La Pizca. Experiencia y pensamiento Jesuita

Educación para el buen convivir

¿Qué es educación? ¿Qué significa ir a la escuela hoy? Para nuestros padres y aún para nosotros,  la escuela era el primer escalón de una pirámide social; más años en la escuela implicaba más ascenso económico. En la escuela se encontraba la vocación y se desarrollban capacidades artísticas, físicas e intelectuales.

¿Sigue la escuela llenando esas expectativas? La educación no es un fenómeno aislado, no existe una cantidad de conocimientos o capacidades específicas que los niños y jóvenes deban aprender para desarrollarse. No obstante, la educación como institución pública tiende al aislamiento y la estandarización.

Aquellas aspiraciones de ascenso social pueden leerse en relación con dos formas particulares de entender el capitalismo. El capitalismo anterior a los años 80  del siglo XX, prometía bonanza a cualquiera que se esforzara lo suficiente, y el neoliberalismo ahora propone mecanismos de mercado a la educación.

En este siglo la ideología del sueño inmediato e individual ha generado una competencia en la que los jóvenes trabajan por nada o muy poco. La educación se convierte en una mercancía, una forma de explotar los deseos perpetuamente frustrados de los consumidores. Si estas formas de entender la educación corresponden a un sistema pernicioso de valores comerciales y económicos, necesitamos maneras creativas de afrontar el proceso educativo, incluyentes y diversas.

La educación para el buen convivir es una propuesta del Proyecto de Reconstrucción del Tejido Social del Centro de Investigación y Acción Social Jesuitas por la Paz para escapar de la estandarización y el aislamiento.

El buen convivir como principio educativo no se limita a fomentar capacidades o conocimientos en los estudiantes como forma de perpetuar un estado de las cosas; no promueve sueños personales e inmediatos explotables por el capitalismo salvaje. Más bien invita a construir en comunidad, a poner en el centro del proceso educativo las necesidades de la comunidad escolar antes que modelos externos que pretendan dirigir las mentes jóvenes en uno u otro sentido.

La educación para el buen convivir representa un compromiso de padres, maestros, directivos, trabajadores y alumnos para construir la educación que sueñan. Si las políticas educativas individualistas han mostrado su falsedad y su propensión a formar jóvenes que se convertirán en trabajadores explotados, tenemos derecho a pensar en otras formas de educarnos que atiendan a nuestros pensamientos creativos, tradiciones e ilusiones.

No hay una educación del buen convivir sin una conciencia amplia de la fragmentación del tejido social. La escuela no puede darle la espalda a lo que ocurre afuera y tratar de resolver problemas individuales en el aula. Esta educación sabe que el aumento de la violencia dentro de sus instalaciones está relacionada con un entorno violento, y que los retos que enfrentan los niños y los jóvenes en clase se relacionan con los retos que enfrentan las familias en los planos emocional, laboral y económico.

El buen convivir y la educación se adaptan y moldean de acuerdo con quien los sueña. Parten del reconocimiento de la fragmentación del tejido social y del deseo de reconstruirlo. Podemos reconocer este tipo de educación siempre que ponga en el centro de su tarea el buen convivir, de tal manera que rija sus decisiones, que reúna a todos los interesados y que genere procesos de reconciliación y resolución de conflictos que involucre a muchos. Ante formas de educación verticales, el buen convivir propone que soñemos juntos la escuela que queremos. Tomemos la escuela en nuestras manos para moldearla con un sentido ético, social y de cuidado.

Fernando Barajas y Jorge Atilano, miembros del Proyecto de Reconstrucción del Tejido Social del Centro de Investigación y Acción Social Jesuitas por la Paz.