Agroecología, retos y oportunidades ante la crisis alimentaria y ambiental

Eric R. Alvarado Castro / académico del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO

La presencia y agudización de una crisis multidimensional es ya innegable. El camino que andamos como civilización nos lleva al abismo, y arrastramos a cientos de otras culturas y especies con nosotros. En este contexto, la agroecología es un enfoque integrador para entender y atender las realidades agroalimentarias, de los agroecosistemas a los sistemas agroalimentarios en su conjunto. Provee herramientas para su análisis y su transformación, siempre de la mano de movimientos sociales. Se origina en el diálogo entre saberes campesinos y científicos diversos, y construye propuestas integrales ante uno de los principales causantes de la actual crisis ambiental y alimentaria, el sistema agroalimentario industrial–globalizado, que destruye el medio ambiente y genera hambre y enfermedad.

El principal reto que enfrenta la agroecología actualmente es la superación del engaño que generan los intereses corporativos de multinacionales del agronegocio, entidades gubernamentales e intergubernamentales que han acogido el concepto, pero lo reducen a un conjunto de técnicas que incorporan a la lógica de producción industrial, con sellos de calidad diferenciada para mercados de élite, y lo despojan de su potencial transformador. La agroecología también tiene el reto de demostrar su viabilidad económica. Pero no dentro del mercado neoliberal, sino a través de la contribución a construir otras economías, necesarias para una alimentación y una vida dignas.

La erosión generada por la agricultura industrial representa una pérdida de más de 40,000 millones de toneladas de suelo al año, ha degradado 30% de la superficie agrícola mundial, y cada año se pierden 10 millones de hectáreas de tierra agrícola. El manejo agroecológico contribuye a contrarrestar este problema, regenerando los suelos.

Referencias:

• Pimentel, D. Soil Erosion: A Food and Environmental Threat. Environ Dev Sustain núm. 8, 2006, pp. 119–137. Disponible en: https://doi.org/10.1007/s10668-005-1262-8.
• Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO. “Los suelos están en peligro, pero la degradación puede revertirse”, FAO, 4 de diciembre de 2015. Disponible en: https://www.fao.org/news/story/es/item/357165/icode/ Naciones Unidas para el Medio Ambiente, UNEP. Food Waste Index Report 2021, Nairobi.

Ante estos y otros retos la agroecología sigue poniendo los conocimientos campesinos y locales en un diálogo permanente y verdadero con el conocimiento científico crítico, superando el asistencialismo y el oportunismo. Sigue siendo inspiración y herramienta para la transformación radical del sistema agroalimentario hacia otros más justos, autónomos, humanos y ecológicamente funcionales. Las agriculturas de base agroecológica son capaces de alimentar al mundo, regenerando agroecosistemas y ecosistemas, con saberes y tecnologías al alcance de quien produce los alimentos, y con sistemas agroalimentarios locales, cuya función primordial es alimentar y sanar a la comunidad que los sostiene. La agroecología nos ayuda a entender cómo una sociedad sana solo puede florecer sobre un suelo sano.

>>Conoce más en:
https://www.agroecologynow.com/
https://www.biodiversidadla.org/
https://etcgroup.org/
https://soclaglobal.com/

La cultura y el desperdicio de alimentos

Marien Aubert / directora de Sarape Social Guadalajara y fundadora de Food Funding

El hambre y el despilfarro de alimentos no son problemas recientes para nuestra sociedad, sin embargo, a partir de la emergencia sanitaria del covid–19 ambas problemáticas enfrentan nuevos y complejos retos. A partir de 2020 la inseguridad alimentaria aguda se ha incrementado alcanzando a 193 millones de personas, lo cual supone un aumento de 40 millones de personas en los últimos dos años.[1] Mientras tanto, se estima que un tercio de los alimentos que se producen en el mundo son desperdiciados,[2] y de acuerdo con el índice de desperdicio de alimentos 2021, el 17% del total de alimentos disponibles para los consumidores terminaron en la basura.[3]

Se reconoce que el problema tiene que ser abordado desde un enfoque macrosocial, mas resulta imprescindible que los consumidores reflexionemos sobre nuestra responsabilidad y accionemos buscando alternativas. En este sentido, es importante entender que la alimentación no es únicamente un acto biológico, sino que es parte de nuestra cultura y está directamente relacionada con nuestros sistemas socioculturales. En una cultura de consumo y desecho, consumir y tirar se ha vuelto una práctica cotidiana en nuestra sociedad y los alimentos que consumimos no se escapan de estas dinámicas.

Por ello, el primer paso para poder accionar desde un plano microsocial es reflexionar sobre nuestra relación con los alimentos. ¿Al comprar frutas y verduras nos dejamos guiar por su aspecto físico? ¿Compramos más de lo que necesitamos? En un restaurante ¿nos da pena pedir la comida para llevar?, ¿o simplemente olvidamos los alimentos que no queremos consumir en la parte detrás del refrigerador para esperar a que se echen a perder y poder tirarla sin culpa? Si bien en nuestra cultura alimentaria despilfarrar los alimentos es una práctica naturalizada, es posible y necesario modificar nuestros hábitos y consumir de manera más responsable nuestros alimentos.

El despilfarro de alimentos es un problema complejo que es, a su vez, causa y efecto de otras problemáticas que aquejan a la sociedad y conlleva serias implicaciones sociales, económicas y ambientales. Imaginar y practicar otras formas de relacionarnos con la comida puede repercutir no solo en la reducción del desperdicio de alimentos, sino en generar relaciones más justas y pacíficas entre personas y con la naturaleza. Podemos cambiar una cultura de consumo y deshecho, y heredar una nueva cultura de cuidado y respeto a las nuevas generaciones.

 

[1] Organización de las Naciones Unidas, ONU. “El hambre alcanza ya a 193 millones de personas en el mundo», en Noticias ONU, 4 de mayo de 2022. Disponible en: https://news.un.org/es/story/2022/05/1508122

[2] Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO. “Pérdida y desperdicio de alimentos”, FAO, 2018. Disponible en: https://www.fao.org/policy-support/ policy-themes/food-loss-food-waste/es/

[3] Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, UNEP. Food Waste Index Report 2021, Nairobi.

Dietas sostenibles: una solución al impacto ambiental global

María José Ibarrola Rivas / Instituto de Geografía UNAM

La alimentación es la actividad humana con el mayor impacto ambiental. También es la actividad básica para asegurar el bienestar de toda persona. Hoy, cuando la mayoría de la población vive en ciudades, la alimentación incluye una cadena de suministro larga y compleja. Cada paso de esta cadena alimentaria, desde la producción agropecuaria y pesquera hasta el consumo del alimento, tienen diferentes consecuencias ambientales. La producción agropecuaria y pesquera es el primer paso de esta cadena alimentaria, seguido, y no necesariamente de forma lineal, del transporte, el almacenamiento, la industria alimentaria, la venta al por mayor o por menor, la cocción y la refrigeración, y el consumo. Cada una de estas actividades requiere energía y otros recursos naturales, emite gases de efecto invernadero, resulta en contaminación de agua y aire en mayor o menor magnitud, y resulta en residuos inorgánicos (como los empaques) y orgánicos (como los desperdicios). Sin embargo, la parte de la producción agropecuaria es la que resulta en el mayor impacto ambiental.

Esto incluye la agricultura y la ganadería, que es la producción de cultivos como maíz, arroz, frutas, hortalizas, leguminosas, y de productos animales como carnes y lácteos. Parte de estos cultivos y productos animales se transforman en la industria alimentaria en alimentos procesados como pan, aceite, azúcar, salchichas, refrescos y galletas. Los cultivos y los productos animales son la base de nuestra alimentación. Debido a lo complejo y lo largo de la cadena alimentaria, generalmente nosotros como consumidores estamos totalmente desligados de la producción agropecuaria de nuestros alimentos, por lo que la repercusión ambiental de nuestra alimentación no es evidente. Esto complica el entendimiento de la magnitud y el tipo de impacto ambiental que tienen nuestros patrones alimentarios.

¿Por qué tiene tanto impacto la producción agropecuaria?

Se necesitan muchos recursos naturales como agua, energía, nutrientes, terreno y recursos humanos como mano de obra, lo cual resulta en impactos ambientales.

Los cultivos necesitan el suelo, que no es solo área y soporte para crecer, sino también una fuente de nutrientes, de humedad y procesos biogeoquímicos para que los cultivos puedan crecer de forma sana. A escala mundial, el sector agropecuario utiliza 40% del área terrestre, de la cual la mayoría se utiliza como pastizales para la ganadería.

En el último siglo, debido al aumento en la demanda de alimento y a la industrialización de la agricultura, el uso de agroquímicos se ha masificado. Por un lado, el uso de fertilizantes químicos se ha dado para aumentar la disponibilidad de nutrientes en el suelo, lo cual ha aumentado la producción de alimento en la misma área. Asimismo, se utilizan pesticidas, herbicidas y plaguicidas para disminuir la presencia de plagas, malezas y enfermedades en los cultivos, las cuales disminuyen la producción de los cultivos. El uso de estos agroquímicos ha ocasionado un aumento en la productividad del área agrícola, lo que quiere decir que se ha producido más alimento en la misma área de cultivo en los últimos cien años. Pero, a la par, esto ha resultado en contaminación de agua, suelo y aire, la alteración de los ciclos globales de nutrientes, principalmente el del nitrógeno, en efectos en la salud humana de los trabajadores agropecuarios y las poblaciones que viven cerca de las zonas productoras. También los cultivos necesitan la humedad, la cual la obtienen del suelo. Para esto debe haber suficiente disponibilidad de agua ya sea por lluvia o por riego. Actualmente, la agricultura utiliza 70% del consumo global de agua para la humanidad, lo cual es principalmente el riego de los cultivos.

Finalmente, se necesita trabajo para el manejo de los ciclos de los cultivos y la ganadería. Antes el trabajo era principalmente humano, con herramientas y trabajo animal. A escala global, esto también ha cambiado en el último siglo. La agricultura se ha mecanizado y el trabajo humano y animal se ha reemplazado por maquinaria, cuyo consumo de energía contribuye al calentamiento global.

Todos estos problemas ambientales han escalado a niveles globales en el último siglo. Con esto estamos empezando a rebasar los límites en que el planeta no puede funcionar de forma segura para los humanos y otras especies. Pero ¿cuál es la causa de raíz de este problema global? Este problema se ha agravado por el aumento en la creciente demanda de alimentos, lo cual se debe al crecimiento poblacional exponencial del último siglo y a los cambios en los patrones de consumo de las últimas décadas por la urbanización y el crecimiento socioeconómico de la población.

Estos dos grandes desafíos globales: 1) el impacto ambiental de la producción de alimento, y 2) el aumento en la demanda de alimento, parecerían problemas para los cuales las soluciones podrían ser contradictorias, ya que las graves consecuencias ambientales de la producción de alimentos sugerirían reducir esa actividad humana, pero, por el otro lado, el aumento de la demanda de alimento por el crecimiento poblacional y el cambio en las dietas indicarían aumentar la producción agropecuaria. Sin embargo, hay una solución que responde a ambos problemas: las dietas sostenibles.

¿Qué son las dietas sostenibles?

Hay muchas definiciones de “dietas sostenibles”, y todas ellas afirman que una dieta sostenible debe ser una alimentación saludable, accesible y de bajo impacto ambiental para esta y las siguientes generaciones. En 2019 surgió una propuesta internacional por el EAT–Lancet Commission de un marco de referencia global para una dieta saludable y sostenible. Los autores afirman que esta dieta no debe ser una dieta igual para todas las personas. Tiene que haber un contexto específico de cada región y población para que sean alimentos de origen regional y culturalmente adecuados para esa población determinada. En 2021 investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública de México hicieron la adaptación de esa dieta para la población mexicana, por lo que ya tenemos una referencia de dieta saludable y sostenible para nuestra población.

Cuando se propuso nos preguntamos si esta dieta en verdad tendría una menor repercusión ambiental y cuáles serían sus implicaciones. Hicimos el cálculo de la cantidad de área agrícola que se necesitaría para producir alimentos en México si toda la población mexicana adoptara esta dieta, y qué tan diferente sería de la situación actual alimentaria. Lo que encontramos es que, en efecto, el área agrícola que se necesitaría si toda la población tuviera una dieta saludable y sostenible es 35% menor al área actual agropecuaria de México, esto incluye área de cultivos y pastizales. La gran diferencia en la demanda de área agrícola se da como resultado al alto consumo de carnes rojas que tiene actualmente la población, a diferencia del bajo consumo que se recomienda en la dieta saludable y sostenible. Además de las ventajas ambientales, esta dieta tiene ventajas nutricionales, a diferencia del patrón alimentario actual, ya que la gran mayoría de la población mexicana tiene dietas no saludables. Por lo que la dieta saludable y sostenible es un “gana–gana” para el ambiente y la nutrición en México.

¿Qué se necesita para transitar hacia esta dieta saludable y sostenible?

El cambio en México hacia estas dietas incluiría cambios en los patrones de consumo y cambios en la producción agropecuaria. En relación con el consumo, en promedio, se tendría que reducir el de azúcares —que están incluidos en los alimentos procesados—, carnes rojas y cereales, y se tendría que aumentar el consumo de frutas, verduras, leguminosas y nueces. En relación con la producción agropecuaria, el área actual agrícola es suficiente para producir los alimentos necesarios para esa dieta saludable y sostenible, pero no el tipo de producción que se tiene. Habría que reducir el área de pastizales y aumentar el área de cultivo de leguminosas, nueces y algunos cereales. El área actual que se destina para la producción de frutas y verduras es suficiente, el problema es que mucha de esa producción se exporta y no llega al consumo nacional.

El que estos cambios sucedan, los cambios en los patrones de consumo y los cambios en la producción agropecuaria, depende de contextos socioeconómicos complejos, del acceso físico y económico de la población a estos alimentos: ¿quiénes los pueden comprar y a quienes les alcanza? De la voluntad y el conocimiento de las personas: ¿quiénes quieren y saben cómo cambiar? De las posibilidades económicas y biofísicas de los productores agropecuarios para cambiar a la producción de los alimentos de estas dietas: ¿quiénes pueden cambiar sus cultivos y sistemas de producción? ¿A cuáles productores y cultivos está apoyando el gobierno? ¿Qué se puede sembrar a un bajo costo ambiental en diferentes regiones del país? Todas estas preguntas se tienen que considerar para ir construyendo los caminos hacia un sistema alimentario sostenible de nuestra población. La adopción de dietas saludables y sostenibles tiene beneficios ambientales y nutricionales de gran alcance. Ahora hay que actuar e ir construyendo los cambios hacia ese sistema alimentario sostenible.

>>Conoce más en:
https://www.thelancet.com/commissions/EAT

¿Cómo se relaciona lo que comemos con las pandemias?

Natalia Mesa Sierra / especialista en temas de capital natural y sustentabilidad

Más de 800 millones de personas en el mundo padecen hambre y, al mismo tiempo, se desperdicia 40% del alimento que se produce.

En las últimas décadas se ha incrementado la preocupación por el aumento poblacional, y se estima que para 2050 seremos más de 9 mil millones de personas. El crecimiento poblacional acelerado ha evidenciado diferentes problemáticas socioeconómicas asociadas con las brechas de desigualdad social y las necesidades básicas, como la vivienda digna, la educación básica, la salud pública y el acceso a una alimentación saludable. Esto último se vuelve aún más preocupante cuando ponemos atención a las cifras y reconocemos que más de 800 millones de personas en el mundo padecen hambre, pero al mismo tiempo se desperdicia 40% del alimento que se produce.[1] En 2007 se registraron 57 protestas en 37 países del mundo,[2] en las que la gente salió a las calles a exigir justicia alimentaria, pero ¿por qué hay personas que mueren de hambre si sobra comida?

En 1985, en Punjab, India, se inició la llamada “revolución verde”, la cual prometía acabar con el problema del hambre, intensificando el uso de los suelos con producción agrícola y pecuaria, tecnificando los sistemas productivos de la mano del uso de agroquímicos.[3] Lejos de ser la solución para el problema del hambre, este movimiento pavimentó el camino para severos problemas ambientales. En la actualidad la Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que la agricultura industrial ha acabado con cerca de 90% de la agrodiversidad y es responsable de 75% del daño ecológico del planeta,[4] ya que promueve la deforestación, la contaminación de fuentes de agua, el agotamiento de los suelos y el manejo inadecuado de los animales (como el hacinamiento). Como resultado, nuestros ecosistemas están enfermos y agotados, tienen menor capacidad de responder a disturbios y protegernos de estos (por ejemplo los huracanes), y hay una proliferación de enfermedades en los animales silvestres. Para nosotros, esto ha implicado que en las últimas décadas las pandemias que hemos enfrentado provengan de los sistemas productivos (la gripe aviar), de los hábitos de consumo de especies exóticas (la pandemia de covid–19) y de los patrones de deforestación para la expansión de la superficie agrícola y ganadera.

En el caso de México, hay incentivos económicos a lo largo del país que favorecen sistemas productivos extensivos e intensivos, como el de la caña de azúcar, la ganadería y el agave, lo que ha promovido una fuerte deforestación y agotamiento de los recursos en estados como Veracruz y Jalisco.[5] Aunado a esto, el país enfrenta serios problemas de nutrición, con 14% de su población infantil que sufre desnutrición y 30% obesidad. Los alimentos derivados de los sistemas tecnificados son de menor precio, lo que agudiza la brecha de desigualdad en el acceso a una dieta balanceada y sustentable. Al final debemos reconocer que no solamente nos enfrentamos a una crisis ambiental, sino también a problemas éticos sobre el costo que estamos pagando para la producción de nuestros alimentos.

 

[1] FAO, IFAD, UNICEF, WFP & WHO (2021). The State of Food Security and Nutrition in the World 2021. Transforming food systems for food security, improved nutrition and affordable healthy diets for all. Roma, FAO.

[2] Shiva, V. (2016). Who really feeds the world?: The failures of agrobusiness and the promise of agroecology. North Atlantic Books

[3] Ibidem.

[4] Ibid.

[5] Semarnat (2018). Informe del Medio Ambiente. Disponible en: https://apps1.semarnat.gob.mx:8443/dgeia/informe18/tema/cap2.html

 

Editorial

Consecuencias de lo que ponemos en nuestro plato

El crecimiento acelerado de la población mundial ha traído como consecuencia el desarrollo de sistemas productivos extensivos para la producción masiva de alimentos a bajo costo. Esta producción desenfrenada de alimentos ha llevado a que la relación entre la oferta y la demanda no sea equitativa. Es decir, se produce una mayor cantidad de alimentos de la que se consume; aproximadamente se desecha 40% de la producción total y al mismo tiempo se estima que 690 millones de personas en el mundo están en condiciones de hambruna. Así, tenemos una producción excesiva de alimentos, pero con un acceso restringido, lo cual a simple vista no solamente resulta ilógico, sino que deriva en una falta de ética al tener sistemas productivos alimentarios poco sustentables que profundizan la desigualdad social.

La alta tecnificación de los sistemas productivos ha provocado que los alimentos sean enriquecidos artificialmente, promoviendo dietas poco nutritivas y causando serios problemas de salud. En México 14% de la población infantil sufre de desnutrición, mientras que 30% está en la categoría de obesidad, contribuyendo a profundizar la brecha de desigualdad.

Aunado a esto, los sistemas masivos de producción de alimentos son uno de los principales catalizadores de pandemias, como la de covid–19. Por ello resulta muy importante cuidar lo que ponemos en nuestro plato cotidianamente. En este número 25 de Clavigero se exponen algunos retos e iniciativas que se han generado en torno a esta compleja problemática que nos envuelve a todos.

Ana Paola Aldrete González
y Marinés de la Peña Domene

Académicas de ITESO

Clavigero Núm. 25

Ante la crisis alimentaria y ambiental, ¿qué hacemos?

Periodo: agosto – octubre 2022

La producción desenfrenada de alimentos ha llevado a que la relación entre la oferta y la demanda no sea equitativa. Mientras que se desecha aproximadamente 40% de la producción total de alimentos, al mismo tiempo, 690 millones de personas en el mundo están en condiciones de hambruna.

La alta tecnificación de los sistemas productivos también ha provocado que los alimentos sean enriquecidos artificialmente, promoviendo dietas poco nutritivas y causando serios problemas de salud.

En Clavigero 25 se exponen algunos retos e iniciativas que se han generado en torno a esta compleja problemática que nos envuelve a todos.

Marinés de la Peña Domene y Ana Paola Aldrete González
Académicas del ITESO

Publicado: 2022-09-05

 

Contenido

Editorial
Ana Paola Aldrete González y Marinés de la Peña Domene
¿Cómo se relaciona lo que comemos con las pandemias?
Natalia Mesa Sierra
Dietas sostenibles: una solución al impacto ambiental global
María José Ibarrola Rivas
Infografía: María Magaña
Metabolismo Urbano
Louise Guibrunet
La cultura y el desperdicio de alimentos
Marien Aubert
Agroecología, retos y oportunidades ante la crisis alimentaria y ambiental
Eric R. Alvarado Castro
Ciencia a sorbos.  Sabor que somos
Maya Viesca Lobatón
La Pisca.  Saberes y sabores para afrontar las crisis
José Rosario Marroquín Ferrera, S.J.
Los Circuitos Cortos Agroalimentarios. Alternativa al modelo alimentario
Gregorio Leal y Rodrigo Rodríguez
Sindemia global: enfermedad y cambio climático
Roberto Paulo Orozco Hernández y Laura Patricia Arellano Gómez

Clavigero Núm. 24

Desafíos para la libertad de expresión

Periodo: mayo – julio 2022

Este número, por demás pertinente por los tiempos que corren, nos acerca de los retos para el ejercicio del derecho a la libre expresión en nuestro país. Las reflexiones aquí reunidas integran discusiones sobre la crisis de seguridad para periodistas en México; las experiencias y expectativas de estudiantes de periodismo; el debate jurídico alrededor de la libertad de expresión; alternativas frente a narraciones de la crueldad; la representación de los retos para el ejercicio de la libre expresión desde el cine; así como los desafíos que plantea la posverdad, la desinformación por redes sociales y algunas alternativas para el ejercicio de la libre expresión en Jalisco.

Cristina Ulloa Espinosa e Iván González Vega
Académicos del ITESO

Publicado: 2022-05-31

 

Contenido

Editorial
¿Por qué es importante hablar de la seguridad de periodistas en México?
Juan Larrosa Fuentes
El Mecanismo de Protección como gran desafío
Alejandra Nuño
Razones para la esperanza
Fernanda Lattuada
Infografía
El tamaño de la violencia contra periodistas
Cristina Ulloa e Iván González Vega
Libertad de expresión: ¿tenemos derecho a manifestar todo lo que pensamos
Ilsse Carolina Torres Ortega
La cura frente a la narración de la crueldad
Florencia González Guerra García
Ciencia a sorbos.  La verdad se descubre en el diálogo
Maya Viesca Lobatón
La Pisca.  Infante, del latín infantis, «El que no habla»
Salvador Ramírez Peña, S.J.
Periodistas en el cine mexicano
Hugo Hernández Valdivia
Asedio y vulnerabilidad, las condiciones del periodismo en México
Signa_Lab

Asedio y vulnerabilidad, las condiciones del periodismo en México

Signa_Lab / ITESO

Aunado al desgaste acelerado de los medios de comunicación y de los periodistas como referentes y filtros legítimos de la realidad, a la vulnerabilidad laboral y a la incertidumbre en la generación de modelos de negocio económicamente sustentables alrededor de la información, en México la violencia en contra de periodistas tiene distintas capas y efectos.

En el contexto nacional actual se suman los ataques en redes sociodigitales y los señalamientos desde distintos niveles de gobierno en contra de periodistas y medios de comunicación que no son afines a figuras y a lecturas específicas de la realidad. En los últimos años se ha vuelto común ver desfilar tendencias que ofenden con cada vez más descaro a periodistas y medios de comunicación sin reparar en el sedimento cultural que esto produce. Se trata de un estrechamiento cotidiano de las posibilidades de extrañamiento frente a la violencia que sufren las y los periodistas.

Una búsqueda histórica en Twitter con los términos “periodista asesinado(a)” y “asesinan periodista”, de 2015 a principios de 2022, arroja entre las categorías producidas por la propia plataforma para identificar todo tipo de temas (annotations), como las más visibles en español, es decir, en el plano de Iberoamérica, una lista de nombres de periodistas asesinados, estados y ciudades, así como de gobernantes de nuestro país. Entre los resultados de la búsqueda destacan: Veracruz, Javier Valdez, Tamaulipas, Chihuahua, Sinaloa, Tabasco, Enrique Peña Nieto, México, amlo, Tijuana, Sonora, Oaxaca, Lourdes Maldonado, Michoacán. Es decir, una mirada diacrónica y a escala internacional sobre la violencia en contra de periodistas apunta a México como el lugar en el que esta crisis ha dejado más huella, y sigue haciéndolo.

Las agresiones en contra de periodistas en México han sido un efecto más de la descomposición sociopolítica en el país durante los últimos años. Desde el año 2000 hasta marzo de 2022 Artículo 19 ha registrado el asesinato de 156 periodistas en el país y ha documentado 1,167 agresiones de diversos tipos en contra de mujeres periodistas en México entre 2010 y 2021.

Además, en su Geografía de la Violencia contra Periodistas, CIMAC, A.C., ha recopilado más de 1,200 agresiones contra mujeres trabajadoras de medios de comunicación de 2010 a 2021. Del total de casos, 769 (más de 64%) ocurrieron en los últimos tres años, entre 2018 y 2021. Los estados que reportaron el mayor número de agresiones a mujeres periodistas para el periodo 2020–2021 fueron Ciudad de México (258), Puebla (117), Veracruz (116) y Coahuila (78).

Estos y otros datos, con un análisis amplio, son abordados en la serie Asedio, amenaza y ataque. La condición de vulnerabilidad de periodistas en México, que Signa_Lab está publicando este año, 2022, en su sitio web signalab.mx

Periodistas en el cine mexicano

Hugo Hernández Valdivia / especialista en temas cinematográficos

 

En la cinematografía —como en la sociedad— mexicana los periodistas desempeñan papeles secundarios. Si en las propuestas de Hollywood a menudo llevan el papel principal y su actividad se inscribe en los terrenos de la épica, en México rara vez alcanzan el protagonismo que tienen en Reportaje (1953), de Emilio Fernández, en la que el dueño de un rotativo invita a sus empleados a buscar “noticias sensacionales” para romper con el periodismo conformista que impera.

En la mayoría de las cintas nacionales que los convocan comienzan como testigos involuntarios y terminan enredándose en asuntos políticos turbios. Es el caso de Morir en el Golfo (1990), de Alejandro Pelayo, que se inspira en una novela de Héctor Aguilar Camín y narra una disputa por tierras, o Fibra óptica (1998), de Francisco Athié, en la que un reportero investiga la muerte de un político y se ve inmerso en una red de prostitución.

Recientemente han tenido mayor presencia en dos propuestas televisivas de Netflix: Red privada: ¿Quién mató a Manuel Buendía? (2021), serie–reportaje sobre la trayectoria de Manuel Buendía, quien ganó notoriedad por sus columnas y fama con su asesinato, y Tijuana (2019), serie de ficción que hace una apología del oficio por medio de la cotidianidad del diario Frente Tijuana.

En el documental —que ha sabido dar cuenta de la realidad mexicana de mejor forma que la ficción—, cada vez tienen mayor protagonismo. La procedencia, duración y ambición de estas películas es diversa, pero en todos los casos es notorio el afán de hacer denuncias y críticas con el sustento y la argumentación que caracterizan al buen periodismo. Así lo prueban estos cortometrajes, que surgen de organizaciones involucradas en el tema: Silencio forzado (2012), una producción de Artículo 19 (organización no gubernamental que ha defendido la libertad de expresión y los derechos de los periodistas), que expone el riesgo que supone ejercer el oficio en México; Libertad de expresión; periodismo en México (2018), reportaje de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el que numerosos miembros del gremio explican su función y las causas de la violencia que padecen; Morir por informar (2017), de la BBC de Londres, que da cuenta de los asesinatos de Miroslava Breach y Javier Valdez, quienes exhibieron las actividades de la delincuencia organizada en el norte del país.

A la pantalla grande también han llegado algunos largometrajes: El Paso (2016), de Everardo González —el mejor documentalista mexicano en la actualidad—, que registra la huida de Alejandro Hernández y Ricardo Chávez a la texana población epónima, donde viven asilados; No se mata la verdad (2018), de Coizta Grecko, que regresa a los casos de Breach y Valdez y reúne los testimonios de algunos colegas; Silencio radio (2019), de Juliana Fanjul, que expone la censura que vivió Carmen Aristegui en el sexenio de Enrique Peña Nieto; Disparos (2019), de Rodrigo Hernández y Elpida Nikou, que acompaña a un joven fotoperiodista que utiliza su cámara para registrar el reguero de sangre que deja la “guerra contra el narco”.

En estas producciones los periodistas alzan la voz y exhiben con amplitud un paisaje aciago. Son, al fin, los personajes principales. Por una razón indeseable y lamentable justo es subrayar la violencia de la que son objeto desde hace años. En todas ellas se deja en claro, además, que viven la injusticia por duplicado: por parte de la sociedad, que acaso no le da suficiente valor a su labor, y por las autoridades, que lejos de contribuir a la solución son parte del problema: revelan las omisiones (o contribuciones) del Estado mexicano ante los embates de la delincuencia organizada contra el gremio.

Links
(con películas completas):

• Silencio forzado

https://www.youtube.com/watch?v=ol9Ye1Krewg

• Morir por informar

https://www.youtube.com/watch?v=Dxc87YSm5II

• Libertad de expresión; periodismo en México. Producido por la CNDH

https://www.youtube.com/watch?v=EyTyxMmYdys

• Reportaje

https://www.youtube.com/watch?v=XpXRr9J9lBw

• No se mata la verdad

https://www.youtube.com/watch?v=fyTmB-yX7iY

• Disparos

https://www.youtube.com/watch?v=j_c4Zrn_GBI