Clavigero Núm. 11

No. 11

El derecho a la alimentación

Periodo: febrero – abril 2019

Los problemas vinculados a una inadecuada alimentación crecen y se extienden por todo México. Este número de Clavigero presenta diversos acercamientos al complejo tema de la alimentación en el país. Los textos abarcan desde la situación del derecho a la alimentación hasta las diversas opciones en marcha, pasando por la relevancia de la agricultura familiar, la importancia de la milpa como base de una buena nutrición y el papel fundamental del agua para la producción de alimentos.

Esperamos que los textos incluidos en esta edición nos sirvan para avanzar en este camino y contribuir así a un “buen comer” para todas y todos

Jaime Morales Hernández
Roberto Paulo Orozco Hernández
Coordinador del número

Publicado: 2019-30-04

Contenido

  • Editorial
  • Infografía. La alimentación en México
    Brenda Solís
  • La agricultura familiar y la producción de alimentos
    Jaime Morales Hernández
  • Agua, agricultura y alimentos: el futuro en juego
    Mario Edgar López Ramírez
  • El derecho a una alimentación sana
    Roberto Paulo Orozco Hernández
  • Cooperativa de Consumo Consciente Milpa
    Consejo de Comisiones de la Cooperativa de Consumo Consciente Milpa
  • La producción de alimentos sanos: la experiencia de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias en Jalisco
    Oscar Muñoz
  • ¿Qué comemos? Observatorio del derecho humano a la alimentación adecuada
    Roberto Paulo Orozco Hernández
  • La dieta de la milpa y sus aportaciones a la alimentación
    Teresa Ivonne Ayala González
  • La alimentación de los mexicanos
    Jaime Morales Hernández
  • Ciencia para la soberanía alimentaria
    Maya Viesca Lobatón
  • Feria de Productores, un mercado local en Guadalajara
    Víctor Flores Gutiérrez
  • El derecho humano a la alimentación adecuada
    Roberto Paulo Orozco Hernández

Editorial

“El derecho a la alimentación funge como un pilar fundamental para el derecho a la vida. No obstante, también puede decirse que es el derecho humano más violado a nivel mundial, a pesar de un entendimiento creciente respecto a qué es necesario para realizarlo”.

-Mecanismo de la Sociedad Civil para las relaciones con el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO, 2018.

Los problemas vinculados a una inadecuada alimentación crecen y se extienden por todo México. Padecimientos tan indignantes como el hambre o tan onerosos como la obesidad coexisten en un país en el cual su cocina es considerada patrimonio cultural de la humanidad y que genera suficientes alimentos para cubrir las calorías totales de sus habitantes. Estos males afectan a gran parte de la población y se ensañan con los más vulnerables: pueblos indígenas, mujeres, niños, personas mayores y familias rurales.

En la búsqueda de alternativas para esta situación en 2018 se creó en el ITESO ¿Qué comemos? Observatorio del derecho humano a la alimentación adecuada, el cual enfoca su quehacer en la incidencia para la plena realización del derecho humano a la alimentación adecuada, con base en una reflexión global, pero que busca una acción en lo local.

Este número de Clavigero da cuenta de algunos avances de este Observatorio y presenta diversos acercamientos al complejo tema de la alimentación en México. Los textos abarcan desde la situación del derecho a la alimentación hasta las diversas opciones en marcha, pasando por la relevancia de la agricultura familiar, la importancia de la milpa como base de una buena nutrición y el papel fundamental del agua para la producción de alimentos.

La reflexión y el análisis de la grave problemática alimentaria por la que cursa nuestro país son el punto de partida para construir alternativas de solución. Esperamos que los textos incluidos en esta edición nos sirvan para avanzar en este camino y contribuir así a un “buen comer” para todas y todos.

Jaime Morales Hernández y Roberto Paulo Orozco Hernández / Coordinadores del número.

La agricultura familiar y la producción de alimentos

Al acercarnos al tema del derecho humano a la alimentación necesariamente tenemos que abordar la producción de alimentos y por tanto la agricultura, y referirnos también a los agricultores, esos seres humanos cuyo modo de vida es producir alimentos y que además también son consumidores. Alrededor del planeta existen diversos modos de practicar la agricultura que pueden ubicarse en dos grandes grupos. El primero es la agricultura industrial, que es dominante y se extiende por todas partes, basada en el monocultivo, alta utilización de insumos químicos, uso intensivo de suelo y agua, grandes externalidades ambientales y dirigida a los grandes mercados; este tipo de agricultura, a escala mundial, utiliza 75% de los recursos agropecuarios y genera 30% de los alimentos.1

El segundo grupo que prevalece y resiste a pesar de las tendencias hegemónicas es la agricultura familiar; una forma de gestionar la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la acuacultura, la pesca y el pastoreo que es organizada y administrada por una familia, y que depende de manera preponderante del trabajo familiar tanto de mujeres como de hombres. En ella la familia y la granja están vinculadas, coevolucionan y combinan funciones económicas, sociales, ambientales y culturales.2 A escala mundial, 87% de los agricultores son familiares y producen 70% de los alimentos, con 25% de los recursos agropecuarios.3 En América Latina la agricultura familiar comprende a 80% de los agricultores y producen entre 27% y 67% de los alimentos. En México la agricultura familiar incluye a 81% de todas las unidades productivas y genera 40% de los alimentos, entre los que destaca el maíz, 65% del cual es producido por la agricultura familiar.4

Desde esta perspectiva, la Vía Campesina, una coordinadora mundial que agrupa a 182 organizaciones de agricultores en 82 países, propone y asume la idea de soberanía alimentaria como un componente fundamental del derecho humano a la alimentación. La soberanía alimentaria significa devolver a cada familia, comunidad y nación el control sobre los alimentos que produce y consume, y recuperar todas las herramientas jurídicas, técnicas y políticas que necesite incluyendo el control de precios y los circuitos de intercambio. Significa, también, priorizar la producción agrícola local para alimentar a la población, y conlleva el acceso al agua, a la tierra, a las semillas. La soberanía alimentaria promueve el derecho de los campesinos a decidir cuáles cultivos sembrar y a quién vender, y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren consumir y cómo y quién se los produce; demanda, además, el reconocimiento de los derechos de los campesinos, que desempeñan un importante papel social en la producción y alimentación de los pueblos.5

Los movimientos globales de agricultores continúan reivindicando su papel como productores de alimentos y en diciembre de 2018, después de 17 años de lucha, han logrado un importante avance: la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Esta declaración reconoce el derecho a una alimentación adecuada y el derecho fundamental de estar protegidos del hambre, que incluye el derecho a definir sus propios sistemas alimentarios y agrícolas para producir sus alimentos y tener una nutrición adecuada. Reconoce también el derecho a la soberanía alimentaria, el derecho a la tierra y al territorio, el derecho a las semillas y a la práctica de la agricultura tradicional.6

En la búsqueda del pleno cumplimiento del derecho humano a la alimentación resulta evidente la necesidad de una apuesta por la agricultura familiar, encargada de suministrar la mayor parte de los alimentos a gran parte de la humanidad. Es claro también que del futuro de la agricultura familiar dependerá nuestra provisión de alimentos en la calidad y cantidad necesaria para que la humanidad coma bien. Los movimientos rurales se organizan y requieren el acompañamiento y la cercanía de quienes no producimos alimentos y queremos una alimentación sana y suficiente; la articulación de ambos sectores y la presión sobre los gobiernos significará ir avanzando hacia el derecho humano a una alimentación adecuada.

Notas

  1. Shiva Vandana. ¿Quién alimenta realmente al mundo? Madrid: Capitán Swing, 2017.
  2. Salcedo, S. y Guzmán, L. (eds.). Agricultura familiar en América Latina y el Caribe: recomendaciones de política. Santiago de Chile: fao, 2014.
  3. Shiva Vandana. Op. cit.
  4. Salcedo, S. y Guzmán, L. (eds.). Op. cit.
  5. Véase https://viacampesina.org/es/que-es-la-soberania-alimentaria/
  6. Organización de las Naciones Unidas, onu. Declaración sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Nueva York: onu, 2018.

 

Jaime Morales Hernández / Agroecólogo y académico del Cifovis ITESO.

 

Agua, agricultura y alimentos: el futuro en juego

¿De qué tamaño es el volumen de agua que se utiliza en la agricultura? ¿Cuánta agua consume la producción masiva de alimentos? ¿Qué tan representativa es el agua agrícola para el futuro del agua en el mundo? Un resumen muy contundente de lo que significa la relación entre agua y agricultura nos lo ofrece el físico y químico Philip Ball en su hermoso libro H2O. Una biografía del agua. Nos dice Ball: “El agua es esencial para cualquier actividad económica, pero para ninguna lo es más que para la agricultura.

Cerca de 70 u 80% de las reservas de agua globales se usa para riegos, y la proporción es aún mayor en países menos desarrollados. Las preocupaciones acerca de una inminente escasez de agua no tienen tanto que ver con la sed como con el hambre”.1 La agricultura es la más importante consumidora de agua en todo el mundo ya que “a fuerza de irrigación artificial se ha expandido hacia zonas áridas y semiáridas del planeta”,2 dice también Adriana Anzolin, ambientalista y divulgadora de la ciencia en otro maravilloso texto titulado Lazos verdes.

Las citas anteriores nos libran de un viejo engaño de perspectiva que las autoridades encargadas de gestionar el agua nos han vendido durante décadas, según la cual basta con que aprendamos a cerrar las llaves de nuestras casas para que exista un ahorro significativo global de agua. Esto no es así. El agua doméstica utiliza alrededor de 10% y 15% del agua global disponible y este fenómeno es más o menos similar para el conjunto de las urbes de la tierra, incluyendo a las megaciudades, como el área metropolitana de Guadalajara, con sus casi siete millones de habitantes. Si contrastamos los datos del agua urbana con el inmenso volumen de agua que se usa en la agricultura nos daremos cuenta de que el reto más importante para la sustentabilidad hídrica se encuentra en la forma en que se gestiona en la actualidad y en la que se debe gestionar en el futuro el agua agrícola. La agricultura posee, pues, la verdadera clave.

Por supuesto que lo anterior no quiere decir que dejemos nuestra responsabilidad ciudadana de cuidar el agua, valorarla y aprender a administrarla con sabiduría en nuestros hogares. Lo que se vuelve necesario es dimensionar la importancia que representa una utilización eficiente del agua en la producción de alimentos. Por lógica simple y después de comprender estos datos cae por su propio peso que mejorar los sistemas de riegos es vital. El despilfarro de agua agrícola con técnicas obsoletas de anegación o inundación de zonas de riegos, las cuales añaden exceso de agua a los cultivos, haciendo que se pierda de forma innecesaria agua por evaporación o escurrimientos en las pendientes del terreno e incluso provocando salinidad, deben ser sustituidas por mejores tecnologías como riegos por goteo o políticas de infiltración de agua al subsuelo, cuidado de la humedad atmosférica, así como la fundamental comprensión de la dinámica de los suelos y la disminución de abatimientos y sobreexplotación de los acuíferos.

A esto se añade el manejo del “agua virtual”, es decir, el agua que requiere la producción industrial misma de los alimentos, así como el agua que contienen los alimentos, haciendo por ejemplo que las frutas, los vegetales, la carne, el huevo, por mencionar algunos, se vuelvan verdaderos “empaques” para trasladar agua de un lado a otro. Para producir una lata de vegetales se necesitan casi 40 litros de agua3 y para producir un kilo de azúcar se necesitan unos ¡mil 800 litros de agua!4 Un jitomate, un limón, una pera son agua que se puede exportar de una región hídrica a otra, con la posibilidad de formar ciertos desbalances. Buscar la regulación eficiente de estos grandes volúmenes de agua para poder sembrar, cultivar y comer es el nuevo paradigma, urgente, que se requiere instalar.

También se necesita más sabiduría: comprender cómo funciona el ciclo hidrológico en cada área agrícola debe ser la tarea científica por excelencia, pero incorporando otros saberes milenarios. Las comunidades campesinas e indígenas han observado, sistematizado y entendido durante siglos el ciclo del agua. Su conocimiento comunitario es hoy un preciado tesoro que debe dialogar con la ciencia de la agricultura y de la gestión del agua. El manejo del agua en la agricultura y en la producción de alimentos es uno de los mayores retos humanos y ecológicos del presente, pues el futuro depende de ello. Y es también el reto que debe asumir nuestra universidad.

Notas

  1. Ball, P. H2O. Una biografía del agua. Ciudad de México: fce / Turner, 2010, p.394.
  2. Anzolin, A. Lazos verdes, nuestra relación con la naturaleza. Buenos Aires: Maipue, 2006, p.88.
  3. Ball, P. Op.cit, p.394.
  4. Anzolin A. Op.cit, p.89.

 

Mario Edgar López Ramírez / Académico del Cifovis ITESO

El derecho a una alimentación sana

René Cristóbal Crocker Sagastume es investigador en el Instituto Regional de Investigación de Salud Pública de la Universidad de Guadalajara y director de Ciencias de la Salud en Guadalajara Lamar. Cuenta con más de 30 años de experiencia de trabajo en temas relacionados con nutrición, soberanía alimentaria y el derecho humano a la alimentación.

 

¿Qué nos puede decir sobre la relación del derecho humano a la alimentación con otros conceptos relevantes, como la soberanía alimentaria?

El derecho alimentario forma parte de los derechos humanos básicos, pero no es nada más el derecho a comer sino a comer sano y a que la comida se produzca en condiciones de respeto a la naturaleza. Entra en una visión más amplia, ya no es la concepción antropocéntrica a que el ser humano coma bien, sino que lo haga respetando la biodiversidad de los territorios donde se produce el alimento. Ese es un aporte principal que nos dan los pueblos originarios: su concepto de soberanía alimentaria es mucho más amplio del que tenemos nosotros, es una soberanía alimentaria vinculada a la Madre Tierra.

Al ser uno de los pioneros en la formación de recursos humanos en esta área, en Jalisco y en el resto del país, ¿cómo ve su evolución y cuál es su pronóstico respecto al desarrollo de este enfoque en las ciencias de la salud y la alimentación?

Los diseños curriculares para formar profesionales de la nutrición han caído en un sesgo academicista, es decir, los alumnos no quieren salir al campo. Por otro lado, hemos segmentado el proceso alimentario de nutrición y eso les ha hecho mucho daño a los procesos formativos. Ahora parece que la clínica está separada de la alimentación comunitaria, de la administración de servicios alimentarios y de la ciencia y la tecnología alimentaria. ¿Por qué ha sucedido esto? Porque las universidades se han venido hacia adentro. Si la formación es hacia afuera, tendrás necesidad de resolver problemas con toda la parafernalia del conocimiento.

Si no superamos eso corremos el riesgo de seguir formando profesionistas que no saben resolver problemas, porque los problemas no están separados en la realidad.

¿Cuál es su opinión respecto del trabajo que deben de hacer las universidades para la plena realización del derecho humano a la alimentación?

Lo que hay que hacer es romper con esas parcelas que hay y juntar, en las universidades, a agrónomos con veterinarios, con médicos, con nutriólogos, entre otros. Porque el derecho alimentario tiene componentes de todo tipo, es el derecho a tener una alimentación sana que mantenga la vida saludable de los seres humanos y de la naturaleza, y eso nos hace replantear los conceptos que hemos venido trabajando.

¿Cuál es su opinión con respecto al trabajo que deben de hacer los gobierno estatal y federal en este sexenio para la plena realización o del derecho humano a la alimentación?

Lo primero que hay que hacer es recuperar la producción nacional: México importa 60% de los alimentos que consume. Perdimos la soberanía, el Estado desprotegió el campo, no le invirtió, y los campesinos no siembran maíz porque no hay precios de garantía para producir, ya no hay condiciones económicas para seguir produciendo. Ese modelo hizo que se perdieran los derechos de vivir en entornos saludables y ahora el derecho alimentario más violentado es el del campesino, porque no hubo una política para el campo mexicano. Hay que recuperar buena parte de lo que se había ganado anteriormente, que es empezar a producir comida.

¿Cuál es su opinión respecto del trabajo que debe hacer la sociedad civil para la plena realización del derecho humano a la alimentación?

La sociedad civil debe plantearse la posibilidad de crear políticas públicas para el derecho alimentario y cambiar las reglas de las políticas públicas actuales, porque tradicionalmente están construidas desde el gobierno y desde los organismos internacionales. Si el derecho alimentario está desarticulado del derecho a la salud y a vivir en entornos saludables, sus políticas tienen poco éxito. La sociedad civil debe articular una plataforma de lucha que incluya los tres elementos, y eso significa que las políticas del Estado debieran estar articuladas, porque por un lado suele estar la política de salud, por otro la alimentaria y por otro la política ambiental.

¿Qué recomendaciones le puede hacer al Observatorio del derecho humano a la alimentación adecuada ¿Qué comemos? para que realmente tenga un impacto positivo en Jalisco?

Una observación es que los pueblos indígenas nos pueden aportar mucho con respecto a esos derechos. Por ejemplo, el mejor sistema de producción alimentaria conservando la naturaleza es el cuamil. Además, algo que nos puede dar mayor soberanía son los bancos de semillas criollas de las comunidades indígenas. Debemos establecer alianzas estratégicas con los pueblos originarios.

Ellos pueden aportar, con su conocimiento ancestral, muchos elementos para construir modelos alimentarios donde se integre el derecho de la naturaleza a estar sana.
Todos los que trabajamos sobre el derecho alimentario de los pueblos debemos estar mejor articulados y no siempre lo hemos hecho. Es buen momento para reiniciar los diálogos, que tuvimos en el arranque, pero no seguimos como debía de ser. Tenemos el potencial para desarrollar el tema de las políticas públicas desde la sociedad civil y la formación de jóvenes con liderazgo.

Roberto Paulo Orozco Hernández / Académico del ITESO y coordinador de ¿Qué comemos? Observatorio del derecho humano a la alimentación adecuada

Luis Fernando González Torres / Estudiante de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación ITESO

 

Cooperativa de Consumo Consciente Milpa

Las organizaciones de consumidores forman parte del abanico de posibilidades para avanzar en el derecho humano a la alimentación adecuada. La Cooperativa de Consumo Consciente Milpa (CCC Milpa) somos un colectivo de consumidores y productores orientado al buen vivir, que nos vinculamos de manera directa para contribuir a la construcción de la soberanía alimentaria en la región occidente de México. Nuestros objetivos son:

  • Conocer para reflexionar sobre el buen vivir y decidir mediante procesos formativos y de aprendizaje común.
  • Facilitar el acceso a alimentos, productos y servicios de calidad para todos los estratos sociales.
  • Orientar, complementar y compartir el trabajo de producción para construir un sistema agroalimentario soberano.
  • Sistematizar la experiencia de la cooperativa para generar un modelo que pueda ser retomado por otros.

Esta iniciativa nace en 2014 cuando 20 familias de Guadalajara nos organizamos a partir de la necesidad de aportar para la construcción otro modelo alimentario, en el que se vinculen el campo y la ciudad desde una nueva perspectiva, en la que los productores y consumidores se relacionen de manera justa, donde los precios de los alimentos logren retribuir el arduo trabajo de los campesinos y permitan mantener sin sacrificios una alimentación sana para todos.

Partimos de que es indispensable que los consumidores que habitamos en las ciudades nos hagamos responsables de nuestra alimentación al no permitir que el mercado, a través de sus múltiples intermediarios, decida por nosotros qué comer. Consideramos que esto sólo se puede lograr al organizarnos con el compromiso de: saber el origen, la calidad y la forma de producción de nuestros alimentos para conocer el impacto que éstos tienen en las personas, la sociedad y el medio ambiente.

La base del proyecto es el intercambio directo productor–consumidor, lo cual se facilita en la organización de cooperativa. Nos orientamos al consumo de alimentos producidos de forma agroecológica, orgánica o artesanal, cuidando que favorezcan el consumo consciente, la economía local y la producción libre de agro tóxicos. Los alimentos se reparten cada 15 días en canastas que cada familia pasa a recoger, para lo cual todos los miembros de la cooperativa colaboran. Actualmente iniciamos un sistema de moneda social que permite no tener como única herramienta de intercambio el dinero.

Comer de manera consciente es ejercer tu derecho a la alimentación, te invitamos a la CCC Milpa: https://cooperativamilpa.org/

 

Consejo de Comisiones de la Cooperativa de Consumo Consciente Milpa

La producción de alimentos sanos: la experiencia de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias en Jalisco

La producción de alimentos por los agricultores familiares para el autoconsumo y para el comercio justo con consumidores consciente es una de las alternativas para alcanzar el derecho a la alimentación, y este 2019 se cumplen 20 años del surgimiento de una de las redes que más ha defendido nuestros alimentos desde el campo hasta la mesa en Jalisco: la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias (RASA), que nace como un espacio de encuentro entre agricultores, campesinos, indígenas, mujeres, consumidores, neorrurales, técnicos, universidades y organismos no gubernamentales. La rasa tiene como elementos comunes fortalecer la agricultura familiar y sustentable, mantener la dignidad de la vida y la identidad rural, y contribuir en la solución a la pobreza rural y el cuidado a la naturaleza.

Es una sociedad cooperativa y en sus actividades participan 20 grupos locales, que integran a cien familias en distintos municipios de Jalisco, para construir una agricultura sustentable y diversificada, orientada primero a la soberanía alimentaria familiar y después al comercio justo de productos ecológicos. La Red comenzó con la formación en agroecología para mejorar la autosuficiencia alimentaria familiar y más adelante se incorporaron organizaciones de mujeres que introdujeron la perspectiva de género y se inició además la articulación con pueblos indígenas. En 2003 se incluyó el comercio justo con consumidores en el trabajo de la Red, y comenzó una participación activa en defensa del maíz nativo y contra las semillas genéticamente modificadas. Un cuarto momento se dio en 2007 con la articulación con otros movimientos rurales y urbanos en Jalisco y México, en temáticas como soberanía alimentaria, cuidado del agua y de los bosques. La actual etapa se inicia en 2014 cuando la RASA, en su propio Centro de Formación en Agroecología y Sustentabilidad (Cefas), comenzó los trabajos en el cuidado del maíz y en la conservación de semillas nativas de la milpa, cuya desaparición implica un grave riesgo para la alimentación de las familias de los campesinos y urbanos.

El Cefas consiste en dos hectáreas e instalaciones para la capacitación, la experimentación, la demostración y la producción y el consumo de agricultura sustentable. La formación en agroecología ha sido una tarea continua de la RASA y está fundamentada en el método campesino a campesino; a partir de su presencia continua en estos procesos de formación, los campesinos han recuperado —y en algunos casos, incrementado— la agrodiversidad, lo cual ha generado una mayor soberanía alimentaria en las familias. Hoy en día cultivan ocho especies de frutales, 17 especies de hortalizas, cuatro tipos de gramíneas, seis leguminosas distintas, 10 plantas medicinales y cinco especies animales que les proporcionan leche, carne, y huevo. Ello les permite alcanzar de nuevo la soberanía alimentaria a escala familiar, resistir a la crisis rural y recobrar importantes márgenes de autonomía productiva.1

Los agricultores que conforman la Red también participan en la producción de alimentos para los consumidores urbanos y se vinculan con ellos a través de diferentes ferias, mercados y cooperativas en el Área Metropolitana de Guadalajara y otras ciudades de Jalisco.

Acompáñanos en este esfuerzo para avanzar en nuestro derecho a la alimentación desde el campo y con la producción de alimentos sustentables. Para más información en Facebook: Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias, y en https://redrasa.wordpress.com

Notas

  1. Bernardo, M.J. y Morales Hernández, J. El conocimiento campesino y la percepción simbólica como elementos para la formación en agroecología hacia la sustentabilidad rural. En Reyes Escutia, F.J. y Barrasa García, S. (coords.). Saberes ambientales campesinos: cultura y naturaleza en comunidades indígenas y mestizas de México. Ciudad de México / Madrid: Universidad de las Ciencias y Artes de Chiapas / Universidad Autónoma de Madrid, 2011.

 

Oscar Muñoz / Coordinador del Centro de Formación en Agroecología y Sustentabilidad de la RASA.

 

¿Qué comemos? Observatorio del derecho humano a la alimentación adecuada

La participación de la sociedad es una de las alternativas para ir logrando el derecho a la alimentación adecuada. En esa perspectiva se ubica el Observatorio del derecho humano a la alimentación adecuada ¿Qué comemos?, una iniciativa liderada por el ITESO en colaboración con el Centro Universitario de Tonalá de la Universidad de Guadalajara, así como otros aliados que buscan investigar, monitorear e informar a la sociedad civil y a tomadores de decisiones sobre cómo está Jalisco en materia del derecho humano a la alimentación adecuada (DHAA). El Observatorio enfoca su quehacer en la incidencia para el ejercicio y el cumplimiento del DHAA con base en una reflexión global, pero buscando una acción en lo local.

¿Qué hacemos? Buscar, analizar y presentar información sobre los problemas que obstaculizan la plena realización del DHAA, así como de las opciones que ayudan en su avance. Pretendemos formar opinión pública y despertar el interés por la investigación y la incidencia en esta cuestión.

¿Por qué lo hacemos? Algunas de las principales razones son:

  • Por la necesidad que hay de una plataforma que permita difundir información y promover acciones para el ejercicio y cumplimiento del DHAA en la entidad.
  • Porque no solamente queremos registrar datos sino también favorecer una dirección y guía al momento de tomar decisiones.
  • Porque buscamos ofrecer respuestas concretas con respecto a variables e indicadores que permitan el seguimiento y medición del DHAA.

¿Qué queremos lograr? Es claro que el Observatorio ¿Qué comemos? por sí solo no logrará la garantía del DHAA, pero puede sentar las bases para su entendimiento y la movilización de los actores sociales para incidir en la agenda pública, de tal forma que se logren desarrollar iniciativas concretas para atender las problemáticas de la alimentación en todas sus vertientes en el estado de Jalisco, mediante:

  • La difusión y realización de investigaciones relacionadas con el dhaa.
  • La incidencia en políticas públicas, que traten los problemas relacionados con el DHAA, como el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición.
  • La divulgación del estado actual del DHAA con el fin de favorecer el acceso a la información sobre el problema para la población en general y la participación ciudadana.

El derecho a la alimentación adecuada lo construimos todas y todos, esperamos tu participación: http://www.iteso.mx/quecomemosmex

 

Roberto Paulo Orozco Hernández / Coordinador del Observatorio del Derecho a la Alimentación ¿Qué comemos? ITESO