempeñaba en una economía informal, esto es, no gozaban de derechos laborales y no tenían protección social antes de la pandemia. Ahora, se estima que en el primer mes de la crisis los ingresos de los trabajadores de la economía informal disminuyeron en 60 por ciento a escala mundial, dejando al descubierto la situación de desigualdad preexistente.[2]

La pérdida de trabajo afecta al sector informal y también tiene una repercusión en las familias, en la sociedad y en la economía entera, cuando analizamos este suceso a grande escala. Ante este panorama viene una realidad a corto plazo que quizá sea peor, pues las personas del sector informal tratarán de solventar su gasto a través de la búsqueda de empleo. Sin embargo, el sector formal también se ha visto afectado por la pandemia, con lo cual las posibilidades de enfrentar la crisis se vuelven prácticamente nulas.

Este escenario nos llevará a la disminución de la demanda de bienes y servicios, detonando la disminución del flujo de capital que a su vez propiciará la pérdida de más empleos, lo que aumentaría la pobreza y la desigualdad. Muestra de ello son las estimaciones del Banco Mundial, en donde se prevé que el número de personas que viven en la pobreza podría aumentar entre 70 millones y 100 millones con respecto a la cifra de 2019.[3]

En suma, el escenario no se presenta favorecedor. Ante ello la respuesta estatal tendría que ir encaminada a un escenario auténtico de universalidad de derechos, en el que las prestaciones sociales, el sistema de pensiones y el respeto de los derechos laborales sean una realidad para todos, y no sólo para unos cuantos privilegiados.

 

 

[1] Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. “Declaración sobre la pandemia de enfermedad por coronavirus (covid-19) y los derechos económicos, sociales y culturales”, E/C.12/2020/1, 17 de abril de 2020. Disponible en: https://undocs.org/es/E/C.12/2020/1

[2] Organización de las Naciones Unidas, onu. “La protección de los derechos humanos durante la crisis del covid-19”, s.f. Disponible en: https://cutt.ly/ONU_proteger

[3] Organización de las Naciones Unidas, onu. “Documento de políticas: El mundo del trabajo y la covid-19”, junio de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/ONU_mundo

Tomarle el pulso al talento humano, una prioridad de las empresas frente a la pandemia

Manuel Aldrete se considera un optimista moderado; la pandemia por covid-19 impuso el reto a las compañías a ser resilientes y adaptarse a una nueva cultura de negocios digitales. Manuel piensa que el aprendizaje es una de las claves para esta nueva cultura, lo cual se ha vuelto una necesidad absoluta en la curva exponencial del mundo de las ventas digitales


Egresado de la Licenciatura en Administración de Empresas del ITESO, Manuel Aldrete recuerda cómo encontró su vocación en la gestión de recursos humanos cuando tuvo la oportunidad de acercarse al trabajo de sus maestros Pilar Zermeño y Armando Sánchez, que lo motivaron a estudiar el elemento humano de las organizaciones desde una perspectiva jesuita, instrumentar esquemas de compensación justos y generar modelos de trabajo más competentes y equitativos en cuestiones de género.

Él se ha dedicado desde hace 20 años a la gestión de recursos humanos en empresas como Pepsico, GNC, Cemex y Heineken. En la actualidad se desempeña como director de recursos humanos de Whirlpool para México, Centroamérica y Latinoamérica Norte.

 

¿Qué efectos detonó la pandemia en las empresas de México?

En nuestro caso, fue un efecto holístico y ha habido fuertes efectos en la interacción y el ambiente laboral, en la forma de colaborar y buscar nuevos esquemas de beneficios y compensaciones.

Por ejemplo, de 85 a 90 por ciento de nuestros administrativos se desplazó al trabajo en casa, pero también conservamos una base de manufactura de cinco plantas en donde seguimos trabajando al 100 por ciento.

Cuando se trabaja en una compañía de escala regional o global como Whirlpool se tiene mucha interacción. Hablábamos con gente de Ciudad de México, de Guatemala, de Colombia, pero el trabajo a distancia es muy diferente porque ahí el trabajo comienza a integrarse, redistribuirse y organizarse por medio de la tecnología.

 

¿Qué han ganado y perdido las empresas y sus trabajadores con esta nueva modalidad?

Yo creo que todo en la vida es un try off. Estoy convencido de que después de todo esto los seres humanos o los sapiens somos sumamente sociales y necesitamos interactuar, y ha sido un reto para todos los líderes y el personal de recursos humanos mantener conectadas a las personas, a pesar de la distancia.

La tecnología de alguna manera suple esta interacción, pero en esto particularmente hemos perdido más de lo que hemos ganado. La tecnología es una buena herramienta que nos ayuda a estar conectados, pero yo no supliría por nada el abrazo sincero de un amigo. Las pérdidas humanas y de fuentes de empleo también han impactado a las personas; están cansados, agotados física y emocionalmente, por lo que hemos buscado ser más resilientes.

Ahora creo que la pandemia nos está resituando en un punto para salir más fuertes. Me encanta esa frase de Murakami acerca de las tormentas, de que uno no es el mismo cuando sale de una. Cuando te agarra no sabes qué está pasando, pero sales de ella y ya no eres la misma persona, y de eso se trata. La humanidad está en una tormenta y tenemos que movernos a fines más utópicos que distópicos. Salir más solidarios, más empáticos, más colaborativos y compasivos.

Nosotros no hemos perdido muchas fuentes de empleo, pero muchas otras empresas que están en el turismo y el entretenimiento han tenido efectos durísimos en la parte económica, donde ha habido caídas de doble dígito y del producto interno bruto.

No es lo mismo la gestión del talento humano en el turismo que en una empresa de electrodomésticos. ¿Qué se puede hacer en otras áreas para superar los efectos de la pandemia?

Se me ocurre que lo que pueden hacer es poner en el centro a las personas y establecer prioridades claras.

Cuando entramos a la pandemia nosotros fijamos cuatro grandes prioridades. La primera fue cuidar la salud física y emocional de los trabajadores. La segunda prioridad fue cuidar las fuentes de empleo, la tercera fue cuidar el negocio en general, en donde revisamos los canales de comunicación, la reducción de costos y la generación de ahorros, de tal forma que tuviéramos que despedir al menor porcentaje de personal, y la cuarta prioridad, cuidar a nuestros clientes.

En recursos humanos siempre ponemos al ser humano en el centro. Se trata de buscar que el empleado esté sano, se sienta seguro y sea escuchado. Hace seis meses aplicamos una encuesta de ocho preguntas acerca de la comunicación, soporte, herramientas, protocolos de la empresa. Sacamos una calificación de 93 por ciento favorable. Las personas se sentían soportadas, bien comunicadas, seguras. Tomarle el pulso a la organización es importante a partir de herramientas específicas para saber cómo están los colaboradores.

 

¿Qué desafíos están enfrentando las empresas en la gestión del talento, de cara a un futuro incierto que se deriva de esta pandemia?

Mantener a las personas comprometidas. Lograr que todos sigamos conectados con la organización, a pesar de la distancia y de los meses que no nos vemos. La otra es que la pandemia ha disparado el ecommerce y los procesos de las empresas han tenido una transformación digital acelerada. Aunque ya lo hacían muchas otras, este modelo de negocio digital es algo que asegura sustentabilidad.

El desarrollo rápido de habilidades en nuestra gente para entrar a esta nueva era de digitalización es un gran reto. Son desarrollo de competencias y de una mentalidad digital, de una cultura nueva. Saber manejar negocios digitales, monetizar en el ecommerce, desarrollar páginas web y hacer entregas directas es relevante. Para esto se necesita talento, cultura, tecnología y esquemas de compensación.

El drama del empleo

Entre la precariedad, la subcontratación y covid-19

El sábado 23 de marzo de 2020 se inició la “jornada de sana distancia” para detener la propagación del coronavirus en México. “¡Quédate en casa!” se convirtió en un ruego inevitable, aunque con enormes costos económicos y sociales. Entre el cierre de gran parte de las actividades económicas y una profunda restricción al ejercicio de otras tantas (salvo a las que se les llamaron esenciales) se encontró la suspensión de los censos y encuestas en hogares.

En tales circunstancias, se suspendió el levantamiento de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Desde entonces no ha sido posible valorar con la misma precisión la evolución del empleo y de sus condiciones. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) estableció un mecanismo de sustitución parcial del levantamiento de información: la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE), que arrojó datos no plenamente comparables con la ENOE, pero que mostraban el cambio radical en las condiciones de empleo de la población del país, y en julio se comenzó a levantar una nueva versión de la ENOE, la ENOEN, que integra aspectos de levantamiento adaptados a las nuevas circunstancias.[1]

La primera ETOE presentó los resultados de abril. Hubo un derrumbe sin precedente en el número total de la población económicamente activa (PEA; ocupados más desocupados),[2] pues 12 millones de personas salieron de la actividad económica en un mes; el número de trabajadores ocupados cayó en más de 11 millones y el de desocupados aumentó en 130,000, así como el aumento absoluto del desempleo fue marginal, ya que la población no perdió su trabajo y comenzó a buscar otro sino que se refugió en su hogar ante el “¡Quédate en casa!”.

El refugiarse se tradujo en un incremento de la población no económicamente activa disponible (PNED), esto es, de trabajadores que no tenían trabajo ni buscaban tenerlo en ese instante (no había ni dónde buscar), pero estaban con la plena disposición de reintegrarse a la brevedad. Esta población aumentó en 11.5 millones de personas en un solo mes. Quienes perdieron su trabajo fueron sobre todo trabajadores por cuenta propia que dejaron de tener proveedores o clientes en su actividad, trabajadores en la economía informal, así como trabajadores eventuales, subcontratados o con contrato no laboral (como en el caso de honorarios) en el propio sector formal. En el ámbito sectorial la principal caída en la ocupación fue en las actividades industriales.

Entre mayo y junio el empleo comenzó a recuperarse, pero no como resultado de una mejora económica sino por la imposibilidad de la PNED de mantenerse sin ingresos. Cuando solo 37.7 por ciento de los trabajadores ocupados cuenta con seguridad social, 56 por ciento se ubica en la economía informal, no existe un seguro de desempleo nacional ni se cuenta con una renta básica individual, y no existe una capacidad significativa de ahorro voluntario para la gran mayoría,[3] resulta muy complicado quedarse en casa.

Así, la ENOEN mostró una recuperación del empleo casi tan amplia como la caída al comienzo de la pandemia: de los 12 millones de empleos perdidos en abril se habían recuperado 10.2 millones en octubre. Sin embargo, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) detectó una creciente pobreza laboral. Al tercer trimestre de 2019, para 38.5 por ciento de los trabajadores el ingreso era inferior al costo de la canasta básica (línea de bienestar individual de 3,091 pesos mensuales a nivel urbano), en tanto que al tercer trimestre de 2020 la proporción aumentó a 44.5 por ciento (el costo aumentó a 3,256 pesos).

Ante la crisis económica los trabajadores están dispuestos a trabajar más tiempo por menos ingresos, pues el razonamiento básico no es: “Trabajo más si me pagan más” sino: “Si me pagan menos, hay que ver cómo le hacemos para trabajar más personas o más horas, para compensar esa caída en el ingreso”. De mantenerse una lógica de crecimiento masivo de la eventualidad, la subcontratación, el outsourcing y el insourcing, la precariedad del trabajo formal seguirá creciendo y se acercará más a la precariedad de la informalidad. A su vez, esto provocará mayor pobreza y vulnerabilidad de la población ante contingencias sanitarias, económicas o desastres naturales. La construcción de una “nueva normalidad” debe pasar por el reconocimiento de la dignidad del trabajador y de su familia, no solo por la eficiencia, productividad y competitividad empresarial.

 

 

[1] En ese sentido, las líneas que siguen no marcan datos precisos de variación del empleo sino acercamientos mayores a los impactos que ha provocado la llegada del coronavirus.

[2] La población desocupada refiere a los mayores de 15 años que no trabajaron ni una hora en la semana previa a la encuesta, estaban disponibles para trabajar y estaban buscando activamente empleo. La ocupada está constituida por la población que genera actividades cuantificables en el producto interno bruto.

[3] Debido a que 71.7 por ciento de los trabajadores cuenta con ingresos inferiores a dos salarios mínimos, el equivalente a 7,490 pesos en noviembre de 2020.

Editorial

La pandemia por covid-19 ha estado cambiando todos los aspectos de la vida tal como la conocíamos, provocando temor y ansiedad colectiva por la acelerada propagación del virus, lo que nos ha obligado a parar gran parte de nuestras actividades económicas y sociales, en muchos casos a trabajar y estudiar desde casa, inundándonos de una abrumadora sensación de incertidumbre.

En medio de la promesa de que todo esto será pasajero el temor se apodera de nosotros y luchamos fuertemente por mantener en alto la esperanza.

Los impactos de la crisis que ha ocasionado son a todas luces reconocidos, tanto en los aspectos emocionales y de salud como en el ámbito económico, derivado del cierre y la disminución de operaciones de muchos negocios, sobre todo locales. Todo esto ha traído consecuencias en el empleo y el ingreso de los hogares. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia ha tenido un “efecto devastador en los trabajadores de la economía informal y en cientos de millones de empresas en todo el mundo [… en donde] casi la mitad de la población activa mundial corre el riesgo de perder sus medios de vida”.[1]

El coronavirus puso al descubierto las enormes desigualdades que se viven en el mundo y en especial en los países de América Latina. Al mismo tiempo, se agravaron distintas formas de violencia tanto al interior de los hogares como en la relación jefe-colaboradores, sobre todo en los escenarios de trabajo remoto.

La complejidad de estas nuevas realidades demanda de gobiernos, asociaciones civiles y organizaciones productivas la búsqueda de alternativas creativas que nos conduzcan hacia la resiliencia, la adaptabilidad y la sostenibilidad, poniendo en el centro la dignidad y el cuidado de las personas.

El propósito de este número de Clavigero es ofrecer una mirada a la problemática del mundo del trabajo en las circunstancias actuales, para visualizar los desafíos y las oportunidades que nos ayuden a avanzar hacia una mayor igualdad y bienestar en el trabajo y por medio de éste.

 

Ana Paola Aldrete González y Leonor Ahuja Sánchez

Departamento de Economía, Administración
y Mercadología del ITESO

[1]  Organización Internacional del Trabajo, OIT. “La pérdida de empleo se
dispara, y casi la mitad de la población activa mundial podría llegar a perder
los medios de vida”, comunicado de prensa, OIT, Ginebra, 29 de abril de 2020. Disponible en: https://cutt.ly/OIT_empleo

Clavigero Núm. 19

Empleo y gestión de las personas en tiempos de pandemia

Periodo: febrero – abril 2021

El coronavirus ha puesto al descubierto las enormes desigualdades que se viven en el mundo y en especial en los países de América Latina. Al mismo tiempo, se han agravado distintas formas de violencia tanto al interior de los hogares como en la relación jefe‒colaboradores, sobre todo en los escenarios de trabajo remoto.

La complejidad de estas nuevas realidades demanda de gobiernos, asociaciones civiles y organizaciones productivas la búsqueda de alternativas creativas que nos conduzcan hacia la resiliencia, la adaptabilidad y la sostenibilidad, poniendo en el centro la dignidad y el cuidado de las personas.

El propósito de este número de Clavigero es ofrecer una mirada a la problemática del mundo del trabajo en las circunstancias actuales, para visualizar los desafíos y las oportunidades que nos ayuden a avanzar hacia una mayor igualdad y bienestar en el trabajo y por medio de éste.

Ana Paola Aldrete González y Leonor Ahuja Sánchez
Coordinadoras del número.

Publicado: 2021-15-03

 

Contenido

Editorial
El drama del empleo. Entre la precariedad, la subcontratación y covid-19
Luis Ignacio Román Morales
Entrevista a Manuel Aldrete. Tomarle el pulso al talento humano, una prioridad de las empresas frente a la pandemia
Dulce Figueroa Santana
Infografía
Retos laborales ante covid-19
Diseño: María Magaña
Los olvidados en la pandemia
Miguel Ángel Álvarez Rodríguez
Pandemia y teletrabajo
Paola A. Morales Laguna
Isabella Cárdenas
Ciencia a sorbos.  El estrés nuestro de cada día
Maya Viesca Lobatón
La Pisca.  Mirar desde la vulnerabilidad: renacer a la humanidad
Pedro Antonio Reyes Linares, S.J.
Mirar la crisis sanitaria y laboral con gafas históricas y violeta
Raquel Ramírez Salgado
Empresarios de micro y pequeñas empresas
Juan Carlos Joya Díaz