Amor mundi: El cuidado de la política

Daniel Rodríguez

Presentación

El presente texto representa un intento por pensar los cuidados desde un enfoque político que ponga énfasis en el cuidado del mundo. Se comprende mundo como la edificación tanto de las instituciones políticas como de las relaciones políticas entre las personas que habitan la comunidad. En este sentido, el cuidado del mundo se entendería como la participación política de las personas a través del diálogo entre ellas y la acción en concierto que buscaría resolver los desafíos que enfrentan como sociedad para mantener condiciones mínimas de salud democrática.

 

Los cuidados: de lo privado a lo público

La idea sobre “los cuidados”, así como su posterior discusión y desarrollo es propio de la época de postguerras del siglo XX. Con el surgimiento y fortalecimiento del estado de bienestar los cuidados pasaron a ser de interés público. Sin embargo, hasta la actualidad la carga de estos aún permanece sobre las mujeres, quienes han visto limitada su participación en la sociedad al ámbito del hogar y del cuidado de sus integrantes.

Como lo define Pilar Carrasquer Oto, aquí se entiende a los cuidados como “las pequeñas y grandes atenciones que las mujeres llevan a cabo para el bienestar de los miembros del hogar. Pero responden a un imperativo social cuyo objetivo, la reproducción y la sostenibilidad de la vida humana, favorece la naturalización y la ocultación de esa actividad y de quien la lleva a cabo”[1] (p.104). Históricamente, los cuidados han sido asignados a las actividades propias de las mujeres. No obstante, posterior a la Segunda Guerra Mundial los estados los incorporaron a sus políticas públicas, al tiempo que las mujeres tuvieron una mayor participación en el ámbito público.

Sin embargo, esta creciente presencia de las mujeres en el espacio público no significó la reestructuración de la sociedad en un equilibro de responsabilidades entre mujeres y hombres. Antes bien, la mujer adquirió un doble rol: continuó asumiendo la responsabilidad de los cuidados y, además, adoptó una identidad en el espacio público. A esta condición Laura Balbo (1978) la llamó “doble presencia”, condición de la mujer que, como señala Pilar Carrasquer Oto, “supone mayor trabajo para las mujeres”[2] (p.99). Pues ahora no solamente tendrían un mayor protagonismo en el espacio público, sino que continuarían asumiendo la responsabilidad del cuidado del hogar y sus integrantes.

Al asumir los estados una mayor participación en la atención de las diversas necesidades de los grupos de la sociedad en situación de vulnerabilidad, los cuidados han sido ampliados más allá del cuidado del núcleo familiar. Así lo señalan Patricia Rea Ángeles, Verónica Montes de Oca Zavala y Karla Pérez Guadarrama, quienes comentan que:

Los esfuerzos de los estados tienen la tarea pendiente de extender la cobertura de dichos sistemas de cuidados a poblaciones igualmente excluidas y vulneradas, como indígenas, afrodescendientes, comunidades LGBTTTI y con discapacidad (CEPAL, 2013a), las cuales, desde etapas tempranas de su curso de vida, comienzan a experimentar racismo, discriminación, desigualdad y malos tratos que inhiben que lleguen a la vejez o que causan que pierdan la vida por una mayor exposición a riesgos (p.548).[3]

La política de cuidados otorga la responsabilidad que le corresponde al estado de proveer de las condiciones básicas de vida a grupos sociales en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, la tarea aún queda pendiente, pues en los tiempos presentes presenciamos una “crisis de los cuidados”. De acuerdo con Sandra Ezquerra, la crisis de los cuidados se refiere a «la incapacidad social y política de garantizar el bienestar de amplios sectores de la población y la generalización de la dificultad de estos para poder cuidarse, cuidar o ser cuidados”[4] (p.177). Ante este escenario, la mujer ha tenido que asumir la carga del fracaso de la sociedad y de los estados modernos para atender a la población que requiere de mayor cuidado.

En este contexto de crisis de los cuidados, lo que se encuentra de fondo es el limitado interés por la vida pública y por quienes la habitan. Por ello, es necesario pensar los cuidados desde una perspectiva amplia en la que el cuidado se enfoque en las condiciones del mundo en el que vivimos y su permanencia. Me refiero a las condiciones básicas de democracia que debemos mantener para garantizar el disfrute de una vida en comunidad que respete los valores básicos necesarios para vivir en sociedad, como lo son la justicia, la equidad, la libertad, el cuidado mismo del otro y del mundo que compartimos; esto es, la democracia como forma de vida.

Aquí se propone enfocar los cuidados en el cuidado del mundo que habitamos, entendiendo por mundo el entramado de las relaciones sociales, lo que sucede entre ellas y las construcciones no solamente materiales (instituciones políticas), sino también simbólicas y sociales que llevan a cabo las personas: por ejemplo, la democracia como estilo de vida. Esto lo comprendieron muy bien los antiguos atenienses. La democracia como régimen político y forma de relacionarse entre las personas en un marco de autonomía e igualdad política tiene su fecha de nacimiento y crecimiento en el periodo entre los siglos VIII y IV a.C. en la Antigua Grecia.

 

La polis: la primera experiencia del cuidado político

La polis representa la primera experiencia en la historia de Occidente del cuidado de la vida pública, es decir, del hecho de compartir y conservar un mundo que habitamos con los demás. Como lo señala Hannah Arendt, “la polis no es la ciudad–estado en su situación física; es la organización de la gente tal como surge de actuar y hablar juntos”[5] (p.225). Diríamos, pues, que la polis, además de ser “la ciudad como marco global de la vida social”[6] (Gallego 2017, p.29), constituye una experiencia democrática, pues la participación política de las personas de manera libre no puede darse en otra forma de relacionarse que no sea democráticamente. Sin embargo, antes del surgimiento de la polis como forma de organización política y experiencia democrática, los atenienses vivían bajo un régimen monárquico que se sostenía a partir de la physis, la ley natural.

La physis constituía la base a partir de la cual se justificaba la condición humana, los roles en la sociedad y, por consiguiente, la desigualdad de las personas por “dotes” naturales. De este modo, se sustentaba bajo un sistema jerárquico de dominación política justificado por el supuesto de la existencia del “orden natural de las cosas”, en la que los que gobernaban y los que obedecían asumían su posición social sin cuestionamiento alguno.

El nacimiento de la democracia derrumbó el supuesto de la ley natural; su florecimiento se representa en la convicción de los atenienses de que otra forma de organización política era posible. De esta manera, la physis dio paso al nómos, la ley creada por los ciudadanos para su propia comunidad. Esta comunidad se encontraría fuera de toda influencia exterior como la ley natural. Así, con el nómos se fortaleció la polis como comunidad política autónoma en la que las personas se hicieron cargo de su propia existencia y pasaron a dictar sus propias leyes en un marco de igualdad y libertad.[7]

La polis, constituida desde la autonomía, se sostenía por la isonomía, la igualdad ante la ley de todos las personas pertenecientes a la ciudad. Es en la polis en la que las personas encuentran un espacio para participar de las decisiones colectivas sobre los diferentes aspectos de la ciudad y en la que asumen su responsabilidad ante el mundo que habitan. Esta responsabilidad política se expresa en la disposición de todas las personas de actuar en concierto luego de un diálogo acerca de lo que les es importante como comunidad política. Es la conservación de este espacio de libre discusión y de acción lo que les permite mantener la democracia en condiciones saludables para el florecimiento de la vida política. Como lo indica Claudio A. Contreras, la polis “supone una forma de vida que tiene que ejercer la ciudadanía y mantenerla en pie. De allí que las condiciones necesarias pueden variar, más siempre en vistas a mantener este bíos politikós[8] (p.29). Mantener la polis no es otra cosa más que cuidar de nuestro mundo.

 

Amor mundi: cuidar de la vida política

El 6 de agosto de 1955, a través de una carta Hannah Arendt le confiesa al filósofo Karl Jaspers que “he iniciado muy tarde, de verdad en tiempos recientes, a amar el mundo verdaderamente. Como una forma de gratitud, quiero titular mi libro sobre teoría política ‘Amor Mundi’”[9] (p.264). En otra carta, con fecha del 7 de abril de 1956, Arendt le comenta a Jaspers que su libro se titulará Vita Activa, y le asegura que su libro se centrará en las implicaciones políticas de la acción. El libro en cuestión se publicó finalmente en el año 1958 bajo el título en inglés de The Human Condition (La condición humana, en español). La importancia de esta obra radica, entre otras cosas, en la conexión entre conceptos políticos que son de gran relevancia para el cuidado de la vida política, una vida orientada a ser vivida en condiciones democráticas.

En La condición humana Arendt se centra en la participación política de las personas, la cual es posible gracias a la acción en conjunto y al diálogo que sostienen en el espacio público. De esta manera, las decisiones se toman a través de un ejercicio de involucramiento político en el debate acerca de lo que les es importante para todas y todos como comunidad. Cabe resaltar que la participación política en el debate público no es una condición permanente de las personas que habitan el mundo, estos son “momentos políticos”, por tomar una frase de Jacques Ranciére, o experiencias políticas que se dan al momento en que las personas deciden aparecer en el espacio público para dialogar y actuar conjuntamente.[10]

De la experiencia de dialogar y actuar en el espacio público deben destacarse dos ideas propias del marco teórico arendtiano que son de gran importancia para el cuidado de la vida política. La primera es la que se refiere a la acción y el discurso, cualidades que nos remiten a la idea de la natalidad de Arendt, la cual se refiere al ‘nacimiento’ en el espacio público de las personas que deciden actuar en él para resolver sus problemas como comunidad a través de un diálogo entre ellas. Esta idea de la natalidad es central en la obra de Arendt; en su libro ¿Qué es la política? señala que “el mundo se renueva a diario mediante el nacimiento y a través de la espontaneidad del recién llegado se ve arrastrado a algo imprevisiblemente nuevo. Únicamente cuando se le hurta su espontaneidad al neonato, su derecho a empezar algo nuevo, puede decidirse el curso del mundo de un modo determinista y predecirse”[11] (77, 2015). La renovación del mundo constituye la permanencia de este, pues es a través de las acciones en conjunto como las personas se hacen cargo de los asuntos del mundo y resuelven sus diferencias para continuar con la existencia política en un marco de justicia, inclusión e igualdad.

De esta manera, vemos cómo se entrelazan conceptos como mundo, comienzo, novedad, libertad, discurso y espacio público. Pero la base de este entramado conceptual se encuentra en el concepto de acción, que en el mundo representa el florecimiento de la política cuando la acción va acompañada de discurso, de la capacidad del habla de quien aparece en la esfera política.

Además de la natalidad, debemos poner atención en la idea de responsabilidad. En el pensamiento político de Arendt la idea de responsabilidad política se refiere a la conservación del mundo en el que se desarrolla la vida política. En Responsibility and Judgment (2003) Arendt añade que el negarse a participar en los asuntos políticos del mundo siempre ha sido motivo para el reproche de la irresponsabilidad de aquellas personas que deciden tomar distancia del escenario político, de eludir la responsabilidad hacia el mundo que compartimos con las demás personas (2003, p.115).[12] Para Arendt, pertenecer a una comunidad política significa al mismo tiempo ser responsables por lo que suceda en ella por el simple hecho de que la habitamos en conjunto, que compartimos el mundo.

La primera referencia al concepto de mundo que realizó Arendt se encuentra en su tesis doctoral: Liebesbegriff bei Augustin (1929). Esta obra constituye un tratado por el cuidado del otro y del mundo que construimos en conjunto. Así, citando a san Agustín, Arendt construye el significado del mundo: “Agustín escribió, ‘Nosotros llamamos mundo no solamente la obra que Dios creó, el cielo y la tierra’, pero también los habitantes del mundo son llamados ‘el mundo’, especialmente los que aman el mundo son llamados mundo”[13] (p.17). A lo que Arendt añade que “El mundo es constituido como un mundo terrenal no solamente por la creación de Dios, sino por aquellos que aman el mundo”[14] (p.7). Aquí tenemos un primer significado del mundo como una creación de las personas que lo habitan y lo aman. En el pensamiento político de Arendt, crear el mundo significa que las personas viven en libertad y autonomía de toda fuerza exterior, que son capaces de construir algo por su propia cuenta: como una comunidad política que se sostiene por valores como la libertad, la autonomía, la inclusión, la justicia y la igualdad.

Las personas que habitan este mundo lo crean constantemente a través de mantener la relación entre ellas, la comunicación y el debate público acerca de lo que les es importante como comunidad. Por ello, Arendt señala que “En el mundo creado por las personas, el individuo no se encuentra más en una relación aislada con su propio origen”, es decir, consigo mismo, sino que “él vive en un mundo que creó con otras personas”[15] (p.84).

En este momento estamos ante dos aspectos fundamentales en el pensamiento de Arendt que se refieren al cuidado del mundo. En primer lugar, debemos señalar que para nuestra filósofa el individuo es tan importante como la sociedad, por ello desarrolla un aparato teórico que devela la relevancia mutua existente entre ellos. En La condición humana Arendt señala que “acción y discurso están estrechamente relacionados debido a que el acto primordial y específicamente humano debe contener al mismo tiempo la respuesta a la pregunta planteada a todo recién llegado: ¿Quién eres tú? Este descubrimiento de quién es alguien está implícito tanto en sus palabras como en sus actos”[16] (pp. 207–208). Ahora bien, este ser que revela su identidad a partir de la acción y el discurso no podría hacerlo sin la compañía y presencia de los demás. Pues la capacidad de hablar y actuar es un atributo propio del ser social, diría Aristóteles, quien para Arendt representa una referencia importante.

Para este zoon politikon, dice Arendt, “la acción nunca es posible en aislamiento; estar aislado es lo mismo que carecer de la capacidad de actuar. La acción y el discurso necesitan de la presencia de otros” (p.216). Además, señala Arendt, “la acción siempre establece relaciones”[17] (p.218). Y son estas relaciones las que dan origen a la política: “la esfera política surge de actuar juntos, de compartir palabras y actos. Así, la acción no sólo tiene la más íntima relación con la parte pública del mundo común a todos nosotros, sino que es la única actividad que la constituye”[18] (p.224). Esta identidad política colectiva que es la vida política es constituyente del mundo. Este se forma y permanece a partir de que las personas mantienen el debate público y la acción para superar los desafíos que como sociedad enfrentan. Es este mundo el que debe cuidarse, preservarse y heredarse a las futuras generaciones. Por ello, Arendt dirá que “en el momento en que actúo políticamente no estoy interesada en mí, sino en el mundo”[19] (p.75).

Así pues, el cuidado del mundo, en términos políticos constituye una responsabilidad que asumimos al ser parte de una comunidad que compartimos con las y los otros. Desde esta perspectiva del cuidado la responsabilidad no recae sobre la mujer, como es en el caso de la aproximación tradicional de los cuidados en el hogar, sino que esa responsabilidad no tiene género, recae sobre toda aquella persona que se asuma como parte de la comunidad, es decir, del mundo.

 

Conclusión: Retos actuales para el cuidado de la democracia

Cuando Hannah Arendt piensa en el mundo tiene en mente el hecho de que lo compartimos con las y los otros, de ahí que debemos asumir la responsabilidad de vivir en comunidad. Esto no está muy alejado del pensamiento de María Zambrano, quien al hablar de la conciencia histórica y social, del pensamiento alargado al estilo de Kant, señala que “vivimos en estado de alerta, sintiéndonos parte de todo lo que acontece” […], no es el destino, sino simplemente comunidad —la convivencia—; lo que sentimos nos envuelve: sabemos que convivimos con todos los que aquí viven y aun con los que vivieron. El planeta entero es nuestra casa. Convivir quiere decir sentir y saber que nuestra vida, aun en su trayectoria personal, está abierta a la de los demás”[20] (p.16). Tanto Arendt como Zambrano nos ofrecen un marco teórico para pensar los cuidados desde una perspectiva social que arroje luz sobre la condición del mundo que habitamos, así como los retos y desafíos que enfrentamos para cuidar de él y conservarlo.

Además de esta conciencia social sobre el cuidado del mundo que las dos pensadoras nos ofrecen en su obra, hay otro elemento que se encuentra estrechamente relacionado con esta responsabilidad social ante el mundo, el cual se refiere a la acción política derivada de la preocupación misma por su aspecto. Así, Zambrano señala que “toda política parte necesariamente […] de una idea que el hombre (personas) tiene de sí, de su situación ante el mundo”[21] (p.60). Ante los tiempos presentes, cabe preguntarnos cuál es la idea que como sociedad tenemos de nuestra situación (Zambrano) y condición (Arendt) ante el mundo.

Los últimos acontecimientos en nuestro mundo ponen a prueba nuestra disposición para cuidar de él y de quienes lo habitan. El surgimiento de gobiernos populistas de tintes antidemocráticos que sobresalen por su racismo, clasismo, conservadurismo y ataque a la democracia utilizando la democracia misma, así como las guerras sostenidas en Ucrania y Palestina; la condición de desigualdad social y económica en un contexto de creciente militarización de la vida social y la criminalidad en países de América Latina, constituyen “tiempos de oscuridad” (Arendt)[22] que nos exigen asumir la responsabilidad de nuestro tiempo presente y cuidar del mundo, de la vida política que se desarrolla en él y de la democracia como una forma de relacionarnos entre los ciudadanos. Cuidar del mundo significa justamente esto, hacernos cargo de estos retos que se presentan en él y contribuir a superarlos; es asumir la responsabilidad ante él siendo conscientes de que su preservación, como la construcción de la democracia, es una tarea por hacer todos los días.

 

[1] Carrasquer, P. (2020). El redescubrimiento del trabajo de cuidados. Algunas reflexiones desde la sociología. En Goren, N., y Prieto, V. (Eds.). Feminismos y sindicatos en Iberoamérica (pp. 97–126). CLACSO.

[2] Carrasquer, P. (2020). El redescubrimiento del trabajo de cuidados. Algunas reflexiones desde la sociología. En op.cit. (pp. 97–126). CLACSO.

[3] Rea, P., Montes de Oca, y V. Pérez, K. (2021). Políticas de cuidado con perspectiva de género. Revista Mexicana de Sociología 83 (3), 547–580.

[4] Ezguerra, S. (2011). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones Feministas 2, 175–194.

[5] Arendt, H. (2011). La condición humana. Paidós.

[6] Gallego, J. (2017). La polis griega: orígenes, estructuras, enfoques. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

[7] Para una lectura sobre la autonomía de la polis griega, véase: Domínguez, A. (2001). La polis y la expansión colonial griega. Síntesis.

[8] Contreras, C. (2022). El pasaje a un análisis crítico de la diferenciación entre régimen político y constitución: el problema de la formación del régimen democrático griego. Teoría política e historia constitucional. Prometeo Editorial.

[9] Arendt, H. (1992). Hannah Arendt – Karl Jaspers: Correspondence, 1926–1969. Harcourt Brace Jovanovich.

[10] Vease: Ranciére, J. (2014). Moments Politiques. Seven Stories Press.

[11] Arendt, H. (2015) ¿Qué es la política? Paidós.

[12] Arendt, H. (2003). Responsibility and Judgment. Schocken Books.

[13] Arendt, H. (1996). Love and Saint Augustine. The University of Chicago Press.

[14] Arendt, H. (1996). Love and Saint Augustine.

[15] Arendt, H. (1996). Love and Saint Augustine.

[16] Arendt, H. (2011). La condición humana.

[17] Arendt, H. (2011). La condición humana.

[18] Arendt, H. (2011). La condición humana.

[19] Arendt, H. (2010). Lo que quiero es comprender. Trotta.

[20] Zambrano, M. (1998). Persona y democracia: La historia sacrificial. Anthropos.

[21] Zambrano, M. (2015). Horizonte del Liberalismo en María Zambrano. Obras Completas I. Galaxia Gutenberg.

[22] Arendt, H. (2008). Hombres en tiempos de oscuridad. Gedisa.