Ciencia a sorbos

Ciencia, identidad y genes

Lo que verdaderamente cada uno de nosotros es y tiene es el pasado; todo lo que somos y tenemos es el catálogo de las posibilidades no fallidas, de las pruebas prontas a repetirse.
Italo Calvino

Comienzo este texto con una cita del escritor italiano Italo Calvino, que a su vez citó hace unos años en su visita al ITESO el genetista argentino Alberto Kornblihtt. En aquel entonces su intención era remarcar la cantidad de sucesos, muchos de ellos aleatorios, que han dado lugar a nuestra actual existencia. “Todo indica que, si hubo distintos orígenes de la vida, solo uno de ellos fue el que tuvo éxito, y a partir de ese surgieron todos los seres vivos que habitaron el planeta”, dijo el investigador de la Universidad de Buenos Aires. Hace ya 3,800 millones de años de aquello.

Algo que la ciencia hace, y Einstein solía destacar, es la capacidad de ver lo más amplio, sondeando los confines del universo, y lo más pequeño, como la “receta biológica” de la que estamos hechos que es el ADN, así como de lo más antiguo del universo y lo que puede suceder en el lapso de un milisegundo.
En tiempos en los que aún levantamos muros y concebimos parte de nuestro ser en relación con documentos oficiales, vale la pena mirarnos desde la lupa que en 1953 añadieron al catálogo de miradas científicas los genetistas Watson y Crick al identificar la estructura del ADN.

Algunas reflexiones al respecto las hizo Kornblihtt en su charla, cuando dijo que “el número de genes que tiene nuestro genoma, que son 20 mil, no es muy diferente del número de genes que tiene un gusano miserable; psicoanalíticamente diríamos que esto es una gran herida narcisista. El número de genes que tenemos los maravillosos seres humanos no es diferente que otros vertebrados”. Aunado a ello, la variedad que existe entre la misma especie humana en términos genéticos —variabilidad intraespecífica— es aún más baja del 0.037, es decir, somos muy homogéneos. Todos somos “hijos” de la cruza del homo sapiens con los neandertales, y como asevera este científico —a quien apodan en Argentina el Messi de la ciencia—, no es que descendamos del mono, como proponía Darwin, sino que somos monos.

Las diferencias radican, como lo indica, “fundamentalmente en lo que tiene que ver con el aspecto ideológico, comportamental y afectivo, no tanto en los genes sino en el aspecto ambiental o ideológico donde se crió la persona”, esto es, en elementos aprendidos que a lo largo de los años se van acentuando.

Si bien aún no es posible para los científicos determinar cuál es el peso específico que aporta a la identidad de un ser humano su parte biológica y cuál la parte ambiental y social, ante los datos genéticos cabe la pregunta de cómo es que se siguen enarbolando discursos que subrayan las diferencias entre humanos como si estas fueran insalvables, cómo algunos se siguen considerando superiores y otros inferiores, si, como dice Calvino, somos sobre todo el resultado de un evento fortuito.

* Consulta este y otros audios de las charlas del Café Scientifique ITESO, una fuente de información y diálogo en torno a la ciencia: cultura.iteso.mx/cafe_scientifique

Maya Viesca Lobatón / Académica del Centro de Promoción Cultural y coordinadora del Café Scientifique del ITESO