La agricultura familiar y la producción de alimentos

Al acercarnos al tema del derecho humano a la alimentación necesariamente tenemos que abordar la producción de alimentos y por tanto la agricultura, y referirnos también a los agricultores, esos seres humanos cuyo modo de vida es producir alimentos y que además también son consumidores. Alrededor del planeta existen diversos modos de practicar la agricultura que pueden ubicarse en dos grandes grupos. El primero es la agricultura industrial, que es dominante y se extiende por todas partes, basada en el monocultivo, alta utilización de insumos químicos, uso intensivo de suelo y agua, grandes externalidades ambientales y dirigida a los grandes mercados; este tipo de agricultura, a escala mundial, utiliza 75% de los recursos agropecuarios y genera 30% de los alimentos.1

El segundo grupo que prevalece y resiste a pesar de las tendencias hegemónicas es la agricultura familiar; una forma de gestionar la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la acuacultura, la pesca y el pastoreo que es organizada y administrada por una familia, y que depende de manera preponderante del trabajo familiar tanto de mujeres como de hombres. En ella la familia y la granja están vinculadas, coevolucionan y combinan funciones económicas, sociales, ambientales y culturales.2 A escala mundial, 87% de los agricultores son familiares y producen 70% de los alimentos, con 25% de los recursos agropecuarios.3 En América Latina la agricultura familiar comprende a 80% de los agricultores y producen entre 27% y 67% de los alimentos. En México la agricultura familiar incluye a 81% de todas las unidades productivas y genera 40% de los alimentos, entre los que destaca el maíz, 65% del cual es producido por la agricultura familiar.4

Desde esta perspectiva, la Vía Campesina, una coordinadora mundial que agrupa a 182 organizaciones de agricultores en 82 países, propone y asume la idea de soberanía alimentaria como un componente fundamental del derecho humano a la alimentación. La soberanía alimentaria significa devolver a cada familia, comunidad y nación el control sobre los alimentos que produce y consume, y recuperar todas las herramientas jurídicas, técnicas y políticas que necesite incluyendo el control de precios y los circuitos de intercambio. Significa, también, priorizar la producción agrícola local para alimentar a la población, y conlleva el acceso al agua, a la tierra, a las semillas. La soberanía alimentaria promueve el derecho de los campesinos a decidir cuáles cultivos sembrar y a quién vender, y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren consumir y cómo y quién se los produce; demanda, además, el reconocimiento de los derechos de los campesinos, que desempeñan un importante papel social en la producción y alimentación de los pueblos.5

Los movimientos globales de agricultores continúan reivindicando su papel como productores de alimentos y en diciembre de 2018, después de 17 años de lucha, han logrado un importante avance: la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Esta declaración reconoce el derecho a una alimentación adecuada y el derecho fundamental de estar protegidos del hambre, que incluye el derecho a definir sus propios sistemas alimentarios y agrícolas para producir sus alimentos y tener una nutrición adecuada. Reconoce también el derecho a la soberanía alimentaria, el derecho a la tierra y al territorio, el derecho a las semillas y a la práctica de la agricultura tradicional.6

En la búsqueda del pleno cumplimiento del derecho humano a la alimentación resulta evidente la necesidad de una apuesta por la agricultura familiar, encargada de suministrar la mayor parte de los alimentos a gran parte de la humanidad. Es claro también que del futuro de la agricultura familiar dependerá nuestra provisión de alimentos en la calidad y cantidad necesaria para que la humanidad coma bien. Los movimientos rurales se organizan y requieren el acompañamiento y la cercanía de quienes no producimos alimentos y queremos una alimentación sana y suficiente; la articulación de ambos sectores y la presión sobre los gobiernos significará ir avanzando hacia el derecho humano a una alimentación adecuada.

Notas

  1. Shiva Vandana. ¿Quién alimenta realmente al mundo? Madrid: Capitán Swing, 2017.
  2. Salcedo, S. y Guzmán, L. (eds.). Agricultura familiar en América Latina y el Caribe: recomendaciones de política. Santiago de Chile: fao, 2014.
  3. Shiva Vandana. Op. cit.
  4. Salcedo, S. y Guzmán, L. (eds.). Op. cit.
  5. Véase https://viacampesina.org/es/que-es-la-soberania-alimentaria/
  6. Organización de las Naciones Unidas, onu. Declaración sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales. Nueva York: onu, 2018.

 

Jaime Morales Hernández / Agroecólogo y académico del Cifovis ITESO.

 

Agua, agricultura y alimentos: el futuro en juego

¿De qué tamaño es el volumen de agua que se utiliza en la agricultura? ¿Cuánta agua consume la producción masiva de alimentos? ¿Qué tan representativa es el agua agrícola para el futuro del agua en el mundo? Un resumen muy contundente de lo que significa la relación entre agua y agricultura nos lo ofrece el físico y químico Philip Ball en su hermoso libro H2O. Una biografía del agua. Nos dice Ball: “El agua es esencial para cualquier actividad económica, pero para ninguna lo es más que para la agricultura.

Cerca de 70 u 80% de las reservas de agua globales se usa para riegos, y la proporción es aún mayor en países menos desarrollados. Las preocupaciones acerca de una inminente escasez de agua no tienen tanto que ver con la sed como con el hambre”.1 La agricultura es la más importante consumidora de agua en todo el mundo ya que “a fuerza de irrigación artificial se ha expandido hacia zonas áridas y semiáridas del planeta”,2 dice también Adriana Anzolin, ambientalista y divulgadora de la ciencia en otro maravilloso texto titulado Lazos verdes.

Las citas anteriores nos libran de un viejo engaño de perspectiva que las autoridades encargadas de gestionar el agua nos han vendido durante décadas, según la cual basta con que aprendamos a cerrar las llaves de nuestras casas para que exista un ahorro significativo global de agua. Esto no es así. El agua doméstica utiliza alrededor de 10% y 15% del agua global disponible y este fenómeno es más o menos similar para el conjunto de las urbes de la tierra, incluyendo a las megaciudades, como el área metropolitana de Guadalajara, con sus casi siete millones de habitantes. Si contrastamos los datos del agua urbana con el inmenso volumen de agua que se usa en la agricultura nos daremos cuenta de que el reto más importante para la sustentabilidad hídrica se encuentra en la forma en que se gestiona en la actualidad y en la que se debe gestionar en el futuro el agua agrícola. La agricultura posee, pues, la verdadera clave.

Por supuesto que lo anterior no quiere decir que dejemos nuestra responsabilidad ciudadana de cuidar el agua, valorarla y aprender a administrarla con sabiduría en nuestros hogares. Lo que se vuelve necesario es dimensionar la importancia que representa una utilización eficiente del agua en la producción de alimentos. Por lógica simple y después de comprender estos datos cae por su propio peso que mejorar los sistemas de riegos es vital. El despilfarro de agua agrícola con técnicas obsoletas de anegación o inundación de zonas de riegos, las cuales añaden exceso de agua a los cultivos, haciendo que se pierda de forma innecesaria agua por evaporación o escurrimientos en las pendientes del terreno e incluso provocando salinidad, deben ser sustituidas por mejores tecnologías como riegos por goteo o políticas de infiltración de agua al subsuelo, cuidado de la humedad atmosférica, así como la fundamental comprensión de la dinámica de los suelos y la disminución de abatimientos y sobreexplotación de los acuíferos.

A esto se añade el manejo del “agua virtual”, es decir, el agua que requiere la producción industrial misma de los alimentos, así como el agua que contienen los alimentos, haciendo por ejemplo que las frutas, los vegetales, la carne, el huevo, por mencionar algunos, se vuelvan verdaderos “empaques” para trasladar agua de un lado a otro. Para producir una lata de vegetales se necesitan casi 40 litros de agua3 y para producir un kilo de azúcar se necesitan unos ¡mil 800 litros de agua!4 Un jitomate, un limón, una pera son agua que se puede exportar de una región hídrica a otra, con la posibilidad de formar ciertos desbalances. Buscar la regulación eficiente de estos grandes volúmenes de agua para poder sembrar, cultivar y comer es el nuevo paradigma, urgente, que se requiere instalar.

También se necesita más sabiduría: comprender cómo funciona el ciclo hidrológico en cada área agrícola debe ser la tarea científica por excelencia, pero incorporando otros saberes milenarios. Las comunidades campesinas e indígenas han observado, sistematizado y entendido durante siglos el ciclo del agua. Su conocimiento comunitario es hoy un preciado tesoro que debe dialogar con la ciencia de la agricultura y de la gestión del agua. El manejo del agua en la agricultura y en la producción de alimentos es uno de los mayores retos humanos y ecológicos del presente, pues el futuro depende de ello. Y es también el reto que debe asumir nuestra universidad.

Notas

  1. Ball, P. H2O. Una biografía del agua. Ciudad de México: fce / Turner, 2010, p.394.
  2. Anzolin, A. Lazos verdes, nuestra relación con la naturaleza. Buenos Aires: Maipue, 2006, p.88.
  3. Ball, P. Op.cit, p.394.
  4. Anzolin A. Op.cit, p.89.

 

Mario Edgar López Ramírez / Académico del Cifovis ITESO

Editorial

Desmitificar el tema de las adicciones y de la persona del adicto no es tarea sencilla, se requiere una nueva perspectiva que parta del diálogo de saberes y una lectura desde la complejidad, más allá del problema centrado en el consumo.

El perfil social de la adicción ha cambiado sustancialmente, niños y mujeres son los nuevos adictos. La problemática adictiva se asocia con la ruptura del tejido social, trasformándose en un hilo más del complejo entramado crítico de México y del mundo. Las recurrentes crisis económicas, los problemas de pobreza, el acelerado cambio social y cultural hacia la modernización y la globalización, el incremento de la violencia que se vive y la creciente prevalencia del abuso de Internet son factores asociados al tema que nos ocupa. La creación de puentes de conocimiento e intercambio de experiencias entre profesionales, miembros de la sociedad civil y los aquejados por las adicciones se vuelve hoy más que nunca pertinente, ya que de todas estas fuentes de saber se nutre la construcción del fenómeno adictivo en la comunidad. Esperamos que este número dedicado a las adicciones pueda ofrecer vísperas de soluciones y perspectivas que construyan una más amplia definición y alternativas de intervención. Desdibujar mitos nos permite mostrar la realidad más que la teatralidad del mundo de las adicciones y compartir las voces de aquellos que enfrentan este dolor.

 

Coordinadoras

Elba Noemí Gómez Gómez / Académica investigadora del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO.

Dulce María Valencia Vega / Maestra de asignatura de la Maestría en Psicoterapia del ITESO.

Los centros de internamiento para adictos. Mitos y realidades

En las últimas décadas las adicciones en México han pasado de ser una problemática prioritariamente del ámbito de lo privado a considerarse un tema de salud pública debido a las consecuencias sanitarias y sociales que experimentan quienes las consumen. La Encuesta Nacional de Adicciones 2016 reveló un crecimiento significativo del consumo en la región Occidente de México, pasando de 5.5% a 10.3%, en un periodo de cinco años. En los planos nacional y mundial el dilema de estudiar las adicciones se encuentra inmerso entre la criminalización y la patologización. Esto ha creado un velo de desconocimiento e imaginarios colectivos que rodean al tratamiento y, en particular, una de sus formas de institucionalización: los centros de internamiento para personas con adicción y conductas autodestructivas.

En el cuadro siguiente presentamos algunos mitos y realidades sobre estos centros.

 

Mito Realidad
Todas las personas con adicción que se encuentran en centros de internamiento son golpeadas y maltratadas. En los centros de internamiento se utilizan métodos disciplinarios, como el encierro y el establecimiento de horarios, con sanciones si no se cumplen, entre otros, basándose en un reglamento de convivencia para rehabilitar a los adictos.
Todos los centros de internamiento reciben apoyo económico del gobierno. No todos los centros de internamiento reciben ayuda financiera del gobierno.
Todos los centros de internamiento se encuentran certificados por el gobierno. No todos los centros de internamiento cumplen con todos los requisitos que marca la Norma 028.
El gobierno logra atender toda la problemática de las adicciones en el Área Metropolitana de Guadalajara (amg). Mayoritariamente es la sociedad civil la que se encarga de rehabilitar a las personas con problemas de adicción.

 

Todas las personas que son internadas en los centros de rehabilitación son pobres, sin educación y criminales. En los centros de internamiento para el tratamiento de las adicciones se encuentran internadas personas de todas las clases sociales, creencias y profesiones.
Internar a una persona en un centro de rehabilitación es suficiente para su recuperación. La rehabilitación de una persona con adicciones implica la atención de la familia, sus redes y la capacidad de agencia de la persona del adicto.
El costo de un tratamiento para un problema de adicción es muy alto y poco redituable. En términos de costo–beneficio, la inversión en la rehabilitación del adicto es menor que las consecuencias de la actividad adictiva.
Para que un centro de internamiento tenga mayor efectividad tiene que estar conformado solamente por un equipo profesional o por personas en recuperación.  A mayor grado de colaboración entre profesionales, sector público y sociedad civil existen mayores probabilidades de éxito.
Todos los centros de internamiento cuentan con un médico y un psicólogo. Hay muchos centros que no cuentan con médicos y psicólogos.

 

Los centros de internamiento creados por la sociedad civil surgen como una opción de recuperación ante la necesidad de ayuda que tienen las personas con alguna adicción, sin embargo, son también instituciones con pocos márgenes de regulación y estándares bajos de calidad institucional. Esto ha provocado una enorme disparidad en los tipos tratamiento y atención que actualmente se ofrecen, aunado a la poca claridad y conocimiento de sus metodologías, lo cual ha facilitado una imagen pública alterada de sus prácticas, condiciones y características, y ha propiciado la aparición de estos mitos aún presentes en nuestra sociedad.

Los intentos recientes de apoyar su regularización y estandarizarlos —de acuerdo con la Norma Oficial 028— ha dado a sus directivos una herramienta para obtener el reconocimiento institucional a su labor, aunque aún es insuficiente debido al poco interés que existe en rescatar sus prácticas.

 

Irving Darío Castillo Cisneros / Estudiante de la Maestría en Comunicación de la Ciencia y la Cultura del iteso

Larissa Sánchez Iñiguez y Nora Angélica Velasco Jiménez / Estudiantes de la Licenciatura en Psicología del iteso

 

Autorretrato de un adicto adolescente

Con ella me trasformo. Comienza por desvanecerse ese cuerpo extraño, ajeno, hasta desaparecer por completo. Ya no está más, ahora en mí hay una nueva corporeidad, mi ser habita una nueva forma, un nuevo nombre, una nueva identidad; sin miedo, sin tristeza, con alegría y seguridad de mí.

¡No necesito más! Tan solo basta con que entre y recorra mi torrente sanguíneo; que me haga sentir el calor que muchas veces dejé de sentir; que me abrigue y me haga olvidar cuán solo estoy en este mundo al que no logro comprender del todo. Un mundo que no se detiene, que parece crecer cada vez más; que al mismo tiempo aprisiona, congela y me aleja de todo cuanto he querido y he deseado.

Otra vez solo. Despierto sin saber dónde estoy, con quiénes pasé la noche, y lo único que aparece en mis recuerdos son momentos fugaces, confusos. Tengo una sensación de extrañeza al ver a mi alrededor y encontrar cuerpos tirados, embriagados, olvidados por los excesos de una noche, a merced de cuantas personas deseen tocarlos, besarlos, usarlos…

Los veo y me veo solo. Ya no logro reconocerme, me siento perdido y sin saber a dónde voy. Necesito respuestas y la única disponible es ella, sin juzgar, sin reprochar; ella siempre disponible cuando la necesito. La dosis perfecta para poder volar y llegar a un mundo donde sí puedo ser, sin etiquetas, en el que nadie me desaprueba o me obliga a tener que cumplir con un estereotipo ¡solo yo!

Estoy harto de que ellos solo volteen a verme con desdén, reprochando: “¿Qué problema puedes tener si tú solo tienes que preocuparte por estudiar?” Suena fácil al decirse así, pero acaso ellos ya han olvidado lo difícil que es crecer, y más aún cuando tu familia no está presente por tener que trabajar para darte “lo mejor”.

No quiero lo mejor, no quiero lo material de este mundo banal. Quiero sentir, quiero que me reconozcan por lo que soy, por ser diferente a todos y no igual, quiero un espacio donde penetrar todos mis deseos y sueños, un lugar que me permita crecer sin miedo. Tener lo que yo más deseo: un hogar.

 

Lourdes Hinojosa López / Estudiante de la Licenciatura en Psicología del ITESO

Editorial

Después de experiencias de gobiernos fallidos, en los planos federal y estatal, los mexicanos enfrentaron el 1 de julio de 2018 una de las elecciones más importantes en la historia del país: se eligieron personas para los cargos en el Poder Ejecutivo y Legislativo federal, así como diversos cargos en 30 entidades de la federación. En Jalisco, además, se renovaron los poderes Ejecutivo y Legislativo y las presidencias municipales de los 125 municipios de la entidad. Fue una elección concurrente considerada la más grande en la historia reciente del país. Adicionalmente, este proceso electoral ha sido el más costoso para los mexicanos, en un contexto de violencia electoral causada por el crimen organizado.

Estas características sumadas a la reconfiguración de las instituciones políticas, a los cambios que se han incorporado en la normatividad, así como en la emergencia de las candidaturas independientes, en un entorno de creciente desigualdad social, inseguridad, corrupción, impunidad y un alto malestar social revelan la necesidad de hacer un alto en el camino, para fijar la mirada en algunas dimensiones de este proceso, sus resultados electorales, y la reflexión sobre posibles escenarios para los siguientes seis años. ETIUS, Observatorio de Comunicación y Cultura del ITESO, centró sus esfuerzos, durante la primavera y el verano, en observar este proceso electoral. Algunas de las reflexiones resultado de ese trabajo se comparten en este número de Clavigero.

 

Graciela Bernal Loaiza

Susana Herrera–Lima

Magdalena Sofía Palau Cardona

Alma Gloria Reyes Perales

EQUIPO ETIUS / Observatorio de Comunicación y Cultura del ITESO

etius.iteso.mx

Medios de comunicación, internet y elecciones

La prensa, la radio, la televisión y las redes sociales que operan a través de internet tienen un papel importante en los procesos electorales. El supuesto es que un sistema político democrático requiere de la participación de los ciudadanos. Para que los ciudadanos actúen adecuadamente requieren de información, tanto para deliberar en torno a problemas de interés público como para ejercer su voto en un proceso electoral. A través de los medios de comunicación se establece la relevancia de algunos temas y se ofrece orientación sobre cómo interpretarlos.

Durante las elecciones, los medios de comunicación tienen la función de proporcionar al ciudadano la información por medio de la cual conoce a los candidatos, los temas más relevantes de sus proyectos políticos y las propuestas de gobierno con las que pretenden resolver los problemas públicos.

La construcción de la imagen de los candidatos se realiza a través de la forma en que cada uno se presenta, de lo que los oponentes dicen de un candidato y de los mensajes que otros actores y ciudadanos hacen circular en las redes sociales o en los medios de comunicación.

Es imprescindible que los ciudadanos sean conscientes de que la información que reciben tiene diversas intencionalidades políticas y que, en ocasiones, puede ser falsa o imprecisa. Cuestionar la información que se recibe es colocarse activa y responsablemente en el papel de ciudadanos frente a cualquier tema de interés público.

 

MAGDALENA SOFÍA PALÁU CARDONA / Académica del ITESO